lunes, 30 de abril de 2007

Fútbol y AlturA (I)

Al negro Clausen lo sigo con una pasión desmedida. Desde los remotos ochentas recuerdo, entre el video y la bruma de la memoria, cuando jugaba taponeando, ensuciando dirían otros, el brillante mediocampo del Independiente “campeón de campeones” junto con Burruchaga y el gran Bochini. Aunque reconozco que es un técnico demasiado cauteloso, defensivo hasta el cansancio como casi todos sus contemporáneos (pensemos en el cabezón Rugeri, en el propio Burruchaga, Pipo Gorosito, entre otros). Me parece un técnico maximalista. Es decir, o enciende en los equipos una garra excepcional o despierta odios múltiples. Y lo más importante es que le estoy eternamente agradecido por habernos regalado al Tigre dos importantes títulos el 2003 (luego de 10 años de sequía). Y confieso que eché lágrimas cuando se despidió de la barra en junio de 2004.

Sin embargo, Clause es un gran especulador sobre los “efectos” de la altura. Lo interesante es que en sus criterios, como en el de la mayoría de los rioplatences (periodistas, dirigentes, deportistas, futbolistas), barajan matices más políticos que técnicos, ahí está la altura como un cómodo JOKER si es que los resultados peligran.

Clausen dio sustento “teórico” a la imposible pregunta: ¿Por qué el fútbol boliviano está más estancado que nunca? Sin vueltas y en plena mesa de los autoritarios boquenses de la FOX dijo (palabras más o menos): el fútbol boliviano no progresará nunca porque los jugadores suben y bajan durante todo el año y en los dos campeonatos. Ninguno de los técnicos que pasó por estas tierras aportó ni con un tímido matiz al bochorno (hablo de Veira y de Córdoba). Pero eso sí, todos hablaron de la poca densidad del aire a estas alturas, del vuelo leve del balón y otro tipo de baratijas con las que rellenan sus transmisiones.

En Oriente Petrolero a Clausen nunca le fue bien. O chocó con Chávez quien le debe una pequeña fortuna por su paso en el 2002, o se peleó con el capitán de turno, o tuvo peleas con la extraña barra financiada con ítems por los dirigentes orientistas. Esta vez las cosas se estaban desgastando hace tiempo. Pero el detalle que colmó el vaso fue persistir con su obstinada metodología para enfrentar los “efectos” de la altura. La anterior semana decidió ir a Cochabamba para que sus jugadores se vayan aclimatando a los tres partidos que le tocaban en Oruro y dos en La Paz. El resultado de tal proyecto fue perder en el primer partido en Oruro frente al Santo 9, lo escribo, NUEVE a dos. La manía Argentina, Uruguaya o Brasilera indica que el equipo que juegue en la altura tiene que llegar justo a la hora. El problema de Oriente es que siguió al pie de la letra la receta y casi no llega al partido y parece que el trayecto al Bermúdez fue de épica. Clausen a estas horas (domingo en la noche) tiene las horas contadas en Oriente. Sin embargo, su cuadernito de anotaciones sobre baratijas de la altura se enriquece con esta nueva y dolorosa experiencia. Como consejo a Clausen, todos los impostores que manipularon los malos resultados con el tema de la altura duraron muy poco, como muestra ese hombre nefasto: Ramacciotti, ex técnico de Blooming, que cuando jugaba en La Paz no bajaba a los camarines, sino que se quedaba con sus jugadores tomando oxígeno con mascarillas en alguna de las esquinas de la cancha.

Nota: este texto toma en cuenta que Oriente no perdió sólo por el pánico a la altura del argentino, sino porque detrás de este resultado hay una maraña de líos. Dirigencia partida: por un lado, Mario Chávez, por otro Pablo Granado. Jugadores “camarilleros”. Presiones de hinchada, etc.



