Hace mucho tiempo, luego de que Europa buscara su reconstrucción espiritual, después de la Segunda Guerra, los italianos levantaron en la capital romana un coso de esplendor deportivo: el Estadio Olímpico. Si bien es cierto que su antecedente habría que hallarlo en el Estadio de los Cipreses, un elemento más de esa estrucutura de poder político exhibido para la Gloria del Duce, llamado Foro Mussolini, el Olímpico abriría sus puertas hasta 1953, en un partido de futbol entre las selecciones de Italia y Hungría, aquella mole de futbol brillante y letal comandada por Ferenc Puskas y su séquito.
En el Olímpico juegan los clubes con las aficiones más radicales: La Lasio y La Roma. El clásico tiene una repercusión de gesta que se prolonga en las tribunas, la plaza pública, los callejones. Ha habido sangre y un desprecio intransigente de un enemigo al otro. En el clásico la afición encendida se convierte en una misma vena cava, en un cántico múltiple que se desborda hasta abndonar el graderío y habilitar el futbol duro, rocoso, táctico y a veces mézquino de los clubes de la capital. Mientras para unos el futbol es una fiesta de comunión fraternal, para otros es una manera de entender los mecanismos de un odio antiguo.
Sin embargo no siempre el futbol es asi. También permite el asomo de un paisaje donde la tribu sacraliza con justicia un deporte noble, un deporte de afectos, de emociones encaminadas a disolver los arrebatos de los medios de comunicación, sólo para organizar su misa propia, ese ritual del grito, del salto impensado, de la voz que pretende darle impuslo a sus hombres a muchos, muchísimo kilómetros de distancia. Los especialistas de futbol son así. Impresionan pero también son impresionables. Se bañan con la misma agua que beben. La final de la Champions desplegó un portentoso menosprecio al Barcelona. Sólo el excelente Columnista Ivar Matusevich (http://www.goal.com/) dijo, hacia finales del año pasado, que el Barcelona iba a ganar todo lo que enfrentara. Después, para casi todos pasó desapercibido el futbol brillante que el equipo culé estaba desarrollando en La Liga, mientras se impresionaban con la efectividad de un equipo que parecía invencible como el Manchester United.
Lo de hoy fue muy similar a lo de España en la Eurocopa, cuando le tocó enfrentar a una selección Rusa que lucía aceitada en todas sus zonas del campo. Un Barcelona con una movilidad impensada para los especialistas, que han olvidado muy pronto el baño de futbol que este cuadro le dio al Madrid no hace mucho, al Bayern y al Lyon dentro de la fase final de las misma Champions.
Hoy mismo decía que Messi era más que Cristiano Ronaldo en el esquema de su equipo. Y el partido me dio la razón. Sin ser espectacular (de hecho el partido no lo fue) la Pulga demostró su nivel de disposicion táctica, su sacrificio y su capacidad para retener y darle circulación a la pelota en el frente. Carles Puyol, un catalán que parece cantante de rock, ofreció el partido de su vida al lograr eso que parecía imposible: pintarle la cara a Cristiano no una sino varias veces. Iniesta no parecía venir de una lesión mientras Samuel Etoo parecía encantador de felinos, primero por la banda, después en el centro.
No me sorprendió el Barcelona. Me sorprendió saber que los medios ofrecieron un abanico muy pobre de posibilidades críticas. Me soprendió saber que un comentarista tan confiable como Biscayar le haya dado muy pocas posibilidades a un equipo que anotó más de 100 goles en la liga. Me soprendió saber el increíble grado de pusalinimidad que le otorgaban a un club que juega mejor que todos.Barcelona es un justo campeón que le tapó la boca a muchos, a la gran mayoría.
Mi identidad es una mezcla inabarcable, una furiosa secuencia de etnias, decires, pensares y devenires, una febril hibridez, una conjetura. Pero un punto de mi Aleph es una pelota de fútbol obstinada en su poder aglutinante. Y como me incomoda la afectada neutralidad, digo: soy, y a veces sobre todo, un futbolero.
jueves, 28 de mayo de 2009
jueves, 7 de mayo de 2009
En un lugar de la Mancha…

Es indiscutible que los reflectores buscan más la sonrisa de Messi , la mirada abisal de Alves o el andar de bailarín de Henry. Sin embargo, el manchego nunca ha decaído en su vocacion por convertir su zona del campo en una carta de presentación irrevatible. Su portentosa sencillez es antípoda del protagonismo mediático que portaba Ronaldinho con sólo sonreirle a la cámara. Es un jugador en el que siempre he confiado como espectador y nunca he sentido que me defraude. Venció su nerviosismo en la Euro, maniestándose plenamente junto a Xavi, su compañero y socio en el Barça. Él y todo el equipo remaron contracorriente de una táctica mezquina de un Chelsea que parecía más bien comandado por el inefable y estentoreo José Mourinho. No, el triunfo del Barcelona fue justo: venció el futbol esencial, el futbol que se borda con paciente armonía colectiva, frente a un cuadro que esperaba el yerro, que apostaba al pelotazo, que pugnaba por el indisctible potencial físico de sus delanteros (dirán que hubo cuatro penales cuando en realidad el arbitro sólo debía sancionar uno, el de Piqué; sin contar la absurda expulsion de Abidal). Lo que hizo Andrecito Iniesta fue un acto de justicia que se merecían los catalanes y, sobre todo, se merecía él.
