lunes, 30 de julio de 2007

Por Clubes con dirigencia de base ancha

El fútbol es ante todo un hecho político. Un juego devorado por la vorágine del capital, de los medios y del poder. Se podría decir que lo político en el fútbol funciona como un eclipse que lo oscurece todo con sus densas brumas. El fútbol y lo político configuran un juego complejo de aristas, de múltiples fuerzas que se interceptan y se superponen instaurando intereses que se incrustan perversos en el centro del entramado verde. La debacle Estronguista tiene que ver más con la política, que con el mero hecho deportivo. Aquel terco ingenuo que desde una mirada netamente deportiva pretenda romperse la cabeza y exija del trabajo de sus neuronas la respuesta precisa a la desgracia del Tigre pierde el tiempo.
El problema en el Stronguer tiene que ver con la gestión del Club. En sí, con la figura legal de la institución y las responsabilidades de sus “gestores”, los también llamados: hacedores del fracaso. El Tigre lastimosamente no tiene socios, tiene dueños. El reglamento interno atigrado cifra un extraño pleonasmo en el que se señala que “el que desea ser socio del Club” tiene que aportar “a las arcas del Club”. Así de espurio es el texto. Luego de haber hecho ese depósito se es parte de los 40 y se adquieren los beneficios que tiene todo dueño. Entre los 40 se eligen, se insultan, se pegan, se abrazan, se amparan, se socapan. Unos votan a los otros. Los otros votan a los unos. Y gana el que por ahora posee la chequera más solvente. El día que tienen que rendir cuentas (¡Si es que algún día lo hace!) el Caudillo de Turno convoca a un sector reducido del grupo de los 40 y rinde un informe privado, tan privado que el informe se encuentra protegido y bajo llave. Repito: si es que algún día rinde cuentas. En este esquema el que alcanza el cargo de presidente tiene bajo su disposición a todos los medios (orales, escritos, visuales), las 24 horas del día, el único requisito: tener el celular prendido las 24 horas del día. La palestra mediática garantiza al caudillo de turno una alta exhibición en los medios, lugar desde donde ostenta sus carentes ideas y teje las texturas de su ego y potencia su fascinación por el poder. Sí, sí por el poder. Ser presidente de un Club “Grande” tiene sus beneficios políticos, más si se ha sido Ministro de Trabajo, o si se ha saboreado las mieles/hieles del poder.

En estos días de amplios debates mediatizados el PNUD tortura con su idea de: Economía de base ancha. Yo me apropio de esa idea pero para darle un toque: Clubes con dirigencia de base ancha. Es decir, destronemos a los 40 Caudillos. Incendiemos a ese esquema podrido de manejo de la institución. Si es que queremos cambiar nuestro fútbol desde sus raíces armemos barricadas en torno al precario discurso de los dirigentes que no sólo joden al Tigre –miren cómo está el Bolívar, hace dos semanas dejó la barcaza agujereada el abogado Araníbar, dejando en la absoluta soledad al sospechoso Dr. Cuéllar– cuestionemos sus inexistentes proyectos, midamos sus resultados no con datos del ayer o de anteayer, sino con la cadena consuetudinaria de fracasos. En otras palabras, compañeros de la barra, sobre todo Reynaldo y Raúl, no cedan con Pacheco, sus visitas a su oficina: huele mal, suena a vergüenza absoluta. Si realmente aman al Club jodamos a estos 40 caudillos, inventemos las formas para cauterizar su nocivo efecto político que está subsumiendo al Tigre en un eclipse de brumas oscuras. Reynaldo y Raúl ceder a las pretensiones del Caudillo Pacheco es peor que saltar a la vereda de enfrente (“cruzar ríos de sangre” decía el cínico jefe del fallecido MIR) y vociferar a favor de los celestes.
En esta misma línea sugiero leer el texto de Jorge Gonzales: Los fuera de la Ley. Su dirección se encuentra en mis links (Seguir la huella).



martes, 24 de julio de 2007

Tres textos y un anuncio

¡Despertemos, che!

Este Blog por motivos de Cabildo se enrendó en un conjunto de agresivas marañas políticas de las que hasta ahora no puede librarse. Es que en el país no hay espacio, ni lugar, ni sombra, ni chiji que al final no se transforme en plataforma de pugilato político. De allá nos escupen hedionda pus. De acá mandamos confusas palabras envueltas en hálitos heroicos e irrefutables. De allá nos dicen soberbios, mientras se regodean en su inteligencia parecida a un canchón donde se cultiva maní. De acá les decimos que Siempre de pie y nunca de rodillas, mientras se chaskean entre ellos por autootorgarse representación. De allá nos dicen que "la sede se mueve" y "autonomía". De acá que "la sede no se mueve" y "autonomía sí, pero bien indígena". Por más Laberintos mediáticos que atrevesemos, por más champas y lodazales políticos que se inventen los cívicos, por más que nos empapemos de vanguardia moral y política indígena, todo parece orientarse sistemáticamente hacia el norte que ofrece el hondo foso.

Cuidado que los dos millones del viernes estemos dando heroicos pasos, pero en el vacío.

Despertemos de esa agenda perversa... ¡Despertemos, che!


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La muerte de Roberto Fontanarrosa fue demasiado soberbia. Fontanarrosa ato el fútbol a la palabra y lo avento al territorio pantanoso del sentido y del humor. No es poca cosa su legado... No habrá homenaje que reduzca la labor de este gran dibujante y escritor... Este modesto blog irá de a poco organizando un homenaje sistemático... En realidad cada entrada registrada en el blog implícitamente contiene la risa del Maestro Negro Fontanarrosa.


