domingo, 23 de noviembre de 2008

El cerco de nuestros mitos…

La debacle estronguista trasciende la vergüenza política que vive la centenaria institución. Esta no es sólo una crisis coyuntural del andamiaje dirigencial y de los sujetos que conforman esa decadente cúpula –que tenazmente se aventura a trazar un camino muy cómodo hacia la desintegración absoluta de la institución gualdinegra– es algo de sintomatología más aguda que compromete en gran medida la espina dorsal y hasta me animaría a decir: el corazón atigrado. A mi modo de sentir el amarillo y negro creo que todo apunta a esa peligrosa manía que tenemos los Tigres de enamorarnos hasta el absurdo del sufrimiento, de la improvisación, de la agonía, de esa melancolía que ofrece la derrota. El mito de resucitar de la ceniza debe cumplir su ciclo. El mito de ser los Más Fuertes está carcomiendo fragmentos enormes del futuro estronguista y lo que es peor resquebraja la sostenibilidad del Stronguer como institución. El mito del permanente renacimiento, el de ser los Derribadores de siempre impide configurar un proyecto institucional a corto, mediano y largo plazo. En otras palabras los mitos aurinegros erosionan valores convencionales como la organización, el trabajo, la responsabilidad, el compromiso, la creatividad; además que subestima todo lo que está relacionado con la planificación, la honestidad y el respeto. Y pondera exclusivamente la fuerza, la espontaneidad, la improvisación excesiva y deposita su fe en la irrupción del milagro, en algo que devenga de la polenta de la garra. Y es así cómo la dirigencia –Pacheco, Montalvo y el recién aparecido Llanos– están manejando la gerencia del club (protegidos con la coraza del mito actúan con una improvisación desmedida, desprovista de conceptos institucionales que les permita diseñar un norte al Stronguer, con muy poca honestidad de por medio y sin ningún respeto al Tigre). Es así como la comunidad atigrada se imagina a sí misma (como los eternos derribadores, como el club que tiene la obligación de sufrir hasta el último segundo para conquistar algún resultado), es así como esperamos que juegue el equipo domingo a domingo el equipo (con pura fuerza y huevo que sólo alcanza para ganar un par de partidos y no campeonatos), es así cómo entrena el Tano (con todos los códigos del ponga huevo, con la espontaneidad que ofrece el carajazo y con una excesiva fe en el milagro). El peso de nuestros mitos (configurados en 100 años) es tan fuerte que no nos permite reaccionar frente a esta crisis institucional. Todos los Tigres nos cobijamos tan cómodos en el Mito, sobreestimamos sus potencialidades mágicas como ya hemos vivido un Viloco, como hemos sufrido todo tipo de embestidas de las cuales renacimos esta crisis nos parece que no será más que una leve turbulencia en esta espesa historia de derrotas… Un capítulo más de esta historia de pocas glorias y de muchas derrotas. Despertemos del mito. Esta crisis no se solucionará con una Asamblea, ni con la convocatoria a elecciones que no es más que un mecanismo para volver a atraer escasos capitales frescos al club y un conjunto de problemas que vienen acompañados de los apellidos de siempre: Asbún, Ascarrunz, Bustillos que son los principales responsables de esta profunda crisis atigrada. Dirigentes astutos que apelando a los mitos estronguistas esconden su responsabilidad en este paulatino proceso que nos lleva al casi derrumbe de la institución. Como estronguista creo que es urgente reponer tradiciones más virtuosas como la frontalidad atigrada, la capacidad estratégica gualdinegra que abrió una resquicio de esperanza en la sequedad del Chaco, recuperemos la transparencia para actuar y proceder del gran Chupa Riveros, rescatemos la creatividad que hace 100 años impulsó a José López Villamil y a los primeros aurinegros a inventar, ladrillo a ladrillo, este prodigioso ámbito comunitario que don Rafael Mendoza dio cuerpo hasta alcanzar esta inmensa matriz que diariamente nos dibuja como Tigres.

Ilustración: Aldo Mercado

lunes, 17 de noviembre de 2008

Apaza, Abdón, Joselito...

San José 1 - La Paz F.C. 3

En el contexto del fútbol liguero boliviano el Dt Sergio Apaza encarna los atributos del decálogo menotista que privilegia la formación humana sobre cualquier intento inútil de tecnificación. Por otra parte, ha transformado el cerco de sus limitaciones en la plataforma para edificar sus potencialidades. De lejos es el Dt boliviano que con más firmeza y trabajo persigue la coherencia entre lo que dice y lo que hace (tarea difícil en un contexto que privilegia en exceso la demagogia). Sin histrionismos arrolladores en sus declaraciones, sin caer en demasiadas demagogias frente a los medios Apaza hace del fútbol una gesta que exige tanto de sus actores como de sus espectadores la urgente mediación de la inteligencia. Ha hecho de sus equipos, sobre todo de La Paz Fútbol Club, maquinarias donde el esfuerzo es el factor común y la fuerza un insumo que proporciona cohesión anímica y futbolística al grupo. Aunque valga decirlo también esa lógica del esfuerzo fue tergiversada en muchas facetas del juego de los paceños quienes confundieron “la fuerza” con el juego sucio, brusco y la violencia excesiva. Pero, más allá de este importante factor, no cabe duda que Apaza incorpora al fútbol boliviano ese importante matiz: el fútbol construido sobre la tensión entre la fuerza, el pragmatismo y la inteligencia. Ayer en el Bermudez La Paz F.C. de Apaza sin ningún veterano en cancha (sin Machado, sin Diomedes Peña, sin Olivares, sin Paz García), con un promedio de edad que oscila entre los 19 y los 21 años dio una lección de fútbol al experimentado San José. La hazaña se multiplica si tenemos como antecedente que La Paz F.C. perdió –como local frente al mismo rival hace 7 días atrás– sin exponer argumento alguno. Tal vez siguiendo el estilo de Arsene Wégner el Dt Apaza ande sistemáticamente lejos de los títulos, pero no se puede negar que a su paso fertiliza el fútbol.