En enero se quebró definitivamente en varias partes la dirigencia orientista. Los pedazos más relevantes el de Mario Chávez, actual presidente, y el de Pablo Granado, tenaz opositor.

sábado, 28 de abril de 2007

Pequeño mártir (I)

A los ojos imperceptibles de mis inexistentes lectores permítanme jugar con una confusión: Los futboleros bolivianos tenemos un enano fascista latiendo huracanado en nuestro pecho hueco (tal vez no sólo en este ámbito prodigioso también en nuestro modo de imaginar y de tranzar con la política, allí de la misma manera florece este enano hambriento por poseer todos los hilos o las hilachas de la verdad, del poder). Por otra parte, después de cada derrota cohabitamos con nuestro inquilino favorito: el pequeño mártir.

Luego de ver la predecible y esperada GOLEADA (la palabra es tan precisa que tiene 7 letras, como los 7 goles de Boca al Bolívar en la cancha de Vélez) fue interesante rastrear la también predecible reacción de los nefastos medios nacionales desde los programas deportivos de radio hasta los deportivos y noticieros de la TV. Todos arriesgando criterios con una solemnidad de opa, restregando imágenes dolorosas del encuentro, en síntesis alimentando al enano fascista y despertando al pequeño mártir.

Desordenadamente y a medida que me acuerdo lanzo vagamente algunas de las reflexiones que por ahora se me cruzan en la cabeza, todas provenían o de perioDistos o de gente que despotrica teléfono mediante en los micrófonos de las radios: al fútbol boliviano le falta estructura, no tenemos divisiones inferiores, esto tiene que ver con el contexto del fútbol boliviano, vamos de mal en peor, ¡Qué vergüenza!, Siete pepinos, es la realidad del fútbol boliviano, Azkargorta nos hizo vivir un falso veranillo futbolero, nos cuesta mirarnos al espejo, es lo que tenemos, el problema fue la falta de tiempo de preparación, al jugador boliviano le falta roce, el jugador boliviano no cumple con el biotipo para el fútbol, sabíamos que el Bolívar iba a ser goleado, estamos muy mal no sólo en el fútbol, la culpa es de los dirigentes, Reyes es muy machito aquí pero allá tiembla, los argentinos nos humillaron con pisotones, codazos, escupitajos (dijo Andrés Rojas en la Fides), jugadores eran los de antes los de ahora andan entre putas y chupas, tiene que haber un recambio en el fútbol, quién se va a ser cargo de la humillación, vamos de derrota en derrota, nos va así porque somos pobres, todo el tiempo improvisamos, ¡cuidado en la Copa América con la selección!

Estas son algunas. En fin las opiniones son tan abundantes, tan redundantes, tan asfixiantes que muestran ese perfecto mecanismo de repartir culpas que tanto nos caracteriza. Facilito hacemos comunidad para encontrar a nuestro chivo expiatorio. Todas (incluidas las mías) parecen sentencias enunciadas por ese pequeño fascista que nos habita y que ladra en contra del enemigo común. ¿Alguien intuye alguna remota salida para escapar de este abigarrado espanto? Si alguien la tiene estaré en el blog jugando tiritos al arco con mi pequeño mártir.

martes, 24 de abril de 2007

Rumbo a los 100 años (1)

¿Por qué no escribí este texto al final del día domingo? Diafanamente: porque este autor con manchas dispersas de hincha esperaba el predecible desenlace en la corta vida de DT de Eduardo Villegas (diciembre 2006 –abril 2007). Y es que las cosas en el fútbol son demasiado simples (como dice el genio de Riquelme), demasiado evidentes, fácilmente palpables. No vale de nada dar vueltas y vueltas, barnizar su arte con palabras, con pátinas de dudosos barnices: por más palabra que se encadene el nudo del fútbol está desatado. Hace rato, pero estamos nosotros para seguir jugando: especulando con palabras, mareando a la pelota hasta abrirle un resquicio y desde allí ver nuevamente el juego.
Estamos cerca de alcanzar los 100 años y el Tigre, como metaforizan los perioDistos, no hace pie, vulgarmente y con dolor: no Ruge. Parece que en la calle 34 de Achumani la cosa empieza a derrumbarse y en la caída ojala arrastre a todos ... Y nadie sabe qué hacer con los calientes pedacitos del derrumbe, ni dirigentes, ni cuerpo técnico (para ser más preciso Técnico a secas, porque hay en Villegas un ánimo de omnipotencia, recién ayer aceptó contratar un ayudante de campo para que le ayude a ver con más precisión la cancha y sus infinitos espacios), menos los jugadores. Y duele aceptarlo porque vergonzosamente venimos arrastrando este desastre desde el 2005 (por recordar lo mínimo), como último detalle (más allá de las risas) no clasificamos al hexagonal ( apertura –clausura 2006). Pero vamos distribuyendo los pedazos de este fiasco.

