miércoles, 20 de junio de 2007

Fútbol y educación

"En mi academia, el que tira el balón afuera sale del equipo"
Carlos Valderrama


El proyecto de Ley de educación (Elizardo Pérez- Avelino Ziñani) no contempla al deporte. Sí, estoy siendo duro, parcial y algo terco. En realidad el deporte irrumpe en la futura Ley a modo de eslogan. Sí, aunque no me crean. Está contemplado, pero desde una retórica torpe en la que se traduce el eslogan griego: en cuerpo sano mente sana. Nada más. Por motivos de trabajo me vi envuelto en una discusión tensa con defensores acérrimos de la Ley. Ellos argumentaban que en una Ley se diseña el marco, la plataforma y que son otros los documentos en los que se va construyendo este: eslogan (para mí) artículo (para ellos).

En fin... Sabemos que la Ley educativa más que un instrumento normativo para construir una educación de amplios horizontes es un instrumento político, casi un instrumento (parecido a una piedra) de batalla gremial. Bueno, inexistente lector, ¿a qué viene esta reflexión en un blog futbolero? En un hecho muy simple, el deporte en nuestro país se da por generación espontánea. El deporte, como dice el Presidente en su publicidad, es ante todo educación. Sin embargo, en Bolivia es una práctica que no responde a una estructura, a una filosofía, a un saber, a un hábito, a una infraestructura. Este hecho es tan salvaje que basta detenernos en el fútbol para palpar esta realidad. Realidad que abunda en diversos recovecos.

Esta noche en Santa Cruz jugará nuestra selección. De los 25 convocados a ella solamente 2 jugadores son paceños: Lito Reyes, que proviene de las canteras del fútbol de salón, y el otro Augusto Andaveris, que proviene de las canteras del fútbol yungueño. Pare de contar no hay más. Ya me dirán que estoy exagerando, pero en nuestra liga, ¿qué jugadores provienen de La Paz, de Oruro, de Potosí, incluso Sucre? El equipo que tiene a más jugadores paceños es La Paz Fútbol Club, que cuenta con 6 jugadores: Los dos Alacas, entre otros. ¿Qué pasa en occidente? ¿Acaso no jugamos fútbol?

Trabajé de profesor durante 3 años en un colegio paceño. Tuve la suerte de conocer y compartir canchas y aulas con el profe Félix Berdeja, actual técnico del Tigre. Fascinado por el fútbol no me perdía ni un solo acontecimiento futbolero del colegio y, sobre todo, los intercolegiales. Ahí pude ver la extrema calidad técnica, el desarrollo táctico, de un sin fin de adolescentes paceños entre 14 y 17 años, que provenían de distintos colegios (fiscales y privados). Me preguntaba, entonces, ¿dónde se va tanto talento? ¿Cuándo se va? ¿Por qué desaparece? ¿Por qué no madura y se profesionaliza? Ahí Berdeja me decía algo demasiado importante: para ser un gran futbolista no es necesario manejar bien el balón, tener algo de talento en el juego, sino que los jugadores tienen que aprender a superar su propia naturaleza y a depender de las variables de su contexto. Es decir, tienen que aprender a cohabitar con ellos mismos y ver que chances les da su barrio, su colegio, sus amigos, el profe, su talento, etc. Y el ejemplo que saltaba era: Gabriel Batistuta un gordito adolescente inútil, que terminó superando su propia naturaleza y se transformó en el gran goleador argentino. Pero, quiénes estuvieron detrás de este gordito, nada más, ni nada menos que el famoso Grifa el gran formador de jugadores (santafecinos, el mayor semillero de grandes jugadores argentinos) y el gran Marcelo Bielsa. Obviamente detrás de este gordito también estaba la gran infraestructura de saberes, de posibilidades, de canchas, de compañeros, de mitos a seguir, de morfologías corporales, que impulsaron al adolescente a ser el gran goleador.

En La Paz es increíble que no existan canteras pobladas de jugadores profesionales. Sin embargo, de por medio habrá que ver que la distancia entre los potreros (que es donde el fútbol nace día a día a orillar con la magia) tanto de las villas como del Alto a las escuelas donde se pulen una diversidad de saberes futbolísticos, anímicos existe un abismo que los separa. Las escuelas de fútbol están diseñadas como espacios de lucro, a los que acceden chicos de clase media que llegado el momento de optar entre el profesionalismo del fútbol y una carrera que garantice además de estatus un salario, optan por la ingeniería, la abogacía siguiendo el mandato certero que impone la familia. El resto de chicos que no acceden a estas escuelas saltan al fútbol generalmente desde el fútbol de salón o mediante los equipos de asociación que se alimentan de jugadores que emprenden el desafío de jugar en las ligas zonales, como la del Tejar, Villa Copacabana, por ejemplo. El caso de yungas merece un texto íntegro.

Definitivamente es urgente distribuir las responsabilidades y rogar que nazcan las iniciativas desde el Viceministro de Deportes hasta el profesor o profesora de educación física de cada colegio, desde el vecino más entusiasta hasta el amigo que nunca la pela para ir a jugar a la canchita. Todos, absolutamente todos debemos hacer algo para que el fútbol paceño no solo defienda la altura, sino que se sienta orgulloso de la inmensa capacidad de jugadoras y jugadores: hombres y mujeres ( de una vez por todas hay que romper el estereotipo de que el fútbol es cosa de machos).

Creo que una cancha de fútbol es tan importante como una aula, como un libro, como un ejercicio de álgebra, como la gramática aymara o inglesa, como el proceso de la Revolución del 52, etc. Una cancha es el mejor lugar para demostrar inteligencia, solidaridad, compañerismo, ética en la competencia, imaginación, responsabilidad, creatividad, valentía, espíritu aventurero... Esto no es romanticismo, sino el deseo de alcanzar un modo de vida pleno jugando. Por eso no soporto a los burócratas que limitan sus saberes a los designios entrampados de su gremio.

2 comentarios:

Antonio Vera dijo...

cumpa. este texto, me imagino que lo sabes, ha sido publicado en la pagina editorial de la epoca el ultimo domingo. merecido está. un abrazo.
toño

Varios dijo...

Toño, no lo sabía.

Gracias por avisarme...