The Strongest 1 - Bolívar 2

El Bolívar con Abdón Reyes en cancha es un equipo sustancialmente distinto. Las ráfagas eléctricas que despliega el chapaco lastiman cualquier intento de defensa. Si bien en algunas circunstancias el juego de Reyes abunda en gambetas generalmente con ella es que manda sutiles mensajes migratorios al mundo futbolero. Reyes se merece migrar de fútbol. Instalar su fútbol en otros contextos, en otras canchas, en otras competencias será un reto no sólo para Reyes, sino para el fútbol boliviano. Que no le pase el viacrucis de encierro que vivió Gaty Ribeiro que en el momento más destellante de su fútbol éste se vio eclipsado por mezquinos intereses de una dirigencia que lo condenó hacer un jugador fundamental pero dentro del estrecho contexto liguero boliviano y no en el vasto horizonte de otro fútbol. Reyes transita un proceso interesante. Proceso en el que va consagrando aquello que de él se espera: el desequilibrio permanente. Sin embargo, sería más que interesante que este proceso Reyes lo prosiga en canchas argentinas, mexicanas… En fin es un deseo de futbolero: Ojalá migre el Chapaco y pueda rápidamente trepar a otras cimas futbolísticas…

Oriente Petrolero 1 – Blooming 2
El fútbol de Joselito Vaca se asemeja al sube y baja. Cuando sube Vaca se transforma en un jugador con atributos admirables ya sea en la distribución perfecta e inteligente de balones, es la herramienta fundamental para que su equipo se adueñe del balón e incluso hace del medio campo el escenario ideal para montar un fútbol invadido de exquisiteces. Cuando baja Vaca se transforma en un ser pusilánime, literalmente se arrastra en la cancha buscando un pretexto para ser sacado de ella cuanto antes. Y el problema es que con Joselito en bajada su equipo, Blooming, se entrega a la vorágine de la derrota y la desmotivación.
En el partido frente a Oriente Joselito fue el fusible determinante para contener la ansiedad de Blooming que iba perdiendo casi 2/3 del partido. Además Joselito Vaca tuvo el temple –que a veces le falta en otros encuentros– para coordinar los principales movimientos en ataque. Hizo del mediocampo un huracán impredecible y con pie de golfista dio un perfecto pase gol y concretó la marca que clasificaría a Blooming a la siguiente instancia. Si Joselito hubiera trabajado alguna clave para que los destellos de su fútbol se equilibren y, sobre todo, sea más sostenible, el Ajax holandés no lo habría despachado tan rápidamente…

martes, 11 de noviembre de 2008

Ni tanto, ni tampoco

Mientras el fútbol liguero boliviano se hunde paulatinamente en el lodazal de su casi insalvable mediocridad el domingo y ayer lunes expuso en cancha un pavoroso ingrediente que lo hace aún más intragable: la violencia. Con el añadido que se trata de una versión atípica de violencia: por un lado, policías se enfrentan a jugadores y, por otro, policías que se hacen al quite para no obstaculizar la brutal pelea entre hinchas de un mismo club. Tanto en la cancha del Félix Capriles como en la del Tahuichi Aguilera surgieron episodios oscuros para el fútbol en los que de por medio estuvo el descontrol de la policía frente a la exacerbación de jugadores y de hinchas. Valga decirlo y reiterarlo o la policía se excede en cancha o hábilmente se invisibiliza. Y en los dos modos de accionar potencia el bochorno y la violencia.

Lejos del reglamento y en complicidad con la negligencia del árbitro Maldonado la policía en el Capriles se excedió a tal punto con los jugadores de Aurora que además de golpearlos –insólitamente con los escudos que se utilizan para controlar disturbios– sin ninguna prudencia los gasificaron. Todo surgió por el ilegal pedido del árbitro hacia los policías para colaborar con el traslado del jugador aurorista expulsado (Zenteno) desde el centro de la cancha hacia los camerinos. El problema es que la policía lejos de cualquier gesto de prudencia literalmente a empujones arrastraron al aurorista. El hecho despertó la ira de los jugadores auroristas quienes arremetieron la violencia policial con más violencia. Pero, la policía luego de haber cometido el atropello se transformó en víctima -habilidad proveniente de sus hábitos corruptos- y denunció a la fiscalía al excelente arquero argentino Dulcich por agresión a la autoridad. ¿Y quién defiende a los jugadores de Aurora por la agresión policial? ¿La dirigencia aurorista? ¿La cúpula dirigencial liguera? ¿La Federación Boliviana de Fútbol? ¿El defensor del pueblo? ¿Quién?
En el Tahuichi, el domingo, las barras bloministas se enfrentaron por un asunto tristemente gremial. Oficialistas versus opositores. En otras palabras, los privilegiados de la dirigencia frente a los abandonados de la dirigencia. Los privilegiados manejan entradas al por mayor como fajos de dólares de cambistas de la Camacho. El enfrentamiento fue una simple y compleja pugna de poder. Lo inverosímil es que en la pelea campal entre barras del mismo club en el justo medio se encontraba la policía que no encontró mejor opción que la del total repliegue. Virtualmente desaparecieron de la grada del Tahuichi. Y ayer en el clásico camba en medio de un partidazo nuevamente la policía estuvo bien dispuesta a instaurar otro bochorno.