Sobre los dirigentes
En este texto no se ahondará en los duros pedazos que les tocan a los doctorcitos que “administran” sin ninguna luz, ni asidero al Tigre. Por ahora de ellos simplemente se dirá que se trata de la típica raza de impostores que abunda en la elite dirigencial futbolera boliviana. Impostores que saben perfectamente cómo destruir un club a partir de una infinidad de gestos chabacanos. Saben apretar las teclas justas para que todo estalle sin que sea percibido especialmente por los periodistas cómplices. Saben, perfectamente, cómo manejarse a partir de una torpeza asombrosa. Sobre todo, cuando se trata de hablar del club, de su pasión, de su historia. Saben como pifiar cuentas, convocar a directorios a puertas cerradas y en casas privadas, saben cómo disimular frente al descaro de proyectos que están escritos bajo la espantosa gramática de la demagogia y del cinismo. Lo único que ellos buscan es transitar de medio en medio, de micrófono en micrófono, de cámara en cámara, exhibiendo sin asco sus múltiples rostros decadentes de mediocres hombres del fútbol. La gestión de Pacheco gravita entre una pésima gestión y una fraudulenta. Sin embargo, los periodistas callan porque el Doctor les pasa entre 10 a 15 entraditas, por ahí algún bonito para recta. En un contexto futbolero-periodístico tan miserable estas entraditas funcionan como oro. Pacheco es uno de los promotores del diseño de este modo de torneo, donde se incentiva la intolerancia, donde no se respetan los tiempos lógicos de formación de un equipo, donde se despiden entre 3 o 4 DT por torneo, donde se acepta mayor mudanza de jugadores.

Sobre el técnico
Hay que hilar demasiado fino, con lupa en mano (al límite mismo del desquicio y la especulación psicoanalítica) para deducir que los jugadores del Tigre le “están hacia la cama” al técnico Villegas. El entorno de Villegas se hace muy complicado porque ya le invade una bruma de descreimiento, donde abundan los cuestionamientos, los peros, los desgastes, la atmósfera densa de la que ya no salen muchos técnicos. Villegas ostentó pocos reflejos al borde la línea de cal (en varios partidos, en contra de San José, de Bolívar…) , con el chupetín en la boca, su equipo (porque lo armó él) el domingo no expuso más que un aluvión de inútiles pelotazos. En otras palabras, el Tigre no fue más que una exposición sistemática de gruesos errores ya sea en la definición de Jara (que descubrió de diez fechas que tiene una lesión en el cuello) , en la inofensiva creación de Escobar y de Cardozo, en la inútil contención de Arévalo y de Flores, en la atorada proyección por las bandas del chiquitín Solíz, [de la intrascendencia consecuente del uruguayo Salaberry, prefiero no hablar], tampoco de esos dos bodoques que tenemos como centrales: ¿Cómo se explica que faltando cinco minutos los sorprendan de contraataque con un adversario que corre 70 metros con la pelota en medio de varios contempladores? Higa se merece un párrafo aparte.
Nos salvó la tarde.

Volviendo a Villegas desde diciembre a la fecha se fue transformando en un gerenciador que formula explicaciones de recetario. Y esto creo porque en Villegas primó su protagonismo. Sus méritos en el Tigre de a poco empiezan a esfumarse. Si se entiende que un equipo es sobre todo un estado de ánimo y que éste se puede modificar desde la conducción habrá que ver si es que Villegas logra la hazaña de soportar la bruma que se acumula, sobre todo, en los tres siguientes partidos que le toca jugar: dos en Santa Cruz, uno en Cochabamba y otro en Potosí, no es poca cosa. Por lo pronto, Félix Berdeja ya se prueba la chamarra aurinegra o, tal vez, en un gesto demagógico más, posiblemente Oscar Sánchez sea el nuevo DT del Tigre.