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Raúl y René

No es el nombre de dos estilistas peluqueros, tampoco el nombre de una agencia trucha de modelos, ni el nombre de un dúo romántico y revuelto… Se trata de dos nobles e hidalgos hinchas del Tigre, que el domingo 22 de julio mientras el Sol acariciaba las paspadas gradas del Siles y el equipo atigrado escribía en cancha un testimonio más de la vergüenza futbolera, Raúl y René, virtuales jefes de barra del Tigre, decidieron abandonar junto con sus huestes aurinegras las calientes gradas de la Curva Sur. ¿Los motivos? La insostenible mediocridad de un equipo que en cancha se asemeja a una frívola constelación de nubes que presagian la tempestad.
Sin embargo, esta protesta de la barra no termina con el gesto de abandonar la Sur. Raúl, declaró en el Programa Fútbol Manía, de Gonzalo Cobo, una sarta de pertinentes sentencias en torno al espíritu de medianía que caracteriza al Tigre 2007, por ejemplo: “El Tigre sólo gana Copas Melva”. Otra: “hay técnicos “chicos” para equipos “chicos”. Otra: “hay camarilleros en el equipo”. Otra: “nosotros vamos al último entrenamiento y algo pasa que en la cancha no hacen nada”…
El Tigre está atravesando una crisis que nace en la cabeza escasa de potencialidad del doctor pacheco (con minúsculas bien merecidas). Raúl y René, extrañamente, eximen de su análisis a la podrida gestión de pacheco. Con pacheco en el Tigre hemos vuelto a esa perversa costumbre de acostumbrarnos a la derrota sistemática. Sí, lo sé compañeros, sé que con él ganamos dos campeonatos y perdimos uno en mesa. Fiel a su demagogia pacheco, simulando ser un nuevo caudillo potentado del fútbol ofreció cambiar las inexistentes estructuras de nuestro Club. Pero este “diminuto” caudillo de nuestro criollo fútbol no hizo absolutamente nada por el Club, por el contrario incentiva las costumbres más detestables y arraigadas que rodean al Tigre: el camarillismo, por ejemplo; también incentiva a los jugadores a perder el respeto a los técnicos creando un ambiente de temible caos (me lo contó Cristaldo, me lo corroboró Cohelo, lo tengo grabado). pacheco es un camarillero que persigue objetivos ajenos a los intereses del Club. Así que compañeros, Raúl y René, sugiero insertar en su agudo análisis a esta figura perversa de sombra alargada que lastimosamente es Presidente del Club y recibirá en sus manos y en sus bolsillos: el ansiado centenario.
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ÚLTIMO mensaje: este blog cambiará radicalmente de enfoque, es necesario dejar de dar manotazos de ahogado en esta salvaje coyuntura de barro. Inexistentes lectores si les interesa el fútbol y sus múltiples recovecos: estén atentos...

lunes, 16 de julio de 2007

Lágrimas textuales a propósito de una derrota

Reproduciré tres textos que me parecen representativos de la derrota argentina. El primero pertenece a Walter Vargas tomado del diario Olé (www.ole.com.ar). El segundo es de Juan Pablo Varsky tomado del diario consevador La Nación (http://www.lanacion.com.ar/). El tercero pertenece al crítico de cine y gran lector Quintin tomado de su blog La lectora provisoria (http://lalectoraprovisoria.wordpress.com/) . El cuarto texto pertence a Césa Luis Menotti. Si algo caracteriza a los cuatro textos es la sal de la lágrima.

El gran capitán de los deudores (WALTER VARGAS)

Otra vez, Ayala falló en instancias clave. Es líder de una elite que suma grandes derrotas.

Permítanme la primera persona del singular: tuve el amargo privilegio de trabajar en el Velodrome de Marsella la tarde en la que Ayala inauguró la costumbre de tropezar en los partidos de plata o nada. Desde entonces la imagen del pelotazo quinielero que sorprende al Ratón en inaudito sopor me persigue como saben perseguir las peores pesadillas. Peor, todavía, porque aludo al mismo jugador que frente a Brasil se despinta feo, y de gran capitán, ni hablar. Frente al penta falla penales, la mete en su propio arco, sufre de hipnosis repentina: en el 2004 durmió en el gol de Adriano como ayer durmió en el gol de Bautista. Como durmió, en todo caso, en el empate de Alemania en el Mundial 2006, e incluso en la final por el oro olímpico. ¿Se acuerdan de que la única llegada seria de aquel Paraguay C fue un centro sin esperanzas que Ayala convirtió en asistencia para un grandote que quedó a un tris de sellar el 1-1 con su equipo jugando once contra nueve? Un estupendo defensor, el Ratón, y no lo digo en sentido irónico, pero un estupendo defensor que con la albiceleste jamás dio la talla en instancias de papas calientes. Y que se abstengan de acallarme con la foja de sus ciento y pico de partidos internacionales. Me niego a fomentar una alabanza al presentismo. A la Selección, lo afirmo hoy como lo afirmo desde hace unos cuantos años, le están faltando guerreros, y Ayala es la expresión más acabada de tan dolorosa acefalía. Un líder condicional, Ayala, un líder apto para la marea alta que a la hora señalada ns/nc, como Zanetti, Verón, Crespo; como Pablito, Lucho, Cuchu, el Pato, y siguen firmas.

