viernes, 26 de diciembre de 2008

Apuntes sobre el blog

La Palabra Esférica cumple 20 meses en la red. Desde su inicio nunca fue una herramienta configurada para instaurar un juego vertical de poderes entre el que escribe –supuestamente el sujeto que sabe– y el sujeto que lee –ese ser pasivo que consume acríticamente–. Por el contrario, se trata de un espacio en el que un silvestre lector de fútbol –voraz consumidor del flujo de informaciones deportivas– produce contenidos. Pero, se trata de un productor de contenidos que para dibujar los matices de su opinión no se sostiene de ninguna de las plataformas que construye el poder. Es decir que se encuentra lejos, pero muy lejos de la palestra comunicacional de las redacciones de diarios, de los sets televisivos o de las cabinas de radio. Tampoco se escribe el blog desde la jerarquía dirigencial, allí en la esfera de las altas decisiones. No, en La Palabra Esférica lo más importante es la palabra y su relación con el fútbol, ambos objetos indóciles. Se trata de una palabra que se la enuncia con la polera del Tigre puesta cerca al corazón, y donde se reivindica ese sabroso territorio de la cancha y del asombro que brota de la infancia lugar en el que se instauran las primeras exploraciones en las dimensiones poéticas que ofrece el juego. La Palabra Esférica nunca buscó visibilidad en un entorno donde prevalece y se destaca la precariedad formativa del periodismo deportivo, además de la inoperabilidad de los gestores del fútbol profesional y la voluble relación entre el futbolero y su escasa visita a la cancha o a las citas que diariamente ofrece el fútbol. Esta es la única certeza que traspasa toda la puesta textual del blog hacer del fútbol, del balón un aleph para indagar, saborear, putear sobre eso que se nombra como la condición humana que gira en la esfera circular conocida como tierra. Bajo la premisa de ese sentido en el blog se propone una búsqueda desesperada por instaurar debate, pero que a su vez tenazmente evade las discusiones agresoras, alarmistas, descalificadoras y poco fundadas que llegan bajo el rótulo de anónimo. Y esto básicamente porque nadie que tenga algo interesante para decir lo hará en forma anónima. La Palabra Esférica en estos 20 meses nunca pretendió sumergirse en la vorágine de la agenda futbolera del día a día, tampoco se ahogó en el debate tacticista, desde otra vereda ha intentado potenciar un vuelo textual futbolero alternativo con contenidos, datos, miradas como reto permanente a las limitaciones del redactor y responsable del blog. Entonces, lejos del hinchismo fascista que potencia el encono y la intolerancia, muy lejos del amiguismo entre periodistas y futbolistas/dirigentes y tratando de no caer en el personalismo solipsista este blog amagó el chenko de las apreciaciones simplistas que juzgan si fulano jugó bien o mal. Por el contrario, se manipuló otras aristas que apuntan a describir cómo se mueven los poderes en el fútbol, cómo su discurso va por un lado y los hechos por otro. El blog concentró su mirada en cuestionar la hegemonía de la lógica del mercado en el núcleo del fútbol moderno, en cuestionar el alto desprecio actual a la dimensión estética que viaja con una pelota. También se cuestiona permanentemente la presencia de dirigentes que ignoran lo honorable y lo importante que es cumplir la tarea política de dirigir un club. Definitivamente el motor del blog fue la tarea de asignar sentido a las palabras identidad, pertenencia, memoria, esfuerzo, persistencia, ideología, impostura que se desplazan alrededor y en el centro del fútbol con el fin de reivindicar y poner en debate otras miradas y otras ideas sobre el fútbol.

En esta tarea debo agradecer la asombrosa lucidez poética de los textos futboleros de Daesu, la admirable pluma de Walter Vargas, la creatividad asociativa de Hugo Asch, el talento para explorar las otras dimensiones del fútbol de Ariel Ascher, el rigor en desnudar de Ezequiel Fernández Mooreses a esa maraña de intereses que entrampan al fútbol, la biblioteca futbolera siempre a disposición de Mario Murillo, las visitas constantes al blog de ese extraño sociólogo bolivarista Andrés Martínez, la permanente compañía en asistir al rito de ir a la cancha y de odiar a Boca con toda la pasión de mi sobrino Ivo. También debo agradecer el trabajo que diariamente encaran todos los enemigos de La Palabra Esférica que por suerte son varios, de escaso talento. Enemigos que redactan insultos sin ninguna capacidad argumentativa, por tanto se reducen a profundizar en el insulto, en el agravio. Por supuesto que ustedes seguidores del blog (no sé si es que existen) no leen estos mensajes. Esto por un motivo fundamental: el blog tergiversaría su objetivo, transformándose en una enorme masa informe de insultos. Planteados los agradecimientos cierro esta entrada deseando que el fútbol no deje de motivar el continuo laburo que exige un blog que pretende reivindicar otra mirada y otras ideas sobre el fútbol.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Carta de un Tigre Silvestre al presidente electo del club


Estimado don Sergio:
¿Conoce usted el mito de Sísifo? Sísifo diariamente emprende la tarea de cargar la inmensa roca en el hombro. Parte de cero. El destino de Sísifo le impulsa a emprender, a conquistar la cima. Cuando Sísifo se acerca a ella las distintas circunstancias lo vencen y suelta la roca que cae imponiendo su inmensidad. El destino de Sísifo es volver a emprender la gesta. Nuevamente partiendo de cero. Aquí se concentra la fuerza de su drama.

Como usted bien sabe esto de llegar a la presidencia atigrada es cosa seria. Es una réplica del mito de Sísifo, ya que es una tarea donde siempre hay que empezar de cero. Así que don Sergio nuevamente a cargar la inmensa roca. Definitivamente se trata de un compromiso que hay que encararlo desde el equilibrio que ofrece la inteligencia, la experiencia y la pasión que despierta nuestro Tigre. La complejidad de su gestión se potenciará aún más después de la debacle administrada y financiada por Jorge Pacheco (2004-2008), quien lastimosamente y más allá de sus buenas intenciones –si es que las tuvo– usó la plataforma dirigencial como una vía para no alejarse de las bonanzas que trae el poder. Al ex – ministro de trabajo de la UCS el gerenciamiento del club fue una responsabilidad que le quedó muy, pero muy grande respecto a sus capacidades. Y este fue desde mi criterio el núcleo de estos 4 años de penumbra, demagogia, tristeza, fracaso y más demagogia. Inicio esta carta recordando brevemente la anterior gestión porque en ella se grafica perfectamente todo lo que NO hay que hacer. Ese tiene que ser el mejor legado de Pacheco en estos 4 años de permanente sombra.

Señor Asbún, ojalá que la palabra proyecto tenga –en estos dos años venideros de su gestión– un correlato con la realidad institucional del club y no sea un simple comodín para salir del paso frente a las vicisitudes. La comunidad atigrada está hastiada de la demagogia permanente a la que nos acostumbró la anterior gestión, de la inoperancia consecutiva para administrar las finanzas, para configurar y fortalecer la ingeniería futbolística y para rediseñar el orden institucional del club. En ese sentido, quiero reiterarle que el Tigre atraviesa una crisis galopante de gestión. En Achumani se agotaron las ideas y se instauró la mediocridad como hábito para sostener la administración del club. Es por eso que me atrevo a recomendarle no rodearse de oportunistas, de benjamines, de amigos “fieles”, el Tigre necesita gestores, gerentes que reordenen la débil economía del club, necesita gestores deportivos que potencien la ingeniería futbolística y gestores que rediseñen los objetivos primordiales de nuestra casa.

La tarea es enorme y seguramente el peso del corto plazo ayudará a dejar de lado lo importante. Esta vorágine es la que no permite construir una institución con otra filosofía, con otro horizonte. En este contexto, casi ningún dirigente atigrado estuvo a la altura del desarrollo del fútbol como negocio, como generador de ingresos, como proveedor de entretenimiento para el espectador, como escuela formadora para la vida, como matriz cohesionadora de pasiones stronguistas. Ojalá don Sergio dé batalla a la vorágine del corto plazo. Ojalá doblegue esfuerzos para combatir a toda esa coraza de mediocridades en la que se refugian tercamente algunos stronguistas. Stronguistas que hábilmente se reciclaron en su candidatura…

Por las señales dadas entiendo que usted no caerá en la tentación dirigencial de crear en la comunidad atigrada una hiperinflación de expectativas. Entiendo la urgencia por armar lo antes posible un equipo competitivo para encarar los 4 torneos que le esperan al The Strongest en el 2009. Pero no caiga en los errores de otros quienes creyeron que al acumular jugadores “caros” estaban armando equipos imbatibles (¡Ay ingenuos!). Cuesta armar un equipo, pero cuesta mucho más formar jugadores que lleven la impronta atigrada. El Tigre, por ahora, no tiene ni lo uno, ni lo otro. Este es uno de los rasgos de esta feroz crisis que carcome trozos inmensos de nuestro futuro. Por lo tanto, muy humildemente le recomiendo instaurar en la comunidad atigrada la palabra paciencia, la palabra proceso pero con contenido y trabajo y no como escudo frente a la negligencia. ¿Por qué recurro a estas palabras? Porque para armar un equipo con las características del 2003 se necesita paciencia, recursos, un cuerpo técnico capaz de domar el vestuario y con mucho criterio pedagógico y futbolístico. Y para empezar a generar el trabajo en serio en la formación se necesita diseñar un proceso. Un proceso armado tomando en cuenta un conjunto de variables fundamentales de tal manera que no se diluya en un par de meses. Para ello hay profesionales con perfil interesante como el profesor Saenz quien hasta ahora no ha tenido ninguna oportunidad para formar jugadores dentro de las características de un proceso y en equipos “profesionales”.