Las formas de acción de la policía en la cancha es algo que nos tiene que llamar la atención porque de a poco es un factor que enciende –de forma sistemática y sostenida– la chispa de la violencia. La policía no ordena absolutamente nada, no contiene los distintos alborotos y expresiones que pueden devenir en actos violentos. Con su torpeza ya sea en gestos o en acciones concretas avienta gasolina al calor de los conflictos. Anoche, el Gato Fernández, arquero de Blooming, se desbordó por un ademán del orientista Aguirre que según los blooministas dañó su moralidad. El Gato buscó al jugador para descargarle un escarmiento y se despertó el alboroto. En el disturbio, la policía no apaciguó los ánimos. Por el contrario, con una torpeza única intentó tomar por la fuerza al Gato instaurando más caos y desorden.

Con estas acciones, me pregunto: ¿Cuál es el rol de la policía en la cancha? ¿Cuál tiene que ser el equilibrio con el que los agentes de seguridad deben actuar para no dañar la integridad de unos a favor de los otros? ¿Quién regula su accionar? ¿Quién coordina las acciones? ¿Cuál es el grado de coordinación entre los dirigentes ligueros, el veedor del partido, la terna arbitral y los agentes de seguridad? ¿Qué señala el reglamento liguero respecto al accionar policial? ¿Qué tipo de entrenamiento reciben los policías quienes son los primeros en desbordarse (o será que los verdes no reconocen que en el Capriles fueron ellos los que cometieron los excesos, los que gasificaron)? ¿Cómo es posible que el trabajo de la policía fluya entre extremos: en una cancha tienen una presencia excesiva (gasifican a los jugadores) y en la otra desaparecen del estadio para no tener problemas? Intuyo que el trabajo policial en cancha es un trabajo sin la más mínima orientación, un vulgar ejercicio silvestre que potencia la violencia, en vez de domesticarla.
Fotos: Los Tiempos.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Etoo: La revancha


Hacia mediadios de año, todos vimos como Samuel Etoo cerraba un cliclo triste con el Barça. Delantero de movimientos felinos, letal (en contraste con su inamovible cara de niño desamparado) y con la elegancia de un carterista, había llegado de Mallorca donde era considerado una suerte de Emperador de los Baleares.


En Barcelona tardó muy poco en encontrar el tono, el ritmo de un equipo estructurado para jugar por nota, y se convirtió en una referencia insustituible en la zona ofensiva. Junto a Ronaldinho, hizo una mancuerna de creatividad poderosa, a la que posteriormente se uniría Lio Messi y ese espectacular acarreo de balones al área de los rivales. Pero Samuel Etoo cayó en un bache producto de las lesiones que le minaron el músculo y la confianza. Y su cierre de campaña fue desolador (sólo comparable a la fuga por la puerta de atrás de un Chelito Delgado indolente): se ganó esa tarjeta amarilla que le negaba la posibilidad del pasillo al Madrid, virtual campeón de la liga, y la afición catalana lo quiso catapultar a los médanos de un olvido más bien justo. Como el indiscutible profesional que es, Etoo supo manejar con solvencia las ofertas del exterior, Guardiola lo ratificó a regañadientes en el club, y el camerunés se apegó a los ideales táctico de su entrenador en turno.


Un inicio titubeante en la presente campaña nos hizo que vislumbraramos un deja vu mas o menos prematuro. Sin embargo, el Barça ya le encontró la temperatura al torneo y paulatinamente ha encontrado la dosis necesaria para aliviar los malestares de antaño. Con un juego de flujo continuo, sin abandonar la tenencia de la pelota (usando al extraordinario Xavi como fuente de su energía colectiva) y un par de salidas como Alves (por la derecha) y Keita (por el centro), el club catalán ofrece un futbol tridimensional que combina vértigo, técnica y eficacia.Ver el compromiso actual de Etoo dentro de la cancha, su aplicación táctica y su escalofriante facilidad en la definición (aunado a ese aire melancólico de los asesinos que se arrepienten en el acto) es testimoniar la feliz resurección de un crack inigualable. Es atender, también, el escenario que todo hincha busca en su aventura como espectador de futbol: el escenario de la revancha deportiva, la recuperación del honor y la dignidad en ese campo de juego que alguna vez fue su patíbulo.
Daesu