El colapso de la final empañó lo que era una gran copa argentina...
(Juan Pablo Varsky)

Argentina tenía que ganar la Copa América. Sólo así podía terminar el trabajo. Era el favorito antes del comienzo del torneo y fue justificando ese pronóstico a partir de triunfos rotundos y muy buenas actuaciones. Todo lo ofrecido hasta la final con Brasil era, ni más ni menos, que un puente para lo realmente importante: levantar la Copa. Para cumplir con la misión, el Coco Basile armó una lista de Mundial con sólo dos omisiones: Saviola, injustamente postergado y Maxi Rodríguez, correctamente preservado para su recuperación física. La necesidad imperiosa de un título para la mayor y el largo camino al Mundial (eliminatorias de 18 partidos en casi dos años y medio) aconsejaban no hacer experimentos de laboratorio probando jugadores. Fueron incluidos todos los futbolistas reclamados por el público. El equipo generó una expectativa muy especial. Hubo un gran interés en ver a Messi, Riquelme, Verón y Crespo, todos juntos. Ningún entrenador se había animado en reunir semejante grupo de estrellas.

Para Basile el desafío era doble: no sufrir choques de egos en el vestuario y potenciar a las individualidades en el campo. El Coco puede decir misión cumplida. El grupo fue una piña y todos tiraron para el mismo lado. Verón adoptó a Messi y lo llenó de consejos. Crespo patrocinó a Diego Milito y le pidió a la prensa que lo valorara un poco más. Titulares y suplentes se abrazaron después de cada gol. Tras picarla en el penal contra México, Riquelme convocó a todos para la celebración. Dentro de la cancha, el equipo logró, de a ratos, cumplir con ese axioma futbolero innegociable: que el todo sea más que la suma de las partes.

Con tanto actor protagónico en el elenco, hizo falta que algunos aceptaran un rol de reparto. Verón marcó el camino. Mucho más líder de vestuario que de campo, se acomodó a la derecha de Mascherano y aportó a la causa desde un lugar complementario, sin imponer su tempo de juego. "A veces vos tenés que jugar peor para que el equipo juegue mejor", le dijo un día Bielsa a Hernán Crespo. No sólo Brujita ejecutó esa formidable frase, que refleja como ninguna otra el famoso espíritu de equipo. Cambiasso renunció a su llegada por sorpresa y se convirtió en relevista para no dejar al equipo descompensado. La organización quedó a cargo de Riquelme, como no podía ser de otra manera. Román es conductor... o nada. Ultimo en sumarse al plantel tras hacer público su deseo de volver al seleccionado, no tardó en justificar su inclusión. Prolongó su excelente semestre de Boca con actuaciones que costaba encontrar con la camiseta nacional. Decoró la Copa América con pases clínicos y goles de todos los colores (derecha, izquierda, cabeza, penal y tiro libre).

Mascherano le ganó a Gago la pulseada por el mediocampista central. En realidad, la coexistencia de Verón y Riquelme (más dos delanteros) obligó a Basile a tomar dos decisiones incómodas, de esas que un entrenador debe asumir prescindiendo de "sentimentalismos": sacar del equipo titular a Gago y a Tevez, dos de sus favoritos. Pueden invocar palabras como "equilibrio" o "compensación". Pero también hubo un fundamento "creativo".

El ensayo con Messi detrás de Carlitos y Crespo o Milito en los amistosos ante Suiza y Argelia no había satisfecho a Basile. Lo cierto es que la irrupción de Román provocó cambios en la formación titular y los dos ex Boca fueron las piezas sacrificadas. Basile ya había encontrado la defensa en el amistoso ante Francia. Ese día, Burdisso fue lateral derecho y Zanetti centrocampista. Quedó conforme con el funcionamiento de la última línea ante el subcampeón mundial y no tocó más teclas, salvo para probar al postergado Pinola. Arriba no tuvo dudas. Crespo de referencia y Messi por todos lados. Cuando se desgarró Hernán, pensó en Milito. Pero el hermano mayor nunca se sintió titular. Ni siquiera cuando lo fue. Mientras que Tevez siempre se lo creyó, aun en el banco de suplentes, y terminó jugando.

Basile mostró su enorme calidad humana para manejar grupos. Permitió una concentración de puertas abiertas, con permanente cobertura periodística. Admitió la presencia en el hotel de familiares en una notable muestra de confianza en sus futbolistas que retribuyeron el gesto con actos responsables. Sólo una mancha cae en el saco-amuleto de Míster Asterisco: la licencia a su hijo Alfito para filmar intimidades de la selección en nombre de un programa de TV a producir por Ideas del Sur. Sin duda, una desprolijidad que podría haberse evitado.

Llegó a la final ganando todos los partidos con golazos para el recuerdo, como el de Messi a México. El chico del Barsa sigue completando el formulario de crack con tan sólo 20 años. No nos olvidemos que Diego sacó definitivamente el carnet a los 25 en el Mundial 86 y que se fue de España 82 con una tarjeta roja. Hace ocho meses, Tevez y Mascherano eran suplentes en West Ham, Messi estaba lastimado y Riquelme peleado con Pellegrini en Villarreal. Hoy fueron los cuatro mejores del seleccionado en la Copa América. Nunca dejemos fuera de un análisis los momentos por los que pasa la carrera de un futbolista.