De mi parte, como siempre, como un Tigre Silvestre -enemigo de los falsos protagonismos- estaré ahí para aportar al club ya sea con las tarjetas de oro, con mi constante presencia en las gradas del Siles, con la modestia que mis opiniones y mis limitaciones ostentan.

viernes, 12 de diciembre de 2008

La Paz F.C. 3 – San José 3

No me gusta extraer metáforas de la guerra para –a partir de ellas– abordar la épica moderna que se teje en el fútbol. Pero el partido entre San José y La Paz Fútbol Club es solamente abordable –someramente legible– a partir de palabras que tienen que ver con la épica, la batalla, la gesta, la fuerza extrema, el coraje, la guapeza, el abundante sudor inundando el césped, la euforia de las gradas... Y es que La Paz F.C. y San José jugaron –en toda la dimensión que ostenta el término– el partido sobre el guión con el que se ponen en escena las grandes gestas. Dentro de esta salvaje vorágine futbolística el proceso y el resultado del partido no debe sorprender a nadie. En principio, se cumplió esa sentencia futbolística que dicta que el partido acaba en el momento en el que el árbitro determina aquello. Como toda gesta no hubo segundo que fuera abandonado por la displicencia del ritmo de juego. No, el partido fue literalmente una vorágine. El epicentro de ese remolino impetuoso fue el estadio Jesús Bermúdez de Oruro. En este salvaje huracán de fútbol San José en cancha replicaba las coartadas que se ejercen en las más temibles batallas. Es decir, asfixiar al rival –futbolísticamente hablando– a través de todos los medios posibles. Con esta consigna los 11 santos no titubearon en el momento de instaurar el repliegue de La Paz F.C. a plan de dinamitazos o pelotazos que generalmente partieron del ingobernable pie de Alex da Rosa, o del cañón de Darwin Peña. Pero, los de La Paz F.C. con estrategias dependientes de la prolijidad y el toque abrieron resquicios , provocaron errores y punzaron las zonas vitales de los quirquinchos, como el área chica y, sobre todo, el desborde y dominio por las bandas. Sólo así es posible reconstruir el sinuoso camino por el cual se generaron los tres goles (dos de Fierro y uno –el más importante– del imprescindible Hurtado). Con estos ingredientes el festín de fútbol en Oruro se potenció aún más con la irrupción de los goles que definitivamente descargaron electricidad en exceso a un partido que adquirió diversidad de matices y de tonos; todos conjugables con la fastuosidad de lo heroico. Para mi paladar futbolero importa poco que haya clasificado La Paz y que haya quedado al margen San José. El partido trasciende el marco coyuntural… El fútbol que jugaron San José y La Paz F.C. fue un aluvión continuo de exquisitas ráfagas futboleras que a uno le incentivan a olvidar que el partido se dio en el contexto de la mediocridad del fútbol liguero boliviano, la absurda agresividad de Alex da Rosa. Por todo lo expuesto en este modesto texto no hago más que aventarme a los vaivenes lúdicos que ofrecen las sabrosuras del fútbol…

Foto: Acción, La Prensa

Derby

El tristísimo cierre del Barça, la temporada pasada, incluyó muchas cosas: la decadencia de una época llena de esplendor futbolístico y mediático (por la vía de Ronaldinho y Etoo), la confirmación del liderazgo de un par genio como Xavi e Iniesta -pese a todo-, la fragilidad de Lio Messi -sus lesiones por un desgaste físico casi obligatorio-, el momento cansino de Rafa Márquez -su incomodidad frente a la presencia cada vez más necesaria de Milito en la zaga, hicieron de Rafa un defensa casi prescindible-, la mala jugada de Etoo al desafiar su estancia entre los catalanes con un gesto pusilánime y cobarde, una serie de derrotas que lo colocaron al borde de la Champions y que tuvo su punto central en el Santiago Bernabeu, escenario donde el Madrid tuvo chance de confirmar su buen momento, e hizo de ese Derby un carnaval de goles, jugadas, toque y baile. Ese juego fue una pesadilla cuyo pórtico no pudo ser más preciso: un pasillo que saludaba al virtual campeón, pero también al enemigo definitivo.

La historia del Deby Español también incluye muchas cosas. La presencia de Francisco Franco y su campo de influencia -aunque algunos historiadores lo nieguen- sirvió para acrecentar los éxitos del Madrid. El asesinato de Sunyol durante la Guerra Cívil (Presidente del Barça en ese entonces), el tráfico de jugadores al margen de la ley, la falta de garantías ofrecida por la policia que resguardaba el partido de vuelta en una -sospechosa- final de Copa, tres goleadas históricas de 5-0 (dos del Barça, una del Madrid), junto al evidente favoritismo arbitral que ha perseguido la historia de los merengues, ha ubicado a éstos del lado de ese sector privilegiado por una sistema que se organizó en las entrañas de un evidente poder militar. Sin embargo, también es cierto que el Real Madrid ha sido superior al resto de la competencia en más de una ocasión. Su necesidad de triunfo es casi marcial y su aplicación parece el diseño de una maquinaria hecha con soberbia, poder monetario y voluntad estratégica.

El Barcelona al que enfrentará el sábado no es el mismo al que dejó en rídiculo la temporada pasada. El orgullo, el pundonor madridista puede que no alcance. Jugadores como Higuain o Robben (lo mejor que tiene los blancos) se enfrentan a una muy flexible línea media que involucra fuerza física, soltura casi dancística y una indudable técnica individual. Los duelos que se avecinan en las distintas zonas del campo parecen favorecer a los catalanes. Henry contra Ramos, Messi contra Salgado, Cannavaro contra Etoo. Apuesto a la onza de un jugador como Messi, que el Barça gana con cierta solvencia. No apuesto nada, eso sí: en el futbol hay fantasmas que se encargan de arrojar al sumidero cualquier estructura.




Daesu

jueves, 11 de diciembre de 2008

El gran Tigre argentino…

En medio de la exagerada histeria del fútbol argentino surgió un club que desentona con la rutina futbolera arrogante del país de Borges. Lejos del glamour y la pedantería de los xeneizes. Sin la soberbia de Riquelme. Sin la grandiosa ayuda de arbitrajes sospechosos. Alejadísimo del presupuesto de San Lorenzo, del de River Plate incluso del de Independiente. Con la mística voraz que sólo los grandes equipos configuran, el Tigre de Diego Cagna es de lejos una fastuosa máquina de goce futbolero.

No se puede redactar ni una línea más sin precisar que el azar y el peso de las circunstancias nunca dejaron de acompañar en esta peripecia a este gran Tigre argentino. Aclarado este punto es importante subrayar que el perfil de su Dt impregnó al equipo de extraños valores en un fútbol donde la monedita común es la arrogancia, la desubicación permanente, en síntesis distintas versiones del inmenso ego futbolero argentino. En ese pesado ámbito, Diego Cagna asombrosamente nunca cayó en vericuetos lingüísticos para explicar la simpleza de su eficaz proyecto futbolístico. Tampoco cede a la demagogia para vender su sutil pedagogía en las canchas. Es un combatiente de la verborragia, de la declaración hábil para justificar las derrotas o los distintos tropezones que ha sufrido su equipo. Pese a esto, el periodismo argentino no se agota en perseguirlo, intentando catapultarlo como el nuevo héroe, para luego sacrificarlo (tal cual hicieron con Simeone en su paso de Estudiantes a River) en el mismo escenario en el que antes lo vanagloriaron. Una constante de ese periodismo es que no se cansa de rotular a Cagna como el pichón de Bianchi. Y es que Cagna logró como el virrey que todos en el equipo (es decir, aquellos que se los conoce como titulares y suplentes) se sientan importantes. Cosa difícil en el fútbol actual, hipercompetitivo. Y esto no es un mero lugar común del elogio. Los hechos lo demuestran…

Martín Morel, jugador que vino al fútbol boliviano pero no tuvo ningún éxito, a sus 27 años estuvo a punto de abandonar el fútbol. Llegó a Tigre y de él nunca podía trascender del banco de suplentes. Sin embargo, Cagna manteniendo un interesante equilibrio entre titulares y suplentes hizo ingresar al ahora mejor jugador de Tigre, Morel. De a poco se transformó en el jugador más importante de este campeonato. Lo mismo con Luna, jugador clase B para el canon de los equipos grandes. Cagna lo transformó en un Henry de arrabal porteño a la hora de definir. Otro interesante jugador Altobeli que encarna la historia borrascosa del sacrificio por sobre todas las cosas. Está también Lazzaro un jugador archivado en la C gaucha y que mediante Tigre llegó a Estudiantes, equipo en el cual no propuso nada de fútbol, motivo por el cual volvió a Tigre, tal vez porque Lazzaro está acostumbrado a los equipos que han cambiado el glamour futbolístico por el amor rabioso que provoca el juego. No quiero olvidarme de la llegada del gran veterano Arruabarrena que le incorporó a Tigre en el centro de la cancha un motor de amplio kilometraje y de doble tracción… El arquero Islas es otra interesante herramienta de este equipo que ya goleó a Boca en la bombonera, que ganó a San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro, que ganó a Lanús, a Velez, a River…


Ojalá este domingo Tigre rebase a Banfield y que en el epílogo del fútbol argentino se consagre campeón…

jueves, 4 de diciembre de 2008

¿Por qué es tan difícil la situación atigrada?

- Porque en una institución configurada a tropezones –construida exclusivamente sobre el dictamen del coraje y la extrema aventura– su elite dirigencial se reduce a inyectar recursos para salvar el momento y no ideas, menos fútbol en sus dos caras: la formativa y la profesional-competitiva.
- Porque la crisis y la debacle forman parte del ciclo de vida stronguista. En este difícil cuadro la complejidad para transformar la institución –la casa del Tigre– en una estructura sostenible se convierte en una utopía.
- Porque esta improvisada aventura de Jorge Pacheco –de casi 4 años de sistemática inoperancia– no hereda al club más que una deuda de 328.839 dólares. Y nos deja el mal sabor de su gestión que jamás encontró un norte ni en lo deportivo, ni en lo institucional.
- Porque Pacheco lega al Tigre un trocito de su inmenso patrimonio familiar: 5.865.192 millones de bolivianos con el fin de cubrir el orificio de la deuda. Dinero con el que Pacheco busca dejar en su salida un gesto heroico de su gestión y forma parte de su estrategia política para defenderse de la enorme voracidad de sus opositores –inmensa masa, por cierto. Sin embargo, habrá que recordarle a Pacheco que esa es la suma que el Tigre hubiera quintuplicado si es que clasificaba a Copa Libertadores o a la Copa Sudamericana en los cuatro años de su gestión…
- Porque el informe de gestión de Pacheco le hace un amague riguroso y hábil a las deudas impositivas, a los pases de jugadores, sobre todo el de Escobar. Detalle que pronuncia más la agonía aurinegra…
- Porque el estado de la cuestión del Tigre dibuja un contexto que nuevamente incentiva a que el club priorice la llegada de capitales antes que de ideas. Por tanto, la coyuntura exige que aterricen los apellidos de siempre con sus temeresosas billeteras…
- Porque las caras visibles de la hinchada replican las estrategias demagógicas de la dirigencia y no trazan alternativas para salir del foso…
- Porque lastimosamente el destino atigrado tiene en frente a una elite dirigencial mediocre con escasísimo potencial creativo para reconfigurar la institución. También se trata de una dirigencia que no se cansa en mandar señales en los que es fácil palpar que no tendrán recursos suficientes para afrontar la empresa del renacimiento atigrado.
- Porque esta crisis reincidente sumerge cualquier voz alternativa a este coro decadente que transforma la asamblea atigrada en un vulgar escenario para proyectar sus limitaciones. Y me refiero no sólo a Pacheco, sino a los sujetos que operan en la oposición, cómplices de esta debacle…

Foto: Suplemento Acción, La Prensa.

