sábado, 3 de julio de 2010

Reflexiones tras la derrota albiceleste

Un elemento indispensable para abordar el partido de Argentina – Alemania es que los gauchos salieron a la cancha con una escasa convicción, excedidos en nervios, con un extravío propio, una marca registrada en algunos partidos de la selección Maradona. Un extravío similar con el que salieron a la cancha del Hernando Siles el 1ero de abril de 2009 en La Paz y se llevaron una goleada dolorosa (6 a 1) o el extravío del 9 de septiembre en el Gigante de Arroyito de Rosario cuando perdieron frente a Brasil por 3 goles a 0. La Argentina hoy se mostró tan frágil en los goles, tan inocente, tan desconcertada y a su vez tan impotente…



El equipo argentino cayó de un modo tan rotundo, tan inapelable y tan imprevisto. Argentina a lo largo de su recorrido –desde la Eliminatoria y estos 5 partidos– ha sido un equipo desbalanceado, al que le faltó generación de juego, que nunca resolvió el problema de su zona derecha, que tuvo una defensa que no transmitió solidez y al que los cambios de un partido a otro (o la falta de ellos) no le mejoraron el funcionamiento. Es muy posible que la insistencia de Maradona en prescindir de los amistosos antes del torneo para apostar, en cambio, a la camaradería y la solidaridad del plantel por un lado y a las individualidades por el otro, no le hayan permitido resolver cuestiones más estrictamente futbolísticas y menos ligadas a la confianza y a la mística. Si un veredicto se desprende de lo ocurrido con la Argentina en Sudáfrica, es que avanzó merecidamente y perdió con dignidad —sin llantos ni patadas—, pero que no alcanzó a conformar un buen equipo sino apenas uno que, con orden, concentración y voluntad, podía hacer valer sus individualidades contra rivales débiles.



¿Cómo darse cuenta de que podía pasar esto? No creo que fuera muy fácil, aunque presiento que todos los que seguíamos el mundial tuvimos el pálpito secreto de que esto podía ocurrir. Ni Argentina ni Alemania eran hasta aquí equipos consolidados sino en formación, a los que el mundial iba a terminar de dar su medida. La medida de Alemania resultó muy alta, la máxima que podía adjudicársele. La Argentina resultó más baja de lo que su potencial indicaba.



Hay una razón esencial para ello: no logró, al igual que en las eliminatorias, que Messi brillara como en el Barcelona. Hasta se fue del mundial sin convertir un solo gol. Alguna vez anticipé que el mejor jugador del mundo en este momento podía ser el chivo expiatorio de una eventual derrota, porque ese es el destino de los grandes jugadores cuando las cosas no salen. Pero, en verdad, con Messi ocurrió algo difícil de explicar. Arrancó jugando en su máximo nivel, mantuvo un protagonismo importante en el segundo y el tercer partido y se empezó a desdibujar a partir de México. Si uno analiza lo hecho por Messi en los cinco partidos, verá que el balance es ampliamente favorable: jugó bien la mayoría de las pelotas, no se escondió y la fue a buscar cuando no le llegaba, inquietó siempre a las defensas rivales, combinó con sus compañeros, corrió todo lo que podía. En el lado negativo, a veces la perdió cuando quiso gambetear más contrarios de lo aconsejable y tuvo poca puntería en los tiros al arco. Messi nunca jugó mal pero a partir del partido con México, se le empezó a perder la mirada, empezó a sentirse solo en la cancha, a jugar como si un remoto fastidio lo invadiese. Y una vez que se alejó de su mejor estado, de esa alegría ligera y ganadora, no volvió nunca.



Su contrafigura fue Carlos Tévez, que se puso una ropa de héroe que al final le quedó grande. Tévez combinó la voluntad, el coraje y la técnica con la costumbre de perder la pelota, apenas compensada por destellos ocasionales como el gol contra los mexicanos. Pero, todo hay que decirlo, Maradona y Tévez fueron el centro de atención del equipo argentino, mucho más que Messi, quien en verdad tenía que resolver los partidos. Para que Argentina fuese una formación verdaderamente poderosa, no era tan importante que Maradona acertara con los cambios o que Tévez se inspirara sino que Messi mandara en el campo de juego. Y eso ocurrió solamente en el primer partido y en contados minutos de los restantes.