La gran expectativa generada por el equipo se reflejó en los índices de audiencia televisiva. Hasta Basile habló de números de rating en las conferencias de prensa. Finalmente, apareció ese tan reclamado vínculo entre la Selección y el público. Recién volverá en vísperas de Sudáfrica 2010, clasificación mediante. Semejante relación sólo es provocada por torneos cortos que concentran toda la atención. Nada que ver con un juego de eliminatorias, apenas una parte de un larguísimo camino.
Parece una nota dedicada a un equipo campeón. Pero todo esto es tan cierto como el colapso de la final, donde el equipo fracasó rotundamente en todos los aspectos del juego. No tuvo respuestas, ni individuales ni colectivas, ante la prematura adversidad que significó el gol de Baptista (cualquier similitud con el gol de Bergkamp en Francia 98 no es mera coincidencia). Con el gol en contra, Ayala se clavó el último puñal en su estigmatizada trayectoria en el seleccionado. Y Daniel Alves le regaló a Abbondanzieri una réplica del gol de Elano en el Emirates Stadium, de Londres. En aquel comienzo de ciclo para Dunga y Basile, jugaron juntos Riquelme, Messi y Tevez. También ganó Brasil 3 a 0. Desde 1995, siempre ganan ellos los partidos decisivos. Cuartos de final en las Copas América 95 y 99, las finales de 2004 y 2007 y la final de la Copa Confederaciones 2005. Aun sin sus craques, Brasil siempre exige respeto y, sobre todo, eludir el exitismo. Nuestra última alegría en duelos de mano a mano con la máxima potencia futbolera sigue siendo Ecuador 93 por penales, el año del último título para la mayor. Ojalá el lapidario 0-3 no borre algunas conquistas importantes de este grupo, que volvió a rechazar la medalla, como si en ese último gesto estuviera en juego el orgullo deportivo. Lamentablemente, el cruel mote de "perdedores" aún nos persigue. El equipo no completó el trabajo: la Argentina tenía que ganar la Copa América.

La sombra negra
La final de la Copa América
(Quintín)
No hay caso. Con Brasil no hay caso. En el primer partido de la era Basile (el segundo de la era Dunga) fue 3 a 0, pero el equipo argentino no sabía a qué jugaba. Ahora sí lo sabía, perfectamente. Y fue 3 a 0 lo mismo, inapelable. Brasil con la reserva es más que la Argentina con todos los titulares. Para ganar le basta con un planteo miserable y con la técnica individual, con ese oficio que tiene cada jugador —aun los menos destacados— en el trato con la pelota, lo que les permite hacer un buen pase o hasta definir llegado el caso. Ayer fue todo muy sencillo. Brasil salió a no dejarlo jugar a Argentina y a sorprenderlo de contragolpe. Lo primero lo tenía claro: marca individual a Riquelme, superpoblación del medio campo, fouls sistemáticos lejos del arco. Para lo segundo ni siquiera contó con Robinho; lo ayudó un poco la suerte (estar ganando desde los cuatro minutos con un gol que se hace en los entrenamientos) y un poco más la mala tarde de la defensa argentina, especialmente por el lado de Ayala: no atinó a marcar en el primer gol y se hizo en contra el segundo. El arquero, sin ser malo, tampoco es un grande de su puesto. Heinze estuvo un poco más descontrolado que de costumbre y, encima, fue el único que tuvo alguna libertad con la pelota (lo que no le sirve de mucho).

¿Cómo se contrarresta una defensa aplicada, masiva y sistemática como la que presentó Brasil ayer? Argentina tenía dos armas. La primera, Messi: empezó brillando y se fue apagando con los minutos. La segunda, aprovechar los infinitos tiros libres para llegar al gol con un centro. Pero aquí falló Riquelme que, últimamente, se las ingeniaba para acertar siempre alguna. Esta vez se lo vio sin confianza: ese tiro en el palo hubiera entrado en otro partido. La falta de fe se tradujo en los diez centímetros que se desvió esa pelota hacia la izquierda, el punto ligeramente errado en el que cayeron los centros, la sutil disminución de la pegada en el otro tiro que pateó y atajó el arquero. Para colmo, hubo una especie de cortocircuito entre los dos pilares ofensivos del equipo que se puso de manifiesto en la impaciencia de Messi, muy visible cuando le sacaba la ejecución de los tiros libres a Riquelme. Es que ambos tienen temperamentos opuestos, casi irreconciliables: Riquelme es cerebral y paciente, Messi ansioso y eléctrico. A ninguno le resulta sencillo adaptarse a la sensibilidad futbolística del otro. Probablemente, Messi preferiría un planteo a lo Bilardo con Maradona: todos disciplinados en la marca, y él libre. Es posible que así se sienta más cómodo y, en el futuro, Argentina termine jugando de ese modo. Pero Messi no está lo suficientemente maduro y pierde demasiadas veces la pelota, lo que desmoraliza a los compañeros. Achicado uno de los dos referentes, impreciso el otro, el resto deambuló en la cancha. Verón perdió más pelotas que de costumbre, Zanetti no se fue al ataque, Cambiasso estuvo perdido, Tévez no superó jamás a su marca, etc. Ayer, de todos modos, los jugadores argentinos estaban muertos en la cancha. En el segundo tiempo, lejos de esperar el descuento, temí que la diferencia se ampliara hasta la catástrofe (en esta Copa, las diferencias tendieron a estirarse cada vez que se abrió el marcador).