martes, 2 de diciembre de 2008

Messi vs. Ronaldo

Porque el futbol es un sistema próspero de mercado, finanzas redituables, pasarelas inamovibles de esplendor mediático, Cristiano Ronaldo debe ser nombrado el Mejor Jugador del Año. Su principal competidor, según el mismo portugués, no reúne los méritos suficientes para ganarle. Y continuando con su apabullante modestia, afirma que Él ganó la Champions y la Premier League, restándole mérito así a sus compañeros de equipo. Sí, Cristiano Ronaldo va a ganar dicho título por eso. Su impresionante capacidad individual forma parte de un tramado de talentos insobornables como los de Tevez, Rooney, Gigg, Scholes o Nani, jugadores que por sí solos tienen la virtud de no rebasar la dirección orquestal de un técnico como Don Alex Ferguson. Sin embargo, el hecho de restarle mérito a un jugador cuya capacidad de gozo enaltece el futbol como anarquismo radiante, es ignorar la dimensión que tiene un torneo de futbol como el torneo olímpico. Lionel Messi consiguió lo que muchos, pero muchísimos jugadores, no han podido conseguir: recibir una medalla que lo ponga en esa dimensión de semidioses donde el deporte tiene la etiqueta de hazaña heroica. Es decir, en el Olimpo. Cristiano Ronaldo tendrá que atravesar el turbulento río del recambio generacional en la selección lusitana. Su apostura de arcángel de pasarela, su celebración de presumible desdén al otro y sus indiscutible técnica individual, tendrá en el futuro un ineludible tour de force cuando se encuentre solo, sin la cerebral elegancia de casi todos los miembros de la generación precedente. Hace unas semanas apenas, Brasil hizo de un amistoso contra Portugal un carnaval de tiros, paredes, autopases y vértigo. Cristiano Ronaldo parece que ha llegado a su tope emocional y es inevitable catalogarlo como un jugador infantil, genial pero infantil. Messi también ha llegado a ese grado de madurez celebratoria y afirma que Cristiano Ronaldo se merece cualquier título porque es brillante. Messi seguirá creciendo y seguirá emocionando como hasta hoy, con esa portentosa humildad que lo engrandece y esa gigantesca virtud de tener el balón a pesar del mundo, que empequeñece a los otros.

Daesu

domingo, 23 de noviembre de 2008

El cerco de nuestros mitos…

La debacle estronguista trasciende la vergüenza política que vive la centenaria institución. Esta no es sólo una crisis coyuntural del andamiaje dirigencial y de los sujetos que conforman esa decadente cúpula –que tenazmente se aventura a trazar un camino muy cómodo hacia la desintegración absoluta de la institución gualdinegra– es algo de sintomatología más aguda que compromete en gran medida la espina dorsal y hasta me animaría a decir: el corazón atigrado. A mi modo de sentir el amarillo y negro creo que todo apunta a esa peligrosa manía que tenemos los Tigres de enamorarnos hasta el absurdo del sufrimiento, de la improvisación, de la agonía, de esa melancolía que ofrece la derrota. El mito de resucitar de la ceniza debe cumplir su ciclo. El mito de ser los Más Fuertes está carcomiendo fragmentos enormes del futuro estronguista y lo que es peor resquebraja la sostenibilidad del Stronguer como institución. El mito del permanente renacimiento, el de ser los Derribadores de siempre impide configurar un proyecto institucional a corto, mediano y largo plazo. En otras palabras los mitos aurinegros erosionan valores convencionales como la organización, el trabajo, la responsabilidad, el compromiso, la creatividad; además que subestima todo lo que está relacionado con la planificación, la honestidad y el respeto. Y pondera exclusivamente la fuerza, la espontaneidad, la improvisación excesiva y deposita su fe en la irrupción del milagro, en algo que devenga de la polenta de la garra. Y es así cómo la dirigencia –Pacheco, Montalvo y el recién aparecido Llanos– están manejando la gerencia del club (protegidos con la coraza del mito actúan con una improvisación desmedida, desprovista de conceptos institucionales que les permita diseñar un norte al Stronguer, con muy poca honestidad de por medio y sin ningún respeto al Tigre). Es así como la comunidad atigrada se imagina a sí misma (como los eternos derribadores, como el club que tiene la obligación de sufrir hasta el último segundo para conquistar algún resultado), es así como esperamos que juegue el equipo domingo a domingo el equipo (con pura fuerza y huevo que sólo alcanza para ganar un par de partidos y no campeonatos), es así cómo entrena el Tano (con todos los códigos del ponga huevo, con la espontaneidad que ofrece el carajazo y con una excesiva fe en el milagro). El peso de nuestros mitos (configurados en 100 años) es tan fuerte que no nos permite reaccionar frente a esta crisis institucional. Todos los Tigres nos cobijamos tan cómodos en el Mito, sobreestimamos sus potencialidades mágicas como ya hemos vivido un Viloco, como hemos sufrido todo tipo de embestidas de las cuales renacimos esta crisis nos parece que no será más que una leve turbulencia en esta espesa historia de derrotas… Un capítulo más de esta historia de pocas glorias y de muchas derrotas. Despertemos del mito. Esta crisis no se solucionará con una Asamblea, ni con la convocatoria a elecciones que no es más que un mecanismo para volver a atraer escasos capitales frescos al club y un conjunto de problemas que vienen acompañados de los apellidos de siempre: Asbún, Ascarrunz, Bustillos que son los principales responsables de esta profunda crisis atigrada. Dirigentes astutos que apelando a los mitos estronguistas esconden su responsabilidad en este paulatino proceso que nos lleva al casi derrumbe de la institución. Como estronguista creo que es urgente reponer tradiciones más virtuosas como la frontalidad atigrada, la capacidad estratégica gualdinegra que abrió una resquicio de esperanza en la sequedad del Chaco, recuperemos la transparencia para actuar y proceder del gran Chupa Riveros, rescatemos la creatividad que hace 100 años impulsó a José López Villamil y a los primeros aurinegros a inventar, ladrillo a ladrillo, este prodigioso ámbito comunitario que don Rafael Mendoza dio cuerpo hasta alcanzar esta inmensa matriz que diariamente nos dibuja como Tigres.

Ilustración: Aldo Mercado

lunes, 17 de noviembre de 2008

Apaza, Abdón, Joselito...

San José 1 - La Paz F.C. 3

En el contexto del fútbol liguero boliviano el Dt Sergio Apaza encarna los atributos del decálogo menotista que privilegia la formación humana sobre cualquier intento inútil de tecnificación. Por otra parte, ha transformado el cerco de sus limitaciones en la plataforma para edificar sus potencialidades. De lejos es el Dt boliviano que con más firmeza y trabajo persigue la coherencia entre lo que dice y lo que hace (tarea difícil en un contexto que privilegia en exceso la demagogia). Sin histrionismos arrolladores en sus declaraciones, sin caer en demasiadas demagogias frente a los medios Apaza hace del fútbol una gesta que exige tanto de sus actores como de sus espectadores la urgente mediación de la inteligencia. Ha hecho de sus equipos, sobre todo de La Paz Fútbol Club, maquinarias donde el esfuerzo es el factor común y la fuerza un insumo que proporciona cohesión anímica y futbolística al grupo. Aunque valga decirlo también esa lógica del esfuerzo fue tergiversada en muchas facetas del juego de los paceños quienes confundieron “la fuerza” con el juego sucio, brusco y la violencia excesiva. Pero, más allá de este importante factor, no cabe duda que Apaza incorpora al fútbol boliviano ese importante matiz: el fútbol construido sobre la tensión entre la fuerza, el pragmatismo y la inteligencia. Ayer en el Bermudez La Paz F.C. de Apaza sin ningún veterano en cancha (sin Machado, sin Diomedes Peña, sin Olivares, sin Paz García), con un promedio de edad que oscila entre los 19 y los 21 años dio una lección de fútbol al experimentado San José. La hazaña se multiplica si tenemos como antecedente que La Paz F.C. perdió –como local frente al mismo rival hace 7 días atrás– sin exponer argumento alguno. Tal vez siguiendo el estilo de Arsene Wégner el Dt Apaza ande sistemáticamente lejos de los títulos, pero no se puede negar que a su paso fertiliza el fútbol.

The Strongest 1 - Bolívar 2

El Bolívar con Abdón Reyes en cancha es un equipo sustancialmente distinto. Las ráfagas eléctricas que despliega el chapaco lastiman cualquier intento de defensa. Si bien en algunas circunstancias el juego de Reyes abunda en gambetas generalmente con ella es que manda sutiles mensajes migratorios al mundo futbolero. Reyes se merece migrar de fútbol. Instalar su fútbol en otros contextos, en otras canchas, en otras competencias será un reto no sólo para Reyes, sino para el fútbol boliviano. Que no le pase el viacrucis de encierro que vivió Gaty Ribeiro que en el momento más destellante de su fútbol éste se vio eclipsado por mezquinos intereses de una dirigencia que lo condenó hacer un jugador fundamental pero dentro del estrecho contexto liguero boliviano y no en el vasto horizonte de otro fútbol. Reyes transita un proceso interesante. Proceso en el que va consagrando aquello que de él se espera: el desequilibrio permanente. Sin embargo, sería más que interesante que este proceso Reyes lo prosiga en canchas argentinas, mexicanas… En fin es un deseo de futbolero: Ojalá migre el Chapaco y pueda rápidamente trepar a otras cimas futbolísticas…

Oriente Petrolero 1 – Blooming 2
El fútbol de Joselito Vaca se asemeja al sube y baja. Cuando sube Vaca se transforma en un jugador con atributos admirables ya sea en la distribución perfecta e inteligente de balones, es la herramienta fundamental para que su equipo se adueñe del balón e incluso hace del medio campo el escenario ideal para montar un fútbol invadido de exquisiteces. Cuando baja Vaca se transforma en un ser pusilánime, literalmente se arrastra en la cancha buscando un pretexto para ser sacado de ella cuanto antes. Y el problema es que con Joselito en bajada su equipo, Blooming, se entrega a la vorágine de la derrota y la desmotivación.
En el partido frente a Oriente Joselito fue el fusible determinante para contener la ansiedad de Blooming que iba perdiendo casi 2/3 del partido. Además Joselito Vaca tuvo el temple –que a veces le falta en otros encuentros– para coordinar los principales movimientos en ataque. Hizo del mediocampo un huracán impredecible y con pie de golfista dio un perfecto pase gol y concretó la marca que clasificaría a Blooming a la siguiente instancia. Si Joselito hubiera trabajado alguna clave para que los destellos de su fútbol se equilibren y, sobre todo, sea más sostenible, el Ajax holandés no lo habría despachado tan rápidamente…

martes, 11 de noviembre de 2008

Ni tanto, ni tampoco

Mientras el fútbol liguero boliviano se hunde paulatinamente en el lodazal de su casi insalvable mediocridad el domingo y ayer lunes expuso en cancha un pavoroso ingrediente que lo hace aún más intragable: la violencia. Con el añadido que se trata de una versión atípica de violencia: por un lado, policías se enfrentan a jugadores y, por otro, policías que se hacen al quite para no obstaculizar la brutal pelea entre hinchas de un mismo club. Tanto en la cancha del Félix Capriles como en la del Tahuichi Aguilera surgieron episodios oscuros para el fútbol en los que de por medio estuvo el descontrol de la policía frente a la exacerbación de jugadores y de hinchas. Valga decirlo y reiterarlo o la policía se excede en cancha o hábilmente se invisibiliza. Y en los dos modos de accionar potencia el bochorno y la violencia.

