viernes, 29 de junio de 2007

Tramas políticas, intrigas futboleras

Alrededor de una cancha de fútbol se tejen y se proyectan un sinfín de marañas políticas. Se entiende a lo político no como una mera cuestión de pertenencia partidaria (El MAS o PODEMOS, por ejemplo); sino como una maquinaria compuesta por distintos mecanismos e intereses. Esta máquina configura y construye interpretaciones y dota de sentido a nuestro complejo entorno y a todo aquello que nos constituye como individuos pertenecientes a una comunidad tejida en diversos ejes culturales.

Los bolivianos estamos atravesando una difícil crisis política. Una crisis asfixiante que se enterca en aventarnos a habitar en nudos demasiado enmarañados y tensos. ¿Cómo desatar esos nudos? Parece ser la gran pregunta. Hemos creído que el espacio ideal para desenredar esta madeja imposible era la Asamblea Constituyente, pero sabemos que la Asamblea se está resquebrajando por pedacitos, al igual que nuestras ingenuas esperanzas.

El fútbol no puede esquivar, amagar (en términos futboleros) esta jodida crisis. Por el contrario, todo apunta a que será un insumo inflamable para incendiar el caldero frágil de esto que desde distintos registros llamamos Bolivia.

Desde el día miércoles, día en que la FIFA confirmó el veto a la altura, surgieron dentro de nuestro país temibles voces agoreras que apuntaban a que este embrollo termine. Sin embargo, entre líneas estas voces (algo tímidas en un principio) sugerían que la selección nacional debería jugar en otras ciudades del país. Esta posición de a poco fue entremezclándose con la tentadora pólvora política que envuelve al país de un aroma tenso. No pasaron ni unas cuantas horas para que estas voces hagan legibles sus identidades y sus discursos. (Para no dejar en el abstracto mencionaré apenas dos nombres: el doctor “Chelelo” Yañez -ex diputado mirista, ex presidente de la cámara de diputados, ex presidente de la liga- y el periodista del Deber Miguel A. Souza).

El núcleo de su argumento señala que:

La Paz no puede adueñarse del derecho de ver jugar a la selección boliviana, la selección es de todos, por tanto el país en su conjunto tiene el derecho a verla en sus distintas canchas. No se debe vetar el derecho de tener “al equipo de todos” en los nueve departamentos que componen Bolivia.


El problema con el tema de la altura y el fútbol es que en otras regiones del país se están confundiendo las cosas y algunos sectores, a tropezones, están optando por legitimar una posición que entorpece la defensa al legítimo derecho de jugar fútbol internacional en la Altura. En otras palabras de manera innecesaria se está embarrando el tema de la altura y el fútbol de una pátina política que posee la potencialidad suficiente para detonar este debilitado país, con el único fin de transformarlo en un parque de escombros en pleno corazón de Sudamérica. Intentaré muy modestamente y de forma parcial aclarar esta confusión. En la medida de lo posible intentaré concretar una operación imposible: separar el fútbol de la política. Cosa que por las circunstancias que estamos atravesando es una tarea casi imposible.

Aclaración:
No es que La Paz, como comunidad política, se enterque y se adueñe de ver jugar a la selección boliviana, hay algunos sectores que en su torpeza política expresan esa condición de dueños (el prefecto paredes, por ejemplo, es el representante de exponer ese mamarracho político: “si no se puede jugar en La Paz, construiremos un estadio en Río Abajo”, evalúe usted, inexistente lector, la capacidad que tiene la estupidez política).

Suturar los fragmentos:
La selección debe jugar en todo el país, pero aprovechando las fechas FIFA. Esta es una tarea pendiente (de las tantas que tiene) nuestra mediocre Federación. Es derecho de todos los bolivianos ver jugar “al equipo de todos” (valga la redundancia y la cacofonía). Empaparse de su euforia. Es urgente que la selección se descentralice y viaje por todo el país (un viaje distinto al de nuestros constituyentes pajeros) . El fútbol tiene el poder de sembrar sueños, sueños donde se suture nuevamente eso que tan fragmentariamente somos.

La Paz y la altura:
¿Por qué la eliminatoria se juega en La Paz? Porque nuestro fútbol es tan mediocre, tan endeble, tan lánguido que necesita de algún plus para fortalecer cada una de sus precarias líneas. La altura da ese plus. Plus legítimo, por cierto. Plus: como es el calor, la humedad, la corriente del viento, la niebla, una barra histérica, las batucadas en las puertas de los hoteles donde se alojan los visitantes, los amedrentamientos a los equipos visitantes, el manejo mediático, etc. El anterior miércoles en Santa Cruz la selección Bolivia sobre la base de coraje jugó de igual a igual contra la envidiable Paraguay. Pero su fútbol es tan escaso, tan limitado que lo que tiene en cancha no le alcanza para ganar el partido. Esa es una realidad. Nuestro fútbol no es competitivo, es fantasmalmente técnico, muestra algún chispaso de buen juego, pero nada más. Por eso Bolivia juega en La Paz para fortalecer su lánguido fútbol. Santa Cruz no le da ese plus geográfico. Aunque valga aclarlo la altura no es garantía de éxito y menos de buen fútbol, porque sus efectos son relativos (le puede afectar a un atleta de alta compentencia y no a una abuelita octogenaria que vive en la costa, y viceversa). Al tema de la altura está articulado, como una garrapata, la psicosis que despierta. A propósito la psicosis ya corre en el mundo. Con un subrayado demasiado pronunciado. No me imagino cuál será la reacción del equipo chileno que tenga que ir a jugar con Real Potosí en agosto.

Pugnas
Ceder a las pugnas regionales, al tenso clima político y vincularlo con el fútbol, puede equivaler a adjuntar la pieza que faltaba a la bomba país. Preocupémonos entre todos en vertebrar nuestro precario y decadente fútbol. Ya es hora de que entre todos los bolivianos vertamos sustancia a nuestro alicaído fútbol. Ya es hora de que construyamos las estructuras suficientes que más adelante nos respondan con resultados. Ya es hora de que la selección deje de atrincherarse en la altura para alcanzar el lejano objetivo de clasificar al mundial. Y, sobre todo, ya es hora de que apaguemos esa llama inflamable que puede derivar en el derrumbe absoluto de esto que tan difícilmente compartimos y que se llama Bolivia.

miércoles, 27 de junio de 2007

Duelo de Lánguidas Cenicientas

No es que uno se ilusione con el escaso espesor de fútbol de la selección boliviana, pero frente a una tibia selección venezolana, vergonzosamente entregada a los 25 minutos del segundo tiempo, que ingenua creía que el partido era suyo, no quedaba otra que mínimamente empatar. Con débiles herramientas tanto de generación de fútbol como de contención la selección boliviana expuso una síntesis perfecta de lo que dolorosamente es nuestro fútbol: una nada verde con algo de sincronía, mecanización y aparente concentración.

La modestia podría ser la palabra que ruede arrogante y con mayor poder de precisión en el momento de describir lo hecho por las dos selecciones bolivarianas en el césped de San Cristóbal. Ambas selecciones quedaron entrampadas en la estrecha modestia de su débil y lánguido fútbol. Ambas selecciones desgastaron importantes chances para clasificar a la segunda vuelta. Sin embargo, en descargo de lo dicho, fue un partido que a ratos contagiaba algo de vértigo. Es decir, un partido que por momentos espantaba al bostezo.

La selección de Venezuela con un interesante aire de pragmatismo futbolero demostró que sobre la base de pases cortos y de eficacia puede ser punzante, tiene jugadores para ello. Aunque antes de afrontar el salto de Cenicienta a Revolucionaria la selección de Chávez debe con urgencia incorporar en sus archivos de saberes futbolísticos el concepto de marca, el ítem de contención y el de manejo de ritmos. El técnico Paez desde que su modesta selección concretó el segundo gol, mandó a la cancha tantas señales de amarrete que demuestran y desmitifican ese rumor del tan hablado “desarrollo” del fútbol venezolano. El fútbol venezolano es todavía un proceso en ciernes (por no decir en pañales). Por otro lado, como lo mencionaba en el primer párrafo, el seleccionado venezolano fue víctima de su ingenuidad. Antes del partido, rondaba en el ambiente mediático una ilusión muy mal configurada por el técnico Paez. La selección venezolana se creía muy superior a su rival al que lo miraba desde un par de peldaños arriba. Cosa que en cancha, hasta el más tuerto futbolero pudo evidenciar que Bolivia fue y es superior en todas las líneas respecto a Venezuela. En otras palabras, la selecciona boliviana tiene una elaboración de fútbol más sofisticada frente al pragmatismo ingenuo venezolano.

Sin embargo, esto de ser “superior” en fútbol es casi una insignificancia, ya que a riesgo de exponer una chinchosa obviedad, una verdad de perogrullo, pero que hace a la sustancia del fútbol, este juego es ante todo y sobre todo: gol. Y Bolivia metió los mínimos suficientes que le dieron un modesto empate (con fisonomía de derrota) frente a un rival que no cuajaba por la inmensa irrupción en su juego de una cantidad innumerable de resquicios.

De la selección boliviana quiero rescatar dos escenas contradictorias que suturan y describen los momentos más significativos del partido: la primera imagen muestra a un Joselito Vaca tímido, escaso de fútbol, de ánimo, escaso en su inclinación al coraje, densamente frágil en lo físico y en lo anímico, endeble frente al peso de los volantes venezolanos, predecible en cada uno de sus aburridos arranques, tenue en su configuración de juego. No es casual que la imagen que, a mi entender parcial, concentra el fútbol tenue de Joselito se reduzca a la imagen que muestra al 10 boliviano arrastrando los pies y saliendo de la cancha totalmente abatido, sujetado a una botellita de Gastorede. Por otra, la imagen de un Arce demasiado hablador en cancha, “canchero”, como dicen los argentinos, aguerrido, preciso. De más está decir, que es en el gol del empate, en su grito que se puede oír lo mejor de la selección boliviana. Entre estas dos actitudes se vertebró el débil juego de nuestra selección.

Alrededor de esta tensión entre un opaco Joselito y un corajudo Arce surgen otras imágenes futboleras que terminan de configurar las hebras de lo que tristemente fue nuestra selección: Raldés como todo los domingos ya sea en el gigante de Arroyito o en cualquier cancha gaucha demostró que los centros para él son una utopía, inalcanzables; además se confirmó, una vez más, que desde su desgarro del año pasado no recuperó su talento y de a poco su fútbol ya se hunde en el pantano de imprecisiones e inseguridades de toda laya. De Peña ya se entiende por qué no renovó contrato con el Villareal y por qué está más cerca del MLS que del campeonato español. De Lorgio Alvarez se hace más legible el argumento del ex DT de Independiente, Jorge Burruchaga, que lo rechazó de su equipo: “es un gran jugador pero no tiene capacidad de concentración”. De Hoyos quedó confirmado que hace lo que puede: no tiene una velocidad asombrosa, es de una técnica muy modesta, su fuerte no es la marca, no es el remate, no es el juego aéreo: ¿A qué juega Hoyos? ¿Por ahí su talento no está en el fútbol? De Mujica se nota que su fútbol creció un poquito (un poquito nomás) desde su partida de Blooming. De García, Grecia no le hace bien. De Reyes lo único que se puede decir es que su hacha nunca se oxida. De Darwin Peña es la víctima del DT Sánchez, ¿por qué? Porque para el técnico el físico ya no le da. De Galindo ojalá que algún día antes que deje el fútbol demuestre algo de fútbol, Galindo es un mito, pero un mito decadente. De Moreno fue el corazón del ataque, habrá que matizar: de un lánguido y desprolijo ataque. Valga una breve digresión: La cultura del ataque boliviano consiste en estrellar, lo más antes posible, tiros insulsos al arco. ¿Será que son muestras de nuestra impotencia técnica? ¿Serà que esito nomás podemos? ¿Será por un hábito creado por jugar en la altura, no ve que dicen que acá la pelota no dobla? De Cabrera tiene un coraje de cuchillero, es otro bocón, pero es otra víctima del DT. De Galarza: estamos atravesando la peor crisis de arqueros.

En el indicador de las oscilaciones anímicas, tan dinámico como el juego propiamente dicho tal vez este empate pueda ser interpretado como un plus. Sin embargo, las dudas en el entorno de nuestra selección abundan: ¿Cómo sostener los bríos de la tropa cuando se ha disipado el partido más accesible? ¿Cómo equilibrar las cargas de peso de nuestra selección cuando se hace demasiado evidente que los tres del fondo no son una garantía? ¿Cómo tejer marañas de ataque, marañas que sean configuradas desde los pies del opaco Joselito (el querido del DT)? ¿Cómo evitar los notorios desniveles de intensidad y nuestra angustiosa inclinación a perder la pelota y pasar de dominador a dominado? A nuevos problemas, nuevos exámenes y, por añadidura, nuevas soluciones. Ojalá que Sánchez baraje, maneje y descarte las variables suficientes y pertinentes. Todavía el fútbol de nuestra selección no convence a los descreídos como yo. Para soñar a lo grande hasta las últimas consecuencias debemos atravesar un proceso y no nuestra típica, consuetudinaria pasión, a la improvisación y a la generación espontánea.

