domingo, 5 de octubre de 2008

Relatores

Las palabras dibujan realidades parciales, provisorias, lúdicas. Realidades que otras palabras las disipan. El núcleo futbolero tiene en su centro al balón y a la palabra como instrumentos que vertebran su insondable dimensión, la pluralidad de sus realidades. Latiendo armonioso y contradictorio el fútbol vive esa tensión entre la palabra y el balón. Es a ese núcleo sutil que Alejandro Dolina despierta y explora en un cuento sabroso, un manjar de fútbol y poesía. Disfrútenlo...

Los griegos creían que las cosas ocurrían para que los hombres tuvieran algo que cantar. Las guerras, los desencuentros, los amores trágicos, los horrendos crímenes, las gestas heroicas: todo tenía para los dioses impíos el único fin de proporcionarles tema a los cantores. La Historia pone al alcance del menos docto centenares de ejemplo de relatos que fueron más ilustres que los sucesos narrados.

Resulta difícil concebir una idea más triste del destino humano. Sin embargo, a los juglares, cantores, cronistas y narradores de cuentos les complace pensar que el mundo se mueve para favorecerlos en su oficio.

Héctor Badarelli, el relator deportivo de Flores, creyó pertenecer a la estirpe de Homero. Durante toda su vida se esforzó para que la narración deportiva alcanzara las alturas artísticas de la épica.

En sus comienzos, Bandarelli hizo algo que nadie había hecho antes. Siendo entreala izquierda del equipo de Empalme San Vicente, acostumbraba relatar los partidos que él mismo jugaba. Era héroe y juglar, Aquiles y Homero, Eneas y Virgilio.

Según dicen, no era del todo imparcial en sus narraciones. Cuando se hacía de la pelota, comenzaba a elogiar su propia jugada.

-Extraordinario, Bandarelli avanza en forma espectacular.

Muchas veces, por elegir las palabras e impostar la voz, se perdía goles cantados. Cantados incluso por él mismo.

A medida que pasaba el tiempo, el relator iba superando al jugador. Algunos viejos que lo vieron jugar cuentan que pasaba la mayor parte del tiempo parado en el medio de la cancha, relatando, casi sin tocar la pelota.

Finalmente fue excluido del equipo. Sin rencor ni tristeza, siguió acompañando las modestas giras del Empalme San Vicente, solo para relatar desde un costado de la cancha el partido que jugaban sus antiguos compañeros. Lo hacía sin micrófono y sin radio, de modo que nadie lo escuchaba, salvo algún wing peregrino que alcanzaba oír de paso su voz emocionada.

Después, según se sabe, el Empalme San Vicente dejó de jugar y sus futbolistas pasaron a integrar otros equipos.

Y en ese momento, cuando todo hacía sospechar la decadencia de Bandarelli, el hombre dio un paso genial: descubrió que su narración no necesitaba de un partido real. Era posible relatar partidos imaginarios, hijos de su fantasía.

Parece una evolución previsible: los antiguos poetas cantaban hazañas más o menos reales. Después las inventaron.

Lo mismo sucedió con Bandarelli. Y al no tener que ceñirse al rigor de los hechos ciertos, los partidos que relataba empezaron a mejorar: se lograban goles estupendos, los delanteros eludían docenas de rivales, había disparos desde cincuenta metros, los arqueros volaban como pájaros, se producían incidentes cruentos, los árbitros cometían errores perversos.

De a poco, el artista fue incorporado elementos más complejos de su obra. El tiempo, por ejemplo, manejado era en un principio de un modo convencional, pasó a tener durante el apogeo de Bandarelli un carácter artístico y psicológico. Los partidos podían durar un minuto tres horas.

Algunas veces, el relator omitía cantar un gol, pero daba claves y mensajes sutiles para que el oyente descubriera la terrible existencia del gol no cantado. Aparecían, cada tanto, unas historias laterales que provocaban un falso aburrimiento, que no era sino una trampa para mejor asestar la alevosa puñalada del gol sorpresivo.

Todos recuerdan el famosos partido Boca-Alumni que Bandarelli relató en un asado del club Claridad de Ciudadela. En esta obra mezcló jugadores actuales con glorias de nuestro pasado futbolístico. Los viejos hacían fuerza por Alumni, los más jóvenes por Boca. Ganó Alumni, pero en su magistral narración, Bandarelli dejó caer –con toda sutileza– la sensación de que los boquenses, por respeto a la tradición, se habían dejado ganar.

Las audiencias de Bandarelli no siempre fueron numerosas. Algunos partidos los relató solo, en una mesa del bar La Perla de Flores, ante el estupor de los mozos y parroquianos. Pero poco a poco, los muchachones del barrio fueron descubriendo sus méritos y con el tiempo hubo quienes prefirieron escucharlo a él antes que ir a la cancha.

