Demasiada simetría, nada de aritmética, en síntesis pura resta. Esta podría ser la descripción matemática del equilibradísimo clásico paceño. Aritmética porque los dos sumaron pobreza, apenas un punto cuando las circunstancias exigían trica. Restaron porque la clasificación para ambos ahora se ha transformado en una empinada utopía, ya que para que se concrete tendrá que ser escrita por los dos bajo la gramática futbolística de la épica.
Apuntes celestes...
Con el peso del partido de la Sudamericana, Bolívar tenía como eje de su planteamiento el administrar fuerzas con el fin de que el partido del anterior jueves con Liga de Quito no exprese sus secuelas. Otro punto fundamental se concentraba en apelar al orden en defensa que en el Bolívar expone falencias crónicas, desequilibrios, una pieza que instauró una enorme elipsis fue Tordoya a quien por su falta de cancha la perversidad del fútbol le hizo temblar las piernas y lo empapó de una inseguridad que fue muy visible y determinante en el partido. Por otra parte, la lesión de Arana que con Liga mostró una solidez implacable resquebrajó los andamiajes de una defensa que pedía a gritos un ordenador, es decir alguien que permanente organice los ajustes en marca, tarea que finamente asume el cruceño. Otra variable del planteamiento celeste tuvo su base en la presión constante de los volantes Fioretto, García y en su proyección. García fue fundamental en los pases de gol, en el primero hizo una asistencia pésimamente despejada por un débil y desorbitado Melvín Soliz. Los argumentos en ataque despendían de las intermitentes (y a veces inútiles) filigranas de Arnulfo y de sus pases punzantes que siempre conllevan el mensaje de gol hacia Botero o Ramos. El aporte de Arnulfo fue mínimo en el trajín del partido, pero su tiro libre equilibró las picadas aguas del partido. Por otro lado, el fútbol de Pachi que tenía la responsabilidad de aportar en salida, aportar en marca, nuevamente cayó en un eclipse futbolístico en el que las virtudes del 10 se subsumieron a los designios de la sombra (aunque hizo un par de peligrosos remates uno de ellos dio en el travesaño en el primer tiempo su aporte puede ser evaluado en gramos cuando el partido le exigía kilos). Pero la principal arma bolivarista se iba a desatar por la banda izquierda; banda que Abdón Reyes transforma en una inteligente e imparable línea de fuga desde la que encara (casi siempre con eficacia) el horizonte estratégico que proponen los adversarios y organiza las variables para arrollarlo (casi siempre con eficacia). Mediante la particular mecánica de juego de Abdón los ataques del 14 aportan contundencia y claridad al equipo. No es casualidad que los dos goles bolivaristas lleguen por la acequia que comanda el chapaco.
Con el peso del partido de la Sudamericana, Bolívar tenía como eje de su planteamiento el administrar fuerzas con el fin de que el partido del anterior jueves con Liga de Quito no exprese sus secuelas. Otro punto fundamental se concentraba en apelar al orden en defensa que en el Bolívar expone falencias crónicas, desequilibrios, una pieza que instauró una enorme elipsis fue Tordoya a quien por su falta de cancha la perversidad del fútbol le hizo temblar las piernas y lo empapó de una inseguridad que fue muy visible y determinante en el partido. Por otra parte, la lesión de Arana que con Liga mostró una solidez implacable resquebrajó los andamiajes de una defensa que pedía a gritos un ordenador, es decir alguien que permanente organice los ajustes en marca, tarea que finamente asume el cruceño. Otra variable del planteamiento celeste tuvo su base en la presión constante de los volantes Fioretto, García y en su proyección. García fue fundamental en los pases de gol, en el primero hizo una asistencia pésimamente despejada por un débil y desorbitado Melvín Soliz. Los argumentos en ataque despendían de las intermitentes (y a veces inútiles) filigranas de Arnulfo y de sus pases punzantes que siempre conllevan el mensaje de gol hacia Botero o Ramos. El aporte de Arnulfo fue mínimo en el trajín del partido, pero su tiro libre equilibró las picadas aguas del partido. Por otro lado, el fútbol de Pachi que tenía la responsabilidad de aportar en salida, aportar en marca, nuevamente cayó en un eclipse futbolístico en el que las virtudes del 10 se subsumieron a los designios de la sombra (aunque hizo un par de peligrosos remates uno de ellos dio en el travesaño en el primer tiempo su aporte puede ser evaluado en gramos cuando el partido le exigía kilos). Pero la principal arma bolivarista se iba a desatar por la banda izquierda; banda que Abdón Reyes transforma en una inteligente e imparable línea de fuga desde la que encara (casi siempre con eficacia) el horizonte estratégico que proponen los adversarios y organiza las variables para arrollarlo (casi siempre con eficacia). Mediante la particular mecánica de juego de Abdón los ataques del 14 aportan contundencia y claridad al equipo. No es casualidad que los dos goles bolivaristas lleguen por la acequia que comanda el chapaco.