Por último, este redactor de blog imitará a Ulises. Con espesa cera forrará sus oídos para no perderse en el mediocre canto de sirenas que provienen de los medios. Demagógicos cantos que inflan a sus audiencias futboleras de expectativas vanas y de ilusiones inexistentes respecto a las potencialidades de la selección Bolivia. Este redactor de blog sabe que nuestra selección estará de vuelta en estas tierras a más tardar el miércoles de la próxima semana.

Firma,
el optimista.

jueves, 21 de junio de 2007

Xeneizefobia

Este blog no busca darle golpes bajos al lector, ni sumarse demagógicamente al acto de un festejo ¡INSOPORTABLE! Un festejo Azul y Amarillo (patito). Sí, me refiero al sexto campeonato bostero en Copa Libertadores.

El Club Atlético Boca Juniors y su entorno invadido de múltiples histerias –dejando al margen su aclamada “hegemonía continental” y el espesor de su juego (Riquelme estuvo en el corazón de ese juego)– es una máquina que incentiva al racismo, que convoca a la violencia más execrable dentro y fuera de la cancha. La 12 es un tubo, una apestosa alcantarilla de aguas servidas, por el que chorrea un concentrado de lo peor, no exagero, lo peor de la argentinidad. A Los Borrachos del Tablón no los eximo de esta virtud por concentrar todas las toxinas de la argentinidad, tampoco eximo a los cuervos (¡tan de moda!), ni a los diablos de Independiente, ni a toda esa masa gaucha troglodita que habita sorda dentro del primitivo Aguante, del Ponga huevo... Ponga huuueevvoo...

Más allá del inenarrable asombro que provoca visitar la bombonera no deja de ser más asombroso el lenguaje racista que emplean, en cada uno de sus actos comunicativos, para defenestrar al contrario. Da la casualidad que dentro de su estrecha gama de significantes el gentilicio bolivianos (con todas sus variantes, bolitas, cabecitas, tomateros, negros, indios, hediondos, negros feos, negros putos, choripaneros de mierda) es su instrumento lingüístico más venerado, más punzante y productivo en el momento de construir sus innumerables y básicos repudios. En realidad este gentilicio, que en la jerga futbolera gaucha es traducido a insulto cotidiano, recorre todo el abanico del fútbol argentino (incluyendo la Nacional B y los partidos de reserva).

Sin embargo, dirán que éste no es atributo exclusivo de los argentinos, ¿cómo andamos por casa, eh? En Santa Cruz lo mínimo que se grita es “Kollas o Kolla de mierda”, en La Paz: “Cambas de mierda”, “negro de mierda, “borrachos de mierda”, “viejo de mierda”, entre otras construcciones. Es decir, dentro de la cancha el lenguaje del fútbol es sublime frente a los códigos de los barras. Me dirán que estoy haciendo un abuso de mi ingenuidad, una exagerada exhibición del más cojudo moralismo futbolero; dirán que estos “insultos” son parte “del folklore del fútbol, del aguante”, que es así como protegen los argentinos a lo indefendible. Nuestras canchas tampoco se libran de ser la plataforma de exposición de todo tipo de fundamentalismos, machismos, sexismos, homofobismo. La gente del Tigre, mi gente, no se queda atrás, incluso yo participo de la enunciación de estos códigos, a los bolivaristas les decimos “cholis”. Neologismo que guarda punzadas connotativas de un racismo feroz. Y recuerdo bien los aclamados pedidos de Ricardo Bajo para que la Ultra Sur borre de sus iconos la esvástica nazi.

Cuadras a la redonda de un estadio argentino (bonaerense) el repudio visceral a lo boliviano es más pronunciado que el aroma del choripan. De los barras no es que espere gestos de una educación democrática donde prevalezca el respeto elemental por el otro. No espero que estos trogloditas y corruptos disfrazados hasta los dientes de su armadura azul y amarilla –que viven de la mafia que han constituido gerenciados por un Mauricio Macri que está a punto de instaurar una vez más a la derecha más conservadora (travestida de progre, de sensibilidad social) en la intendencia (la alcaldía para nosotros) porteña– busquen otras formas para desacreditar al contrario. Bajo el orden de otros términos que borren toda la estridencia que es parte de los códigos del fútbol para que todo el público turista no se sienta incómodo. No, no busco eso para nada. Sin embargo, en ellos se expresa, como en una caja de resonancias lo peor de la argentinidad: que es su soberbia, su cínico racismo, su odio visceral a lo indígena, su complejidad de europeos de segunda, su afán sutil de creerse los amos (en el fútbol y en todos los órdenes) con múltiples esclavos girando a su alrededor. Y por si acaso esta vulgar manifestación de racismo sospechosamente se agudiza en los barrios donde más se puede palpar pobreza, donde más bolivianos hay como es el sur porteño. Así que sumarme al triunfo bostero sería una hipocresía, una traición más al fútbol, un golpe bajo a mis escasos lectores, porque en el fondo, como buen kolla susceptible, como buen boliviano susceptible, cada vez que entra la barra contraria y la 12 histérica expone su odio y grita con todas sus variantes:

“!BOLIVIANOS... BOLIVIANOS BOLIVIANOS BOLIVIANOS BOLIVIANOS......!”

Siento un odio entremezclado con ácidas lágrimas...

Así que bosteros por ahora disfruten que el mundo da más vueltas que una pelota y siempre habrá un Estudiantes, un Once Caldas que a sopapos les ahogué su ruidosa fiestita de Azul y Amarillo Patito...

miércoles, 20 de junio de 2007

Fútbol y educación

"En mi academia, el que tira el balón afuera sale del equipo"
Carlos Valderrama


El proyecto de Ley de educación (Elizardo Pérez- Avelino Ziñani) no contempla al deporte. Sí, estoy siendo duro, parcial y algo terco. En realidad el deporte irrumpe en la futura Ley a modo de eslogan. Sí, aunque no me crean. Está contemplado, pero desde una retórica torpe en la que se traduce el eslogan griego: en cuerpo sano mente sana. Nada más. Por motivos de trabajo me vi envuelto en una discusión tensa con defensores acérrimos de la Ley. Ellos argumentaban que en una Ley se diseña el marco, la plataforma y que son otros los documentos en los que se va construyendo este: eslogan (para mí) artículo (para ellos).

En fin... Sabemos que la Ley educativa más que un instrumento normativo para construir una educación de amplios horizontes es un instrumento político, casi un instrumento (parecido a una piedra) de batalla gremial. Bueno, inexistente lector, ¿a qué viene esta reflexión en un blog futbolero? En un hecho muy simple, el deporte en nuestro país se da por generación espontánea. El deporte, como dice el Presidente en su publicidad, es ante todo educación. Sin embargo, en Bolivia es una práctica que no responde a una estructura, a una filosofía, a un saber, a un hábito, a una infraestructura. Este hecho es tan salvaje que basta detenernos en el fútbol para palpar esta realidad. Realidad que abunda en diversos recovecos.

Esta noche en Santa Cruz jugará nuestra selección. De los 25 convocados a ella solamente 2 jugadores son paceños: Lito Reyes, que proviene de las canteras del fútbol de salón, y el otro Augusto Andaveris, que proviene de las canteras del fútbol yungueño. Pare de contar no hay más. Ya me dirán que estoy exagerando, pero en nuestra liga, ¿qué jugadores provienen de La Paz, de Oruro, de Potosí, incluso Sucre? El equipo que tiene a más jugadores paceños es La Paz Fútbol Club, que cuenta con 6 jugadores: Los dos Alacas, entre otros. ¿Qué pasa en occidente? ¿Acaso no jugamos fútbol?

Trabajé de profesor durante 3 años en un colegio paceño. Tuve la suerte de conocer y compartir canchas y aulas con el profe Félix Berdeja, actual técnico del Tigre. Fascinado por el fútbol no me perdía ni un solo acontecimiento futbolero del colegio y, sobre todo, los intercolegiales. Ahí pude ver la extrema calidad técnica, el desarrollo táctico, de un sin fin de adolescentes paceños entre 14 y 17 años, que provenían de distintos colegios (fiscales y privados). Me preguntaba, entonces, ¿dónde se va tanto talento? ¿Cuándo se va? ¿Por qué desaparece? ¿Por qué no madura y se profesionaliza? Ahí Berdeja me decía algo demasiado importante: para ser un gran futbolista no es necesario manejar bien el balón, tener algo de talento en el juego, sino que los jugadores tienen que aprender a superar su propia naturaleza y a depender de las variables de su contexto. Es decir, tienen que aprender a cohabitar con ellos mismos y ver que chances les da su barrio, su colegio, sus amigos, el profe, su talento, etc. Y el ejemplo que saltaba era: Gabriel Batistuta un gordito adolescente inútil, que terminó superando su propia naturaleza y se transformó en el gran goleador argentino. Pero, quiénes estuvieron detrás de este gordito, nada más, ni nada menos que el famoso Grifa el gran formador de jugadores (santafecinos, el mayor semillero de grandes jugadores argentinos) y el gran Marcelo Bielsa. Obviamente detrás de este gordito también estaba la gran infraestructura de saberes, de posibilidades, de canchas, de compañeros, de mitos a seguir, de morfologías corporales, que impulsaron al adolescente a ser el gran goleador.

En La Paz es increíble que no existan canteras pobladas de jugadores profesionales. Sin embargo, de por medio habrá que ver que la distancia entre los potreros (que es donde el fútbol nace día a día a orillar con la magia) tanto de las villas como del Alto a las escuelas donde se pulen una diversidad de saberes futbolísticos, anímicos existe un abismo que los separa. Las escuelas de fútbol están diseñadas como espacios de lucro, a los que acceden chicos de clase media que llegado el momento de optar entre el profesionalismo del fútbol y una carrera que garantice además de estatus un salario, optan por la ingeniería, la abogacía siguiendo el mandato certero que impone la familia. El resto de chicos que no acceden a estas escuelas saltan al fútbol generalmente desde el fútbol de salón o mediante los equipos de asociación que se alimentan de jugadores que emprenden el desafío de jugar en las ligas zonales, como la del Tejar, Villa Copacabana, por ejemplo. El caso de yungas merece un texto íntegro.

Definitivamente es urgente distribuir las responsabilidades y rogar que nazcan las iniciativas desde el Viceministro de Deportes hasta el profesor o profesora de educación física de cada colegio, desde el vecino más entusiasta hasta el amigo que nunca la pela para ir a jugar a la canchita. Todos, absolutamente todos debemos hacer algo para que el fútbol paceño no solo defienda la altura, sino que se sienta orgulloso de la inmensa capacidad de jugadoras y jugadores: hombres y mujeres ( de una vez por todas hay que romper el estereotipo de que el fútbol es cosa de machos).

Creo que una cancha de fútbol es tan importante como una aula, como un libro, como un ejercicio de álgebra, como la gramática aymara o inglesa, como el proceso de la Revolución del 52, etc. Una cancha es el mejor lugar para demostrar inteligencia, solidaridad, compañerismo, ética en la competencia, imaginación, responsabilidad, creatividad, valentía, espíritu aventurero... Esto no es romanticismo, sino el deseo de alcanzar un modo de vida pleno jugando. Por eso no soporto a los burócratas que limitan sus saberes a los designios entrampados de su gremio.

Textos futboleros de el - lar

Presento dos caras de una misma moneda, por un lado un festejo textual del San Lorenzo campeón y por el otro lado: el velorio por el triste campeonato del Real Madrid. Los texos provienen de poliédrico blog de múltiples manos: el-lar.blogspot.com. Aquí van...


Alvaro Loayza

Para Bachichay los Camboyanos de otrora.
Seis meses atrás, era de lo más impensado creer que San Lorenzo iba a estar celebrando la gesta que hoy como Cuervos festejamos orgullosos (aunque algunos creían más que otros). Seis meses atrás nos debatíamos en la resignada tarea de aceptar el hecho de que en la Argentina sólo hay dos grandes y tres ex-grandes cuyas hinchadas sólo utilizan su falso epíteto para insultar y echar a sucesivos técnicos y jugadores como si su grandeza estuviera probada por otra cosa que no fuera una florida y grandiosa pre-historia. En eso andaba San Lorenzo, venido de una temporada de vilipendio, habiendo recibido en sendas y brutales dosis de 12 goles propiciadas por Boca (0-7) y River (5-1), demasiado oprobio para cualquier hincha que creyese en un proyecto a largo plazo, no quedaba más, Ruggeri se tenía que ir, venga quien venga.