Lejos del reglamento y en complicidad con la negligencia del árbitro Maldonado la policía en el Capriles se excedió a tal punto con los jugadores de Aurora que además de golpearlos –insólitamente con los escudos que se utilizan para controlar disturbios– sin ninguna prudencia los gasificaron. Todo surgió por el ilegal pedido del árbitro hacia los policías para colaborar con el traslado del jugador aurorista expulsado (Zenteno) desde el centro de la cancha hacia los camerinos. El problema es que la policía lejos de cualquier gesto de prudencia literalmente a empujones arrastraron al aurorista. El hecho despertó la ira de los jugadores auroristas quienes arremetieron la violencia policial con más violencia. Pero, la policía luego de haber cometido el atropello se transformó en víctima -habilidad proveniente de sus hábitos corruptos- y denunció a la fiscalía al excelente arquero argentino Dulcich por agresión a la autoridad. ¿Y quién defiende a los jugadores de Aurora por la agresión policial? ¿La dirigencia aurorista? ¿La cúpula dirigencial liguera? ¿La Federación Boliviana de Fútbol? ¿El defensor del pueblo? ¿Quién?
En el Tahuichi, el domingo, las barras bloministas se enfrentaron por un asunto tristemente gremial. Oficialistas versus opositores. En otras palabras, los privilegiados de la dirigencia frente a los abandonados de la dirigencia. Los privilegiados manejan entradas al por mayor como fajos de dólares de cambistas de la Camacho. El enfrentamiento fue una simple y compleja pugna de poder. Lo inverosímil es que en la pelea campal entre barras del mismo club en el justo medio se encontraba la policía que no encontró mejor opción que la del total repliegue. Virtualmente desaparecieron de la grada del Tahuichi. Y ayer en el clásico camba en medio de un partidazo nuevamente la policía estuvo bien dispuesta a instaurar otro bochorno.

Las formas de acción de la policía en la cancha es algo que nos tiene que llamar la atención porque de a poco es un factor que enciende –de forma sistemática y sostenida– la chispa de la violencia. La policía no ordena absolutamente nada, no contiene los distintos alborotos y expresiones que pueden devenir en actos violentos. Con su torpeza ya sea en gestos o en acciones concretas avienta gasolina al calor de los conflictos. Anoche, el Gato Fernández, arquero de Blooming, se desbordó por un ademán del orientista Aguirre que según los blooministas dañó su moralidad. El Gato buscó al jugador para descargarle un escarmiento y se despertó el alboroto. En el disturbio, la policía no apaciguó los ánimos. Por el contrario, con una torpeza única intentó tomar por la fuerza al Gato instaurando más caos y desorden.

Con estas acciones, me pregunto: ¿Cuál es el rol de la policía en la cancha? ¿Cuál tiene que ser el equilibrio con el que los agentes de seguridad deben actuar para no dañar la integridad de unos a favor de los otros? ¿Quién regula su accionar? ¿Quién coordina las acciones? ¿Cuál es el grado de coordinación entre los dirigentes ligueros, el veedor del partido, la terna arbitral y los agentes de seguridad? ¿Qué señala el reglamento liguero respecto al accionar policial? ¿Qué tipo de entrenamiento reciben los policías quienes son los primeros en desbordarse (o será que los verdes no reconocen que en el Capriles fueron ellos los que cometieron los excesos, los que gasificaron)? ¿Cómo es posible que el trabajo de la policía fluya entre extremos: en una cancha tienen una presencia excesiva (gasifican a los jugadores) y en la otra desaparecen del estadio para no tener problemas? Intuyo que el trabajo policial en cancha es un trabajo sin la más mínima orientación, un vulgar ejercicio silvestre que potencia la violencia, en vez de domesticarla.
Fotos: Los Tiempos.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Etoo: La revancha


Hacia mediadios de año, todos vimos como Samuel Etoo cerraba un cliclo triste con el Barça. Delantero de movimientos felinos, letal (en contraste con su inamovible cara de niño desamparado) y con la elegancia de un carterista, había llegado de Mallorca donde era considerado una suerte de Emperador de los Baleares.


En Barcelona tardó muy poco en encontrar el tono, el ritmo de un equipo estructurado para jugar por nota, y se convirtió en una referencia insustituible en la zona ofensiva. Junto a Ronaldinho, hizo una mancuerna de creatividad poderosa, a la que posteriormente se uniría Lio Messi y ese espectacular acarreo de balones al área de los rivales. Pero Samuel Etoo cayó en un bache producto de las lesiones que le minaron el músculo y la confianza. Y su cierre de campaña fue desolador (sólo comparable a la fuga por la puerta de atrás de un Chelito Delgado indolente): se ganó esa tarjeta amarilla que le negaba la posibilidad del pasillo al Madrid, virtual campeón de la liga, y la afición catalana lo quiso catapultar a los médanos de un olvido más bien justo. Como el indiscutible profesional que es, Etoo supo manejar con solvencia las ofertas del exterior, Guardiola lo ratificó a regañadientes en el club, y el camerunés se apegó a los ideales táctico de su entrenador en turno.


Un inicio titubeante en la presente campaña nos hizo que vislumbraramos un deja vu mas o menos prematuro. Sin embargo, el Barça ya le encontró la temperatura al torneo y paulatinamente ha encontrado la dosis necesaria para aliviar los malestares de antaño. Con un juego de flujo continuo, sin abandonar la tenencia de la pelota (usando al extraordinario Xavi como fuente de su energía colectiva) y un par de salidas como Alves (por la derecha) y Keita (por el centro), el club catalán ofrece un futbol tridimensional que combina vértigo, técnica y eficacia.Ver el compromiso actual de Etoo dentro de la cancha, su aplicación táctica y su escalofriante facilidad en la definición (aunado a ese aire melancólico de los asesinos que se arrepienten en el acto) es testimoniar la feliz resurección de un crack inigualable. Es atender, también, el escenario que todo hincha busca en su aventura como espectador de futbol: el escenario de la revancha deportiva, la recuperación del honor y la dignidad en ese campo de juego que alguna vez fue su patíbulo.
Daesu

sábado, 8 de noviembre de 2008

Adorable Arsenal

Al Arsenal de Wegner últimamente se lo subestimaba demasiado. E incluso las especulaciones sobre el mito que configuraba su eléctrico fútbol se aglomeraban en un consenso predispuesto a elaborar cualquier ejercicio para derribar el admirable estilo de juego del Arsenal. Frente a Manchester United los Gunners sin complejo alguno demostraron que el talento no se evapora del Arsenal, sino que se consolida, se agrupa y se reproduce. Con la pelota al piso, el fútbol ecléctico del equipo de Wgner hizo rodar una sucesión de sinuosos toques cortos y largos, admirable movilidad y tenacidad permanente, punzantes piques al vacío, inteligencia para agrandar los espacios en ataque y astucia para achicarlos en defensa, balance entre verticalidad y horizontalidad del juego, y sobre todo una impresionante baraja de acciones simples –a veces tremendamente lujosas– para resolver situaciones complejas. Estas me parecen que fueron las claves para incendiar sin clemencia el césped del Emirates Stadium y aventar a la penumbra al maniatado fútbol del Manchester U y de su marketeada estrella de empalagoso fútbol: Cristiano Ronaldo.

Desde un maniqueísmo exasperante, a Arsène Wegner se le reprocha en exceso y en coro su “improductividad”. "Improductividad" desde el miope punto de vista que califica a los oncenos de Wegner de poco pragmáticos y que responden a una ingeniería futbolística enamorada del balón, del toque y no de los resultados. En síntesis una maquinaria que siempre viaja en la competencia alejada de los títulos pero fiel a su tradición de toque y toque. Sin embargo, el trabajo de Wegner es demasiado particular, lejos de la manada es un orfebre del fútbol fino heredero del platónico Brasil del 70 y del Ayax de Cruyff. Además de este estilo, Wegner posee una capacidad enorme para rastrear talentos e incorporarlos en la compleja dinámica del fútbol de la premier y en poco tiempo transformarlos en cracks, los ejemplos abundan. Trajo al Arsenal nada más ni nada menos que a Patrick Viera a los 20 años, más tarde a Nicolas Anelka con apenas 18 años. Rescató a Henry, relegado en la Juventus. Y logró armar una selección del mundo sub-23.

El actual Arsenal respondiendo a esa tradición de jugadores noveles configuró un exquisito equipo que se sostiene sobre el talento de Wegner quien diseña fútbol desde su particular impronta. En el mediocampo el más veterano no supera los 21 años: Abou Diaby (1986); Cesc Fàbregas, Samir Nasri y Alexandre Song (1987); Denilson Pereira (1988); Mark Randall (1989); Aaron Ramsey, Henri Lansbury y Fran Mérida (1990); Francis Coquelin (1991); Jack Wlshere (1992). De este lujoso e imberbe entramado nació el segundo gol de Samir Nasri –versátil volante francés– que devino de un pulido mecanismo que sintetiza el fútbol del Arsenal: toque, mareo, precisión, simpleza, movilidad, poesía y gol… Frente al Manchester U el Arsenal exhibió un capítulo exuberante de su fútbol. Fútbol tejido en los intersticios de una utopía, detalle no menor en una época en la que el pragmatismo lo infecta y lo carcome todo…

viernes, 7 de noviembre de 2008

Cuando el fútbol se piensa

Ariel Scher además de explorar permanentemente su asombro por la indocilidad poética del balón se ha propuesto gozar del fútbol en canchas más complejas, sobre todo en aquellas que exhiben el juego en contraste con el peso del poder y de la política; también ha aventado el balón hacia aquellos entramados abigarrados de la sociedad en los que el fútbol es más que un juego y adquiere las virtudes de un brebaje para saciar los vacíos; nunca dejó de producir argumentos ya sea para describir y desterrar la violencia del fútbol posicionando su discurso en contra de cualquier expresión de fascismo, sexismo, homofobias; y tuvo el talento para desatar la filigrana poética que rodea el juego.