sábado, 8 de noviembre de 2008

Adorable Arsenal

Al Arsenal de Wegner últimamente se lo subestimaba demasiado. E incluso las especulaciones sobre el mito que configuraba su eléctrico fútbol se aglomeraban en un consenso predispuesto a elaborar cualquier ejercicio para derribar el admirable estilo de juego del Arsenal. Frente a Manchester United los Gunners sin complejo alguno demostraron que el talento no se evapora del Arsenal, sino que se consolida, se agrupa y se reproduce. Con la pelota al piso, el fútbol ecléctico del equipo de Wgner hizo rodar una sucesión de sinuosos toques cortos y largos, admirable movilidad y tenacidad permanente, punzantes piques al vacío, inteligencia para agrandar los espacios en ataque y astucia para achicarlos en defensa, balance entre verticalidad y horizontalidad del juego, y sobre todo una impresionante baraja de acciones simples –a veces tremendamente lujosas– para resolver situaciones complejas. Estas me parecen que fueron las claves para incendiar sin clemencia el césped del Emirates Stadium y aventar a la penumbra al maniatado fútbol del Manchester U y de su marketeada estrella de empalagoso fútbol: Cristiano Ronaldo.

Desde un maniqueísmo exasperante, a Arsène Wegner se le reprocha en exceso y en coro su “improductividad”. "Improductividad" desde el miope punto de vista que califica a los oncenos de Wegner de poco pragmáticos y que responden a una ingeniería futbolística enamorada del balón, del toque y no de los resultados. En síntesis una maquinaria que siempre viaja en la competencia alejada de los títulos pero fiel a su tradición de toque y toque. Sin embargo, el trabajo de Wegner es demasiado particular, lejos de la manada es un orfebre del fútbol fino heredero del platónico Brasil del 70 y del Ayax de Cruyff. Además de este estilo, Wegner posee una capacidad enorme para rastrear talentos e incorporarlos en la compleja dinámica del fútbol de la premier y en poco tiempo transformarlos en cracks, los ejemplos abundan. Trajo al Arsenal nada más ni nada menos que a Patrick Viera a los 20 años, más tarde a Nicolas Anelka con apenas 18 años. Rescató a Henry, relegado en la Juventus. Y logró armar una selección del mundo sub-23.

El actual Arsenal respondiendo a esa tradición de jugadores noveles configuró un exquisito equipo que se sostiene sobre el talento de Wegner quien diseña fútbol desde su particular impronta. En el mediocampo el más veterano no supera los 21 años: Abou Diaby (1986); Cesc Fàbregas, Samir Nasri y Alexandre Song (1987); Denilson Pereira (1988); Mark Randall (1989); Aaron Ramsey, Henri Lansbury y Fran Mérida (1990); Francis Coquelin (1991); Jack Wlshere (1992). De este lujoso e imberbe entramado nació el segundo gol de Samir Nasri –versátil volante francés– que devino de un pulido mecanismo que sintetiza el fútbol del Arsenal: toque, mareo, precisión, simpleza, movilidad, poesía y gol… Frente al Manchester U el Arsenal exhibió un capítulo exuberante de su fútbol. Fútbol tejido en los intersticios de una utopía, detalle no menor en una época en la que el pragmatismo lo infecta y lo carcome todo…

viernes, 7 de noviembre de 2008

Cuando el fútbol se piensa

Ariel Scher además de explorar permanentemente su asombro por la indocilidad poética del balón se ha propuesto gozar del fútbol en canchas más complejas, sobre todo en aquellas que exhiben el juego en contraste con el peso del poder y de la política; también ha aventado el balón hacia aquellos entramados abigarrados de la sociedad en los que el fútbol es más que un juego y adquiere las virtudes de un brebaje para saciar los vacíos; nunca dejó de producir argumentos ya sea para describir y desterrar la violencia del fútbol posicionando su discurso en contra de cualquier expresión de fascismo, sexismo, homofobias; y tuvo el talento para desatar la filigrana poética que rodea el juego.

En su libro: La pasión según Valdano, se reúnen dos referentes interesantes en esta manía de articular la palabra al balón. Ascher pregunta y Jorge Valdano responde. Sin duda, cuando uno lee este libro no puede dejar de oír los ecos de ese otro monumento literario futbolero: Fútbol sin trampa, libro tejido por esos dos quijotescos pensadores y actores de la c(M)ancha: César Luis Menotti (que valga decirlo el 5 de noviembre estuvo de cumpleaños) y Angel Cappa (que recientemente volvió a las canchas a dirigir al globo, al Huracán). Pero este esquema de la pregunta y la respuesta en La pasión según Valdano se potencia hasta derivar en un exceso de lucidez, de inteligencia, de agudeza que no disecciona las múltiples dimensiones del fútbol, sino que concreta una tarea mucho más compleja: lo saborea… Saborea su agridulce, su acidez, su picante, en fin… A continuación comparto el prólogo del libro, escrito por Ariel Ascher, que es un atrevido intento para aglomerar las aristas de este lúdico pensador y actor del fútbol moderno: Jorge Valdano.