He ahí cuando nuestro destino sufre un ostensible viraje. Mas que por decisión suya, que por un esforzado y decidido esfuerzo de los dirigentes, Ramón Díaz recala en San Lorenzo después de 4 años de voluntario ostracismo futbolístico y la hace como esas veces que es la mina la que te agarra a vos (aunque yo nunca lo hasha vivido de esa forma) por no sabés qué. Y así fue, aunque Ramón sí sabía por qué, el había pensado y estudiado muy bien cual era el mejor lecho para ser acogido, ya que el nos recordó motivos olvidados de porque San Lorenzo era y es grande, nos recordó e insufló ese viejo espíritu de campeones, nos devolvió a la memoria, que tenemos una hinchada para llenar cualquier cancha y nos evocó que el equipo que históricamente debía ser castigado como mal hijo es Boca y no viceversa. Son algunas de tantas cosas que Ramón nos recordó, y nos remontó entonces a los tiempos de Pontoni y Martino, de Sanfilippo (hoy un periodista detractor con el cual yo concordaba en algunas cosas y, bueno, Ramón me hizo cambiar de idea) y “Coco” Rossi, de “Toto” Lorenzo y Scotta.

Tantas cosas cambiaron con Ramón. Pensar que los defenestrados Christian Tula (a posteriori el caudillo de la lanza) y el “Muchacho” Méndez (apelativo propiciado por Sanfilippo) serían el puntal de una defensa no únicamente sólida y valiente, sino agrandada, decisiva y goleadora. Pensar que Ramón dejó marchar a Gremio nuestro querido emblema Sebastián Saja, para sondear la factibilidad de una futura Copa Libertadores, en pos de colocar en el puerta al inmenso Orión, bastión indiscutible de San Lorenzo y sin regateos el mejor arquero del campeonato, por más Carrizos, Andujares y Carantas que vendan en los mercados de pulgas. Pensar que Ramón pese a sus múltiples pedidos de fichajes y a las múltiples promesas que le realizaron los dirigentes “sólo” pudo traer al “Lobo” Ledesma (desahuciado por Merlo) y a la “Gata” Fernández (desahuciado por Passarella), casi nada, ya que fueron sin lugar a duda los dos mejores jugadores del campeón, uno con su liderazgo y conducción conviriténdose en el relojero que todo equipo requiere otorgando quite, timing y pases filosos, el otro con su inteligencia y goles elevando su juego y oportunismo a niveles espléndidos apareciendo mortalmente en los momentos más trabados y sombríos.

Es que Ramón sabe de fútbol y sabe con mayúsculas, ya que el fútbol no se juega únicamente en la cancha, el fútbol se juega desde lo mediático, desde el vestuario, desde el alma y consciencia de cada uno de los futbolistas, desde las presiones autoasumidas, para finalmente jugarse en la cancha, así es como Ramón devolvió a un club golpeado y sin chances, plagado de jugadores desmoralizados, en un irreverente y convencido candidato y a la postre merecido e indiscutible Campeón. Y es que Ramón sabe, y hoy está más sabio, ya no incurre en polémicas insustanciales, les hace sentir a sus jugadores el apoyo de su inmensa personalidad y deja en evidencia la falta de ella a los neófitos polemistas de equipos rivales. Ramón sabe, ya que los últimos partidos nos convirtió a un jugador de gran despliegue físico, potencial talento y nula claridad como el “Gordo” Lavezzi en un jugador inteligente, ya que la potencia y virtud física no están reñidas con la inteligencia, como nos lo demuestran hace diez años Makele y Viera, y como nos deleitan hace más de tres años Eto´o y Drogba, y eso era algo que Lavezzi parecía no entender, todas las decisiones tomadas por él eran malas, centro en vez de gambeta, tiro al arco en vez de un pase, correr en vez de pensar, siempre mal; hasta que Ramón lo sentó, le habló y sacó de Ezequiel ese wing profético de los desbordes mortales y de los centros como puñaladas, sacó a ese amago de jugador, que ahora si perfila como jugadorazo.

Y es que Ramón sabe, y el fútbol está contento, porque él y Simeone llevan el timón de este nuevo fútbol argentino con delanteros, un fútbol sin cobardías, un fútbol de ir adelante, un fútbol a ser ganado en el área rival, y es por eso que para Ramón no fue dilema tener sanos a la “Gata”, a Lavezzi y a Silvera, ya que se la jugó con tres y ganó siempre, y si Ramón se equivocó, y hay que decirlo, es cuando se niega a poner su tridente contra Argentinos lo cual nos costó la victoria, pero no es terco Ramón y contra Arsenal demostró que poco le importa que le hagan dos goles si es su equipo el que marca cuatro, ergo campeones. No era fácil, no fue fácil,se los aseguro, se sufrío en todos los partidos (exceptuando dos: Boca y Racing) y Ramón lo sabe lo duro que fue; prevalecer sobre Estudiantes el indiscutible mejor equipo de la temporada, sobre el passareliano River que invirtió 27 millones de dólares que se tornaron en las 27 millones de putiadas y sobre el temible Boca de cuantioso fútbol, experiencia, jugadores y saber estar, liderado por ese Riquelme que cuando habla con los pies bien se le puede aguantar esa eterna y compungida cara de orto.

Y es que esto del San Lorenzismo tiene su enjundia, yo que de chico me cuestionaba cual Descartes su cogito o Pascal su fe, si alguna vez en mi mortal existencia vería al Cuervo Campeón. Desde aquella helada y memorable tarde de Rosario el 95 ya son tres las veces, cada seis años las dosis y siempre con un componente épico, de la hazaña al mando de Silas con 21 años de espera el 1995, pasando por los 11 triunfos consecutivos a partir de los goles de Romeo el 2001 y llegando a las lágrimas de Méndez y sonrisas de la “Gata” de éste 2007, San Lorenzo recordó su grandeza, le devolvió alegrías inmemoriales a niños y viejos, y como las 10 coronas de laureles demuestran San Lorenzo rezuma su grandeza. Ramón con sus renovados y lustrosos jugadores logró encaramar a San Lorenzo al campeonato, llenando de bendiciones y felicitaciones las plegarias celestiales del padre de la Massa y enorgulleciendo a toda la progenie de negros alados (y no dudosos ensotanados) apadrinados y auspiciados por Edgar Allan que por ésta vez se les ocurrió permutar el eleágico discurso por “Quoth the Raven, `Once more.'”.


Mario Murillo
Para el Machi, que también ama el fútbol y odia al Madrid.

Conozco el mundo y aunque no me guste, está. Y sé lo que quiero. Quiero que la gente aplauda a mi equipo. Quiero que el valor del espectáculo esté por encima de un triunfo. He visto equipos que ganan y que la gente no va al estadio. Y otros que pierden y lo llenan porque juegan bien.”
Francisco Maturana, Entrevista en la revista “Al Arco”.
Durante mucho tiempo uno de los grandes debates de la Academia fue la relación entre objetividad y subjetividad; es decir, la posibilidad o no de que exista una construcción del conocimiento desde una mirada absolutamente neutra, imparcial y alejada de cualquier influencia del investigador. La antropología solucionó ese debate (y es posible que sea lo único decente que ha hecho como ciencia) planteando que la clave es plantear claramente los sesgos del investigador, no tratar de anularlos. Pues bien, ahí va mi sesgo: odio al Madrid, lo odio profunda y enconadamente. Lo odio por muchas razones: por Franco, por “pavones y zidanes”, por poderoso, por causas personales, en fin, por muchas cosas.
Pero en esta su coronación como campeón del fútbol español, el enojo contra el Madrid es más pequeño que el miedo, por una razón esencial: su triunfo ratifica fehacientemente una tendencia que está matando al fútbol y que se ha confirmado este año, el fútbol se muere.
Ya nadie se preocupa por jugar bien, ya a nadie le interesa el arco ajeno. El sentido primigenio del juego ha sido transformado: ya no es lo importante meter la pelota en el arco ajeno sino evitar que te la metan en el propio. Para intentar confirmar esta intuición, veamos el año que hemos tenido en materia futbolística.

Campeón del Mundo 2006: Italia. El equipo dirigido por Marcelo Lippi jugó como un típico equipo italiano: defenderse, achicar la cancha y esperar que el centrodelantero haga un gol de casualidad. Como en el 70, dejaba a los “diferentes” en el banco (Del Piero en Alemania, Rivera y Mazzola en México). Todo el campeonato jugó sólo 15 minutos, en la semifinal contra Alemania, liderados por Del Piero. Pasaron de ronda frente a Australia con un penal regalado por el arbitro y su estandarte fue Materazzi. Que asco.

Campeón de la Copa de Campeones 2007: Milán. El equipo dirigido por Carlo Ancelotti atiborró el campo de mediocampistas y dejó que Kaká haga el resto. Lo importante: el arco propio en cero. Recibió (para variar) regalos por parte del arbitro en la eliminatoria contra el Celtic (un penal más grande que una casa no pitado que le daba el pase a los de Escocia). En la final: matar el partido y esperar un milagro. Al revés de lo que pensaba el Quijote, la fortuna está del lado de los malos: gol fortuito de tiro libre y todo se acabó. Campeón de Europa sin ninguna intención de jugar al fútbol.

Campeón de España: Real Madrid. El equipo dirigido por Fabio Capello traicionó la historia del Madrid, cambió el amor por la pelota y la estética por el corte, la mediocridad y la abulia. Contra el Bayer de Munich, Capello alineó un mediocampo plagado de perros de caza para terminar el partido con el arco en cero: Gago, Diarra y Emerson. Antes del primer minuto del partido, los alemanes ya les habían hecho un gol (vehemente lección de que renunciar al ataque no garantiza la defensa). En la última fecha, la FIFA les hizo un último regalo: prohibió que Diarra fuera a jugar con Malí porque tenía que defender los colores del poderoso equipo español. Y como la vida es una mierda, Diarra hizo el gol que le daba el campeonato al Madrid. Nada raro, a Blatter y sus secuaces no les importa ni un poco los débiles de África y Sudamérica.
¿Qué nos queda de todo esto? Que el ataque, la intención ofensiva, la búsqueda de la belleza y la alegría, ya no existen. Los delanteros son piezas prescindibles. El fútbol fue mutando, en ese sentido, en momentos claves. Pasamos del 4-2-4 al 4-3-3, para terminar en el 4-4-2 (y su variante el 3-5-2), sin embargo los nuevos grandes directores técnicos encontraron una nueva vuelta de tuerca: mantener intacta la línea defensiva, llenar el campo de volantes y dejar a un solitario para ver si consigue algún regalo de la contingencia: surge ahora el 4-5-1. Matar cualquier intento contrario, destruir antes que crear, perder de vista la pelota. Ese es ahora el sentido del juego. Intuyo que de acá a unos años algún italiano descubrirá que el atacante es prescindible y jugará 5-5. Italia volverá a ser campeón.

Y nosotros seguimos acá, destilando sueños y esperanzas, esperando cada domingo, miércoles y jueves por un regate, por una pared, por un Liverpool - Milán 2005, por un poco de fútbol, de amor a la pelota, de magia, de disfrute, de emoción. Pero la decepción es infinitamente más grande que el cobijo de la alegría. En realidad toda la tensión y la emoción ya sólo están presentes en la previa, en la espera por el partido, en la alegría de saber que dos grandes equipos se enfrentan por algo importante, en la cadencia de tomar conciencia que empieza el Mundial, la Copa de Campeones o algún Campeonato local. Pero ahí se muere todo, los 90 minutos reales del partido son un bodrio, una somnolencia extendida, una batalla de dos ejércitos agazapados sin afán de gloria, cuyo único sentimiento es el miedo.

Frente a todo esto: ¿Queda esperanza? Quedan aún algunos resquicios que se vislumbran como posibles espacios de cambio benigno: la liga inglesa donde se sigue jugando a muerte, donde los volantes no sólo rompen sino que también hacen goles, el Estudiantes de Simeone que en la cancha de River mete cinco delanteros para matar o morir, el San Lorenzo de Ramón Díaz que no duda en alinear a tres jugadores que para Capello jamás podrían jugar juntos, el Lyon que cuida la pelota, la maneja a través de Junínho y encuentra claros en tres delanteros que siempre abren la cancha. Siempre hay esperanza, pero hoy, Lunes post triunfo madridista, no tengo espacio para ella. Hoy sólo queda empute y desasosiego, la horrible Italia de Lippi es campeóna, el abúlico Milan de Ancelotti es campeón y el asqueroso Madrid de Capello es campeón. Nada más queda.

viernes, 15 de junio de 2007

La AlturA y nuestro pequeño Mártir

Desde el lunes 28 de mayo este blog aventuró una serie de posibles argumentos en contra de la proscripción a la altura en partidos internacionales FIFA. Estos argumentos, nada novedosos por cierto, entreverados con fuertes dosis de rabia, de empute, de indignación, adquirieron a la fecha valiosos matices, también se derrumbaron y otros sufrieron averías y rotundos quiebres. Como toda posición: o madura y se enterca (para transformarse en autoridad) o se fermenta de manera irremediable y opta por una posición crítica (donde no caben por insoportables e insostenibles ni sus propios criterios). La mía hace días que se pudrió y a esta AlturA ya apesta.