miércoles, 15 de abril de 2009
I Love This Game o una Breve Historia del Mundo

Lo que siguió después fue el prodigio de la individualidad en contraste con un futbol físico, un futbol cincelado entre el músculo, la dignidad deportiva, el pundonor casi arrogante. La individualidad encarnada por Sir Mathews, Puskas, Kubala, Di Steffano, Garrincha y Oh Rey Pelé, un humilde brasileño que tenía diez años cuando le prometió a su padre ser campeón del mundo, luego de culminada la narración radifónica del Maracanazo. Al mismo tiempo que Pelé, otro joven brasileño de Pau Grande, bautizado con el nombre de un pajarraco de la región, Garrincha, puso el botín sobre el balón en señal de desafío a los hipnotizados defensas que lo marcaban. Inició el cambio de ritmo y su síncopa, comenzó el Jazz del balompié a diseñar escenarios abstractos que armonizaban con la tribu arrebatada y fervorosa. Llegó la estrategia distendida en la función precisa de cada hombre sobe el campo. Por su parte, Inglaterra celebraba a un Rey que se decía artista (porque lo era), genio (porque lo era), maravilloso redentor de un deporte que le había puesto un lienso enorme a sus pies: George Best.
Me detendré aquí, la llegada de mis dos ídolos (Cruyff y Maradona) ha sido puntualizada en muchos posts. Me interesa más bien establecer cómo un periplo insuperable de lágrimas, risas y gloria, que comenzó en una isla, y luego en esa misma isla inauguró una etapa de oscurantismo posterior al título mundial en 1966, encontró en la historia reciente del balompié inglés su edad de oro, y tuvo uno de sus puntos más radiantes hoy, en Stamford Bridge, un estadio como hecho a mano que alude indirectamente a la batalla epica del mismo nombre. De eso trata el futbol, o al menos la novela del futbol escrita a muchísimas manos. Un héroe abatido al margen de la cancha, con una lesión en la ingle que le impide jugar; 22 hombres trazando dos maravillosos planos secuencias de 45 minutos, en un espectáculo hermoso de poder, armonía colectiva, pundonor, suspense voluntario; ocho goles que permiten dimensionar la calidad de un deporte que hoy, en la casa del Chelsea, encontró a los interpretes inmejorables de su concierto.
Hoy se escribió un capitulo más de la historia del mundo.
viernes, 20 de febrero de 2009
¿Por qué el fútbol?

No hace mucho, alguien criticaba las energías que gasto al plantearme el futbol como una suerte de universo alterno, con su simbología, su literatura implícita, si lirismo exacerbado en la relación músculo, vértigo, habilidad, precisión. Ellos piensan que sería más productivo que escribiera sobre la literatura o el arte. Sin embargo no. En el futbol he encontrado los dominios, no de una creatividad decantada, sí de una creatividad cuyo pulso lo rige una emoción natural, la misma que me lleva a los patios límpidos de una infancia alegre, una calle ancha convertida en una especie de Estadio Azteca donde un servidor, acompañado por su augusta grey, dibujaban rabiosos arabescos con una pelota de plástico color ladrillo.
Vaya pues, mi lista de razones (sólo algunas y bastante mías) para escribir sobre un deporte que pienso, vivo y respiro como si fuera el bosque rasante de un cuento sin fin.
-El futbol me dio la oportunidad primera de saber que el cuerpo, esa masa de carne y hueso que pugna por encontrar su equilibrio, podía manifestarse de otras maneras, podía dialogar con un balón utilizando eso que Dimitrijevic llama "la prehistoria del cuerpo", el pie. Con el pie, uno necesita lograr lo que otros deportistas logran con la mano, y todo esto, mientras se corre o se mantiene en estado de tensión ante la inminente llegada de un rival. El futbolista manda señales al pie, mensajes que tardan en llegar lo que tardan en cerrarse los ojos.
-Porque jugaba con mi padre siendo muy niño, en el pasillo de mi casa. Y en la cocina me imaginaba una multitud hábida que clamaba por un gol de bandera, y os juro que desde el campo y de entre las flores surgía un cántico memorable de sustancial y memorable épica.