Basile se quedó sin respuesta: con este equipo que intenta tener una manera de juego definida, que parte de un conductor claro en la cancha y cuya única variante táctica es que este vaya un poco más arriba para eludir el cerco, no parece haber forma de superarlo a Brasil. Es decir, no es imposible. En un día de menos calor, con los argentinos más inspirados y los brasileños más distraídos, con un gol tempranero a favor y no en contra se les puede ganar, incluso golear. Pero, en general, la Argentina está en desventaja porque intenta hacer prevalecer su juego y deja que Brasil haga lo que ya es su libreto y lo será más aun en adelante: marcar con mucha gente y esperar el descuido del contrario a favor de la mencionada ductilidad técnica, que no requiere de un gran error adversario sino de uno pequeño. La grandeza de Brasil se va limitando a esa sutil diferencia: otros equipos defensivos necesitan que el contrario se equivoque feo, mientras que los brasileños, con mandar de vez en cuando un defensor o un volante al ataque o patear de lejos pueden resolver los partidos. Esas ventajas no impiden que Brasil sea un equipo mediocre, que perdió feo con México y pudo quedar afuera con Uruguay porque con eso de defender y esperar el momento favorable también se le puede ir el partido. Sobre todo si el técnico sigue insistiendo en ahorrar delanteros y menospreciar a los cracks. La frazada corta, como siempre.
Tal vez a la Argentina le iría mejor si fuera menos exitista, es decir, si no fuera la Argentina. Porque, en buena medida, el partido de ayer se perdió tan mal porque la necesidad de ganar a toda costa tiene como contrapartida un evidente incremento del miedo. Una derrota así no se explica sin una buena dosis de pánico de escenario: la selección, atenazada por sus fantasmas, no se soltó nunca mientras que Brasil jugó cómodo desde el arranque. Para un equipo con aspiraciones más modestas, que si pierde con Brasil no provoca un duelo nacional (como es el caso de México o Uruguay) los brasileños no son rivales tan temibles, ya que si tienen que salir a ganar el partido desnudan las limitaciones individuales y tácticas de este modelo futbolístico limitado.
Pero, de acá en más, no sé qué hará Basile con la selección. Hasta antes de ayer tenía un equipo sólido, un patrón de juego y una base humana definida. Ahora, las tres cosas están en duda, en entredicho incluso. Y la cuestión no es fácil: ¿A quién jubilar? ¿A quién promover? ¿Qué cambiar? Hay una problema, una paradoja: si bien la Argentina armó un equipo de lujo (con derrota y todo), no le sobra demasiado. Podríamos decir Agüero, podríamos decir Crespo o jugar con un nueve de área, pero el resto (lo que uno conoce al menos, no parece del nivel de selección). Hay recambio para Abbondanzieri (es importante empezar a foguear a un gran arquero como Ustari), pero qué hacemos con Ayala (hay que darle una chance al Cata Díaz, pero no es lo mismo), con Zanetti (Ibarra, la otra opción, no es un pibe tampoco), con el lateral izquierdo. ¿Dónde hay mediocampistas mejores que los actuales, incluyendo los suplentes como Gago o Lucho González? Hmmm… Basile la tiene muy difícil. Y, si me apuran, creo que tendría que seguir con la misma base y el mismo planteo, aun con la edad de algunos jugadores y con el cuco de las finales.
Pero no sé qué hará. Por lo pronto, tiene tan claro su dilema que terminó cometiendo la grosería de no ir a buscar la medalla. Argentina ganó esa medalla de plata, la mereció, hizo un gran torneo y no hay una excusa para esas actitudes arrogantes y triunfalistas a las que acostumbran las selecciones argentinas cuando pierden (al menos, esta vez no se pelearon con nadie). Es mejor ganar una medalla que no ganar nada. Como fue meritorio el desprestigiado tercer puesto para México, que casi lo humilló a Uruguay y mostró figuras como el arquero Ochoa (el mejor que vi en mucho tiempo), Guardado o el insólito Nery Castillo pero un nivel muy parejo en el resto. Los uruguayos, a su vez, parecen condenados a repetir sus miserias, atados a esa desgracia llamada la “garra charrúa” que produce falsos caudillos que, a la hora de la verdad, se hacen echar (Lugano) o erran los penales (García). Si la Argentina padece la maldición de Brasil, Uruguay padece la de Uruguay: aunque siempre parece que va a mejorar, termina mezquinando juego y no sale del pozo. En fin, fue un torneo muy agradable, con buenas actuaciones individuales y colectivas, goles para todos los gustos, canchas llenas y alegría en las tribunas.

En cambio, el Mundial Sub 20 es un bodrio, en el que gracias a las canchas sintéticas termina habiendo semifinalistas como Austria y República Checa, dos bandas. Uno se pregunta cuál es el futuro del fútbol mundial con estos jugadores y estas tácticas que, contrariamente a lo esperable, se ven más entre los juveniles, cada día más obedientes. Me equivoqué con Argentina, que llegó más lejos de lo que esperaba. En Toronto (piso sintético, pero mejor que la mezcla de alfombra y granito de Ottawa donde la pelota deja una estela, algo que no vi nunca), contra Polonia, jugó mucho mejor y Agüero se lució de verdad. Ayer hubo que volver a enfrentarse en Ottawa contra México, que había jugado el único buen fútbol del torneo y el partido fue horrible. Argentina hizo de Brasil en los mayores. Después de un primer tiempo en el que debió perder, pero del que se retiró ganando, se metió atrás y los mexicanos no pudieron hacer nada. Cuando se achican los espacios y no se puede frenar ni tocar, el fútbol es un infierno de aburrido (tal vez yo estaba un poco mal predispuesto por la derrota de los mayores), apto justamente para los equipos que no saben hacer otra cosa. Ahora creo que Argentina juega en Toronto (no vi a Chile, el rival) y, tal vez Agüero, Morales, Di María, Banega y Zárate logren un partido donde las figuras no sea el tosco Romero o el picapedrero Yacob como ocurrió ayer. Pero me irrita mucho el estilo especulativo de Tocalli que ya se había visto en el sudamericano, donde clasificó de milagro. Ahora tiene los jugadores, pero no parece confiar del todo en ellos. Es nuestro Dunga.

Individualista y vertical (César Luis Menotti)

La Selección Argentina cometió un error al quedar rápidamente en desventaja en el marcador: olvidó la elaboración de juego, perdió la paciencia, se convirtió en un equipo individualista y vertical, y Brasil lo aprovechó para ganarle bien, sin discusión, la final de la Copa América.
Nunca el equipo argentino jugó con tanto apuro, con tanta verticalidad. Y esa confusión que había atravesado por momentos en partidos anteriores, pero que había sabido resolver, se hizo evidente ayer en Maracaibo.

Alguna vez dije, hace muchos años, que la pelota nació para defender al jugador. La pelota defiende al jugador, no el jugador a la pelota. Los jugadores argentinos pecaron por querer defender la pelota y facilitaron el trabajo de un rival que apostó más a la interrupción del juego que a la elaboración.