En su libro: La pasión según Valdano, se reúnen dos referentes interesantes en esta manía de articular la palabra al balón. Ascher pregunta y Jorge Valdano responde. Sin duda, cuando uno lee este libro no puede dejar de oír los ecos de ese otro monumento literario futbolero: Fútbol sin trampa, libro tejido por esos dos quijotescos pensadores y actores de la c(M)ancha: César Luis Menotti (que valga decirlo el 5 de noviembre estuvo de cumpleaños) y Angel Cappa (que recientemente volvió a las canchas a dirigir al globo, al Huracán). Pero este esquema de la pregunta y la respuesta en La pasión según Valdano se potencia hasta derivar en un exceso de lucidez, de inteligencia, de agudeza que no disecciona las múltiples dimensiones del fútbol, sino que concreta una tarea mucho más compleja: lo saborea… Saborea su agridulce, su acidez, su picante, en fin… A continuación comparto el prólogo del libro, escrito por Ariel Ascher, que es un atrevido intento para aglomerar las aristas de este lúdico pensador y actor del fútbol moderno: Jorge Valdano.

Jorge Valdano es un narrador de buenas historias que jugó de delantero, un observador fino de la existencia que fue campeón mundial de fútbol y un preciosista obsesivo del lenguaje que una tarde en México le gritó desmesuradamente al universo la palabra “gol”. No se trata de una colección de paradojas: en eso consiste la verdad. Y, por si hace falta, va una prueba. Durante un invierno, en un hotel de Retiro, pleno Buenos Aires, con los ojos clavados en un televisor que mostraba la repetición de un partido del Barcelona, Manuel Vásquez Montalbán, uno de los pensadores y escritores favoritos de Valdano, escuchó cómo un periodista argentino que lo interrogaba justamente sobre el ex – delantero. “¿Valdano?”, repreguntó Vásquez Montalbán, mientras masticaba rabias porque un ataque del Barcelona, su equipo y devoción, terminaba malogrado. “Valdano –siguió sin desenfocar los anteojos de la pantalla–, desde luego que es un tipo muy agradable, que escribe muy bien, que habla fantástico y que reflexiona todavía mejor… Ya lo creo además fue un excelente futbolista”.

Jugador, entrenador, cronista, comentarista y dirigente, Valdano resulta todo eso cuando se redacta su biografía de modo lineal. Lineal y, en algún sentido, mal. Ocurre que, mucho más que propietario de esa suma de oficios, Valdano es alguien que en su infancia provinciana y argentina tiró desde el fútbol un anzuelo hacia la vida y, a partir de entonces, levantó y levanta todo lo que cabe en ella. Primero que nada, el fútbol lo hizo jugar. Y jugar es una oportunidad para volverse gente. Pero no se quedó en eso. A la vez, el mismo fútbol le permitió viajar a las cumbres de la alegría del alama y a los abismos de los dolores del cuerpo, lo transportó a los rincones mayores y menores del planeta y al centro intangible de su geografía de hombre, lo colocó en un vínculo cotidiano con las masas y lo volvió testigo próximo de la soledad de la fama, lo educó en el arte de expresarse con el recurso que fuera: los pies, la cabeza, la voz, la escritura, la protesta, la decisión. Dicho de otro modo, aquel anzuelo lanzado en la niñez le funcionó a Valdano para hacer del fútbol un albergue en el que entra todo: la pasión y la convicción, la destreza y los libros, la ideología y la comunicación, el trabajo y el dinero, la pertenencia y la amistad, la esperanza y la furia, la condición humana y la realidad.

Una historia, una entre muchas, describe el tamaño gigante de la cancha en la que se mueve Valdano. En noviembre de 2001, bajo un sol porteño que anunciaba algunos de los hervores que romperían muy poco después en Argentina, recibió un regalo. Era un libro, un libro un poco viejo y otro poco heroico, un poco maravilloso y otro poco más que maravilloso. Era Literatura de la pelota, publicado en 1971 por Roberto Jorge Santoro, brillante poeta y periodista argentino que desapareció en junio de 1977 en medio de una de las miles de crueldades de la última dictadura militar. Valdano, un tenaz buscador de libros, llevaba años detrás de un ejemplar de Literatura de la pelota, la primera antología de textos sobré fútbol escritos en Argentina, una obra ausente en las librerías y presente en las mejores memorias. Sabía Valdano que en esas páginas estaban condensados los rasgos esenciales de su propia identidad: el fútbol, la literatura y también las marcas culturales del país en el que lo parieron y lo criaron hasta que unos cuantos pelotazos certeros lo llevaron a patear y a residir en España. Sabía también que reivindicar y releer ese libro era un modo dulce y humilde de demostrar que la dictadura secuestró a Santoro y a muchísimas personas no había podido tragarse ni a la historia ni a la belleza. Por eso, cuando atrapó ese libro con las mismas manos con las que alguna vez había alzado la Copa del Mundo, Valdano lo acarició como a un chiquito, le miró conmovido unas cuantas letras nobles y dijo que desde ese momento su biblioteca –una biblioteca de años de lecturas, una biblioteca ancha de libros– dejaba de estar vacía.

Seguro que dentro de esa lógica, unos años antes, cuando era el entrenador del Real Madrid campeón, Valdano escuchó atento –ese sí que es un rasgo de Valdano: escucha atento, como si perderse porciones de un relato le molestara igual que perderse un gol– la historia de un pibito argentino al que le gustaban más las gambetas de Fernando Redondo (número cinco, habilidoso excelso, nombre emblemático de aquellos años del Real Madrid) que casi todas las otras cosas que se podían ver en una cancha. No hicieron falta más datos: a la semana, ese pibito recibía por correo una encomienda despachada en Madrid que envolvía una camiseta del mismísimo Redondo. La encomienda también traía un libro sobre Valdano, Sueños de fútbol, con una dedicatoria dirigida al pibito. “Para (se omite el nombre del destinatario, sólo vale añadir que es ya casi un adulto y que sigue usando cada tanto aquella camiseta), que desde pibe tiene un buen paladar para los sueños”.

Primer breviario de Valdano. Nació en 1955 en Las Parejas, un punto de calmas repetidas que queda en el centro de la provincia de Santa Fe y también en el centro de su vida. Después, mucho fútbol: en Tierrita, una formación de barrio y de esencias en Las Parejas; en Argentino de Las Parejas, toda una referencia en el mapa deportivo y social de la ciudad; en Newell´s Old Boys, en Rosario, donde el fútbol se volvió una determinación, un oficio, una notoriedad y unos cuantos goles que le provocaron una migración laboral a España; en Alavés y Zaragoza, dos camisetas españolas en las que fue madurando su fútbol; en el Real Madrid, que para cualquier individuo del mundo es un club entre los clubes pero para él es una especie de segunda y resonante Tierrita en el que, a lo largo de una trayectoria larga, esmerada y con frecuencia dichosa, fue jugador consagrado, director técnico y director general deportivo. En el medio de todo ese vértigo, un detalle: con la Selección Argentina, a la que llegó en 1975 como un muchacho alto, flaco y asombrado, salió campeón mundial en México, en 1986, donde corrió y jugó bien cerca de Diego Maradona en los siete partidos del torneo mientras aportaba fútbol, tenacidades, paciencias, abrazos e, inclusive, cuatro goles, uno de los cuales fue el segundo de la final que Argentina le ganó a Alemania 3 a 2.

Segundo breviario de Valdano. Es cierto que al fútbol lo jugó y mucho. Pero también lo pensó y lo piensa mucho. Una repetida presencia en los medios de comunicación (como entrevistado, como articulista) y en foros deportivos, sociales, políticos y empresariales refleja que pocos como Valdano percibieron tanto y tan intensamente que el fútbol es, en este tiempo, una excusa inmensa para reflexionar sobre el conjunto de lo que ocurre. Puesto de otra manera, Valdano nunca deja de observar al fútbol por el fútbol mismo, pero a la vez lo explora como una herramienta que vuelve visibles los trazos esenciales de esta edad de la historia. Los jugadores que brillan, los equipos que sean, la poesía que surge de la pelota, las rutinas de millones, la interpretación de todas las sendas hacia donde se reparten los negocios y los negociados que se hacen con el fútbol, la actitud de los diversos poderes frente a los sonidos de la cancha, las señales de la historia y las señales del futuro, la fuerza omnipresente de la industria de la comunicación: todo es en Valdano, se acuerde o no con él, una oportunidad para observar qué pasa con los hombres y qué pasa con la vida.

Advertencia: Valdano no es un individuo que se propone pensar para que los otros coincidan; más bien, su objetivo es pensar para coincidir con él mismo y, si es posible, contribuir a que los demás piensen. Así que quizás no convenga escucharlo o leerlo esperando construir una suma de acuerdos ideológicos, sino aguardando hallar una enorme cantidad de elementos que estimulen a no recibir las cosas como si fueran una lluvia inevitable, sino a tratar de comprenderlas.
Es a partir de esas coordenadas que hay que ubicar el montón de líneas que se entrelazan en las respuestas de Valdano en el largo diálogo que aquí se presenta. Contestó de muchas formas: en algún diálogo telefónico, en una charla en la margen porteña del Río de la Plata, en una rato prolongado en su oficina de la periferia de Madrid, en un cruce de opiniones mientras hacía de chofer de un su interlocutor en la Gran Vía también en Madrid, o como pasajero cautivado por la ruta que ofrece internet. El gran desafío al elegir el contenido consistió en que un tema no expulsara a los restantes. Aparecía tentador intercambiar con Valdano opiniones sobre mil jugadores, pero hubo que elegir unos cuantos menos. O resultaba atrapante registrar muchísimas historias y observaciones sobre Maradona, pero entrar y salir de cada una de ellas hubiera demandado un libro aparte. En realidad, al revisar cada uno de los focos de diálogo elegidos (la política, el poder, la literatura, los medios, el pasado y el futuro), cuesta no encontrar alguno en el que no quedara esa misma sensación: en cada eje había para más, y más, y más. (…).
Una cosa es segura: todas las respuestas guardan su sello. Y no sólo en lo conceptual, sino también en lo formal: Valdano habla con una organización y con un cuidado extraordinarios, habla, para decirlo de otra manera, con puntos, con comas y hasta con dos puntos. Sus comentarios orales parecen escritos, los textos que redacta podrían haber sido dichos. No es casualidad que, con un pocillo de café en su mano, Valdano asuma que en el ranking de los oficios que lo hicieron feliz primero está, sin dudas, su condición de jugador y segundo marcha el arte de explotar las palabras.


Quién sabe si convenga divulgarlo pero, por lo demás, Valdano es una persona con la que da gusto conversar sobre goles perdidos, caminar por las librerías de la calle Corrientes o extender las sobremesas en cualquier ciudad. Acaso eso suceda porque, a pesar de los ecos mundiales de su apellido, es una persona que hace las cosas que son comunes en las buenas personas: se ilumina cuando cuesta cómo crecieron sus hijos o aparece en el teléfono tres minutos antes de la Nochebuena para saludar a la familia de un amigo que está enfermo. No resulta extraño que así sea. Valdano alguna vez avisó que tenía sueños de fútbol. Ahora es un hombre que sueña.