Si uno analiza lo ocurrido con la Argentina verá que, en el fondo, tuvo los mismos problemas que el traumático equipo de las eliminatorias. Es cierto que hubo otros nombres, más entrenamiento, otra tranquilidad para jugar y otra moral. Pero otra vez tuvo un arquero que no atajó las difíciles, una defensa insegura (todos sus integrantes jugaron bien alguna vez, ninguno lo hizo permanentemente), un medio campo aguerrido pero sin el suficiente fútbol y delanteros irregulares. Argentina apostó a la presión sobre la salida contraria, a las pelotas paradas, a los momentos de brillo de sus delanteros y no tuvo variantes ni soluciones para sus deficiencias: la inseguridad por los laterales, la ausencia de subidas con sorpresa y un ritmo continuo y sin pausas, demasiado desgastante para los jugadores. Empezado el torneo, Maradona decidió mandar al banco a Verón, el encargado de paliar este problema, de regular el ritmo y de elaborar un juego más pensante y más equilibrado. No sabemos por qué lo hizo ni si Verón lo hubiera logrado. Aun así, Argentina era un equipo con posibilidades contra cualquier adversario. Incluso hoy, contra Alemania, el partido podría haber sido distinto. La goleada no fue injusta pero oculta que el trámite del partido no fue tan claro.



Todo empezó bien para los alemanes, con un gol a los dos minutos. Pelota parada, la defensa se duerme, el arquero no reacciona. Antes de eso, Alemania había dominado casi a voluntad y los argentinos no hacían pie. Pero después Argentina emparejó. Recuperó la pelota en el medio y la presión empezó a dar resultado y el rival no podía salir del fondo con claridad, acaso su virtud más peligrosa. Es cierto que se perdió el segundo Klöse tras un error defensivo, pero el circuito alemán, en el que todos tocan la pelota y progresan en el campo estaba cortado cuando terminó el primer tiempo. Hay que notar que los alemanes mostraron en este torneo que tocar y hacer circular la pelota es mucho más efectivo que dársela a alguien para que encare, gambetee y defina. Y ese último, claro, fue el método argentino. Sin embargo, a esa altura había resuelto algunos problemas posicionales. Es fácil reprocharle a Maradona que no haya cambiado antes a Otamendi, que estaba amonestado y al que le era difícil controlar a Podoloski. La opción era Clemente, pero en verdad, cuando Di María (que jugó un buen partido y fue el más claro en muchos momentos) se tiró a la derecha, se juntó con Messi y con Otamendi, cubrieron la salida por ese costado y Argentina empezó a dominar. Alemania estaba encerrada, había dejado de confiar en su toque y se defendía a los pelotazos.



Los primeros minutos del segundo tiempo fueron decisivos y de los mejores que se hayan jugado en este mundial. Alemania salió un poco del encierro pero Argentina seguía atacando. El medio campo se empezó a transitar más rápido y se generaron situaciones de peligro en ambas áreas. Maradona puso a Pastore por Otamendi. Pastore es un buen jugador, audaz y encarador, pero pedirle que resolviera este partido era demasiado. Ahí, en el intercambio de golpes, Alemania pegó primero y con estilo marcó su segundo gol por el lado que antes cubría Otamendi: salida rápida, combinación de Khedira, Muller, Podolski y Klöse, que se mete con pelota y todo en el arco. Un gol magnífico y el final del sueño argentino. A partir de este punto anímicamente la selección gaucha cayó en un foso del que tal vez no pueda salir hasta el próximo mundial.



Solo quedaba saber si la victoria alemana sería por goleada y así fue, con otros dos grandes goles. En el tercero, Schweinsteiger aglomeró gente otra vez por el costado derecho de la defensa y se la sirvió al marcador central Friedrich (un jugador enorme en todo sentido). Con el partido tres a cero, Alemania mandaba a los defensores al ataque. Y el cuarto fue otra jugada por la izquierda, Kroos para Podolski, centro perfecto y otro gol de Klöse (con el gol alcanzó a Gerd Müller como goleador alemán en los mundiales). La actuación alemana fue la mejor de un equipo de este mundial y me temo que de varios mundiales atrás. Hoy fue por momentos imparable, no tuvo puntos flojos y alegró la vista.


Presumo que Maradona será atacado por “ineficaz”, por “soberbio”, porque no sabe nada de táctica… Sin embargo, agarró a una selección Argentina hecha pedazos. Basile había desgastado su relación con los jugadores… En ese momento Maradona agarró ese pesado pedazo de problemas e intentó darle otra mística a esta selección… Creo que en ese sentido lo logró. Ojalá no abandone la empresa y a esta selección le de un norte futbolístico, un estilo… Creo que es posible. ¡Gracias Diego!

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