No jugó rápido -que no es lo mismo que correr mucho- la Selección, perdió totalmente la dinámica de juego que necesita de una mayor participación, de estar más juntos. Cometió el gravísimo error de no usar con dinámica y con mayor personalidad el ancho de la cancha. Fue un equipo muy tibio.

Brasil interrumpió mucho y elaboró muy poco, pero en los pies de sus jugadores siempre hay una técnica y cuando tienen la pelota no son tontos, no la pierden, tratan de tocar. A pesar de que no tiene la precisión de otros años ni la técnica depurada de otros años, sigue sosteniendo características básicas. Como sus laterales cuando se proyectan. Por ahí no tiran los centros que tiraban Roberto Carlos o Cafú, pero suben con potencia, llegan al área. No suben hasta 3/4, suben para hacer daño, por sorpresa.

El gol de Baptista a los 4 minutos de comenzado el partido fue un golpe muy duro. En circunstancias de este tipo es cuando se muestran las reservas anímicas para sostener una idea futbolística y la Argentina ayer no las tuvo. Se dejó gobernar por las prisas y el juego vertical. Y después del segundo gol, ya no fue un equipo de fútbol. Perdió capacidad de competencia, ya no competía, quería forzar las acciones. Equivocó defender con recuperar en su línea defensiva y su rival se lo fue devorando e hizo un mejor uso de los espacios.

Uno de los detalles que ponen en evidencia la desorientación del equipo argentino fueron los muchos tiros libres que ejecutó Riquelme. Porque teniendo las ´torres´ que tiene Brasil no se entiende para que tirar tantos centros por elevación y tan rápido.

Entre las lecturas que se hacen de la derrota, hay quienes dicen que la Selección perdió con un Brasil B. Cierto es que le faltan figuras importantes como Kaká, Ronaldo, Ronaldinho y de este plantel de la Copa no actuó Gilberto Silva, suspendido. Seguramente perdió calidad pero probablemente ganó en deseo. De todas maneras, todos son jugadores de primera línea que actúan en Europa. No son cualquier cosa.
La derrota es un toque de atención para la Argentina. Creo que la de ayer era una buena medida para conocer hasta donde estábamos creciendo. Habíamos dado algún paso adelante y hoy el entrenador tiene la posibilidad de sacar conclusiones para jugar las eliminatorias. ¿Preocupación? Ganando o perdiendo, siempre un entrenador debe estar preocupado cuando se juega mal. Si en el análisis advertimos que se exageró en el individualismo y fundamentalmente hubo muchos errores conceptuales del juego, sí, hay razones para estar preocupados. El equipo no jugó bien.

domingo, 15 de julio de 2007

Lugares comunes // Celeste - Blanca

El fútbol está forrado de lugares comunes. En realidad: el fútbol es un lugar común. Un motivo para enunciar lugares comunes. Los lugares comunes más conocidos son, entre muchos otros: los bolivianos siempre tenemos la obligación de perder, los argentinos y brasileros siempre son los favoritos, los mexicanos siempre son la sorpresa grata, la altura es una ventaja deportiva, y así hay un centenar de aburridos lugares comunes que hacen del fútbol un deporte apasionante (¿Este será otro lugar común?). Sin embargo, el lugar común que más escuece al mundo futbolero sudamericano es aquel que sindica a la selección de fútbol Argentina como la favorita de siempre, la imbatible de siempre, la que mejor “volumen de juego” ofrece (al respecto del volumen de juego y otros lugares comunes en el fútbol aconsejo leer la columna del sociólogo Mayorga, del viernes 13 de julio en La Razón) y una suma vasta de elogios y exageraciones que no vislumbran límite. En este encuentro de lugares comunes TODOS los periodistas argentinos y varios de sus vecinos repetidores como los nuestros, arrojan al aire o en sus textos las conjeturas más inverosímiles para medir el talento de su naciente estrella en función del héroe –a estas alturas– épico: Diego Armando Maradona. Que Messi de a poco se parece más a Diego, que si Riquelme fuera veloz fuera Maradona… Otra práctica, entre periodistas y los sujetos del fútbol (técnicos, jugadores, ex-técnicos, comentaristas, seguidores y un largo etcétera de agentes futboleros) inflan tanto a la celeste blanca que como en esta tarde la selección gaucha más parece un globo inflado con helio, que una selección de fútbol del país que supuestamente alimenta con más tenacidad al fútbol mundial.

¿Qué pasó esta tarde? ¿Dónde quedó el ajedrezado fútbol de un Román Riquelme que gambeteaba en la cúspide de la ola? ¿Qué pasó con su lánguida defensa? ¿Dónde estuvo el coraje de Tevez, la explosión de Messi? En fin… son tantas preguntas, tantos lugares comunes, pero tantos que despiertan huracanes en el centro de la cancha. Y en el epicentro de ese huracán no queda esperanza con cabeza… Estoy cada vez más convencido que una de las claves inobjetables para ganar en el fútbol es el estado de ánimo y ese también es un maldito lugar común. Y hoy la Argentina expuso impotencia, también angustia. Una angustia tal que contagiaba hasta los inexistentes pasapelotas. Hoy vimos el lado más oscuro de la selección gaucha, desde esa partida de junio de 2002, el día que Suecia la despedía del Mundial 2002, en primera ronda.