Estimado, caro e inexistente lector si le da asco oler lo podrido cierre en este instante el blog (haga caso al imperativo, vea la defensa inquebrantable de Unitel o firme la carta del millón de La Razón o escuche el informe de cientos de periodistas que viajaron con el Presidente), no me responsabilizo de sus desarreglos estomacales, de sus efusivos gestos.

Vetados están, avisados también.

Hoy, viernes 15 de junio, los velos, las múltiples nieblas, las espesas cortinas de humo descuidaron grietas y resquicios para poder nuevamente abordar, siempre de manera parcial y provisoria, el agobiante tema de la AlturA. Para abrir la cerradura del texto convoco a una importante herramienta construida por el teórico Lyotard: el “diferendo”. El diferendo, así es como se lo entiende en este texto, es el momento en que la víctima tiene que demostrar su condición de víctima.

Después del alba del 27 de mayo frente a la resolución del Comité Ejecutivo nos hemos posicionado como auténticas víctimas. Desde el día de las madres a la fecha han surgido variadas manifestaciones de diferendos, imaginativas formas de concebirnos y de demostrar que somos víctimas de pura cepa. Para constituirnos como tales se han recurrido a politizaciones del tema; a predecibles ideologizaciones; a emprender gestiones curiosas, mediáticas e inútiles; a exhibir en los medios todo tipo de paranoias y de persecuciones a las que si uno no cede es catalogado de ingenuo, se han buscado y rebuscado un sin fin de chivos expiatorios. Cada quien se comió al chivito de su conveniencia: “nos quieren desafiliar”, “nos tienen miedo”, “el problema es netamente económico y político...”, “Texeira es dueño de los derechos de televisión...”, y un largo, pero largo etcétera de chivos expiatorios. Hemos visto, oído y leído tantas cosas y ni siquiera ha pasado un mes de la resolución FIFA.

Las virtudes de una estrategia reside en elegir el campo de batalla y las condiciones de choque, pero, en estas semanas a la única estrategia que se ha recurrido para defender al fútbol en AlturA es a la de posicionarnos y demostrar al mundo nuestra condición de víctimas. Resignificando al término víctima como un sinónimo de dignidad. Mediante este mecanismo: ¿Acaso no se ha abusado de nuestra condición de víctimas? ¿Acaso no se ha buscado por todos los medios demostrar esa “injusta” condición que nos victimiza y excluye? ¿Acaso no se han explotado todas las formas de ese pequeño mártir que nos habita a todos los bolivianos?

Hay más: En estos 13 años de cuestionamientos constantes a la AlturA, ¿en Bolivia se ha hecho algo para demostrar lo contrario? ¿Por qué el Ministro Quintana nunca mostró el “arsenal” de argumentos que llevaba la delegación boliviana? ¿Por qué el Dr. Enrique Vargas, ex director del Instituto Boliviano de Altura (IBBA), no fue acreditado por nuestra Federación? ¿Qué hizo el IBBA en estos 13 años? Si el problema fue netamente político, ¿la FBF qué hizo en estos 13 años para despolitizar el tema? ¿Estaría esperando que suba Evo Morales al poder y derribe con su enorme carisma la “injusticia FIFA”? ¿Acaso Evo Morales no fue a exponer nuestra posición de víctimas? Por último: Si el “arsenal” de argumentos llevado por nuestra Federación iba a demostrar que no hay riesgos físicos de jugar en la AlturA, ¿incluirán explicación para los del llano y costa que han "sufrido" sus efectos?

Ya es hora de que entre todos, incluido este redactor de blog, vetemos nuestra intragable demagogia que nos asfixia y que nos arrincona a posicionarnos como víctimas de un atropello. Presumo que la única respuesta a este diferendo serán unas migajas de prórroga por parte de la FIFA, para seguir jugando en el Siles, tal cual se hizo el 96, el 98 y el 2000. ¿Cuándo encararemos una desmitificación de la AlturA, lejos de la demagogia, de la victimización, de la paranoia y de la profunda improvisación? ¿Cuándo? Para cerrar esta bronca valga una cita de Macedonio Fernández: “Todo se ha escrito, todo se ha dicho, todo se ha hecho, oyó Dios que le decían y aún no había creado el mundo, todavía no había nada”.

lunes, 11 de junio de 2007

Real Potosí: el mejor equipo de la liga

Diez años después de haber ascendido a la liga Real Potosí por fin fue campeón.

El club se articuló a partir de una precaria escuelita de fútbol destinada a niños excluidos de todo tipo de juego, que levantaban junto al viento temibles humaredas de polvo. Me gusta imaginar, rumorear con que el primer nombre informal de la escuelita era: la de los pícaros Nicolases, en honor al relato potosino que cuenta Bartolomé Arzans Orsua y Vela.

[Bartolomé Arzáns Orsúa y Vela en su inmensa crónica Historia de la Villa Imperial de Potosí, cuenta que las mujeres no podían tener hijos en la Imperial Villa. Sin embargo, las mujeres en gestación se encomiendan a San Nicolás, santo de panaderos y de parteras. Se produce el milagro y nacen en Potosí 40 niños, los primeros potosinos, que son nombrados como los Nicolases.]

De ahí presumo surgió el sueño potosino y Real Potosí comenzó a latir como proyecto. Más tarde Samuel Blanco, una especie de presidente vitalicio del club, junto con otros futboleros decidieron armar un modesto equipo que dé lucha en el campeonato de asociación a equipos con más recorrido como Nacional Potosí, Municipal, Primero de Mayo y Real Bamin.

El origen de Real Potosí tiene mucho que ver con la épica, la incansable lucha, hay un innegable espíritu minero en esos hinchas, en la fuerza expuesta cada domingo. Blanco, madrileño fanático del Real Madrid, nombró a Real Potosí en honor a su fanatismo. Sin embargo, el sueño de Blanco fue cuajando en todo Potosí, al punto que Real Potosí se transformó en patrimonio de todos los potosinos.

En estos diez años pasaron distintos técnicos entre los que recuerdo a Rosario Martínez, Claudio Chacior con el que terminaron segundos en el campeonato clausura 2004. También dirigieron Galarza y Berdeja ambos con muy buenas campaña. Con Berdeja clasificaron nuevamente a la Libertadores y fueron segundos en el clausura 2006. De la Copa Libertadores del 2002 lo que más recuerdo es la goleada a Peñarol 6 a 1, y el 2 a 0 a San Lorenzo.

No hay donde perderse se trata del mejor equipo desde el 2000 a adelante: en puntos, en espesor de juego, en llevar a la gente las distintas potencialidades del fútbol, en manejo dirigencial, en economía, en impacto social, en cautivar el espíritu futbolero de hinchas, en técnicos (es el equipo más consecuente con sus proyectos futbolísticos, exceptuando el perdonazo a Roberto Correa después de haber sido dado de baja por indisciplina).

Hay un famoso periodista deportivo potosino, Juan Carlos Mendoza, que desde hace unos 3 años escribe la historia de este equipo. Es que frente a una épica de tal magnitud nadie puede quedar indiferente. Bien por Potosí. Bien por el fútbol. Arzáns ya tiene la argamasa suficiente para escribir otra leyenda potosina.

b

domingo, 10 de junio de 2007

Algo sobre el tema de la altura...

No quise dedicarle una entrada exhaustiva al bendito "tema" de la AlturA. Soy un convencido que tenemos todo el derecho a jugar en nuestra AlturA. Sin embargo, reducir la defensa a un lobby político me parece un acto vergonzoso y, sobre todo, peligroso. Ya que no se desactiva el veto, sino que simplemente y de manera momentánea se lo prorroga.

El camino de ideologizar el tema, de ir a tocar las puertas a los amigos de Evo no es el mejor camino para defender la AlturA. Si nos remitimos netamente a lo deportivo, que es por ahí donde supuestamente la FIFA jaló el hilo del ovillo de la altura, no hemos avanzado mucho, para no decir NADA. Insisto, El Instituto Biológico de Altura debería abordar el "tema" con la seriedad que se merece, es urgente que enriquezca sus metodologías, democratice procedimientos y saberes. El Instituto debería construir del 96 a la fecha un arsenal de argumentos que se traduzcan en metodologías y procedimientos para que las distintas delegaciones vecinas (del llano y de la costa) afronten competencias deportivas a más de 2500 metros de altura.

Abordar el tema de la altura desde el lobby no garantiza que se desmitifique los velos que entrampan al deporte en estas altitudes; por el contrario, despiertan más sospechas sobre las insuficiencias técnicas y científicas para defender el "tema". Bolivia debería ser un generador, un aporte al mundo en el "tema" del deporte en altura. Sin embargo, somos un aporte a la vergüenza. El Ministro Quintana, por fin en agenda de algún funcionario FIFA, hablará mañana con Grondona, seguramente cruzarán criterios diplomáticos e ideológicos y no habrá en esa charla, de parte del Ministro, una oferta boliviana médica y científica para asesorar a los distintos equipos médicos deportivos que de cuando en cuando afrontan competencias deportivas en AlturA. Con estos lobbys la FIFA seguirá dando la razón al Dr. Madero que de AlturA sabe poco.

Les recomiendo leer el cuento de Walter Vargas… en Fútbol y Literatura (I).

Fútbol y Literatura (I)

Ausente Lector exactamente hace un año y un día decididos escapábamos de las oficinas, de los colegios, de las universidades, de la tienda, del minibús, de la fábrica, del puesto, del bar, del curul. Atravesábamos largas, inmensas y cortas calles, robábamos cable, todo para llegar a hora y ver el primer partido del Mundial Alemania 2006.

Para curar esa melancolía, para rellenar esa peregrina ausencia, para despabilarse de tanto nervio futbolero, para distraerse del archiconocido e insoportable tema de la AlturA AndinA, para distenderse de tanta copa infartante

[disculpe inexistente lector, a riesgo de desatar la “coherencia” de este texto no aguanto las ganas de exponerle un vaga digresión, haga de cuenta que se trata de un desborde feroz por el lateral izquierdo de la cancha, no puedo dejar de comentar el final de la copa española con un Madrid a un punto del Barcelona; tampoco el campeonato argentino que tiene a un San Lorenzo a punto de llegar a ser primero en el podio, y sobre todo la lucha visceral por los equipos que pelean por no ser víctimas del descenso, entre ellos Nueva Chicago que fue víctima de un robo; lo mismo con Real Potosí que si hoy en la tarde le gana a Real Mamoré será el campeón, por primera vez y con todo el mérito, del fútbol boliviano; eso sí, siempre y cuando el Tribunal de Penas de la Federación no diga lo contrario y proceda con el bochorno, después de este brevísimo desborde que no terminó en Gol vuelvo al texto]

invito a mis inexistentes lectores a leer una sinuosa ficción futbolera que desde la plasticidad de su lenguaje explora en las conocidas resonancias que laten en los sueños de los hábiles jugadores que con gambetas y huellas poéticas impregnan de un magma inaprensible a la atmósfera arrabalera del fútbol.

El cuento pertenece al admirable periodista argentino Walter Vargas, proviene de su impresionante libro Del diario íntimo de un chico rubio (y otras historias futboleras). Este cuento arrastra júbilos, incandescencias, pirotecnia, absurdos, gestos, muecas, hábitos que despiertan en la cotidianidad del fútbol; su mecánica narrativa arrastra a este conjunto estridente hasta casi bordear los barrancos de la nada, justo ahí donde nace el misterioso afán de arrastrar una esfera con el lenguaje mudo de los pies.

En esa cornisa el cuento desentraña los lugares comunes y los vicios que abundan en el fútbol: el periodismo con su mañas, las vastas opiniones “calificadas” de especialistas que se horadan a sí mismos, las histéricas hinchadas, las cotizaciones que de a poco opacan el juego, los intermediarios de jugadores (la caza de esclavos postmoderna), todo en medio de un festín voluptuoso de dólares y de inevitables derrotas. No se sorprenda inexistente lector: en el cuento de Vargas abundan los psicólogos y psiconalistas de toda laya que intentan desatar y proporcionar una lógica (“una explicación coherente ante el estrepitoso fracaso”) al siempre indócil y burlón juego de la pelotita. Entre líneas este cuento homenajea a los amigos que se reúnen en torno del siempre infinito juego del fútbol, hay unos llamativos guiños donde arde una pulsión poética: el fútbol es un juego muy simple, ahí radica su maravilla.

Social Deportivo Benavente

Un modesto club del conurbano bonaerense registraba un curioso récord de imbatibilidad: 192 partidos invictos.

Ese grupo de chiquilines criados en el mismo barrio, de la misma edad, había salido campeón de novena a cuarta. Seis vueltas olímpicas, seis campañas excepcionales rubricadas con la fórmula de ganar, golear y gustar.

Miles de futbolistas pasan sin pena ni gloria, perdidos en las sombras del anonimato, pero ellos ya gozaban de notoriedad cuando ni siquiera habían dejado atrás el tiempo del acné. Eran el orgullo de la hinchada del Social y Deportivo Benavente, motivo de embeleso para los estadígrafos, fruta exótica en la mesa de los medios de la comunicación.