En 1965, Héctor Bandarelli organizó su campeonato paralelo de fútbol. Todos los domingos narraba el encuentro principal, mientras un colaborador lo interrumpía para comunicar lo que sucedía en el resto de los partidos.

Las narraciones tenían lugar en la puerta de la casa de Bandarelli y, cuando llovía, en la cocina. Hay que decir que el relator poeta nunca trabajó para ninguna emisora y jamás utilizó micrófono, salvo en la grabación que realizara del segundo tiempo de Barracas Central-Barcelona, ya en el final de su carrera.

El campeonato paralelo terminó en un desastre. El artista no tuvo mejor ocurrencia que sacar campeón a Unión de Santa Fe y mandar al descenso a River, lo que irritó a muchas personas, que hasta llegaron a agredir a Bandarelli.

Pero todos los que saben algo del relator coinciden en afirmar que su mejor partido fue Alemania-Villa Dálmine, relatado en el Colegio Alemán de la calle José Hernández, a pedido de la Asociación Cooperadora.

Ese encuentro fue un verdadero canto a la hermandad entre los hombres. Los zagueros entregaban banderines a los delanteros rivales en cada jugada. El árbitro abrazaba llorando a los futbolistas que quedaban en off-side. Los de blancas a los quince minutos del segundo tiempo para celebrar el segundo gol de la selección alemana. En el final, todos se abrazaron e intercambiaron obsequios.

Fue inolvidable. En el Colegio Alemán, los padres lloraban de emoción añorando la tierra de sus antepasados. Algunos miembros de la Asociación Cooperadora le pidieron a Bandarelli que volviera a relatar el encuentro en diferido, pero el artista se negó.

En el esplendor de su actividad, tal vez advirtiendo el carácter efímero de su obra, resolvió escribir libretos detallados que luego archivaba prolijamente. Desgraciadamente, sus familiares quemaron este valiosísimo corpus argumentando que juntaba mugre. Nos queda apenas un breve fragmento, correspondiente al encuentro Boca Juniors 3 – Vélez Sarfield 3.

“Solidario, agradecido, ayuno de envidias, Javier Ambrois entrega la pelota a Nardiello. El viento agita las banderas en los mástiles de la Vuelta de Rocha. Nardiello tira un centro rasante… Arremete J.J. Rodríguez, pero ya es tarde… Tarde para remediar los errores del pasado… Tarde para volver a unos brazos que ya no nos esperan… Ya es tarde para todo”.

Según sus seguidores, el libreto le quitaba frescura a Bandarelli y –como hemos visto– recargaba un tanto su estilo.

Un día desapareció. Algunos dicen que se mudó, o que se murió, es lo mismo. La gente volvió a preferir los partidos sonantes y contantes de la radio.

Los relatores de hoy tienen la posibilidad de seguir al maestro e intentar la ficción y la fantasía en sus narraciones. ¿Por qué depender de la actuación, muchas veces medio de los futbolistas? ¿Por qué no crear con la voz jugadas más perfectas? ¿Por qué no dar nacimiento a deportistas nobles, diestros y mágicos que nos emocionen más que los reales?

Se puede ir más allá. Todo el periodismo podría tener un carácter fantástico y abandonar los vulgares hechos de la realidad para aludir a suceso imaginarios: conflictos, tratados, discursos, crímenes e inauguraciones de ilusión.

En este último instante comprendo que nadie me asegura que estos artistas no existen ya. Tal vez, todo cuanto uno lee en los diarios no es otra cosa que un invento del periodismo de ficción.

Sin embargo, esta clase de incredulidad conduce a sospechar la falsedad del Universo mismo. Suspendamos semejante astucia porque algunos hasta podrían pensar que el propio Bandarelli es imaginario y sus partidos, sombras de una sombra.

3 comentarios:

Daesu dijo...

Maravilloso relato Christian. Estoy preparando un proyecto para hacer un suplemento literario, sólo con textos de futbol. El suplemento se regalaría en el Estadio y tiene el título tentativo Para leer...a medio tiempo. Me voy a permitir tomar el cuento de Dolina como una opción, si no hay problema. Un saludo.

Varios dijo...

Daesu, con todo gusto. Iré cargando más cuentos. Si puedes pasame ese tu suplemento... Por favor.

Anónimo dijo...

No hay cosa mas bella que un cuento cargado de FUTBOL .... y FANTASIA

seria bueno y oportuno que algun periocholi lea estos textos para que expanda un poquito mas su maltrecha fantasia (si es que la tienen) y se dejen y elejen de su frasesita de luca ... "ya lo habiamos dicho" ...

lindo cuento ... e inserte, coloque, ponga, adjunte, suba .... mais cuentos ...

saludos WAYNUCHO