El periodismo deportivo argentino que en realidad es una maquinaria nefasta del comercio, una industria del lugar común y de la tergiversación del fútbol bajo la eficiencia del marketing, ya empieza a elucubrar una y mil veces sobre los móviles de la derrota (móviles que no trascienden el círculo perverso de lugar común). A pocos minutos del penoso partido ya corren versiones de todo tipo… Problemas entre el técnico y Roberto Ayala, por ejemplo (Radio La Red AM 910) (¿Acaso esto no lo escuchamos antes?)… En otras palabras, el periodismo deportivo ya saca los lugares comunes que corresponden a la derrota: ya no debemos jugar con enganche, Falta reacción en el equipo, Basile no sabe jugar finales, Messi jugó en una posición errada, Riquelme no aparece en los partidos importantes, Verón entró en la recta final de su carrera… Para escapar de este atolladero de lugares comunes de nada vale ver nuevamente los goles de un Brasil pragmático (lugar común), versión clase B del jogo bonito de un Brasil que en los últimos tres partidos frente a Argentina le lleva 11 goles de ventaja frente a 1…

Mejor para escapar de este atolladero de lugares comunes me iré a esconder algún recoveco para soñar con alguna jugada remota que despierte al fútbol de todas las capas podridas que le cubren de espantosos lugares comunes y a los argentinos háganse una miluchada -pues- para espantar a sus fantasmas que se tiñen siempre de un amarillo-azul…

lunes, 9 de julio de 2007

Dos apuntes de Copa...

Debacle del fútbol andino

El primero en irse fue Bolivia a cinco minutos de dibujar su modesta gloria. Un día después Ecuador partió de la Copa rumbo a casa con toda una carga de esperanzas podridas y con el pesado cero que marca la ausencia de puntos. Colombia después de haber recibido nueve goles ganó al final tres puntos con un EEUU que más parecía una selección sub-20 perdida en el país de Chávez. Y ayer, pese al sudor, se fue Perú con cuatro dolorosas marcas sobre el lomo... ¿Qué está pasando con el fútbol andino? ¿Quiénes han ganado la Copa en estos últimos 20 años? Las copas fueron repartidas entre Brasil, Argentina y Uruguay. Con una excepción, el 2001 fue campeón Colombia, pero la Copa estuvo embarrada por la violencia motivo por el cual varias selecciones, entre ellas Brasil, fueron con sus equipos B y la Argentina decidió no participar. Con este matiz podríamos concluir que el fútbol andino estos últimos 20 años ha perdido relevancia (¿alguna vez lo tuvo?). ¿Qué le queda? Subir a la peñas, trepar a las montañas, abonar el césped del yermo. Y allí, reajustar sus débiles líneas para encarar a las "potencias". No es casual, pues, que el Perú haya visto el Cuzco como una interesante plataforma para cosechar resultados. Su fútbol carece de espesor y la altura puede remodelar su pálido juego. Pensemos en Ecuador, imbatible en Quito. Y Colombia que acaricia la posibilidad de Bogotá. ¿Será que a los andinos no nos queda nada más que la opción de “la altura” para ser moderadamente competitivos, para arañar una pequeña chance? ¿Qué está pasando con el fútbol andino? Más allá de Pizarro (peruano), de Ulises de la Cruz (ecuatoriano), de Yepes (colombiano), de Peña (boliviano) por nombrar algunos de los jugadores andinos que dotan de su fútbol a las ligas europeas (que en el mundo del fútbol y en la cabeza de los especialistas son referencia de calidad), el fútbol andino parece atravesar una crisis que tendría que ser evaluada desde una de sus aristas más complejas: lo mental. No es posible que la comunidad andina futbolera busque pragmática y cómoda refugiar su fútbol en la altura. No es posible que en la mentalidad, sobre todo de dirigentes, la pelota ruede con más eficacia en la altura.


Tucho, el comentarista

La transmisión de los partidos de Copa América se ha transformado en una salvaje tortura. Una experiencia infernal donde el fútbol es reducido a su mínimo denominador. Además de soportar un aluvión exagerado de mensajes de marketing político autonómico, tenemos que aguantar la voz de Ernesto Moreno que fluye como un exasperante látigo que invade incluso más allá de las llagas de nuestras desesperadas espaldas futboleras, cabe aclarar que ya son varios años de tortura. Unitel ha optado por una sensatez: sacar a Fermín Zabala un comentarista nefasto (Excepto en los partidos de Bolivia, ahhhhhhh!!!!!) y ha optado por otra insensatez: nombrar a Tucho Antelo como comentarista.

El caso de Víctor Hugo “Tucho” Antelo es alarmante. Tucho no es un virtuoso del análisis, además de ser repetitivo, corto de palabra, parco en aportar datos, carente de carisma y versatilidad analítica, ha demostrado que de fútbol sabe poco, muy poco. Se podría decir que ni pincha ni corta. Le cuesta horrores leer los movimientos de los equipos además le cuesta horrores expresar esos movimientos (que es más grave). Su catálogo de posibilidades de juego tiene un sólo capítulo, por cierto muy mal entendido.

Un comentarista en teoría se supone que tiene que enriquecer la visión de juego, contrastar criterios, describir estrategias. En el caso de Tucho “sus aportes” envuelven al fútbol en una niebla torpe; el fútbol, para Tucho, parece ser un juego de bobos que entrampados en su baba corren detrás de la pelotita y alguna vez la depositan en las redes que se posan en los extremos de la cancha (Esito nomás). Tucho me despierta vergüenza ajena en cada uno de sus comentarios.

Ahora se hace legible porque Tucho en el Bolíviar de inicios de temporada perdía los estribos y carajeaba sin ningún tipo de respeto a sus jugadores (la mayoría chicos sub-20, sabiendo lo que eso significa en un país que genera deportistas de manera espontánea), pisoteando no sólo a los códigos futbolísticos, sino a los humanos (que es lo peor). Es un técnico de saberes demasiado básicos sobre el fútbol, con justa razón no ganó nada hasta la fecha.