¡Qué brillante proyecto futbolero! Pacheco es un impostor, sin embargo, todos disimulan...

domingo, 22 de abril de 2007

Abstracto FÚTBOL (I)

El domingo es un día demasiado empinado para la suerte de Sísifo de cada uno de los futboleros. El futbolero, tal cual el mito, carga el peso de la camiseta, en ella inscribe las marcas de: su pasión, su fascinación, su im/paciencia, su fidelidad, su furia, su inocencia, su erudismo, su intolerancia, su autoritarismo, su absolutismo, entre otras marcas que lo distinguen a leguas como futbolero. Y cada domingo desde muy temprano prepara su espalda para afrontar la cuesta, para afrontar las magulladuras del peso de cargar las durezas del fútbol. Ya sea frente a un televisor o frente a una cancha Sísifo se asoma a la cima de la cumbre. En ella libre del peso se entrega a la levedad del juego, y en esta corta instancia o disfruta su llegada con un triunfo o sufre los avatares de la derrota; sin embargo, sea cual fuere el resultado el mito futbolero concluye cuando inevitablemente Sísifo, terminado ya el partido o la gesta, se avienta desde la cima. Todo para recomenzar la faena el próximo domingo o, tal vez, le depare alguna sorpresa en semana.

Hoy domingo, en medio de los preparativos para afrontar la cima, mientras zurcía los huecos negros de mi vieja camiseta, cavilaba en la posibilidad de escribir una modestísima Crónica inexistente de un país hecho pelota, en ese instante, justo en ese, se me incrustó en medio de la mano una digresión paranoica bajo el falso modo de pregunta: ¿Y si el fútbol no fuera más que una mentira contada por los medios? Transpiré tanteando en esa posibilidad. Busqué algún eco que especule con la mentira. Abandoné en el delirio los huecos de la camiseta, cerré cualquier posibilidad de romanticismo cursi en torno al fútbol, cerré también la posibilidad de escribir en un tono legible una nota futbolera. Me lave la cara. Y me senté enfrente de la máquina a dramatizar esta vana intriga. No vi fútbol inglés. Caminé entre textos, palabras, pasadizos, túneles, visité un diccionario para aprobar mis palabras falsas; y dibujé en el chenko más áspero un nudo que retrate mi paranoia. En la angustia hice lo que nunca se debe hacer: leí con profundo escepticismo un cuento del que no me acordaré el título. Un cuento de Borges y de Bioy Casares. Un cuento que al modo de brújula confunde mi deber de Sísifo. Un cuento que habla de un partido de fútbol etéreo, imaginado. Un cuento donde los comentaristas y relatores descienden en un acuerdo perverso: relatar y comentar un partido inexistente. Al día siguiente todos hablan, comentan el partido relatado sobre el vacío de la trama de una mentira futbolera. Con esta referencia cruda, ¿cómo no creer que el fútbol no sea más que una efectiva mentira contada por lo medios y sus distintos operadores? Llevando al extremo esta paranoia: ¿dónde queda la sombra de tanto ídolo, los desbordes chuecos de Garrincha, por ejemplo, el talento melancólico de Corbata, la fuerza huracanada del olvidado Maestro Ugarte, la inteligencia irreverente de Cruyf? ¿Cómo explicar la magia efectiva de la mano de Dios? ¿Cómo pedirle cuentas al gol de rosquito del Diablo Etcheverry al final de la tarde del 25 de julio de 1993 frente a Brasil?