El mismo día que se consagraban campeones de cuarta división, una asamblea extraordinaria de socios decidía rechazar un jugoso ofrecimiento de un grupo de empresario italiano y declaraba instransferible al plantel.

Antes de arrancar la temporada siguiente, en primera, el Social y Deportivo Benavente era más candidato al título que los cinco grandes. Todo el mundo se preparaba para asistir al bautismo adulto del denominado Dream Team.

Pero en el debut perdieron 3 a 0, de local, contra uno de los rivales más flojos del campeonato. Y también perdieron el partido siguiente, y el otro, y el otro, y así siete fechas seguidas: cero goles a favor, 48 en contra.

De buenas a primeras, aquel equipo que jugaba de memoria era víctima de extraño sopor. Ni rastros de su asombrosa coordinación, de su inexpugnable defensa, de su atildada circulación de pelota, de sus fulminantes movimientos ofensivos.

El desconcierto de los cronistas deportivos, incapaces de encontrar una explicación coherente del estrepitoso fracaso del Dream Team, demandó opiniones muy calificadas. Así, un pensador argentino radicado en España, Jorge Zappa Di Meola, juzgó que la apatía de los delanteros del Social y Deportivo Benavente, era fácilmente explicable, un caso de miedo céltico, término acuñado cuando un centrodelantero gallego, Manolito Longueira, del Celta de Vigo, estuvo ocho años sin marcar goles afectado del panicus celebratorio. Prefería la rechifla general a quedarse sepultado bajo una montaña de hombres que lo apretaban, manoseaban y besuqueaban.

Esta hipótesis fue aceptada de buen grado, hasta que un par de meses después, cuando las abultadas derrotas del Social y Deportivo Benavente eran recibidas con indiferencia, los acontecimientos dieron un giro brusco: ganaron ocho partidos al hilo, entre ellos el clásico y un par ante adversarios poderosos a los cuales los arruinaron en su lucha por el título.

¿Cómo lo consiguieron? Gracias a una asombrosa coordinación, una inexpugnable defensa, una atildada circulación de pelota y fulminantes movimientos ofensivos.
Ese sprint final (ocho triunfos, 54 goles a favor, ninguno en contra) fue suficiente para que el Social y Deportivo Benavente se salvara del descenso y recuperara su condición de Dream Team a los ojos del periodismo, del público y del empresariado.
Antes de iniciarse la temporada siguiente, doce grupos europeos tomaron nota de que el riesgo Dream Team había bajado, y elevaron ofertas astronómicas.

Pero una nueva asamblea extraordinaria resolvió declarar al plantel instransferible por doce meses más, a la espera de obtener un campeonato y duplicar o triplicar la cotización de los cracks.

De cara al nuevo campeonato, los entendidos dieron como favorito al primer puesto al Social y Deportivo Benavente.

Superada una lógica etapa de adaptacion, habiendo pagado el derecho de piso de toda formación bisoña, no tenían una pizca de dudas. Ahora sí se venía una campaña arrolladora, igual o mejor que la que habían cumplido en las divisiones inferiores.
En el debut perdieron 5 a 0, de visitantes, ante un rival recién ascendido. Y también perdieron el partido siguiente, y el otro, y el otro, y así nueve fechas seguidas: ningún gol a favor, 66 en contra.

El desconcierto de los periodistas deportivos, incapaces de encontrar una explicación coherente ante el estrepitoso fracaso del Dream Team, demandó opiniones muy calificadas.

El psicoanalista boliviano Hermes Baldivieso, seguidor de la corriente de Melanie Klein, diagnóstico el caso como el síndrome del medio sénico, denominación que se le da al episodio en el cual un bebé rechaza el pecho materno. El profesional consideró natural que el Social y Deportivo Benavente arrancara los torneos con desempeños desastros. Es evidente que los comienzos llevan a estos muchachos a un estado de regresión infantil. Temen ganar, así como el bebé teme perder el seno de su madre. La solución fallida de los jugadores los conduce a dejarse derrotar sin oponer resistencia, opinó.

En franca disidencia con su colega, otro psiconalista, pero de la línea gestática sibarítica, el alemán Otto Emmerich, estimó que el fenómeno Dream Team entraba en las categorías de las fobias. Esta es una fobia, pero más específica, bramó Emmerich, en una entrevista concedida a la publicación deportiva Bundesliga-Bundesrracha.

Emmerich dijo que se asistía a un extraño suceso de miedo esférico, es decir, no ya miedo escénico, que es el miedo a jugar en público, sino del miedo a manipular el propio útil: miedo a la pelota.

Instalada la polémica entre Baldivieso y Emmerich, el Social y Deportivo Benavente no cesaba de perder partido tras partido. Al cabo de la décima fecha, el riesgo Dream Team subía hasta guarismos escandalosos y la Internacional de Intermediarios resolvía eliminarlo de su agenda de posibles inversiones. Ningún asociado compraría ni un solo jugador de un equipo tan escasamente lucrativo.

Al mismo tiempo, en la Argentina era un secreto a voces que los futbolistas de los demás clubes se negaban a jugar en el Social y Deportivo Benavente. Decían, por lo bajo, que era un quemo, la Siberia, la muerte en bicicleta, lo peor de lo peor.
De manera que, bastante antes de terminar el campeonato, se sabía que en la temporada entrante el Social y Deportivo Benavente se las tendría que arreglar con lo que tenía: nadie quería comprarle jugadores, ningún jugador quería ser comprado por el Social y Deportivo Benavente.

Ahí fue que, repentinamente, el Dream Team volvió por sus fueros. En un santiamén recuperó su asombrosa coordinación, su inexpugnable defensa, su atildada circulación de pelota, sus fulminantes movimientos ofensivos.

Ganó once partidos seguidos (94 goles a favor, ningún en contra) y no sólo se salvó del descenso: terminó entreverado con los de arriba.

De cara a una nueva temporada, a un nuevo campeonato, los entendidos volvieron a dar como amplio favorito al Social y Deportivo Benavente.

Y en la primera fecha ganó 7 a 1. Y goleó en la segunda, en la tercera, en la cuarta, hasta alcanzar nueve victorias consecutivas: 74 goles a favor, ninguno en contra.

Y la prensa especializada cantaba loas a ese equipo invencible que se aprestaba a pulverizar todos los records, que se dirigía a una segura vuelta olímpica, que jugaba la nuestra, la de ellos, la de todos.

Y los grupos empresarios estimaban que estaban dadas las condiciones, que como los mercados habían recuperado la confianza ante la sensible disminución del riesgo Dream Team, volvían a la carga.

Ebrios de júbilo reclamaron para sí la prioridad de las negaciones, anunciaron acuerdos extraoficiales en millones de dólares.

Y la internacional de Intermediarios abrió una licitación para adjudicar los derechos de representar a esos cracks.

Y la Comisión Directiva del Social Deportivo Benavente resolvió que, visto que estaban al alcance de la mano los objetivos supremos que se había fijado, a final de temporada vendería al plantel entero en un monto que, sólo por pudor, prefería mantener en reserva.

Cuarenta y ocho horas después el Social y Deportivo Benavente perdía el invicto: 8 a 0. Y también perdía el siguiente partido, y el otro, y el otro. Perdió diez partidos consecutivos: ningún gol a favor, 94 en contra. Al final del torneo apenas si sumaba los puntos necesarios para conservar la categoría.

El desconcierto de los cronistas deportivos, incapaces de encontrar una explicación coherente al estrepitoso fracaso del Dream Team, demandó opiniones muy calificadas.

Un psicólogo especializado, el nigeriano Nwankwo Utubm, aventuró que la debacle había obedecido al miedo cénico, pavura que en los futbolistas despierta la ingesta de comida la noche anterior a un match y los somete a prolongados estado de catatomía lúdica.

Otros cientistas sociales hablaron de miedo escéptico, desconfianza en las propias fuerzas; miedo estético, angustia que despierta la ejecución de actos profundamente bellos; y miedo bíblico, autocastigo de origen misterioso que ataca a quienes no toleran habilidades que simbolizan la multiplicación de los panes.

No faltaron, desde luego, quienes sostuvieron se declaraban en asamblea permanente hasta que consensuaron el camino a seguir.

En eso estaban, cuando un buen día llamó a conferencia de prensa el plantel del Social y Deportivo Benavente.

Tomó la palabra el capitán del equipo, el Tweety Pernía, agradeció el apoyo de la maravillosa hinchada y dijo que no había nada más que analizar ni deliberar, que no se sentían felices porque nunca habían disfrutado tanto del fútbol como cuando jugaban en las inferiores.

Dijo, el Tweety Pernía, capitán del Social y Deportivo Benavente, que hasta ahí habían llegado, que exigían la libertad de acción, que se iban de la competencia profesional.
Sin rencores, dijo el Tweety Pernía, pero nos vamos.
Y se fueron.
Al fútbol siguieron jugando, pero ahí nomás, en el barrio. Torneos de amigos, de amigos de amigos.
Cada noche, después de cada partido, ganaran o perdieran, se reunían en Pito Catalán, la pizzería que habían comprado con el esfuerzo de tantos años.

martes, 5 de junio de 2007

La judicialización del fútbol boliviano

Los “servidores de justicia” afrontan un intencionado paro histórico. Buscan a toda costa que nadie les toque su PODER. Cuiden sus espaldas que hoy ni jueces, ni abogados,ni magistrados salieron a trabajar.

En este día es pertinente, entonces, más que nunca, reflexionar sobre la judicialización del fútbol. El fútbol boliviano casi desde su fundación ha estado profundamente articulado, para bien o para mal, al ejercicio siempre dudoso de la abogacía. Bien o mal fueron los abogados quienes vertebraron (infectaron, dirán algunos maliciosos como yo) la mayoría de Clubes del país, una buena parte de los fundadores del Bolívar fueron abogados, lo mismo con el The Stronguest cuando hace más de 85 años saltó del amateurismo al profesionalismo y esto gracias a un conglomerado de abogados. No entraré en los porqués, en los motivos, porque es ahondar en aguas putrefactas y hoy no deseo bucear en lodazales con el único fin de seguir infectándome de mugre. Sin embargo, estos últimos 10 años esta hueste (o peste, depende de usted inexistente lector) leguleya ha hecho crisis, sin embargo, también ha instaurado su poder casi de manera inquebrantable en las precarias estructuras de nuestro decadente fútbol.

Para no extender las modestísimas pretensiones de este texto exploraré algunos datos referenciales, para ello es importante el año 2004. En ese año Oriente Petrolero, el club más impugnador de la historia del fútbol boliviano, a cargo de nuestro actual Presidente Federativo, descubrió que dado el caos de reglamentos, debilidad, poca consistencia y superposición de normas, los partidos de fútbol pueden ser ganados fuera de la cancha. En otras palabras, la lógica futbolera orientista (aclaro orientista, porque Blooming, Real Santa Cruz, es otro su andar) marcaba una impronta mañosa a nuestro fútbol. Una lógica que arbitrariamente se la puede cifrar de la siguiente manera: “no importa si uno tiene un equipo mediocre, mientras se arme un buen buffet de leguleyos es posible ganar campeonatos”. Y esta consigna rápidamente hizo cuerpo, obtuvo sus frutos en el campeonato clausura de 2004, cuando Oriente le ganó en mesa al Tigre. No quiero entrar en la legalidad o ilegalidad de las impugnaciones, simplemente me asomo a ese afán casi deportivo de impugnar, de manejar las inconsistencias del reglamento de acuerdo a la necesidad y tejemanejes del club. Es importante recalcar que el pivote articulador de este afán impugnador recae en el NEFASTO abogado Víctor Hugo Pérez. Sobre él Oriente Petrolero monta todas sus estrategias jurídicas para ganar sistemáticamente sus partidos fuera de la cancha. Hasta el momento son más 16 casos de impugnación, de los cuales varios fueron a favor de Oriente Petrolero, entre los que más destacan son:

· José Alfredo Castillo: caso doping (junio 2004). Mediante el alegato jurídico de mal procedimiento Castillo salió impune del doping, abandonó al Bolívar y volvió rápidamente a jugar en la reserva de Tecos.
· El Tigre: caso Robledo (diciembre 2004). Oriente ganó la impugnación, recibió plata de la Conmebol, de la Federación Boliviana, del Club The Stronguest y no dio ni un solo dólar a Real Potosí que también era otro de los afectados.
· Real Potosí: caso negar jugadores a selección (junio 2007). De manera hábil Oriente se presenta en cancha el 23 de mayo, sabiendo que tiene a su favor las fichas claves del reglamento (tanto el de la Federación como el de la FIFA). Fichas que irrevocablemente lo respaldó en mesa.