Mientras tanto, inexistente lector, surgen opciones interesantes. Si usted quiere escapar de Tucho hay opciones, no todo está perdido. La radio panamericana, por ejemplo, entra en cadena con Radio Cadena Nacional (sí, sí, la famosa que oyen hasta los paramilitares de las Farc), tiene un interesante deportivo. En Internet la oferta es mucho más sabrosa porque está Radio Continental del gran Víctor Hugo, que tiene de comentaristas al periodista Walter Vargas, al exjugador de River Roberto Perfumo, entre otros. Se encuentra también La red de México que muestra un despliegue impresionante, tiene más de cuatro comentaristas por partido e invitan a gente interesante del fútbol. Una muestra: ayer Angel Cappa comentó el Argentina – Perú, no hay punto, ni referencia de comparación con lo analizado por el ex-Tucho Gol. Y la ambición de esta radio no para ahí: invitaron, por ejemplo, a Carlos Truco y Xavier Azkargorta para comentar los partidos de Bolivia, fue Bianchi y la promesa está en mesa la semifinal y final comentará el gran Menotti. Así que inexistentes lectores si quieren quedarse en la mediocridad que ofrece Tucho y Cía. es decisión de ustedes...

jueves, 5 de julio de 2007

Llorar y llorar... (Como cantan los mariachis)

A su arribo el técnico Erwin Sánchez esgrimió en pleno aeropuerto de Viru Viru (con música de mariachis de fondo) dos barbaridades extremas. La primera, instauró un precario ajuste de cuentas con la prensa deportiva, calificándolos de “injustos” por los criterios asumidos luego del pálido encuentro entre nuestra selección contra la de Uruguay, en medio de este reclamo de víctima herida perdedora dijo: “¿Acaso no se han fijado del desastroso arbitraje? Es que somos muy exitistas”.

La segunda barbaridad gira en la actitud de atrincheramiento del técnico bajo el argumento de que “nadie nos ha pasado por encima” (argumento que convoca a una vergüenza tal que hace arder la cara). ¿Qué esconden estos usos de la palabra del Técnico Sánchez? ¿A qué prensa interpela? ¿Qué pretende lograr con la exposición de ese par de absurdos comodines con los que los perdedores justifican sus inevitables derrotas? Sánchez nunca ocultó su enorme torpeza para manejar los argumentos, los justificativos, las tramas que explican y que supuestamente brindan insumos tanto para analizar los triunfos como para justificar las derrotas. Se podría decir que es una víctima de su ingenua franqueza. Pero en este uso de palabra el técnico Sánchez da pésimas señales, porque entre líneas da pautas de su lectura evaluativa de este fugas paso de la selección Bolivia en la Copa América. En estas “justificaciones” (vergonzosas por donde se las mire) se puede rastrear que es un técnico de objetivos minúsculos y lo que es peor parece estar entrampado en un nudo de mediocridades, de prejuicios, de mezquindades mentales. En otras palabras, da señales de ser un técnico menor, escaso de oficio (y valga este paréntesis para insertar este dato: no hace falta volver a ver los partidos de la selección Bolivia y releer la lista de convocados para darse cuenta que la marca de Aragonés se encuentra en el armado de la estructura futbolística).

El manejo mediático de la palabra es vital (y no sólo en el fútbol). Porque ni bien termina el partido, empiezan a rodar las palabras y con ellas Sánchez demuestra, una vez más, ser víctima de una insuficiencia alarmante. Su retórica es tan simple que en sus balbuceos lingüísticos ni analiza, ni justifica la derrota y lo que es peor no echa semillas en el equipo para que se instaure el remoto sueño de una posible clasificación a Sudáfrica; simplemente demuestra que sus objetivos son tan limitados como las estrechas posibilidades que ofrece nuestro escaso fútbol. Por tanto, no queda más que oír a los mariachis que recibieron en Viru Virua a la primer selección eliminada de la Copa América:

“Llorar y llorar, dirás que no me quicisite...Tatatatatta”.

martes, 3 de julio de 2007

¿Cómo construir un “Manual del perfecto perdedor” y no ganar en el intento?

-Las palabras eliminación de la selección boliviana dan paso a un lugar común, y éste al siguiente y al siguiente.

-Usted sólo debe ordenarlos, a su gusto por supuesto.

¿Listo?

Tiene ahora en sus manos el "Manual del perfecto perdedor...".

Muy pronto, y con algo de asombro verá que su reciente creación de lugares comunes será reproducida y amplificada por conductores de programas deportivos en radio y TV, por hinchas de toda laya, especialistas, aficionados y hasta por nuestro DT y jugadores de selección, incluso por columnistas de escasa letra. Entonces, se dará cuenta que la originalidad no es su fuerte.

Todo ha sido escrito, todo ha sido dicho sobre la sostenida obligación de perder de nuestra “querida” (otro lugar común) selección boliviana. El asunto es que llevamos años de años (unos más que otros) de verborrea futbolera...

Ninguno de nosotros (ni dirigentes, ni hinchas, ni futbolistas, ni directores técnicos, ni periodistas, ni autoridades, ni futboleros de cepa) queremos despertar de este círculo perverso de la derrota...


Digresión:

Tal vez, para salir de esta asfixiante derrota consuetudinaria valga un fragmento del gran César Vallejo:

“Un héroe no es el que sale a hacer la guerra, sino el que saca a pelear su pasión en contra de esa guerra”. [Imagen española de la muerte]


¿Los bolivianos tendremos pasión futbolera?

Más allá del fútbol: ¿Los bolivianos tendremos pasión?

¿Todavía tendremos motivos para inventarnos, entre todos, una modesta pasión?



Creo ingenuamente que somos unos hálitos verdes espumosos dispuestos en la cornisa a encender la hoguera.