miércoles, 30 de junio de 2010

Dilemas naranjas

"Decía que la "Naranja Mecánica" del 74 erar el fútbol total, que jugaban basquetbol con los pies, los enfrentamos nosotros en el 72 con Independiente y Pipo Ferreiro, el técnico, me hizo jugar de cinco. Jugué en Amsterdam, donde perdimos 3-0. Era tal la superioridad, que en un momento lo miré al Zurdo López y le dije: "Zurdo, contalos, que son más". (Luis Garisto, Hablemos de fútbol)

Cuando ataca Holanda el mundo es perfecto: las diagonales de Robben, los trazos de Sneijder, el ir y venir de Kuit, los caprichos estéticos de van Persie. Y hay minutos, en todo partido de la misma Holanda, en los que se teme lo peor, lo irremediable, lo injusto pero factible.



Cuando los tulipanes llegaron al Mundial de 1990, idolatrados campeones de Europa, su técnico Leo Beenhakker hizo una declaración que sonaba a condena: “En un Mundial o Eurocopa, el 90 por ciento de los equipos asiste para ganar, pero siempre hay uno que simplemente desea mostrar lo bien que sabe jugar: ese equipo es Holanda. Ese es nuestro drama. Como un boxeador que es muy bueno pero no sabe noquear al contrincante”.




Lo increíbles es que podemos imaginarnos en cancha a Cruyff, a Gulitt, a Bergkamp, a Seedorf, a van der Vart. Imaginar en ataque a Rep, a Rensenbrink, a van Basten, a Kluivert, a van Nistelrooiy: el naranja de Holanda brilla no por su chillantez sino por el genio lúdico de sus ofensivos, pero eso garantiza pocos títulos.




Pasea el Narciso holandés a sus rivales, les mete el primer gol, genera las ocasiones para marcar el segundo, y luego se distrae en disfrutarse, gozarse, no creerse, verse en el espejo como adolescente que se acomoda el fleco, y termina el partido: han perdido 2-1.




Contra Japón estuvieron cerca de ser alcanzados en el último instante tras un partido que les perteneció y Eslovaquia les amargó el final del partido de octavos de final. Los naranjas han ganado todos sus juegos, pero esa vieja capacidad redentora genera sospechas, o, como dijo Leo, Holanda es el boxeador brillante que no sabe noquear.



Existe un paralelo entre su preciosismo futbolero y la cultura local: hacer espacio. En un pequeño país, desde siempre sobrepoblado y arrinconado contra el mar, los holandeses han luchado por acomodar a todos sin perder la sensación de apertura, de aire.




Una de las principales características del “futbol total” de la Holanda del 74 -que sin ambiguedades, ni dudas ha configurado el fútbol moderno- era agrandar el espacio al atacar y reducirlo al defender. El mecanismo para ello radicaba en rotar posiciones constantemente a fin de, primero, recuperar balón a la brevedad, y segundo, hallar vías de acceso a la portería rival. Sin embargo, todo ese afán por encontrar espacios sólo se ha traducido en una gloria (la Euro 88) y en muchísimas e incontables desilusiones.




Jugar contra Brasil en estos cuartos de final, revive mitos y fantasmas: los amazónicos son la negación de aquella idea naranja de que jugar bonito no se traduce en ganar.
Si las piernas de cristal se lo permiten, otra vez brillará Robben. Y ahí estará el magistral Sneijder, y el paranoico van Persie, y el joven gambetero Elia, y el todo-terreno Kuyt... Nos encandilará ese naranja, habrá momentos en los que Brasil no podrá ver ni las placas del auto turbo naranja que lo habrá arrollado, pero a la hora del silbatazo poco chance otorgamos a esta futbolera reivindicación que una vez más estará obligada a perder.




Y es que como una vez dijo Patrick Kluivert riéndose: “lo importante no es que sea gol, sino que sea bonito”.

1 comentario:

Alex_Roy dijo...

La verdad es que la Holanda de la Eurocopa 2008 fue espectacular, aunque luego terminó en fracaso. Yo creo que ahora en este Mundial es distinta, ya que no está desplegando un gran fútbol pero gana, que es lo importante.

Veremos contra Brasil. Un saludo.