Jorge Valdano es un narrador de buenas historias que jugó de delantero, un observador fino de la existencia que fue campeón mundial de fútbol y un preciosista obsesivo del lenguaje que una tarde en México le gritó desmesuradamente al universo la palabra “gol”. No se trata de una colección de paradojas: en eso consiste la verdad. Y, por si hace falta, va una prueba. Durante un invierno, en un hotel de Retiro, pleno Buenos Aires, con los ojos clavados en un televisor que mostraba la repetición de un partido del Barcelona, Manuel Vásquez Montalbán, uno de los pensadores y escritores favoritos de Valdano, escuchó cómo un periodista argentino que lo interrogaba justamente sobre el ex – delantero. “¿Valdano?”, repreguntó Vásquez Montalbán, mientras masticaba rabias porque un ataque del Barcelona, su equipo y devoción, terminaba malogrado. “Valdano –siguió sin desenfocar los anteojos de la pantalla–, desde luego que es un tipo muy agradable, que escribe muy bien, que habla fantástico y que reflexiona todavía mejor… Ya lo creo además fue un excelente futbolista”.

Jugador, entrenador, cronista, comentarista y dirigente, Valdano resulta todo eso cuando se redacta su biografía de modo lineal. Lineal y, en algún sentido, mal. Ocurre que, mucho más que propietario de esa suma de oficios, Valdano es alguien que en su infancia provinciana y argentina tiró desde el fútbol un anzuelo hacia la vida y, a partir de entonces, levantó y levanta todo lo que cabe en ella. Primero que nada, el fútbol lo hizo jugar. Y jugar es una oportunidad para volverse gente. Pero no se quedó en eso. A la vez, el mismo fútbol le permitió viajar a las cumbres de la alegría del alama y a los abismos de los dolores del cuerpo, lo transportó a los rincones mayores y menores del planeta y al centro intangible de su geografía de hombre, lo colocó en un vínculo cotidiano con las masas y lo volvió testigo próximo de la soledad de la fama, lo educó en el arte de expresarse con el recurso que fuera: los pies, la cabeza, la voz, la escritura, la protesta, la decisión. Dicho de otro modo, aquel anzuelo lanzado en la niñez le funcionó a Valdano para hacer del fútbol un albergue en el que entra todo: la pasión y la convicción, la destreza y los libros, la ideología y la comunicación, el trabajo y el dinero, la pertenencia y la amistad, la esperanza y la furia, la condición humana y la realidad.

Una historia, una entre muchas, describe el tamaño gigante de la cancha en la que se mueve Valdano. En noviembre de 2001, bajo un sol porteño que anunciaba algunos de los hervores que romperían muy poco después en Argentina, recibió un regalo. Era un libro, un libro un poco viejo y otro poco heroico, un poco maravilloso y otro poco más que maravilloso. Era Literatura de la pelota, publicado en 1971 por Roberto Jorge Santoro, brillante poeta y periodista argentino que desapareció en junio de 1977 en medio de una de las miles de crueldades de la última dictadura militar. Valdano, un tenaz buscador de libros, llevaba años detrás de un ejemplar de Literatura de la pelota, la primera antología de textos sobré fútbol escritos en Argentina, una obra ausente en las librerías y presente en las mejores memorias. Sabía Valdano que en esas páginas estaban condensados los rasgos esenciales de su propia identidad: el fútbol, la literatura y también las marcas culturales del país en el que lo parieron y lo criaron hasta que unos cuantos pelotazos certeros lo llevaron a patear y a residir en España. Sabía también que reivindicar y releer ese libro era un modo dulce y humilde de demostrar que la dictadura secuestró a Santoro y a muchísimas personas no había podido tragarse ni a la historia ni a la belleza. Por eso, cuando atrapó ese libro con las mismas manos con las que alguna vez había alzado la Copa del Mundo, Valdano lo acarició como a un chiquito, le miró conmovido unas cuantas letras nobles y dijo que desde ese momento su biblioteca –una biblioteca de años de lecturas, una biblioteca ancha de libros– dejaba de estar vacía.

Seguro que dentro de esa lógica, unos años antes, cuando era el entrenador del Real Madrid campeón, Valdano escuchó atento –ese sí que es un rasgo de Valdano: escucha atento, como si perderse porciones de un relato le molestara igual que perderse un gol– la historia de un pibito argentino al que le gustaban más las gambetas de Fernando Redondo (número cinco, habilidoso excelso, nombre emblemático de aquellos años del Real Madrid) que casi todas las otras cosas que se podían ver en una cancha. No hicieron falta más datos: a la semana, ese pibito recibía por correo una encomienda despachada en Madrid que envolvía una camiseta del mismísimo Redondo. La encomienda también traía un libro sobre Valdano, Sueños de fútbol, con una dedicatoria dirigida al pibito. “Para (se omite el nombre del destinatario, sólo vale añadir que es ya casi un adulto y que sigue usando cada tanto aquella camiseta), que desde pibe tiene un buen paladar para los sueños”.