Fiebre en las gradas

Hoy en día, ver al Arsenal es establecer una relación inmediata con los ideales del futbol moderno. La asociación como filosofía, la técnica individual como obligación y la funcionalidad como sistema, son elementos que caracterizan al equipo londinense y le dan lustre a la Premier League, un escenario dispuesto no sólo a la verticalidad simplista, sino también al vértigo radiante. Sin embargo, los gunners no siempre han vivido en el esplendor y la gloria de los títulos. Han tenido, también, etapas de oscuridad y frustración, traducidas en trofeos que se les escapan en el último aliento, algunas derrotas consecutivas en semifinales de copa y la incapacidad de su directiva para confrontar las necesidades del club y, por ello, de una hinchada cuya paciencia vive en permanente estado de redención.

Cuando Nick Hornby visitó por primera vez Highbury (en un juego Arsenal-Stoke City), ese viejo bastión de gloria ubicado en el norte de Londres, tenía once años. Y fue justo ese descubrimiento del Arsenal lo que motivo su doble romance: con el futbol y con el club. Al mismo tiempo nacieron en él las necesidades, los manes, los demonios internos que conforman casi impeceptiblemente el espíritu del hincha.

¿Qué es ser un hincha? ¿Qué representa ese nada sutil arrebato que el futbol genera en una colectividad, inusitadamente abandonada a su liberador pulso? ¿Qué razgos identifican al hincha de los otros, ese contingente de indiferencia, insensibilidad, domesticidad distante que ataca el futbol y sus consecuencias desde la intocada trinchera de esa vida real "tenue, más apagada" y que "contiene un potencial menor para entrar en un delirio inesperado"?

Fiebre en las Gradas, el maravilloso libro que Hornby concibió como un homenaje al club de sus amores, terminó siendo un bello manual de supervivencia futbolística, un ideario del hincha acendrado en sus pasiones inamovibles, un prodigioso ensayo sobre los diversos procesos que ha pasado la liga más rica de la actualidad. Fiebre en las Gradas responde, además, a las preguntas anteriores con puntualidad y gracia. Se trata de un libro cuya seriedad radica en la forma serena con que el autor confronta algunos aspectos oscuros del balompié mundial, sin eludir momentos de alentadora simpatía. Es, vaya, la autobiografía futbolera de un narrador desaliñado e inteligente, que desentraña los muchos rostros del balompié a nivel cancha y extracancha.
¿El mejor libro de futbol? No lo sé, no puedo evitar pensar en los extraordinarios libros de Galeano, Villoro o Valdano. Desde la dimensión que utiliza Hornby para estructurar su relato, desde la perspectiva realista que usa para describir la Zona Norte del viejo Highbury, desde la invocación de un lenguaje nada solemne para contar sus descalabros como aficionado de un club sufrido al mismo tiempo que histórico, creo que el inglés tiene ventaja. Su libro pasa por la crónica, la autobiografía y el ensayo inteligente de una pasión acaso indescifrable, con una ligereza abrumadora.


Daesu

martes, 4 de noviembre de 2008

Del éxtasis a la agonía…

Jorge Valdano en una de sus excursiones exploratorias en torno a las complejidades que exhibe el fútbol señaló: “El entrenador puede ser dueño de los mensajes pero el jugador lo es de los hechos”. Esta aseveración deseo transformarla en un hilo conductor para acercarme a las pompas que brinda la gloria futbolera y a la zona oscura de la derrota. Por un lado, entonces, traigo al texto el primer campeonato ganado por el humilde Aurora cochabambino y por el lado de la derrota ya es hora de escribir sobre el foso de arenas movedizas en el que cayó el equipo del barrio de Nuñez de Buenos Aires: River Plate.

¡Campeón Aurora!
Félix Berdeja conducía el destino aurorista por las borrascosas rutas temibles del descenso y el celeste con él en la banca exponía en cancha la ausencia de miedo para coquetear con el fracaso y de a poco hacía de la derrota una costumbre. Frente a esta crisis fue el propio grupo de jugadores con Julio Baldivieso a la cabeza que gestionaron su salida del mando (mejor no hablar de las “camarillas”, mejor no hablar de ciertas cosas como dice Luca Prodan el vocalista del clásico grupo argentino Sumo). Sin Félix en el mando Baldivieso en un acto de vanguardia e improvisación futbolera dirigía el equipo en cancha. Esta osadía inverosímil del 10 fue rebasada por su exceso, así que a “Baldi” no le quedó otra que ordenar la motivación, el esquema del equipo desde el convencionalismo: al borde de la línea de cal, lugar desde donde envejecen los directores técnicos. Baldivieso sin programarlo se había transformado en DT. Con el plus de que se trataba del equipo que impulsaba las coordenadas de su corazón futbolero. El mayor acierto de Baldivieso estuvo en que sus objetivos estuvieron a la altura del azar y esa fue la clave de este primer campeonato aurorista (¡Que lo celebro!). Aurora con “Baldi” exorcizó ese destino trágico que le esperaba: el descenso. Desde lo más bajo de la tabla se propuso la utopía de la gloria. Y lo logró, primero desplazó a Oriente Petrolero y, ayer, a Blooming. De a poco, con hilo y aguja en mano, casi de manera artesanal, el antiguo Emperador bajó de su pedestal de 10 y fue cociendo esos vacíos que obligaban al Aurora a perder sin misericordia. Fecha a fecha el celeste cochabambino mostraba una costura entre líneas mucho más fina, siempre bajo la impronta del sudor, del exceso de coraje, del orden y de un arquero irrebatible (ex Boca, Dulcich). Fútbol de revoluciones altas, que exagera en la entrega y que conquista aquellos que entendemos que el fútbol es el último territorio donde habita la épica y la hazaña. Ese fútbol que sólo podía nacer en pies cochabambinos (en combinación de manos y pies argentinos y paraguayos). Eso fue Aurora una suma de todas las versiones de la fuerza y el ñeque. Por eso se siente tanto la fiesta…

Respecto al discurso, los mensajes de Baldivieso por suerte no cayeron en la pobre retórica futbolera que escuda sus limitaciones en sentencias esgrimidas por Paolo Cohelo y que son traducidas al fútbol, cito la más conocida: “campeones de la vida”. Sin embargo, “Baldi” cayó en otra demagogia (igual de espeluznante) esa de asumirse como el mago del fútbol, el genio de la motivación, el gran administrador de las claves esenciales para darle una vuelta de tuerca a los equipos de futuro aciago, seguramente tiene potencialidades para alcanzar esos atributos (así como los tenía para armar juego y llegar a ser un gran diez en el fútbol del planeta, detalle que no lo concretó), pero ostentar de manera apresurada virtudes de gran DT en su primera excursión es un exceso. Un exceso que sólo puede nacer en Baldivieso, el antiguo Emperador. A “Baldi” lo transformaremos en estatua el día que nos demuestre que este campeonato no es producto exclusivamente del azar. En un torneo extremadamente corto, regionalizado, donde prevalecen las buenas rachas y donde generalmente caen los equipos con un simple tropezón mucho tiene que ver el azar y la complejidad de las circunstancias antes que la determinación del trabajo. El gran reto de “Baldi” es la sostenibilidad de resultados positivos en la Liga y hacer algo más que debutar en la primera ronda de la Copa Libertadores…
¡FELICIDADES AURORISTAS!
¿Qué pasa con River Plate?
Hablando de técnicos nóveles, el “Cholo” Simeone debutó por un asunto de urgencia en Racing, de ahí saltó a Estudiantes (equipo con el que alcanzó su primer título de técnico). A principios del 2008 brotaba un nuevo reto para el ex jugador del Atlético Madrid, el equipo de la banda roja de Nuñez coqueteó con su talento. El Cholo rápidamente saltó a River y con demasiados tropezones de por medio alcanzó el título en junio de este año. Sin embargo, este segundo semestre River se transformó en un incomprensible enigma… Ocupa el lugar más bajo de la tabla.


Se acusa al Dt Simeone de sufrir en River una esquizofrenia crónica, una inseguridad también crónica que lo obliga a ejercer un sinfín de variantes hasta el punto que el equipo ha perdido los referentes fundamentales para ordenarse futbolísticamente y anímicamente. El Cholo: Mete, saca, mueve, redobla, cambia esquemas, pone juveniles, grita y muestra diversas muecas a las cámaras, golpetea paredes como señal de impotencia (tiene enyesada la mano) y nada surte, River sigue sin ganar, sin mostrar una pisquita de entusiasmo. Y al parecer estos cambios permanentes han dañado el clima de vestuario y de los entrenamientos ya que cada futbolista observa que su presencia en el campo de juego depende de la actuación coyuntural que tuvo en el partido anterior. Pero en esta espiral de derrotas nadie sabe a qué juega, han perdido incluso la autocrítica para evaluar los desempeños. Además, Simeone no pudo encontrar las herramientas fundamentales para concretar las chances de gol. De Falcao a Salcedo, de Ríos a Rosales fueron los intercambios en los diferentes partidos, pero sin ejercer suerte alguna. Se espera que el Loco Abreu, que sólo juega la Copa Sudamericana, sea la solución a la crisis. Los refuerzos (Robert Flores, Martín Galmarini, Facundo Quiroga y Santiago Salcedo) reforzaron el banco y a lo largo del semestre secuestraron las esperanzas y se entregaron a la decepción.

La descripción de este foso en el que se hunde River tiene que ver con esa obsesión de orden que no es más que la representación de la esquizofrenia de su Dt. Tanto es así que cuando el equipo se desordena, se desarma produce juego. Simeone fiel a sus obsesiones ha gastado la potencialidad de sus mensajes y los jugadores dueños de los hechos han caído en la mayor inexpresividad futbolística. Y lo que es peor para un Dt no encuentra las sendas para salir de este laberinto asfixiante. Simeone al parecer no produce eco en el vestuario. En River hay una depresión contagiosa y no hay alternativas para sanar el dolor. El desgano abunda. Los jugadores que no tienen continuidad, el momento en que tienen que aprovecharla juegan con esa melancolía que exponen los derrotados, con el freno de mano puesto en la actitud, hay una crisis terrible que impide darle la pelota al compañero, que hace imposible hacer un gol aunque no haya arquero.