Apuntes del Tigre...
El Tigre arrancó con la responsabilidad de dirigir el manubrio del partido, responsabilidad que no asumió del todo. Con un Magarzo en el arco que si bien mantiene cierta regularidad al mismo tiempo desordena el juego atigrado, ya sea en defensa con sus despejes cortitos y al centro del área, ya sea con saques que comprometen la marca de los volantes, con imprecisiones en los tiros de meta que casi nunca van dirigidos hacia los jugadores de punta y sí a los rivales. Es un arquero demasiado impredecible que juega con los nervios y lleva a límites el débil orden del equipo del Tano. El Tigre apostó al juego físico de Sacha Lima que ayer no soltó a Valentierra y expuso su vieja solvencia. A la gladiadora marca de Wálter Flores (que valga decirlo hizo un partidazo en Brasil con la selección Bolivia) y Wilder Arévalo que de sus recuperaciones irrumpieron los dos goles atigrados. Pero el Tigre tuvo en la potencialidad ubicua de Alejandro Bejarano a su mejor herramienta creativa. Bejarano arranca y asiste por derecha, izquierda, centro; se mueve tanto que a su sombra le cuesta perseguir sus aventuras, su permanente movilidad trasparentan a tal punto su juego que los volantes pierden las referencias de marca. Los dos goles atigrados tuvieron en Bejarano a su principal arquitecto. En el primero recibió un balón de Arévalo el cual fue bien capitalizado al pasar a los pies de Bengolea y éste le devolvió la asistencia al 10 atrigrado pero con la certeza que el repliegue celeste ofrecía demasiados espacios; Bejarano con el horizonte conquistado hizo un pase perfecto a Cardozo que concretó el gol. En el segundo gol también participó la interesante ductilidad de Bejarano, quien además causó un mareo en el perímetro de marca de Fioretto, García y Tordoya. Los arranques de Bengolea enriquecieron los ataque del Tigre, su transito por la banda izquierda de a poco se acomoda a las exigencias del equipo. Valga decir que Bengolea es una versión menor de Abdón Reyes. En cada partido, el Tigre siembra muchas esperanzas en el fútbol de Cardozo que si bien concretó el primer gol y buscó algunos resquicios los cuales fueron aprovechados, la explosión del 22 es un atributo ausente en la cancha. El jugador Miro Bahía todavía no asienta sus potencialidades (tenía razón el Tano, que afirmaba que era jugador de unos 20 minutos y que asume poquísimas responsabilidades). La defensa del Tigre con Melvín Soliz por derecha es abrirle gratuitamente una enorme puerta a los rivales. Melvín había ganado cierta fortaleza con Redín en el banco, pero esa continuidad fue truncada con un Christian Vargas más eficaz y que ayer se hizo muy visible su ausencia.