Primer breviario de Valdano. Nació en 1955 en Las Parejas, un punto de calmas repetidas que queda en el centro de la provincia de Santa Fe y también en el centro de su vida. Después, mucho fútbol: en Tierrita, una formación de barrio y de esencias en Las Parejas; en Argentino de Las Parejas, toda una referencia en el mapa deportivo y social de la ciudad; en Newell´s Old Boys, en Rosario, donde el fútbol se volvió una determinación, un oficio, una notoriedad y unos cuantos goles que le provocaron una migración laboral a España; en Alavés y Zaragoza, dos camisetas españolas en las que fue madurando su fútbol; en el Real Madrid, que para cualquier individuo del mundo es un club entre los clubes pero para él es una especie de segunda y resonante Tierrita en el que, a lo largo de una trayectoria larga, esmerada y con frecuencia dichosa, fue jugador consagrado, director técnico y director general deportivo. En el medio de todo ese vértigo, un detalle: con la Selección Argentina, a la que llegó en 1975 como un muchacho alto, flaco y asombrado, salió campeón mundial en México, en 1986, donde corrió y jugó bien cerca de Diego Maradona en los siete partidos del torneo mientras aportaba fútbol, tenacidades, paciencias, abrazos e, inclusive, cuatro goles, uno de los cuales fue el segundo de la final que Argentina le ganó a Alemania 3 a 2.

Segundo breviario de Valdano. Es cierto que al fútbol lo jugó y mucho. Pero también lo pensó y lo piensa mucho. Una repetida presencia en los medios de comunicación (como entrevistado, como articulista) y en foros deportivos, sociales, políticos y empresariales refleja que pocos como Valdano percibieron tanto y tan intensamente que el fútbol es, en este tiempo, una excusa inmensa para reflexionar sobre el conjunto de lo que ocurre. Puesto de otra manera, Valdano nunca deja de observar al fútbol por el fútbol mismo, pero a la vez lo explora como una herramienta que vuelve visibles los trazos esenciales de esta edad de la historia. Los jugadores que brillan, los equipos que sean, la poesía que surge de la pelota, las rutinas de millones, la interpretación de todas las sendas hacia donde se reparten los negocios y los negociados que se hacen con el fútbol, la actitud de los diversos poderes frente a los sonidos de la cancha, las señales de la historia y las señales del futuro, la fuerza omnipresente de la industria de la comunicación: todo es en Valdano, se acuerde o no con él, una oportunidad para observar qué pasa con los hombres y qué pasa con la vida.

Advertencia: Valdano no es un individuo que se propone pensar para que los otros coincidan; más bien, su objetivo es pensar para coincidir con él mismo y, si es posible, contribuir a que los demás piensen. Así que quizás no convenga escucharlo o leerlo esperando construir una suma de acuerdos ideológicos, sino aguardando hallar una enorme cantidad de elementos que estimulen a no recibir las cosas como si fueran una lluvia inevitable, sino a tratar de comprenderlas.
Es a partir de esas coordenadas que hay que ubicar el montón de líneas que se entrelazan en las respuestas de Valdano en el largo diálogo que aquí se presenta. Contestó de muchas formas: en algún diálogo telefónico, en una charla en la margen porteña del Río de la Plata, en una rato prolongado en su oficina de la periferia de Madrid, en un cruce de opiniones mientras hacía de chofer de un su interlocutor en la Gran Vía también en Madrid, o como pasajero cautivado por la ruta que ofrece internet. El gran desafío al elegir el contenido consistió en que un tema no expulsara a los restantes. Aparecía tentador intercambiar con Valdano opiniones sobre mil jugadores, pero hubo que elegir unos cuantos menos. O resultaba atrapante registrar muchísimas historias y observaciones sobre Maradona, pero entrar y salir de cada una de ellas hubiera demandado un libro aparte. En realidad, al revisar cada uno de los focos de diálogo elegidos (la política, el poder, la literatura, los medios, el pasado y el futuro), cuesta no encontrar alguno en el que no quedara esa misma sensación: en cada eje había para más, y más, y más. (…).
Una cosa es segura: todas las respuestas guardan su sello. Y no sólo en lo conceptual, sino también en lo formal: Valdano habla con una organización y con un cuidado extraordinarios, habla, para decirlo de otra manera, con puntos, con comas y hasta con dos puntos. Sus comentarios orales parecen escritos, los textos que redacta podrían haber sido dichos. No es casualidad que, con un pocillo de café en su mano, Valdano asuma que en el ranking de los oficios que lo hicieron feliz primero está, sin dudas, su condición de jugador y segundo marcha el arte de explotar las palabras.


Quién sabe si convenga divulgarlo pero, por lo demás, Valdano es una persona con la que da gusto conversar sobre goles perdidos, caminar por las librerías de la calle Corrientes o extender las sobremesas en cualquier ciudad. Acaso eso suceda porque, a pesar de los ecos mundiales de su apellido, es una persona que hace las cosas que son comunes en las buenas personas: se ilumina cuando cuesta cómo crecieron sus hijos o aparece en el teléfono tres minutos antes de la Nochebuena para saludar a la familia de un amigo que está enfermo. No resulta extraño que así sea. Valdano alguna vez avisó que tenía sueños de fútbol. Ahora es un hombre que sueña.

Fiebre en las gradas

Hoy en día, ver al Arsenal es establecer una relación inmediata con los ideales del futbol moderno. La asociación como filosofía, la técnica individual como obligación y la funcionalidad como sistema, son elementos que caracterizan al equipo londinense y le dan lustre a la Premier League, un escenario dispuesto no sólo a la verticalidad simplista, sino también al vértigo radiante. Sin embargo, los gunners no siempre han vivido en el esplendor y la gloria de los títulos. Han tenido, también, etapas de oscuridad y frustración, traducidas en trofeos que se les escapan en el último aliento, algunas derrotas consecutivas en semifinales de copa y la incapacidad de su directiva para confrontar las necesidades del club y, por ello, de una hinchada cuya paciencia vive en permanente estado de redención.