-Porque existe Joahnnes Cruyff, un jugador cuya naturaleza pudo cambiar las funciones univocas del futbolista dentro del campo. Su apostura, su mirada en alto con la consciencia fija en la pelota y en el destino de la misma, su habilidad para jugar tanto en lo corto como en lo largo, hicieron del holandés un rebelde, un jugador proclive a la táctica, pero dispuesto a suplantarla por un engarce, un regate imposible, un tiro dispuesto a encontrar su madirguera en el arco.
-Porque existió Miguel Marín. La historia del Gato está ligada muy profundamente a mis ideales futboleros. Un portero es lo más cercano a la estampa del superhéroe que suprime la gravedad, atrapa obuses y antepone el cuerpo a cualquier tipo de amenaza. Nunca vi en su momento un jugador con esa capacidad de liderazgo; verlo jugar era atender un comic en dimensiones reales, donde el era el personaje principal, y sus compañeros encarnaban una especie de Liga de la Justicia.
-Porque Maradona me enseñó lo que el futbol salvaguarda de plasticidad, danza, ritmo y vértigo. La prodigiosa técnica individual del Pelusa, su lectura del partido, su voluntad para convertir su cuerpo en una poderosa estructura de mente, cuerpo y cambios rítmicos, aunado a su pie izquierdo que funcionaba como un pistón de precisión ominosa, hicieron de su paso en las canchas una novela de ascensos brillantes, y descensos mediáticos, enturbiados por el culto a su personalidad. Si Pelé era el Rey del fútbol, Maradona es un ángel caído sin imposturas, desafiando leyes y promoviendo las propias en su reino.
-Porque existe Paolo Maldini y su gallardía. Un jugador que hizo de la línea izquierda la prolongación de un feudo donde cabía el pundonor, la caballerosidad, la fortaleza y el reflejo al rojo vivo, merece estar en cualquier once ideal de los tiempos modernos.
-Porque la vida y al obra de Mané, Garrincha, es una fabula que va de la partitura precisa, del ballet radiante, a los pasajes de una decadencia que tiene mucho de humano, sí, y más de literario.
-Porque el futbol me da la oportunidad de confirmar que Octavio Paz, un tipo que lo deploraba, era un poeta genial pero era un hombre aburridamente libresco.
-Porque me hizo conocer una faceta entrañable de un jugador como Jorge Valdano y una faceta no menos entrañable de un narrador como Juan Villoro.
-Porque me da la oportunidad de un diálogo abierto en un lenguaje no exento de colorido literario. El futbol es lenguaje cuya semántica trama, en cada partido, una historia de final cerrado en la cancha, y abierto en las tribunas o en la entraña de la afición.
-Porque existen jugadores como Steven Gerard, quien encaminó a su club a recuperarse de una derrota 3-0 en una inolvidable final de Champions; y jugadores como Frank Lampard, quien levantó la vista luego de meter un gol buscando la mirada de su madre recién fallecida; y jugadores como John Terry, prodigio de eficiencia y pundonor, quien falló un penalty decisivo y nos mostró su corazón desnudo en medio de la cancha; y jugadores como Juan Arango, quien casi muere por una agresión criminal, y regresa a la cancha para meter los goles que salvarían a su equipo del descenso.
-Porque existe el Cruz Azul y una historia que los medios se empeñan en borrar a golpe de indiferencia, desdén, olvido mendaz.
-Porque existe un club como el Barça, capaz de convertir el juego en una maquinaria, una fiesta, una pista de baile, un concierto.
-Porque Messi nos da la posibilidad de ver la naturaleza de una infancia liberada en el campo de juego. Nos enseña el sentido primigenio del futbol como un espectáculo donde cabe habilidad, instinto, ritmo, velocidad mental, entrega y fortaleza física.
-Porque puedo entender a un escritor como Eduardo Galeano.
-Porque hay equipos como el Milán y el Arsenal.
-Por Zidane, los que le siguieron y los que aprendieron antes que él a desaparecer balones con un giro prodigioso.
-Porque no hay partido igual nunca.
-Porque no habrá partido igual nunca.
-Por el gran Tigre que entre nubarrones, amarguras (tal cual la vida) me enseñó la forma en la que se quiebra una garganta al exponer una pasión.
-Por maestros como Chichi Romero, Luis H. Cristaldo, por el gol de Etcheverry a la moral de los brasileros... En fin...
-Por los poéticos textos de Luis H. Antezana...
-Por ese extraño vértigo que se teje entre la palabra y el balón...
Adaptación de Daesu
-Por el gran Tigre que entre nubarrones, amarguras (tal cual la vida) me enseñó la forma en la que se quiebra una garganta al exponer una pasión.
-Por maestros como Chichi Romero, Luis H. Cristaldo, por el gol de Etcheverry a la moral de los brasileros... En fin...
