Foto: Acción, La Prensa
Mi identidad es una mezcla inabarcable, una furiosa secuencia de etnias, decires, pensares y devenires, una febril hibridez, una conjetura. Pero un punto de mi Aleph es una pelota de fútbol obstinada en su poder aglutinante. Y como me incomoda la afectada neutralidad, digo: soy, y a veces sobre todo, un futbolero.
viernes, 12 de diciembre de 2008
La Paz F.C. 3 – San José 3
No me gusta extraer metáforas de la guerra para –a partir de ellas– abordar la épica moderna que se teje en el fútbol. Pero el partido entre San José y La Paz Fútbol Club es solamente abordable –someramente legible– a partir de palabras que tienen que ver con la épica, la batalla, la gesta, la fuerza extrema, el coraje, la guapeza, el abundante sudor inundando el césped, la euforia de las gradas... Y es que La Paz F.C. y San José jugaron –en toda la dimensión que ostenta el término– el partido sobre el guión con el que se ponen en escena las grandes gestas. Dentro de esta salvaje vorágine futbolística el proceso y el resultado del partido no debe sorprender a nadie. En principio, se cumplió esa sentencia futbolística que dicta que el partido acaba en el momento en el que el árbitro determina aquello. Como toda gesta no hubo segundo que fuera abandonado por la displicencia del ritmo de juego. No, el partido fue literalmente una vorágine. El epicentro de ese remolino impetuoso fue el estadio Jesús Bermúdez de Oruro. En este salvaje huracán de fútbol San José en cancha replicaba las coartadas que se ejercen en las más temibles batallas. Es decir, asfixiar al rival –futbolísticamente hablando– a través de todos los medios posibles. Con esta consigna los 11 santos no titubearon en el momento de instaurar el repliegue de La Paz F.C. a plan de dinamitazos o pelotazos que generalmente partieron del ingobernable pie de Alex da Rosa, o del cañón de Darwin Peña. Pero, los de La Paz F.C. con estrategias dependientes de la prolijidad y el toque abrieron resquicios , provocaron errores y punzaron las zonas vitales de los quirquinchos, como el área chica y, sobre todo, el desborde y dominio por las bandas. Sólo así es posible reconstruir el sinuoso camino por el cual se generaron los tres goles (dos de Fierro y uno –el más importante– del imprescindible Hurtado). Con estos ingredientes el festín de fútbol en Oruro se potenció aún más con la irrupción de los goles que definitivamente descargaron electricidad en exceso a un partido que adquirió diversidad de matices y de tonos; todos conjugables con la fastuosidad de lo heroico. Para mi paladar futbolero importa poco que haya clasificado La Paz y que haya quedado al margen San José. El partido trasciende el marco coyuntural… El fútbol que jugaron San José y La Paz F.C. fue un aluvión continuo de exquisitas ráfagas futboleras que a uno le incentivan a olvidar que el partido se dio en el contexto de la mediocridad del fútbol liguero boliviano, la absurda agresividad de Alex da Rosa. Por todo lo expuesto en este modesto texto no hago más que aventarme a los vaivenes lúdicos que ofrecen las sabrosuras del fútbol…
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