Cuando Nick Hornby visitó por primera vez Highbury (en un juego Arsenal-Stoke City), ese viejo bastión de gloria ubicado en el norte de Londres, tenía once años. Y fue justo ese descubrimiento del Arsenal lo que motivo su doble romance: con el futbol y con el club. Al mismo tiempo nacieron en él las necesidades, los manes, los demonios internos que conforman casi impeceptiblemente el espíritu del hincha.

¿Qué es ser un hincha? ¿Qué representa ese nada sutil arrebato que el futbol genera en una colectividad, inusitadamente abandonada a su liberador pulso? ¿Qué razgos identifican al hincha de los otros, ese contingente de indiferencia, insensibilidad, domesticidad distante que ataca el futbol y sus consecuencias desde la intocada trinchera de esa vida real "tenue, más apagada" y que "contiene un potencial menor para entrar en un delirio inesperado"?

Fiebre en las Gradas, el maravilloso libro que Hornby concibió como un homenaje al club de sus amores, terminó siendo un bello manual de supervivencia futbolística, un ideario del hincha acendrado en sus pasiones inamovibles, un prodigioso ensayo sobre los diversos procesos que ha pasado la liga más rica de la actualidad. Fiebre en las Gradas responde, además, a las preguntas anteriores con puntualidad y gracia. Se trata de un libro cuya seriedad radica en la forma serena con que el autor confronta algunos aspectos oscuros del balompié mundial, sin eludir momentos de alentadora simpatía. Es, vaya, la autobiografía futbolera de un narrador desaliñado e inteligente, que desentraña los muchos rostros del balompié a nivel cancha y extracancha.
¿El mejor libro de futbol? No lo sé, no puedo evitar pensar en los extraordinarios libros de Galeano, Villoro o Valdano. Desde la dimensión que utiliza Hornby para estructurar su relato, desde la perspectiva realista que usa para describir la Zona Norte del viejo Highbury, desde la invocación de un lenguaje nada solemne para contar sus descalabros como aficionado de un club sufrido al mismo tiempo que histórico, creo que el inglés tiene ventaja. Su libro pasa por la crónica, la autobiografía y el ensayo inteligente de una pasión acaso indescifrable, con una ligereza abrumadora.


Daesu

martes, 4 de noviembre de 2008

Del éxtasis a la agonía…

Jorge Valdano en una de sus excursiones exploratorias en torno a las complejidades que exhibe el fútbol señaló: “El entrenador puede ser dueño de los mensajes pero el jugador lo es de los hechos”. Esta aseveración deseo transformarla en un hilo conductor para acercarme a las pompas que brinda la gloria futbolera y a la zona oscura de la derrota. Por un lado, entonces, traigo al texto el primer campeonato ganado por el humilde Aurora cochabambino y por el lado de la derrota ya es hora de escribir sobre el foso de arenas movedizas en el que cayó el equipo del barrio de Nuñez de Buenos Aires: River Plate.

¡Campeón Aurora!
Félix Berdeja conducía el destino aurorista por las borrascosas rutas temibles del descenso y el celeste con él en la banca exponía en cancha la ausencia de miedo para coquetear con el fracaso y de a poco hacía de la derrota una costumbre. Frente a esta crisis fue el propio grupo de jugadores con Julio Baldivieso a la cabeza que gestionaron su salida del mando (mejor no hablar de las “camarillas”, mejor no hablar de ciertas cosas como dice Luca Prodan el vocalista del clásico grupo argentino Sumo). Sin Félix en el mando Baldivieso en un acto de vanguardia e improvisación futbolera dirigía el equipo en cancha. Esta osadía inverosímil del 10 fue rebasada por su exceso, así que a “Baldi” no le quedó otra que ordenar la motivación, el esquema del equipo desde el convencionalismo: al borde de la línea de cal, lugar desde donde envejecen los directores técnicos. Baldivieso sin programarlo se había transformado en DT. Con el plus de que se trataba del equipo que impulsaba las coordenadas de su corazón futbolero. El mayor acierto de Baldivieso estuvo en que sus objetivos estuvieron a la altura del azar y esa fue la clave de este primer campeonato aurorista (¡Que lo celebro!). Aurora con “Baldi” exorcizó ese destino trágico que le esperaba: el descenso. Desde lo más bajo de la tabla se propuso la utopía de la gloria. Y lo logró, primero desplazó a Oriente Petrolero y, ayer, a Blooming. De a poco, con hilo y aguja en mano, casi de manera artesanal, el antiguo Emperador bajó de su pedestal de 10 y fue cociendo esos vacíos que obligaban al Aurora a perder sin misericordia. Fecha a fecha el celeste cochabambino mostraba una costura entre líneas mucho más fina, siempre bajo la impronta del sudor, del exceso de coraje, del orden y de un arquero irrebatible (ex Boca, Dulcich). Fútbol de revoluciones altas, que exagera en la entrega y que conquista aquellos que entendemos que el fútbol es el último territorio donde habita la épica y la hazaña. Ese fútbol que sólo podía nacer en pies cochabambinos (en combinación de manos y pies argentinos y paraguayos). Eso fue Aurora una suma de todas las versiones de la fuerza y el ñeque. Por eso se siente tanto la fiesta…