-Por los poéticos textos de Luis H. Antezana...
-Por ese extraño vértigo que se teje entre la palabra y el balón...
Adaptación de Daesu
domingo, 15 de febrero de 2009
Otra señal del desastre: Strongest 0 – Nacional Potosí 1

Este Strongest carece de voluntad, de ideas, de fútbol y esto tanto a nivel dirigencial como deportivo. Es un equipo carcomido por la languidez, la tristeza y la apatía. Sufre del síndrome de la depresión del jugador retirado que se encapricha en dejar el fútbol y que por negligencias dirigenciales tienen una oportunidad más. La doblada columna vertebral del Tigre se sostiene sobre la veteranía de Sandro Coelho (la migajas que aporta su juego apenas le alcanza para imponer el peso de su cuerpo en la zona de contención y defensa, detalle que no es suficiente para frenar las arremetidas de equipos más estructurados), de Limberg Gutiérrez (que a estas alturas ha pronunciado sus defectos, ahora su caminata en la cancha se extiende a los noventa y cinco minutos, no limpia jugadas, si antes no llegaba a las marcas ahora ni siquiera puede desear llegar a ellas, no hace los pases que antes llevaban su particular impronta, su juego no punza y su remate parece estar oxidado y en reparación), de Rosauro Rivero (su juego rústico le impide aportar con algo al equipo, la garantía es que en sus pies el juego es mucho más lento e improductivo), de Martín Menacho (basta decir que ayer frente a Nacional Potosí fue tan inofensivo que hasta sus locuras pasaron inadvertidas).
Lo interesante de esta situación es que la impotencia de los seguidores atigrados ha llegado a tal punto que en masa creen que sacrificando al técnico Toresani el timón del barco atigrado cambiará de rumbo. Toresani es una ficha de este engranaje podrido, no es la cabeza de este “proyecto”. Es el responsable coyuntural del manejo del equipo, el gerente actual de las 5 derrotas seguidas del Tigre. Sin duda carece del bagaje suficiente para instaurar un buen clima de trabajo, su característica es la de decir lo que piensa por sobre todas las cosas y sin eufemismo alguno y eso en un equipo alicaído y moribundo más que despertar un efecto motivante despierta el rechazo y garantiza la derrota y las camarillas. Pero de lo que no se le puede responsabilizar a Toresani es de esta profunda crisis estructural que vive el The Strongest. Si la multiplicidad de males del Tigre se acabarían con el sacrificio de Toresani el pedido de la multitud atigrada tendría algún sentido. Pero seamos sensatos la crisis tiene raíces demasiado profundas y complejas que una dirigencia tan tradicional, tan predecible y tan mediocre no podrá solucionarla. Por el contrario, estas raíces podridas del club se los comerán vivos…
Esta era la gran oportunidad para reconstruir la institución atigrada a partir de otros pilares, como el restablecimiento de una ingeniería de escuelas futbolísticas integrales conformadas por adolescentes y jóvenes de todo el país dirigidas por formadores (como el profe Arzans, Barrientos, Berdeja, entre otros) al estilo de Vélez Sarfield de Buenos Aires, de Newells Old Boys de Rosario. La dirigencia podía armar un equipo económico –por no decir barato– con el tenor de La Paz F.C., de Nacional Potosí sin brillo, sin glamour pero con extremada disposición al trabajo, que tenga como único objetivo luchar para salir del descenso y que sea la cúspide de llegada de las escuelas de fútbol y no este mamarracho de exjugadores que juegan con la única motivación que a fin de mes les llegará su sueldito. La dirigencia podía vender la idea del mediano y largo plazo para reconstruir el pilar deportivo del Tigre e institucionalmente remodelar la estructura burocrática del club, horizontalizar la participación, demoler las cúpulas que deciden y ponen plata. Hay que democratizar las decisiones en el fútbol, democratizar los aportes (¿Por qué nadie en Bolivia quiere reproducir la democracia del Corintians?). El atigrado, la atigrada tiene que tomar responsabilidad en esta crisis pero esta dirigencia tradicional y mediocre no le deja ni siquiera pronunciarse… Así estamos últimos, de derrota en derrota… La derrota de ayer frente a Nacional Potosí debería ser la última señal para cambiar definitivamente de rumbo… Si no es así este barco quebrado, agonizante llamado Tigre no encontrará fondo…
Foto: Acción, La Prensa
miércoles, 21 de enero de 2009
Costumbres dirigenciales

Foto: La Palabra Esférica
domingo, 18 de enero de 2009
Hasta que la arbitrariedad lo decida...
Arbitraria fue la irrupción de este blog, también arbitraria es su repliegue... Hasta pronto lectores de La Palabra Esférica la coyuntura del fútbol terminó por asfixiarme...
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