Los casos que están en veremos: el doctor Pérez quiere reactualizar el mismo alegato utilizado para salvar a Castillo, para salvar a Leo Fernández. No está lejos de demostrar que hubo evidentes errores en el doping del arquero. Este hábito impugnador está demostrando una vez más que el fútbol boliviano paga más a sus abogados que a técnicos y jugadores. Digo esto porque Oriente paga fortunas a su notable doctor Pérez. ¿Y cómo no?, si es gracias a Pérez que Oriente salió campeón en el clausura 2004 y está a punto de salir campeón en el apertura 2007.

Pero la judicialización del fútbol boliviano no termina en mostrar las habilidades del doctor Pérez, abundan abogados que no necesariamente ajustan la malla jurídica deportiva para transparentar el juego, por el contrario no le dejan de abrir resquicios para montar su proyecto de poder. El doctor Edgar Linares, ideólogo de la FABOL (futbolistas agremiados de Bolivia), es otro interesante personaje, que ha movido las estanterías económicas y jurídicas de los clubs, lo triste es que no en beneficio del fútbol. Linares junto con otros abogados y diputados elaboraron la Ley del Deporte.

En julio de 2004 fue promulgada la Ley, esa que tanto orgullo le provoca a Pichicho Borja, uno de sus autores. A la Ley le importa un carajo generar una matriz para construir una estructura deportiva. En toda su intrascendencia se encuentra el famoso artículo 2770 y el Decreto Supremo 2779. El artículo señala que en lo que respecta al fútbol profesional, todas las instituciones deportivas deben adecuarse a la normativa de la Ley del Trabajo. Por tanto, todos sus dependientes: futbolistas, cuerpo técnico y cuerpo médico deben cobijarse de los beneficios que norma la Ley del trabajo. Este artículo abrió un caos legal que derivó en 64 litigios en el Bolívar, en el Stronguer bordearon los 20 y algo parecido en Blooming, Wilster. Sin embargo, en Oriente hay muy pocos, por algo será. Lo chistoso de esto es que uno de los redactores de la Ley fue el más beneficiado. Sí, sí, Pichicho Borja hizo una Ley de acuerdo a sus mafiosas necesidades. Aprueban la Ley y Pichicho rápidito fue a cobrar sus beneficios “al club de sus amores”. Este es un caso descarado. Un gesto del más puro mirismo. Del mismo modo la inútil Ley Añez. Ley que se contradice desde su primera línea y que no apunta a fortalecer el fútbol, por el contrario desde el principio de su redacción se convirtió en buen motivo de exhibición mediática y de beneficiosa cosecha política por parte de su autor, ex – presidente de la Liga.

Entre todo este caos jurídico, con dirigentes-abogados presos (el doctor Cuellar, por ejemplo), con más abogados que cuerpo técnico el fútbol boliviano paulatinamente, además de exponer sus vísceras: agoniza. Hay tantos casos sucios manejados por abogadillos hábiles. Los casos abundan. Por ejemplo, la impugnación vergonzosa de los dirigentes de The Stronguest a San José, justamente por la bendita Ley Añez que señala que en cancha sólo deben entrar 4 jugadores foráneos. Es vergonzosa esta impugnación ya que los dirigentes estronguistas (Pacheco y Cía. valga aclarar que todos son abogados) el año 2004 eran los más grandes defensores de los jugadores “Nacionalizados”, feroces combatientes de la Ley Añez. Ahora, no, se transformaron en los impugnadores de la invasión foránea, acatadores de la Ley que antes repudiaban. Así va el club, así va nuestro destartalado e inútil fútbol...

Para terminar, la injusticia tramada en contra de Real Potosí es la muestra de la judicialización del fútbol boliviano, repito la idea: y no para el bien del fútbol boliviano, sino para terminar de tullirlo. Las conclusiones del Tribunal de Justicia apuntan, cínicamente, a que Real Potosí sufrió de una carencia de asesoría jurídica. Sin embargo, este modo de actuar, de competir, de normar está empezando a erosionar de manera irrevocable el fútbol boliviano, de a poco lo que pasa fuera de la cancha se transforma en insostenible. En una práctica repulsiva. No puede ser que, en una línea, estemos pelando en contra de las arbitrariedades, de las injusticias discriminadoras FIFA, mientras que, en otra línea, en casa, se dibuja el destinto del juego de la pelotita desde fuera de la cancha, más específicamente en finos buffets de abogados. Es Asqueroso. Si procede la proscripción FIFA a la altura, Oriente Petrolero le encontrará una y más vueltas jurídicas al tema. Desde estos tejemanejes se transformará en un equipo imbatible en la altura y no por virtudes futbolísticas de su equipo, sino gracias a las habilidades jurídicas del doctor Pérez.

Todo parece apuntar que a Oriente, una vez más, le importa poco si pierde o gana dentro de la cancha, lo que le interesa es que el doctor Pérez tenga todo en orden para efectuar la correspondiente impugnación de turno. Como hace 3 años es posible que Oriente vuelva a ser campeón gracias al brillante juego chicanero de sus abogados. El lema parece ser: “Importa poco lo que haga Clausen en cancha, para eso está el brillante, el único: el doctor Pérez”.

Mañana en canchas cambas ojalá que Real Potosí vapuleé, destripe, pulverice al mediocre Oriente (como varias veces lo hizo). Si Real Potosí mañana no gana en el Tahuichi Aguilera, el fútbol dará sus últimos hervores de integridad y todo se irá al carajo. En este contexto, importará poco si se juega o no en la altura.

lunes, 4 de junio de 2007

Nudillos rojos y otros criterios sobre la Altura

Me quedo con la imagen de un angustiado (desubicado) Ministro de la Presidencia, cuyos nudillos quedaron rojos de tanto golpetear la inamovible y gigantesca puerta FIFA que protege a toda la burocracia de Su Majestad Blatter. Amo y señor de los destinos del fútbol. Emperador de cada uno de los dólares que produce el fútbol. Esta imagen del golpeteo representa tanto la angustia que nos dejó nuestra bendita altura como la imposibilidad de abrir la cerradura hacia una posible solución que desemboque en una salida al tan politizado tema. Más allá de la bulla política, del afán por ideologizar el tema, más allá incluso de la admirable maratón (algo inútil) del Presidente Morales (3 partidos en un día, otro partido en Chacaltaya, sin tomar en cuenta una cantidad de discursos predecibles que dieron más de una vuelta al mundo), los pedazos que componen todo lo que rodea a la altura todavía están esparcidos, revueltos y desordenados.

No hemos sido capaces de darle un hilo a todos estos pedazos, una forma de abordar el tema, de dar coherencia al tema. Hay una escasez de propuestas, una fragmentación de fuerzas, de metodologías, los pedazos siguen dispersos. Exponiendo nuestras limitaciones. En realidad, creo, que las piezas claves del tema no están en manos ni del Ministro de la Presidencia, ni en manos de nuestros Viceministro de Deporte, ni en las de Carlos Chávez, ni en las de Patato, sabemos claramente que esas fichas siguen en manos de nuestros “hermanos” brasileros, argentinos, en las delicadas manos de su elite dirigencial. Por eso los nudillos del Ministro Quintana son tan expresivos y pertinentes para explicar el tamaño de nuestra impotencia. Dejemos ahí a esta delicada escena, dejemos de lado a esos incesables golpes a una enorme puerta sorda.

¿Ministro, para qué fue Toto Arévalo a Zurich?
Acompañaba al Ministro en esta desubicada empresa el famoso (famoso dije lector, no mafioso, no piense mal por favor) “periodista” Alfonso “Toto” (no TONTO) Arévalo. ¿Para qué fue TOTO? ¿Para ayudarle a ordenar al Ministro su pasaje abordo? ¿Para conducirlo en las ordenadas calles de Zurich: “Sabe Ministro por ahícito es...”? ¿Para buscar imágenes frescas en el epicentro del poder político del fútbol? ¿Para mover sus “influencias” en la FIFA? (Es un chiste lector, desde que cayó el MIR a Toto no le hace caso ni su secretaria) ¿O acaso presentaría al presidente de la FIFA, algo así como “Ministro le presento a Joseph Blatter, presidente de...”? ¿Ministro, para qué fue Toto Arévalo a Zurich? ¿O es que Toto le ayudaba a tocar la inquebrantable puerta? ¿O es que Toto le trae recuerdos a sus viejos y entrañables amigos del Neoliberalismo? ¿O es que Toto iba a nuclear el centro de un solitario Lobby político? ¿O es que Toto también en Zurich tiene amigos secretos? ¿Tal vez entre ambos como añejos barras bravas fueron a buscar y a ajustar cuentas a nombre del Estado boliviano? ¿Con qué recursos viajó Toto con los del Estado o con los de Deporte Total? Nadie sabe con certeza cuál fue el objetivo del viaje de Toto a Zurich. Lo que sí es una certeza es que este antiguo periodista, Viceministro de Deporte en la época del MIR, hizo una entrevista exclusiva muy breve y pasajera con Su Majestad Blatter.

La exclusiva de Arévalo mostró que la posición oficial FIFA es, como la puerta, inamovible. Todo dependerá de la reunión del 14 y 15 de junio en Asunción y de la nueva sesión del Comité Técnico para el 29 del mismo mes. Sin embargo, el viaje de Toto trajo imágenes lastimeras: nadie de nuestra delegación llegó más allá de la sala de espera. La mayoría de las imágenes se las hizo fuera del palacio FIFA. Hay una imagen bastante triste en la que se ve al Viceministro Melgar pegando solitario afiches en pleno Zurich a propósito del tema de la altura. Otra imagen triste muestra al histriónico Ministro de la Presidencia dialogando (por decirlo de alguna manera) en la sala de espera con el secretario general de la FIFA, Urs Linsi. Parece que el Ministro tomó en sentido literal el término lobby. Otra triste imagen retrata al efusivo Ministro entregando al mismo secretario Linsi la carta que está haciendo circular La Razón. (¿?) Sí, para no creer.

La última, Toto entrevista a Blatter. Toto le pregunta “¿Será posible que venga nuestro Presidente?”, y de pronto se escucha la voz de una señorita: “tenemos a nuestro Ministro de la Presidencia” (Si no hubiera sido por esta señorita de voz anónima Su Majestad Blater nunca se hubiera enterado de la llegada del Ministro). Y Blatter responde: “Sí, sí, pero el domingo yo entro en vacaciones”.

No demos más vueltas en el bochorno. Son demasiadas señales que configuran el rostro de la vergüenza. ¿Para qué fue el Ministro a Zurich? ¿A organizar el lobby o a quedarse en el lobby del palacio FIFA?

Recetas para combatir el sorojchi
Dicen que el día sábado cuando el presidente de la Federación Boliviana llegó a La Paz fue víctima de un colmo, le cayó con todo la Altura y le dio un feroz sorojchi. Desde su llegada muy temprano a La Paz, ya sentía la fatiga del poco aire, algún mareo, sensación de vómito, al mejor estilo de futbolista argentino. El corazón le latía y no por el club más impugnador del país: Oriente Petrolero, sino por la “traicionera” altura de La Paz. ¿Este caballero estará a la Altura de las circunstancias? ¿Alguien que sufre sorojchi cómo tiene que defender a la Altura en la alta competencia deportiva? Dicen que le costó subir las gradas en el palacio. Tomó una cantidad asombrosa de mates de coca. Y nada, la altura le cobraba factura. ¿O será la Pachamama? Habló a los periodistas en plena Plaza Murillo mostrando sus problemas respiratorios. Alguien, pues, que le pase uno o varios sorojchipils.

Recetas para combatir el hastío
De la indignación pase al hastío. Me canse de tanta demagogia política, dirigencial, mediática respecto al tema de la Altura. Cansador por donde se lo mire. No creo que en junio llevemos a Asunción un nuevo “arsenal” [como dice Juan Ramón Quintana] de argumentos inquebrantables, tal vez llevemos un par de petardos como buen sindicato futbolero que somos. No hallo muchas salidas para el tema a no ser que atraviese por el lobby político... Ya es hora de que nuestra Federación, el Instituto Boliviano de Altura persuadan a la FIFA y a la Comebol a iniciar una investigación en serio respecto al tema de la Altura. Dejemos ese falso chovinismo y esa cerrada defensa a nuestro modesto Instituto Biológico Deportivo de Altura. En 12 años su producción fue mínima, carece de ideas, de iniciativa y, sobre todo, de investigación. Se supone que es la institución que debe producir el “arsenal” de argumentos científicos, pero más parece ser la síntesis de la carencia absoluta de investigación cientítica en el país. Estoy seguro que en la reunión del 29 de junio el Comité Técnico de la FIFA nuevamente oirá los argumentos “científicos” del doctor Madero (médico de la selección argentina, y exmédico del Estudiantes de La Plata). Presumo que en esa reunión no estará presente ni un solo argumento boliviano en defensa de la altura.