Todo apunta a que River necesita una profunda reingeniería. Reingeniería que atraviesa por el cuerpo técnico quienes siembran esperanzas en el resultado positivo del partido del día jueves frente a Chivas en México. Sin embargo, más allá de cualquier resultado en la Copa Sudamericana al parecer los mensajes del Cholo desordenaron los circuitos elementales del equipo, y lo que es peor desmoronaron los ánimos de un grupo subsumido en una profunda depresión. Una especie de chaki moral por la ausencia del gran Burrito Ortega.
Fotos:
Aurora: El Deber.
River: Olé.

viernes, 31 de octubre de 2008

¿Por qué Diego?

¿Que encarna Diego Maradona? En primera instancia, la posibilidad de un retorno a esa idea del fútbol como el escenario que privilegia la picardía incendiaria, la lectura instintiva del campo de juego, la habilidad sin intermediario y el liderazgo como una vocación irreemplazable. En segunda instancia, un nuevo rango de rebeldía en el futbolista. Éste ya no como el esclavo de las instituciones abocadas a administrar la pelota, sino el renegado que se ampara en su temperamento, en su carácter indomable, en esa individualidad que, a nivel extracancha, irradia una insoslayable influencia entre los propios jugadores. No es gratuito que un jugador tan joven como Messi muestre el mismo pulso que Diego, a la hora de llevar el balón en los botines, al momento de reducirse él mismo los espacios para posteriormente distenderlos en un golpe de absoluta magia (una semejanza que parece genética, sólo se debe a la indiscutible admiración de la Pulga por el Pelusa). Al margen de su vida personal, un periplo que cubre descensos a los territorios donde la condición humana se descarna, ascensos a la domesticidad radiante, una feliz declaratoria, mezcla de desdén, reconciliación con su entorno, disolución con la simbología que va tejiendo su leyenda, a Diego lo salva, también, su espíritu de incondicional hincha de sus propias pasiones (una de ellas es él mismo): verlo apoyar al Boca o a la misma albiceleste, es contemplar la exacerbada condición de esa infancia (ajena a a la animadversión abierta por el técnico en turno, lejana del pleito permanente contra un esquema que no comparte, en fin) que desnuda sus emociones. Nadie se ha mostrado como él, después del retiro. La gran mayoría de los megaestrellas se han puesto la corbata para atender un escritorio ampuloso, atestado de formas y circulares de algún club de éxito. Nadie ha mostrado tampoco esas posibilidades del descaro. De Diego se conoce casi todo, porque él ha hecho de su vida un libreto de disponibilidad y desvergüenza.

El nombramiento de Maradona como Director Técnico de la albiceleste nos enfrenta con una serie de elementos a juzgar. Primero, ser Técnico Nacional representa montarse en un escenario extraño al genio de Fiorito. Representa no sólo abocarse al disciplinado rigor de una búsqueda de plazas, aplicarse tácticamente y darle lustre a la inevitable aportación anímica de un hombre que tuvo hambre, y solventó esa hambre con su intachable genio. Equivale a conjurar su efigie de guerrero mediático, y francamente eso no me gustaría. Prefiero ver a Diego apoyando a los suyos con la polera en la mano, en una vertiginosa regresión a los campos fecundo de la infancia liberadora. Segundo, no sé si sea exacto apoyarse en su falta de experiencia para aludir a un potencial fracaso en su gestión. No han sido pocos los entrenadores que han llevado a buen puerto los destinos de una escuadra, sin la manida experiencia que solicitan los medios de comunicación. Ni Bianchi creo que sea la respuesta apropiada a los reclamos. Al Virrey se le auguraba éxito y trascendencia en un Atlético de Madrid armado hasta los dientes, y no pudo rebasar las expectativas. Sucumbió ante las apuesta que lo favorecían de antemano y les restregó a los especialistas un fracaso que, sin embargo, aún le permite vivir cómodamente sin necesidades financieras.

¿No representará la nominación de Diego esa posibilidad de ver una selección argentina alegre, libre de las ataduras tácticas, ajena a la especulación? Quien sabe. Al tener al Pelusa en el banco principal, puede apuntar que sí. La posibilidad de tener a Bilardo y Batista entre los asesores del Pelusa puede decir lo contrario. De que se trata de una decisión mediática, destinada a llevar millones de dolares a las arcas de la Federación Argentina, no cabe duda. Por lo pronto, yo me apunto para ver el primer partido que dirija mi ídolo.


Daesu

miércoles, 15 de octubre de 2008

Inocencia, ingenuidad e ineficiencia

La inocencia, la ingenuidad y la ineficiencia del fútbol boliviano se expresa en el triste empate frente a los uruguayos. Sostener un resultado es un asunto de jerarquía futbolística (jerarquía que coordinó los hilos y tomó cuerpo en el extraño empate frente a Brasil, en Río). Ayer, la selección boliviana careció de ese espesor anímico, físico y técnico para maniobrar el destino del partido que de a poco se pintaba aciago. Espesor que irrumpió a ratos frente a los peruanos, pero que fue suficiente para derrotarlos.

Frente a los uruguayos las cosas fueron distintas. En el segundo tiempo, la selección de Tabárez descubrió que por la banda izquierda Bolivia ofrecía una plataforma ideal para construir el gol. Optaron por esa senda y desde allí levantaron centros perfectos e inalcanzables para los agotados centrales de Bolivia. Abreu conquistó el empate con una facilidad indescriptible y abrió una sangría feroz por la cual se desangra nuevamente la autoestima y la bronca del eternamente débil fútbol boliviano.


El primer tiempo Bolivia estableció en cancha los argumentos de un fútbol que sin caer en la perfección, la arrogancia y el asombro demostraba tener los obreros, las herramientas y los insumos suficientes para ganar la gesta. Marcelo Martins quien además de ser un jugador que justifica su costó (14 millones de dólares), visualiza a la perfección los vacíos en esa estrechez que configuran los rivales, así metió el primero gol e intuyó la ruta del segundo. La virtud de Botero estuvo en desordenar y en angustiar a una defensa que siempre opta por la patada, el codazo, el empujón, el insulto y el escupitajo certero. La gasolina del Nacho García y de Walter Flores hizo que el motor del equipo garantice el equilibrio. Equilibrio que se quebró cuando los dos volantes, más Robles no les quedaba ni un miligramo de energía, el motor se detuvo y se inició el aluvión celeste. Sin embargo, de lejos lo más sobresaliente de Bolivia fue la fuerza de Abdón Reyes, su regate insaciable, su acto de fe de creer ciegamente en sus potencialidades hicieron de él un jugador abismalmente interesante, con instinto para domar la banda derecha, la brillantez futbolera del chapaco llegó hasta el punto que Tabárez en la conferencia de prensa no se cansó de mandarle piropos e insinuaciones a su excepcional fútbol.


El segundo tiempo Bolivia entró con la presión de administrar el resultado. Con menos fuerza en las piernas y, sobre todo, con el veneno de los nervios que enredaba la ductilidad de su fútbol (fútbol proclive al error permanente) fue desperdiciando uno tras otro goles y otorgando oportunidades que despertaron el temple mortífero uruguayo. La dupla Ramallo-Sánchez tardaron tanto para darle una vuelta tuerca al partido que cuando quisieron hacerlo los nietos de Obdulio Varela, el gran jefe charrúa, transformaron el juego de túnel que conduce a la nada en una meseta que les permite hacer más legible, aunque todavía de manera lejana y borrosa, los contornos de Sudáfrica.


¿Qué le queda a Bolivia? ¿Seguir transitando por el círculo estructural de las derrotas sempiternas? ¿Ceder una vez más a la demagogia dirigencia que nos condena a esta historia interminable de ser los últimos de siempre? En este enrredo, ¿por dónde empezamos a transformar ese destino de derrota? No lo sé... ¿Lo sabrán los dirigentes, los periodistas, los jugadores, los hinchas, los fanáticos? ¿Lo sabrán los transeúntes de este círculo que nos lleva al mismo lugar de siempre: la decepción?
Foto: Marcas, La Rázón

domingo, 12 de octubre de 2008

Eliminatorias Sudamericanas

Bolivia 3 – Perú 0
Bolivia – Perú, se asemejaba a esos partidos que definen el descenso de los equipos más débiles. Los dos coleros de la tabla, esos que batallan por no ser los últimos, ayer en el Siles se repartieron las cartas…

El problema mayor de la selección peruana es su inofensividad crónica, ese perverso síntoma de la impotencia frente al arco. El peso del partido lo cargó Juan Vargas, quien como un Sísifo derrotado no pudo sostener en hombros la gestación de un destino distinto para la roja y blanca. A los peruanos el partido se les cayó de los hombros a los 4 minutos del primer tiempo... Al parecer el Chemo Del Solar perdió los reflejos fundamentales para motivar, ordenar y plantear los partidos de la selección que dirige; en otras palabras, es un Dt incapaz de descifrar las claves para sacar al Perú de su pasión exagerada por la inoperancia. Los peruanos aparentaban que sus profundas heridas anímicas habían cicatrizado luego de haber ganado de locales a Venezuela y de haber escrito en cancha el empate heroico frente a los argentinos. Sin embargo, ayer en la soleada tarde paceña esas heridas volvieron a supurar pus y a infectar los ánimos. Así les fue…

Sin Erwin Sánchez en el banco Bolivia volvió a ganar en La Paz. La selección boliviana tuvo en el alerón izquierdo de la cancha a un Abdón Reyes que supo hacer dialogar su fútbol con Joselito Vaca, por esta senda se empezó a desmontar toda la débil estructura defensiva peruana. Otra dupla interesante: Botero – Martins, quienes se asociaron para generar el primer gol. Martins arrastra marcas, pelea cada una de los balones, ordena el ataque del equipo, presiona para asfixiar la salida del rival, es fundamental para tomar la marca en los tiros de esquina, en fin… es una pena que en su equipo el Shaktar de Ucrania no esté ni en el banco. Botero se transformó en el goleador de la selección boliviana, al rebatir la marca del histórico maestro Agustín Ugarte, su fútbol punzante lo posiciona en una de los principales goleadores de la eliminatoria. Todo el andamiaje defensivo funcionó a la perfección. En la cabeza y en el medio terreno de esa estructura defensiva se encontraba Ronald García, quien con lucidez ordenó el trabajo de los volantes; y atrás, en la última línea, Bolivia tuvo a un Raldes imbatible y a un efectivo Rivero. Bolivia encontró fácilmente el callejón para arribar al corazón del fútbol peruano y desde allí dirigir el partido; y fue más eficaz para atacar la fragilidad anímica de los peruanos…