Respecto al discurso, los mensajes de Baldivieso por suerte no cayeron en la pobre retórica futbolera que escuda sus limitaciones en sentencias esgrimidas por Paolo Cohelo y que son traducidas al fútbol, cito la más conocida: “campeones de la vida”. Sin embargo, “Baldi” cayó en otra demagogia (igual de espeluznante) esa de asumirse como el mago del fútbol, el genio de la motivación, el gran administrador de las claves esenciales para darle una vuelta de tuerca a los equipos de futuro aciago, seguramente tiene potencialidades para alcanzar esos atributos (así como los tenía para armar juego y llegar a ser un gran diez en el fútbol del planeta, detalle que no lo concretó), pero ostentar de manera apresurada virtudes de gran DT en su primera excursión es un exceso. Un exceso que sólo puede nacer en Baldivieso, el antiguo Emperador. A “Baldi” lo transformaremos en estatua el día que nos demuestre que este campeonato no es producto exclusivamente del azar. En un torneo extremadamente corto, regionalizado, donde prevalecen las buenas rachas y donde generalmente caen los equipos con un simple tropezón mucho tiene que ver el azar y la complejidad de las circunstancias antes que la determinación del trabajo. El gran reto de “Baldi” es la sostenibilidad de resultados positivos en la Liga y hacer algo más que debutar en la primera ronda de la Copa Libertadores…
¡FELICIDADES AURORISTAS!
¿Qué pasa con River Plate?
Hablando de técnicos nóveles, el “Cholo” Simeone debutó por un asunto de urgencia en Racing, de ahí saltó a Estudiantes (equipo con el que alcanzó su primer título de técnico). A principios del 2008 brotaba un nuevo reto para el ex jugador del Atlético Madrid, el equipo de la banda roja de Nuñez coqueteó con su talento. El Cholo rápidamente saltó a River y con demasiados tropezones de por medio alcanzó el título en junio de este año. Sin embargo, este segundo semestre River se transformó en un incomprensible enigma… Ocupa el lugar más bajo de la tabla.


Se acusa al Dt Simeone de sufrir en River una esquizofrenia crónica, una inseguridad también crónica que lo obliga a ejercer un sinfín de variantes hasta el punto que el equipo ha perdido los referentes fundamentales para ordenarse futbolísticamente y anímicamente. El Cholo: Mete, saca, mueve, redobla, cambia esquemas, pone juveniles, grita y muestra diversas muecas a las cámaras, golpetea paredes como señal de impotencia (tiene enyesada la mano) y nada surte, River sigue sin ganar, sin mostrar una pisquita de entusiasmo. Y al parecer estos cambios permanentes han dañado el clima de vestuario y de los entrenamientos ya que cada futbolista observa que su presencia en el campo de juego depende de la actuación coyuntural que tuvo en el partido anterior. Pero en esta espiral de derrotas nadie sabe a qué juega, han perdido incluso la autocrítica para evaluar los desempeños. Además, Simeone no pudo encontrar las herramientas fundamentales para concretar las chances de gol. De Falcao a Salcedo, de Ríos a Rosales fueron los intercambios en los diferentes partidos, pero sin ejercer suerte alguna. Se espera que el Loco Abreu, que sólo juega la Copa Sudamericana, sea la solución a la crisis. Los refuerzos (Robert Flores, Martín Galmarini, Facundo Quiroga y Santiago Salcedo) reforzaron el banco y a lo largo del semestre secuestraron las esperanzas y se entregaron a la decepción.

La descripción de este foso en el que se hunde River tiene que ver con esa obsesión de orden que no es más que la representación de la esquizofrenia de su Dt. Tanto es así que cuando el equipo se desordena, se desarma produce juego. Simeone fiel a sus obsesiones ha gastado la potencialidad de sus mensajes y los jugadores dueños de los hechos han caído en la mayor inexpresividad futbolística. Y lo que es peor para un Dt no encuentra las sendas para salir de este laberinto asfixiante. Simeone al parecer no produce eco en el vestuario. En River hay una depresión contagiosa y no hay alternativas para sanar el dolor. El desgano abunda. Los jugadores que no tienen continuidad, el momento en que tienen que aprovecharla juegan con esa melancolía que exponen los derrotados, con el freno de mano puesto en la actitud, hay una crisis terrible que impide darle la pelota al compañero, que hace imposible hacer un gol aunque no haya arquero.

Todo apunta a que River necesita una profunda reingeniería. Reingeniería que atraviesa por el cuerpo técnico quienes siembran esperanzas en el resultado positivo del partido del día jueves frente a Chivas en México. Sin embargo, más allá de cualquier resultado en la Copa Sudamericana al parecer los mensajes del Cholo desordenaron los circuitos elementales del equipo, y lo que es peor desmoronaron los ánimos de un grupo subsumido en una profunda depresión. Una especie de chaki moral por la ausencia del gran Burrito Ortega.
Fotos:
Aurora: El Deber.
River: Olé.