Cuando hablo de una investigación en serio me refiero a un seguimiento desde múltiples metodologías al tema de la Altura. Desde mi humilde indignación, la FIFA, junto con la Conmebol, deberían (no me crea Lector, estoy podrido por eso me arrojo a mostrarle una sonsera) armar equipos médicos integrados por profesionales “especialistas en el tema”, justamente para despolitizarlo, desideologizarlo. Médicos europeos, latinoamericanos, bolivianos, mexicanos, argentinos (que venga el doctor Madero, que venga), colombianos, brasileros, etc. Creo que el único camino que tenemos para asumir criterios que “protejan la salud de los atletas en la altura” está en la investigación. De allá tendrá que provenir el “arsenal” de argumentos. Y no de una movida improvisada de principio a fin, parecida a la que emprendió el desubicado Ministro Quintana. Los argumentos del Instituto Boliviano de Altura, son parciales (señalar que el fútbol es un deporte anaeróbico, no llega a cuajar en argumento). Tengo entre manos el informe presentado el año 2000, plagado de lugares comunes del deporte. En él no se muestra el seguimiento a distintos casos. Se trata de una suma de medias verdades. De un tratado conocido de antemano. Se deja de lado lo psicológico, las recomendaciones a los equipos médicos son vergonzosas. Es urgente que la Federación Boliviana junto con el Estado organicen una investigación relativamente seria.

¿A qué me refiero con Investigación? Hacer seguimientos de largo, mediano y corto plazo en el rendimiento deportivo. Los torneos internacionales ofrecen una variedad de oportunidades para encarar estas investigaciones. Para ello es importante que el Intituto Boliviano de Altura sea el eje articulador del discurso de defensa a la altura. Sería interesante hacer un rastreo de un equipo argentino, brasilero en la altura, describir sus efectos, destacar ciertos biotipos que resistan en la altura. Describir también cuál ha sido el trabajo psicológico de los equipos médicos, porque definitivamente no es serio decirle a un jugador que en la altura no se va a morir y que tiene que jugar sí o sí. Será importante rastrear a los equipos de altura en el llano y la costa. El Instituto Boliviano de Altura no organizó ni un encuentro con médicos deportivos de la región en toda su historia. De tal manera que la incidencia de sus investigaciones en el contexto médico deportivo NO EXISTEN. Y creo que el objetivo de su institución es aportar insumos a la competencia deportiva en altura.

De lo que se trata es que la Federación persuada a la Comebol y a la FIFA a organizar una investigación despolitizada que se transforme en un reto para desmitificar, a favor o en contra, el tema de la altura. Sí, a favor o en contra. Si no se encara un camino de este tipo la política se acabará pronto y ni pegando afiches en Zurich, ni tocando la puerta hasta que los nudillos ardan podrán revertir la pesadilla de quedarnos desafiliados no de la FIFA, sino de todo aquello que trasciende desde el fútbol.

domingo, 3 de junio de 2007

Textos (II)

Reproduzco el texto del siempre pertinente:

Ezequiel Fernández Moores...


Asumió como presidente en 1998, en lugar de su querido Joao Havelange, y ganó en elección apretada, 111 votos contra 80 del sueco Lennart Johansson. En la votación siguiente, en 2002, fue reelegido por goleada: 139 a 56 contra el camerunés Issa Hayatou. Y este jueves en Zurich ya ni siquiera hubo que votar. Los 207 delegados del Congreso lo reeligieron por aclamación. El presidente de la FIFA, Joseph Blatter, está hoy más poderoso que nunca.


A Johansson le aplicó el definitivo golpe de nocaut cuando Michel Platini, su delfín, lo desplazó este año como nuevo presidente de la UEFA. Hayatou fue silenciado con la presidencia del Comité Organizador del Mundial de Sudáfrica 2010. Y ya había despedido en 2002 a su más fuerte acusador, su ex mano derecha Michel Zen Ruffinen, que lo había denunciado por 21 cargos ante la justicia suiza, acompañado de 11 de los 24 vicepresidentes de la FIFA.


Hoy, en cambio, todos lo apoyan. Es cierto que el G14, que agrupa a los clubes más poderosos de Europa, mantiene su juicio reclamando una indemnización de 860 millones de euros por la cesión de los jugadores a las selecciones nacionales. Pero las disputas entre esos clubes que se sacan los ojos por un jugador abrieron grietas que la FIFA ya ha sabido aprovechar.


Los amigos, en cambio, siguen recibiendo favores. A Brasil y Argentina se buscó beneficiarlos con el veto a seguir jugando sobre más de 2500m de altura, aunque la Conmebol, se anuncia ahora, atenuará la decisión para calmar la furia liderada desde La Paz. Pero el principal beneficiado sigue siendo Jack Warner, el trinitense que aporta a Blatter los 35 votos en bloque de la Concacaf. Se comprobó que Warner revendió boletos del Mundial por casi 5000 dólares el paquete y que amasó con ello una ganancia cercana al millón de dólares. Escandaloso. La FIFA sólo lo obligó a devolver 250.000 dólares. Y nada dijo además de los otros negocios de Warner, que vendió hasta el catering en los estadios cuando Trinidad y Tobago fue sede de un Mundial Sub 17, sin contar la reventa en la región de los derechos de TV de Copas Mundiales. Warner, lejos de ser castigado, sigue siendo presidente de la Comisión de Mundiales Sub 17 y Sub 20, vice de Finanzas, vice del Comité Ejecutivo y miembro de las Comisiones más importantes de la FIFA.


Warner es un protegido de Blatter. Fue grotesco el papel de ambos en el programa Panorama de 2006 de la BBC negándose a responder al periodista británico Andrew Jennings, autor de un libro de título elocuente: "Foul!, El Mundo Secreto de la FIFA: Sobornos, Falsificación de Votos y Escándalo de Entradas". Jennings denuncia sobres con dinero entregados antes de las votaciones y reventa de boletos mundialistas. Pero más fuerte aún es el escándalo de la quiebra de ISL, el ex brazo comercial de la FIFA. Jennings dijo en Panorama que fue la propia FIFA la que devolvió dinero al síndico de la quiebra, Thomas Bauer, luego de que éste denunció pagos de coimas a dirigentes del fútbol. Jennings no entiende por qué ningún delegado de la FIFA pregunta a Blatter por qué razón fueron allanadas sus oficinas de la FIFA, en noviembre de 2005, por orden del juez de la quiebra, Thomas Hildebrand. ¿Y por qué nadie se indignó por las graves acusaciones del abogado Martyn Hyman, de una tarjeta de créditos ex patrocinadora que terminó demandando a la FIFA ante los tribunales de Nueva York? La página 446 de ese expediente contiene una descripción lapidaria sobre "las mentiras de la FIFA".


"Puede ser que el cincuenta por ciento de lo que dice Jennings esté bien fundamentado y que el otro cincuenta sean licencias poéticas, pero me gustaría que fuera todo mentira", dice John McBeth. El dirigente escocés fue despedido de modo fulminante esta semana como representante británico en el Comité Ejecutivo de la FIFA después de denunciar corrupción en la Concacaf de Warner y en Africa y comprometer a Blatter. "Si me cruzo con corrupción tengo que denunciarla, mantenerme en mis convicciones y no dejarme seducir", cree McBeth, la única nota disonante en medio de tanta "Blattermanía".


"Los delegados de la FIFA -me dice Jennings desde Gran Bretaña- son unos cobardes". Cuando Blatter asumió en 1998 el Mundial de Francia recaudó 90 millones de dólares de TV. El de Alemania 2006 pagó 910 millones. Diez veces más. Ya no está más la ISL del fallecido Horst Dassler, quien solía celebrar su cumpleaños conjuntamente con Blatter. De ahora en más, la reventa de los derechos estará a cargo de Infront, una firma suiza comandada por Philippe Blatter. Sí, Philippe es el sobrino del presidente. La FIFA, ya lo dijo el tío Joseph, es una gran familia.

viernes, 1 de junio de 2007

La altura en el banquillo de los colonizados

Inexistente lectores sacrificadamente transcribo para ustedes un texto sociológico que aborda el tema de la altura. Se trata del cochabambino Adolfo Mendoza Leigue. Proviene del libro de compilaciones de textos futboleros Peligro de Gol, pese a su extensión hecha luces y también confunde. A ratos pierde creatividad y ahonda en nudos retóricos críticos-sociológicos; nudos a los que el autor parece temerles ya que no se atreve a desatarlos y nos ofrece a cambio un denso parafraseo teórico. De todos modos, me pareció super interesante y pertinente para leerlo en estos días donde nos quieren obligar a combatir el sorojchi. Aquí va...