Argentina 2 – Uruguay 1
A los cinco minutos del primer tiempo Argentina encontró en el gol de Messi el sosiego que en apariencia le iba a permitir construir un partido con la suficiente calma para generar fútbol. Esos mecanismos futbolísticos tejidos por el toque y toque de Messi, Agüero, Riquelme, Tévez en el primer tiempo abundaron. Sin embargo, en frente Uruguay además de argumentos contaba con las herramientas para dañar las profundas dimensiones del ego futbolístico argentino. Y así lo hizo, casi al final del primer capítulo, Uruguay concretaba un gol que abría el baúl de los fantasmas argentinos… El segundo tiempo, los compadritos del Río de la Plata sacaron el cuchillo y a punta de golpes, puntazos, patadones e insultos condujeron al partido al oscuro círculo del infierno; allí donde caen y arden los partidos más agobiantes. Los argentinos con tantos fantasmas en cancha no encontraban ni las soluciones, ni los resquicios para que irrumpa su fútbol. Los uruguayos, batalladores, también descubrieron que las agujas de su brújula futbolística estaban dañadas…

Colombia 0 – Paraguay 1
Colombia todavía no despierta de esa pesadilla sistemática… La dirigencia colombiana asumió que era Pinto el responsable de ese sueño futbolero que derivó en pesadilla; pero al parecer la cosa trasciende la bronca y el histrionismo del despedido Pinto. Perder con los uruguayos en el hermoso camping bogotano, ser goleados por la frivolidad vertiginosa del futbol chileno no fueron suficientes torturas a una selección que pide con clemencia una chance para remontar su debacle que se asemeja a un laberinto. Y que pide que algún jugador se haga cargo de reconstruir el desastre… Ayer, el paraguayo Cabañas fisuró el arco del arquero Julio, a partir de ese instante lo único legible de la cancha eran esos pedacitos amarillos que se desparramaban en la cancha. Los colombianos más que un técnico y que entrenamientos, requieren de un psiconalista deportivo y una temporada de terapia colectiva. Son demasiados los golpes efectivos que recibieron. Es profundo el pozo y al parecer no se tienen las estrategias, la más mínima motivación para salir organizadamente de él. Ayer la palabra lástima no dejaba de atravesar mi actual percepción del fútbol colombiano…
Paraguay es el equipo más cohesionado de la eliminatoria, es eficaz, contundente, tiene fútbol para adormecer y atacar a cualquier rival sudamericano. Sin embargo, su reto estará en construir esa eficacia en Sudáfrica 2010… Reto enorme para una selección que minimiza sus potencialidades en las gestas mayores (con excepción de ese esquipo invulnerable del Mundial 98, con el gran Chilavert en el arco). Por el momento, Paraguay ya tiene el camino demasiado ancho y asfaltado para llegar al Mundial…
Fotos
Bolivia - Perú: Acción, La Prensa
Argentina-Uruguay: Olé
Colombia-Paraguay: Olé

domingo, 5 de octubre de 2008

Relatores

Las palabras dibujan realidades parciales, provisorias, lúdicas. Realidades que otras palabras las disipan. El núcleo futbolero tiene en su centro al balón y a la palabra como instrumentos que vertebran su insondable dimensión, la pluralidad de sus realidades. Latiendo armonioso y contradictorio el fútbol vive esa tensión entre la palabra y el balón. Es a ese núcleo sutil que Alejandro Dolina despierta y explora en un cuento sabroso, un manjar de fútbol y poesía. Disfrútenlo...

Los griegos creían que las cosas ocurrían para que los hombres tuvieran algo que cantar. Las guerras, los desencuentros, los amores trágicos, los horrendos crímenes, las gestas heroicas: todo tenía para los dioses impíos el único fin de proporcionarles tema a los cantores. La Historia pone al alcance del menos docto centenares de ejemplo de relatos que fueron más ilustres que los sucesos narrados.

Resulta difícil concebir una idea más triste del destino humano. Sin embargo, a los juglares, cantores, cronistas y narradores de cuentos les complace pensar que el mundo se mueve para favorecerlos en su oficio.

Héctor Badarelli, el relator deportivo de Flores, creyó pertenecer a la estirpe de Homero. Durante toda su vida se esforzó para que la narración deportiva alcanzara las alturas artísticas de la épica.

En sus comienzos, Bandarelli hizo algo que nadie había hecho antes. Siendo entreala izquierda del equipo de Empalme San Vicente, acostumbraba relatar los partidos que él mismo jugaba. Era héroe y juglar, Aquiles y Homero, Eneas y Virgilio.

Según dicen, no era del todo imparcial en sus narraciones. Cuando se hacía de la pelota, comenzaba a elogiar su propia jugada.

-Extraordinario, Bandarelli avanza en forma espectacular.

Muchas veces, por elegir las palabras e impostar la voz, se perdía goles cantados. Cantados incluso por él mismo.

A medida que pasaba el tiempo, el relator iba superando al jugador. Algunos viejos que lo vieron jugar cuentan que pasaba la mayor parte del tiempo parado en el medio de la cancha, relatando, casi sin tocar la pelota.

Finalmente fue excluido del equipo. Sin rencor ni tristeza, siguió acompañando las modestas giras del Empalme San Vicente, solo para relatar desde un costado de la cancha el partido que jugaban sus antiguos compañeros. Lo hacía sin micrófono y sin radio, de modo que nadie lo escuchaba, salvo algún wing peregrino que alcanzaba oír de paso su voz emocionada.

Después, según se sabe, el Empalme San Vicente dejó de jugar y sus futbolistas pasaron a integrar otros equipos.

Y en ese momento, cuando todo hacía sospechar la decadencia de Bandarelli, el hombre dio un paso genial: descubrió que su narración no necesitaba de un partido real. Era posible relatar partidos imaginarios, hijos de su fantasía.

Parece una evolución previsible: los antiguos poetas cantaban hazañas más o menos reales. Después las inventaron.

Lo mismo sucedió con Bandarelli. Y al no tener que ceñirse al rigor de los hechos ciertos, los partidos que relataba empezaron a mejorar: se lograban goles estupendos, los delanteros eludían docenas de rivales, había disparos desde cincuenta metros, los arqueros volaban como pájaros, se producían incidentes cruentos, los árbitros cometían errores perversos.

De a poco, el artista fue incorporado elementos más complejos de su obra. El tiempo, por ejemplo, manejado era en un principio de un modo convencional, pasó a tener durante el apogeo de Bandarelli un carácter artístico y psicológico. Los partidos podían durar un minuto tres horas.

Algunas veces, el relator omitía cantar un gol, pero daba claves y mensajes sutiles para que el oyente descubriera la terrible existencia del gol no cantado. Aparecían, cada tanto, unas historias laterales que provocaban un falso aburrimiento, que no era sino una trampa para mejor asestar la alevosa puñalada del gol sorpresivo.

Todos recuerdan el famosos partido Boca-Alumni que Bandarelli relató en un asado del club Claridad de Ciudadela. En esta obra mezcló jugadores actuales con glorias de nuestro pasado futbolístico. Los viejos hacían fuerza por Alumni, los más jóvenes por Boca. Ganó Alumni, pero en su magistral narración, Bandarelli dejó caer –con toda sutileza– la sensación de que los boquenses, por respeto a la tradición, se habían dejado ganar.

Las audiencias de Bandarelli no siempre fueron numerosas. Algunos partidos los relató solo, en una mesa del bar La Perla de Flores, ante el estupor de los mozos y parroquianos. Pero poco a poco, los muchachones del barrio fueron descubriendo sus méritos y con el tiempo hubo quienes prefirieron escucharlo a él antes que ir a la cancha.

En 1965, Héctor Bandarelli organizó su campeonato paralelo de fútbol. Todos los domingos narraba el encuentro principal, mientras un colaborador lo interrumpía para comunicar lo que sucedía en el resto de los partidos.

Las narraciones tenían lugar en la puerta de la casa de Bandarelli y, cuando llovía, en la cocina. Hay que decir que el relator poeta nunca trabajó para ninguna emisora y jamás utilizó micrófono, salvo en la grabación que realizara del segundo tiempo de Barracas Central-Barcelona, ya en el final de su carrera.

El campeonato paralelo terminó en un desastre. El artista no tuvo mejor ocurrencia que sacar campeón a Unión de Santa Fe y mandar al descenso a River, lo que irritó a muchas personas, que hasta llegaron a agredir a Bandarelli.

Pero todos los que saben algo del relator coinciden en afirmar que su mejor partido fue Alemania-Villa Dálmine, relatado en el Colegio Alemán de la calle José Hernández, a pedido de la Asociación Cooperadora.

Ese encuentro fue un verdadero canto a la hermandad entre los hombres. Los zagueros entregaban banderines a los delanteros rivales en cada jugada. El árbitro abrazaba llorando a los futbolistas que quedaban en off-side. Los de blancas a los quince minutos del segundo tiempo para celebrar el segundo gol de la selección alemana. En el final, todos se abrazaron e intercambiaron obsequios.

Fue inolvidable. En el Colegio Alemán, los padres lloraban de emoción añorando la tierra de sus antepasados. Algunos miembros de la Asociación Cooperadora le pidieron a Bandarelli que volviera a relatar el encuentro en diferido, pero el artista se negó.

En el esplendor de su actividad, tal vez advirtiendo el carácter efímero de su obra, resolvió escribir libretos detallados que luego archivaba prolijamente. Desgraciadamente, sus familiares quemaron este valiosísimo corpus argumentando que juntaba mugre. Nos queda apenas un breve fragmento, correspondiente al encuentro Boca Juniors 3 – Vélez Sarfield 3.

“Solidario, agradecido, ayuno de envidias, Javier Ambrois entrega la pelota a Nardiello. El viento agita las banderas en los mástiles de la Vuelta de Rocha. Nardiello tira un centro rasante… Arremete J.J. Rodríguez, pero ya es tarde… Tarde para remediar los errores del pasado… Tarde para volver a unos brazos que ya no nos esperan… Ya es tarde para todo”.

Según sus seguidores, el libreto le quitaba frescura a Bandarelli y –como hemos visto– recargaba un tanto su estilo.

Un día desapareció. Algunos dicen que se mudó, o que se murió, es lo mismo. La gente volvió a preferir los partidos sonantes y contantes de la radio.

Los relatores de hoy tienen la posibilidad de seguir al maestro e intentar la ficción y la fantasía en sus narraciones. ¿Por qué depender de la actuación, muchas veces medio de los futbolistas? ¿Por qué no crear con la voz jugadas más perfectas? ¿Por qué no dar nacimiento a deportistas nobles, diestros y mágicos que nos emocionen más que los reales?

Se puede ir más allá. Todo el periodismo podría tener un carácter fantástico y abandonar los vulgares hechos de la realidad para aludir a suceso imaginarios: conflictos, tratados, discursos, crímenes e inauguraciones de ilusión.

En este último instante comprendo que nadie me asegura que estos artistas no existen ya. Tal vez, todo cuanto uno lee en los diarios no es otra cosa que un invento del periodismo de ficción.

Sin embargo, esta clase de incredulidad conduce a sospechar la falsedad del Universo mismo. Suspendamos semejante astucia porque algunos hasta podrían pensar que el propio Bandarelli es imaginario y sus partidos, sombras de una sombra.