Entregado a mi espanto, desesperado desando una ruta que posibilite una remota y provisoria respuesta a semejante duda. Arriesgado entre sudor opto por una respuesta apresurada: el fútbol exige como condición indispensable una alta dosis de fe poética. Pero, ¿qué se entiende por fe poética? Lejos de entonar el registro de un académico o filósofo neutro del fútbol nuevamente opto por un tono desordenado, desprolijo que asevere y que dude, al mismo tiempo que pregunte y arroje. Por debajo de la idea de fe poética que se ostenta, laten intuiciones de Walter Vargas, de Alejandro Dolina, de Santiago Kovadlof, de Emilio Pacheco, con todos ellos la fe poética se concentra en sentir un genuino miedo cuando el monstruo acecha detrás de la puerta en alguna película de terror. Con este noble ejemplo de barro trato de subrayar mi ingenuidad de “crítico miope”, ahora vuelvo al fútbol. La fe poética futbolera concibe que eso que está sucediendo en el campo de juego es trascendente. En otras palabras, que el placer del fútbol reside en una creencia de principio. La fe poética futbolera no se piensa ni con los inasibles instrumentos de la “razón”, ni con los saberes de los pies, es una evidencia que se juega, se piensa y se siente con las tripas y en perpetuo movimiento. Desde este ámbito de la fe poética: el futbolero asigna, atribuye una palabra a la gesta que se consuma en los enredos de la cancha. Como una manera de acreditar su fe. El fútbol por tanto es también un hecho de palabra. El fútbol es un territorio donde se vierte la palabra. En este hacer: el fútbol se transforma en un extraño relato que bordea los vericuetos inasibles, laberínticos y contradictorios sobre las fugas en las que emprende viaje la existencia rumbo hacia los huecos que configuran la vasta nada. El fútbol deja sus gestos primitivos, para transformarse en un constructor de complejos horizontes. Por eso los futboleros cada domingo fieles a nuestra fe poética cargamos con el mito de Sísifo, encaramos dispuestos la empinada cuesta, ya en la cima sabremos que tenemos que aventarnos hacia la hazaña de habitar con la palabra, con los gestos, con el cuerpo ese inmenso agujero negro que configura el fútbol. Tal vez, en este vertiginoso ámbito reencontremos, recuperemos y reinventemos los fragmentos de algunos nudos que contienen el secreto parcial que convoca el juego de la pelotita. Pero la pregunta vuelve como un Gigante Hincha y carcome mis débiles certezas: ¿Y si el fútbol no fuera más que una mentira contada por los medios?

viernes, 20 de abril de 2007

Lección inaugural

El fútbol posee una enorme capacidad para reproducir a detalle las características de su entorno. La cancha, entonces, adquiere un cariz especular, se transforma en un escenario, en una exquisita puesta en escena y también en un pulcro set televisivo. Para hablar del fútbol es necesario encadenar una larga estela de palabras dispuestas a partir de una serie de intuiciones, que parcialmente proyecten un modesto, tentativo y provisorio acercamiento tanto a la cancha como a su denso contorno. De lo que se trata es de tantear, jugar, improvisar, especular, putear, hilar, trazar, imaginar, palabrear, manguear, probar posibilidades de lectura futbolera. En otras palabras, este blogg pretende, dentro de su modestia romántica, devolverle al fútbol, mediante varios caminos y excusas, todo lo que él nos da. Y hablo en plural, porque en un futbolero coexisten, cohabitan, varios tipos de hinchas; por tanto, múltiples formas de la pasión. Tomando muy en cuenta esta palabra, no se trata de una exploración de especialista, simplemente de un sujeto en trance de fútbol… Que atrapado en su ingenuidad pretende devolver al fútbol su espesor. Advierto que para ello en este blogg no se encontrarán análisis autoritarios, tampoco una suma de trilladas consignas de hincha, ni descargas de erudismo, ni se ostentará saberes de filólogo de la literatura, no se hará un uso exagerado de la palabra; pero, eso sí, arbitrariedad habrá a raudales, también posiciones adelantadas frente a toda esa masa enorme de perDiodistas, comentaristas de la obviedad que picotean centavos, pesitos, decenas, miles, millones al fútbol (Hablo de los Cobos, Heredias, Figueroas, Funes, Riveras, Berdejas, Totos, Fermines… También de los que viven más al sur: Niembros, Closes, Varskys, Arcuccis… ); estoy dispuesto a reconocer los autogoles convertidos con la mano y de vez en cuando permítanme patear algún penal. Advertido el lector… Queda inaugurado este blogg… En caso de que no tenga lectores, este solitario autor se dedicará a jugar con las palabras dentro de un esquema de marca marquita… Y ahora a Challar!!!!