***
La altura en el banquillo de los colonizados
El formulario contenía una pregunta: ¿el postulante tendrá problemas para adaptarse a la altura de 2.250 msnm de la ciudad de México? El médico miró detenidamente al ciudadano de las alturas andinas. Estaba tentado de escribir en el certificado “tendrá problemas”. Con cierto brote de nacionalismo salpicándole el rostro, el médico dibujó una sonrisa y completó su idea preguntando: ¿tendrá usted problemas para adaptarse en una ciudad con sólo dos mil doscientos cincuenta metros sobre el nivel del mar? Un silencio cómplice se apoderó del ambiente.
La cartografía tradicional se desmoronó al comparar dos ciudades de altura, y en el aire flotó el ser suramexicano como algo mucho más próximo al mundo bolivariano, con más conexiones de las que habitualmente estamos acostumbrados. Y como no podía ser de otra manera, entre risas, se empezó a hablar de fútbol. Ya en su casa, el ciudadano intenta tejer algunas hipótesis. Los textos están desparramados sobre la mesa y la TVhabla por sí misma de la altura. Sus ojos se cierran adormecidos por la discusión que tiene lugar en el programa de televisión. Las últimas palabras que escucha antes de que estalle en su cabeza un murmullo ensordecedor son: “Es inhumano jugar en la altura”, “elegir una sede para las eliminatorias es un acto de soberanía nacional”, “la altura…”. Murmullos y más murmullos.
El escenario colonial abre sus puertas. Poblaciones enteras trasladadas a punta de látigo desde África, aventureros holandeses, migrantes italianos, súbditos de la corona inglesa, soldados y barbas (barras) bravas de Castilla, Aragón y Portugal, luteranos alemanes y franceses, misioneros y reducidos nahuas, aztecas, guaraníes, mapuches, aymaras y quechuas. Todos ellos se entrecruzan en las graderías de la historia. Unos pintados de blanco, cobrizo o negro. Otros que combinando trazos se asemejan a tierra húmeda, arena candente o ribera de río. Los grupos llenan poco a poco los espacios vacíos conformando un mosaico inmenso, movedizo, que parece dibujar las letras que designan sus sentidos de pertenencia, sus posiciones en el campo de juego, en las graderías y en la pantalla televisiva observadas por otras multitudes presentes –“identidades nacionales”, “identidades étnicas”, “identidades regionales”– que en el escenario colonial ayudan disputar el tema de la altura.
Física de las diferencias sociales
Todos cargamos sobre las espaldas estigmas y estigmatizaciones que impregnan nuestros actos de rasgos comunes. Como la carga suele pesar, transferimos nuestras distinciones grupales a la lógica de los cuerpos y, maquillándonos los rostros, ejercitando nuestra expresión corporal, actuamos en el espectáculo de la vida. Para obtener un lugar en ese espectáculo inventamos tradiciones, nos apropiamos del trabajo generacional previo, y así como somos dibujados dibujamos mapas de ubicación precisa del mundo social. Pero eso no garantiza el actuar por siempre. Entonces, para mantener nuestra posición en el espectáculo, las invenciones nos ayudan a naturalizar las diferencias. Ninguna construcción identitaria escapa de los esencialismos, que en sus extremos sitúan a la pureza de la existencia propia como el lugar desde el que se mira al otro, a partir del cual es posible otorgar al otro un reconocimiento. En la práctica, ese reconocimiento opera bajo sistemas de clasificación tributarios de cierto orden social. Uno de esos sistemas de clasificación es la determinación geográfica de la identidad grupal. De tal modo transita ese sentido común por la historia del mundo, que los prejuicios de la identificación física son la celebración de la creencia en que las montañas nevadas petrifican la existencia humana o que los bosques tropicales permiten transpirar sensualidad.
En torno a ese sistema de creencias compartidas late sin pausa el darwinismo social, bombeando los indicios raciales de la comprensión de la altura. La raza como modelo de clasificación, siempre presente en la práctica, asume alter/nativa/ mente un rostro político al designar las diferencias regionales, y un perfil culturalista al ensalzar lo étnico. Rostro o perfil, ambas opciones son la cara culta de la transformación en diferencias físicas de lo que en realidad son diferencias sociales. La fisicalización de las diferencias camina a la par de las posturas sobre la altura. Por eso, la creencia común enseña que jugar en México D.F., Bogotá, Quito, A r equipa, La Paz o Calama, por selección natural más que por lugares de práctica de selecciones nacionales de fútbol, es jugar inevitablemente con todas las ventajas -o desventajas, según el caso- que otorgan las leyes biológicas. Pero también el sentido común indica que jugar en las zonas más altas, donde la barbarie abunda y la civilización escasea, es forzar la resistencia humana. Cómo no recordar relatos sobre la interpelación racista a partir del absurdo geográfico y la culpabilidad andina en Bolivia hacia fines del siglo XIX y principios del siglo XX; cómo no encontrar en la física de las diferencias sociales la presencia de los prejuicios raciales.
Vetar la altura es rechazar con co/razón racista lo humano que contiene, y defender la altura es afirmar la fisicalización de las diferencias. Armarse de argumentos sobre los peligros de la altura es afirmar el fatalismo geográfico, y oponerse al veto es rechazar la posibilidad de comprenderse más allá del absurdo geográfico. Por ambas vías se alimenta la física de las diferencias sociales naturalizadas. Por esos senderos continúa abriéndose paso el prejuicio racial. Y todos hacen fila para obtener un lugar en el escenario colonial.
En torno al murmullo colonial
La mayoría de los defensores del veto “a la altura” pertenecen a formaciones sociales en las que la población indígena no es significativa en términos cuantitativos. En Uruguay, Brasil y A rgentina, el temor a la altura parece impregnarse de dubitaciones frente a lo desconocido, a lo negado y rechazado por la historia de distinción de sus Estados nacionales, que va de la mano sin mucho esfuerzo de la propia construcción colonial latinoamericana. En tanto no conocido y no reconocido, lo desconocido en sus recientes experiencias nacionales es la intimidad con lo indígena. A u nque se coquetee con la perorata de la diversidad, se hace una gambeta a lo indígena, intentando dejar fuera de juego los malos recuerdos del genocidio y, al mismo tiempo, aproximándose sin paciencia a los beneficios raciales que por siglos fueron de exclusividad europea. Así, sus proyecciones identitarias no se agotan en las asimetrías internas, que en el caso argentino polarizan la construcción simbólica de la nación entre el país porteño y las provincias no por nada unidas al Río de la Plata, y que en el caso brasileño despedazan los sentimientos amazónicos, la samba afroamericana y un clásico colonial y republicano: el bandeirante. Y no se agotan en lo interno porque las proyecciones identitarias, representadas por quienes intentan orquestar la prohibición de jugar en la altura, están marcadas por la búsqueda de reconocimiento como países modernos, dominantes en la región y practicantes activos de la ideología de la globalización. Quién sabe si la arremetida contra la altura sea uno de los ecos de las esperanzas puestas en el Mercosur frente a la paulatina debilidad del Pacto Andino.
Afirmarlo puede ser exagerar los términos, pero acordemos que toda empresa económica siempre va de la mano de una política cultural. Arremeter contra la altura es como decir “allí no se puede jugar” y, en efecto, la centenaria persistencia de los mercados andinos brinda variados ejemplos en los que las apuestas modernizantes sucumbieron frente a las tildadas de tradicionales. Sea como fuere, el fútbol parece aportar varios ejemplos de la disposición modernizante del Mercosur deportivo. Se “exporta” a otros continentes, en especial a Europa, jugadores que ganan fama: auténticas maquinarias productoras de plusvalor identitario, ampliando el capital simbólico de los Estados nación y que, de yapa, fortalecen la comunión latinoamericana. Y esta comunión no requiere de la altura. El temor a lo desconocido, a lo que no se desea reconocer, es también ausencia de la idea de la altura en la lógica de la ampliación del capital simbólico.
Por eso, jugar en la altura es inhumano. No corresponde a la idea de humanidad en juego. Lo humano es exportar, es buscar reconocimiento como competidor válido en la economía mundial de bienes simbólicos. Lo humano es una empresa civilizatoria, es reproducción simbólica del genocidio. Y el fútbol su encarnación, o por lo menos la obra evangelizadora. La gente que se aferra a la deidad de la altura no merece gozar de la salvación. Cuando se menciona el veto a la altura, es la colonia la que habla. Lo colonial, uno de los horizontes históricos constitutivos de sistemas de clasificación que circulan por las calles del rostro sudamericano del Atlántico, enseña su presencia en cada transmisión de partidos de fútbol en los que participan equipos y selecciones del mundo andino, en cada declaración de entrenadores y jugadores antes y después de los eventos.
El equipo “altiplánico”, esa especie de identidad imputada también constitutiva de la identidad boliviana, es una extensión de la definición colonial de configuraciones territoriales inmersas en la economía de la plata, que posteriormente dio nacimiento a la tormentosa Charcas y que luego, conocida como Bolivia, fue simbólicamente mutilada en sus verdes extensiones amazónicas desde dentro y fuera por el coro del colonialismo interno sudamericano. Todos le cantaron, para bien o para mal, al país minero. Ese canto es el que imprime a la altura un significado particular, oculto tras bambalinas, respirando historia y transpirando política cultural, traduciendo en palabras los alcances de nuestra práctica colonial y colonizada. Pero ese canto no termina ahí.
El acompañante ideal de esta construcción colonial de la altura es otro referente identitario que marca el contrapunteo a la arremetida atlántica: el andino centrismo. Encaramado en el área grande de la altura, lo que recuerda la disposición defensiva de más de uno de los equipos del Ecuador y Bolivia, el andino centrismo reproduce la lógica a la cual supuestamente enfrenta.
Parece evidente que las características poblacionales y la posición de esta región en la economía colonial son fragmentos de condiciones objetivas de organiza ción del mundo social primero en relación con España, luego en vínculo con Gran Bretaña, y finalmente bajo la dirección técnica de EE.UU. Ese mundo social es el que permitió –y permite– la aparición de lo andino como sistema de clasificación. Pero al mismo tiempo, lo andino contribuye a organizar el mundo social colonial: da curso a la existencia del otro metropolitano. Aferrarse a la identidad andina es otra manera de esencializar la construcción colonial, y si uno de sus emblemas en el fútbol es la altura, ya no importa hablar sobre ella como sinónimo de tantos metros sobre el nivel del mar.
Interesa elaborar un discurso sobre la altura para encontrar un lugar privilegiado en el banquillo de los colonizados.
Quienes defienden el derecho a jugar en la altura entonan pues el mismo estribillo colonial, aunque con diferente ritmo. Esa, en parte, es la famosa idea de la diversidad andina.
Conjeturas sobre identidades nacionales en juego
Los olores coloniales de la altura impregnan de conflictividad al campo de luchas identitarias. Con ellos, la sazón de cada comunidad imaginada es una mezcla exquisita de los sabores del poder. En los casos boliviano y ecuatoriano, el condimento ‘altura’de la identidad nacional marca la diferencia entre lo andino y lo amazónico, entre la sierra y la costa. Adicionalmente, la aceptación de la altura como emblema identitario nacional oculta los bajos instintos del centralismo, que legitima mediante esa vía, con el fútbol y a pesar de él, los beneficios económicos de ser sede de eliminatorias al Mundial y, sobre todo, la importancia simbólica de las capitales políticas de cada país. No es casual que en el tema de la altura se movilicen, demandando respeto a la soberanía nacional, periodistas de redes televisivas cuyo centro de operaciones es la sede de gobierno y dirigentes deportivos que gozan de las atenciones kafkianas de la burocracia estatal, y que junto con altos personeros gubernamentales constituyen la auténtica autoridad política del fútbol. Los cronistas deportivos merecen especial atención.
El sostenimiento de las diferencias sociales se dibuja en sus rostros, se torna corporal. Gestos, tonos de voz, entonaciones, se transmiten punto a punto por la pantalla de televisión, irradiando la imagen de portadores de la opinión pública. Son ellos los que informan sobre los avances en la negociación de la altura, sus principales especuladores en la bolsa de valores del fútbol, reproduciendo con eficiencia una economía de los bienes simbólicos de la mano con la comercialización de las prácticas deportivas.
En general, si aceptamos que el fútbol se transforma en un gran espectáculo
televisivo, la especulación identitaria de la altura en TV alimenta su producción como mercancía-signo. Resulta pues tentador afirmar que ya no se puede negar que la televisión es un eficaz medio de conservación del orden simbólico. Sin embargo, la grandeza de ese espectáculo oculta otro campo de juego. Mientras las cámaras le roban el alma a los partidos de fútbol en los llamados “principales escenarios de juego”, en los rincones no consagrados de centros ur banos y de áreas rurales, especialmente los fines de semana y los días festivos, se continúa imprimiendo al deporte su carácter lúdico. El ritual del fútbol permite plasmar pactos cotidianos entre actores que se disputan el prestigio en el barrio o en la comunidad, entre equipos que trasladan al campo de juego el lugar de sus comunidades, sus “compadrazgos” y redes sociales, sus sistemas de alianza y oposición. Lo no dicho en estas prácticas, en realidad su sentido práctico, vigoriza el abigarrado tejido de lo nacional en lo local y, al mismo tiempo, la edificación imaginaria de lo nacional desde la heterogeneidad cultural. Los colores de los uniformes, producidos unos bajo la marca de la creación artesanal local y otros incorporados desde Taiwan por los complejos circuitos comerciales tildados de informales, recuerdan siempre a equipos nacionales y latinoamericanos emblemáticos. Esta construcción subalterna de identidades nacionales y regionales devela lo subterráneo de la conflictividad intercultural. Allí la altura no cuenta. Y sin embargo, luego de los partidos, en el segundo tiempo del ritual, jugado al ritmo del repique de las campanas de la libación y de la consagración culinaria, el fantasma de la altura emerge del sentimiento patrio.
Se sienta en la mesa y los sistemas de alianza y oposición se regeneran encontrando, tal vez, en –con– la altura el cierre ideal del tiempo festivo. Sin mucho esfuerzo podríamos encontrar distintas formas de manipulación de la altura. La más clara es la que resulta de la oposición de su construcción como efecto del centralismo y la concentración de poder frente a su elaboración como resultado local de la aprehensión de lo nacional. Pero la tarea de ver sus efectos sobre distintos jugadores sociales sobrevive a las oposiciones entre lo nacional estatal y lo nacional popular. El centralismo puede dar pie a evidenciar el tipo específico de nacionalismo en juego, que en el caso del Ecuador imprime a Quito un rol tan protagónico como el de La Paz en el caso boliviano. Sin embargo, por esta vía no avanzamos mucho, pues lo propio acontece con Buenos Aires en Argentina, Santiago de Chile, Lima en Perú, y así sucesivamente. Tal vez si concebimos a la altura como una creencia, las apuestas varíen. Estemos o no de acuerdo con el lugar de las capitales “nacionales”, en Bolivia o en el Ecuador el sentimiento que despierta la altura es el de ganador.
Paralelamente, oculta tras el tenue manto de la creencia, la desconfianza devela que jugar en otro lugar no cuaja con ese sentimiento ganador. Si toda alegría es un instante, y ese instante es una búsqueda continua de placer, el proceso de producción sentimental en el fútbol es el que alimenta la idea de la altura, encumbrándola como sentido preciso de identidad nacional. En la fiesta del fútbol, la altura resume la posibilidad de alegría y placer. Pero esto sólo es posible porque el acto festivo implica superposición de narraciones posibles de identidad. Esa superposición, sin embargo, contiene un orden en el cual creencias como la altura ayudan a sostener rechazos, aceptaciones, alianzas y oposiciones. Es decir, constituyen un punto neurálgico de la disposición de los sujetos en las luchas simbólicas. En buenas cuentas, la superposición de narraciones traduce el estado de la correlación de fuerzas entre actores sociales inmersos en el sistema festivo que explota, una y otra vez, con cada partido de fútbol. Por ejemplo, en la zona de los valles interandinos en Bolivia, cuando el onceno “migrante” (residentes bolivianos en Argentina) viste la camiseta de Boca, la identidad nacional se mezcla con la experiencia migratoria al extremo que esa experiencia parece revivir la tensión vivida entre el estigma de formar parte de un país andino y el estigma de ser parte de la “identidad bolita”. De modo que, en la conflictividad de las narraciones identitarias, la altura no implica abandono, sino tránsito por el campo de las luchas simbólicas en actitud nómada, garantizando la continuidad de identidades étnicas y regionales que en otros campos de batalla implicarían ruptura con la idea oficial de identidad nacional.
Des/cuento
La TV sigue encendida. El partido está por concluir. El murmullo ensordecedor era el coro que acompañaba el enfrentamiento entre las selecciones de Bolivia y Brasil en la ciudad de La Paz por las eliminatorias al Mundial. Confundidas con los spots publicitarios, las imágenes de racismo, colonialismo, nacionalismo y toda suerte de ‘ismos’todavía estaban presentes, sin que se sepa cuál es la frontera entre la ficción y realidad. Los brasileños eran derrotados -¿por primera vez?- en un partido por eliminatorias al mundial, poniendo nuevamente a la altura en el banquillo de los colonizados. El ciudadano concluye que la altura es una palabra trampa, pero ¿por qué despierta tanta pasión?

Adolfo Mendoza Leigue

Sociólogo, Universidad Mayor de San Simón (UMSS), y Maestro en Estudios Latinoamericanos, con mención en
Estudios Culturales, Universidad Andina Simón Bolívar (UASB). Investigador asociado del Centro de Estudios de
la Realidad Económica y Social (CERES), Cochabamba – Bolivia.