viernes, 9 de julio de 2010

España Finalista...

Un partido en el que el primer foul se comete a los 27 minutos no es un partido común en ningún caso, y menos si es de esta importancia. Otra sorpresa es que, por primera vez en la historia de los mundiales, Alemania, Italia, Brasil y Argentina no figuran entre los finalistas. Habrá, por otro lado, un campeón mundial debutante que no es local después de 1958. Y por primera vez un equipo europeo será campeón fuera de Europa.


Todos esos datos resultan algo más que curiosidades cuando se empieza a pensar que tal vez el fútbol ha cambiado después de muchos años de estancamiento y que este mundial es la prueba tentativa de que algo ha ocurrido. No es un fenómeno rotundo, definitivo y tampoco nos dimos cuenta cabalmente, pero ha habido una evolución apreciable hacia una competencia donde la técnica y el juego asociado recuperan importancia. Hay mucha gente a la que este mundial le pareció malo o anodino, pero es probable que se deba a que estamos demasiado acostumbrados a que todo sea previsible. Pero no recuerdo un mundial donde los que jugaron mejor ganaron en la enorme mayoría de los casos (la única excepción, y no decisiva, fue Uruguay – Ghana) y los que llegaron al final resultaron equipos bien preparados, dispuestos a dirimir superioridades en la cancha más que a refugiarse en la mezquindad, la prepotencia o la histeria a lo italiano. Quienes así lo hicieron, en cambio, se fueron temprano. Y es curioso, porque en la primera parte del torneo dio toda la impresión de que era al revés, que todo se emparejaba porque era muy difícil quebrar a un adversario que sólo pensara en defenderse. Pero, al final, ocurrió exactamente lo contrario y los que fueron a más ganaron.

Como todos han advertido, se impuso en Sudáfrica un sistema táctico, el 4-2-3-1, que predispone a otra dosis de creatividad y a una ocupación de los espacios mucho más plástica y más agresiva que ese 4-4-2 rígido con el que hasta aquí se podía avanzar sin jugar porque se confiaba en neutralizar al contrario. Este sistema de juego fur tan influyente que la selección Argentina en este tiempo se alejó del 4-4-2 medroso que su técnico privilegió en los compromisos difíciles antes del torneo —el que sirvió, por ejemplo, para ganarle a Francia hace un año y a Alemania en marzo—, y en junio mostró otra casa táctica. Me parece que Maradona se dio cuenta de eso, pero no supo cómo modificarlo y así se terminó revelando que había una crisis táctica que perjudicaba a su mejor jugador, ya que no había convicción ni intérpretes para un cambio de libreto que tampoco estaba claro.



En cambio, Alemania y España eran exactamente lo contrario. Vinieron con un sistema estable, creían en él y estaban dispuestos a ponerlo a prueba en cada partido. Esa confianza es lo único que puede inducir el aplomo necesario para jugar un partido con media hora sin infracciones, este extraño espectáculo de galera y bastón que se vio hoy en Durban. Sin embargo, ninguno de los dos tenía garantía de nada: ambos habían perdido en la primera ronda y su juego había sufrido altibajos e irregularidades. Pero hoy, cuando salieron a jugar, los dos pensaban que tenían cómo avanzar hacia la final y que iban a imponer sobre el rival una superioridad futbolística genuina. Uno de los dos lo hizo.



Desde el primer minuto, se vio que España ganaba el duelo. Su juego de presión en pocos metros del terreno, el ritmo lento y los pases cortos daban más resultado que el despliegue alemán en más espacio, buscando romper con una salida rápida y toques de primera en velocidad. La pelota la tenía España y el circuito alemán, sin huecos para maniobrar, estaba interrumpido. Es cierto que Alemania había sufrido una baja importante, la del volante Müller, mal amonestado por el árbitro uzbeco contra Argentina. Pero más importante, a mi juicio, fue el cambio que introdujo Del Bosque: por fin se decidió a sacarlo a Torres y Pedro, con otra movilidad, otra sutileza y otra comunicación con Xavi e Iniesta, fue decisivo a la hora de arrinconar a los alemanes.



A España no le resultó fácil en ningún partido concretar en goles la tenencia de la pelota y este no fue la excepción. Los alemanes sabían que si resistían con ahínco y no se desordenaban, tenían defensores como para evitar que les conviertan. Y, en ese sentido, se dio una situación curiosa: como Pedro, Villa e Iniesta —los jugadores más adelantados— se inclinaban más bien hacia la izquierda, el lugar más libre era la punta derecha, un vacío que España intentaba explotar mediante la subida del lateral Ramos. Pero Ramos parece menos un jugador del fino equipo actual que una rémora de aquella furia española que chocaba y chocaba. Curiosamente, además, el encargado de tapar sus subidas era el alemán más torpe en marcac, Boateng. En este duelo de los menos dotados que terminó en un empate, se fue el primer tiempo.



Como durante todo el torneo, en el segundo tiempo Löw reemplazó a Boateng por Jensen, un jugador con más proyección (aunque las características del jugador a uno le hacen creer lo contrario). Eso impidió que Ramos se fuera tanto al ataque, pero al final favoreció a España, que empezó a intentar por otras vías. El dominio se hizo intenso —salvo un par de minutos en los que Alemania salió del asedio y el ingresado Kroos (otro para sustituir la enorme ausencia que dejó Müller) quedó solo y pateó sin fuerza suficiente—, Iniesta, Xavi y Pedro eran imparables, Xabi Alonso le pegaba de afuera y era lógico suponer que el gol iba a terminar por caer. Y ocurrió en un corner, mediante un cabezazo espectacular de Puyol, cuando uno suponía que el juego aéreo era una exclusividad alemana.



Quedaban veinte minutos, Alemania metió al tanque Gómez y mandó a Mertesacker a cabecear al área, pero no pasó nada. No era el día de Alemania, con una actuación opaca de Schweinsteiger, pero con Ozil otra vez bajo y delanteros opacos. Fue España la que debió hacer más goles pero no supo y hasta terminó reemplazando a Villa y a Pedro.



España, como en la Eurocopa que ganó en 2008, encontró su mejor fútbol cuando rompió la dupla ofensiva Torres-Villa. Es un equipo respetable, que ha encontrado un estilo y que demuestra una paciencia similar a la del Barcelona, pocas veces vista en los torneos de este nivel. Alemania también es un equipo a considerar, con jugadores jóvenes que seguramente tendrán con el tiempo otra dimensión. No veo, sin embargo, un recambio para Klose. Pero tuvo funcionamiento, ambición, calidad individual, variantes ofensivas y una línea de juego renovada y renovadora. España y Alemania, más allá de que Holanda también puede ser campeona, fueron el pico de calidad y novedad del torneo, dos equipos capaces de jugar con serenidad y clase como no se jugaba un mundial hace muchísimos años.

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