El Tigre arrancó con la responsabilidad de dirigir el manubrio del partido, responsabilidad que no asumió del todo. Con un Magarzo en el arco que si bien mantiene cierta regularidad al mismo tiempo desordena el juego atigrado, ya sea en defensa con sus despejes cortitos y al centro del área, ya sea con saques que comprometen la marca de los volantes, con imprecisiones en los tiros de meta que casi nunca van dirigidos hacia los jugadores de punta y sí a los rivales. Es un arquero demasiado impredecible que juega con los nervios y lleva a límites el débil orden del equipo del Tano. El Tigre apostó al juego físico de Sacha Lima que ayer no soltó a Valentierra y expuso su vieja solvencia. A la gladiadora marca de Wálter Flores (que valga decirlo hizo un partidazo en Brasil con la selección Bolivia) y Wilder Arévalo que de sus recuperaciones irrumpieron los dos goles atigrados. Pero el Tigre tuvo en la potencialidad ubicua de Alejandro Bejarano a su mejor herramienta creativa. Bejarano arranca y asiste por derecha, izquierda, centro; se mueve tanto que a su sombra le cuesta perseguir sus aventuras, su permanente movilidad trasparentan a tal punto su juego que los volantes pierden las referencias de marca. Los dos goles atigrados tuvieron en Bejarano a su principal arquitecto. En el primero recibió un balón de Arévalo el cual fue bien capitalizado al pasar a los pies de Bengolea y éste le devolvió la asistencia al 10 atrigrado pero con la certeza que el repliegue celeste ofrecía demasiados espacios; Bejarano con el horizonte conquistado hizo un pase perfecto a Cardozo que concretó el gol. En el segundo gol también participó la interesante ductilidad de Bejarano, quien además causó un mareo en el perímetro de marca de Fioretto, García y Tordoya. Los arranques de Bengolea enriquecieron los ataque del Tigre, su transito por la banda izquierda de a poco se acomoda a las exigencias del equipo. Valga decir que Bengolea es una versión menor de Abdón Reyes. En cada partido, el Tigre siembra muchas esperanzas en el fútbol de Cardozo que si bien concretó el primer gol y buscó algunos resquicios los cuales fueron aprovechados, la explosión del 22 es un atributo ausente en la cancha. El jugador Miro Bahía todavía no asienta sus potencialidades (tenía razón el Tano, que afirmaba que era jugador de unos 20 minutos y que asume poquísimas responsabilidades). La defensa del Tigre con Melvín Soliz por derecha es abrirle gratuitamente una enorme puerta a los rivales. Melvín había ganado cierta fortaleza con Redín en el banco, pero esa continuidad fue truncada con un Christian Vargas más eficaz y que ayer se hizo muy visible su ausencia.
Ay!! Marcelo...
Para cerrar este Post valga escribir un párrafo dedicado al árbitro FIFA Marcelo Ortubé. El nivel de arbitraje de Ortubé llegó a su techo con la administración de justicia en cancha en un partido del Mundial 2002. Tuvo otras participaciones fundamentales en su carrera como en la Copa América de Perú en el 2004. Sin embargo, hoy, septiembre 2008, en partidos de la Conmebol, en partidos de Eliminatoria y en los de la Liga no deja de provocar susceptibilidades, extrañamente los partidos que dirige los embarra con decisiones ambiguas, se sumerge en caprichosas interpretaciones del reglamento y empieza a repartir por doquier arbitrariedades para equilibrar sus notables errores. Todas las sospechas apuntan a que se trata de un árbitro que está a punto de cerrar su ciclo (para el bien del fútbol sudamericano que sea pronto). En la Eliminatoria mundialística, en el partido Argentina – Ecuador, añadió minutos a un partido donde no se había malgastado el tiempo. Este detalle, además de las faltas inventadas a favor de los argentinos derivó en el gol de empate de Rodrigo Palacios de la selección de Riquelme y Alfio. En partidos de la Conmebol, en Asunción en Universidad de Chile y Olimpia no cobró un diáfano penal para la U. de Chile y aplicó el reglamento de acuerdo a su capricho otorgando un regalo a Olimpia. Para equilibrar el partido, echó a un jugador de Olimpia. Todo esto incendió el estadium, a tal punto que el veedor del partido señaló que no se responsabiliza de los desaciertos arbitrales. En la liga, no quiero retrotraerme demasiado, pero lo que hizo ayer en el clásico fue una muestra de estas imprecisiones que impactan en el resultado. Miro Bahía rebasa mediante un caño a un flácido y tiernito Tordoya y encara el área, astuto adelanta el balón y Martínez no llega a tocar la pelota y sí el tobillo derecho del brasilero. Ortubé se acerca al punto penal con ademanes de cobrarlo pero al mismo tiempo se enreda en un ambiguo gesto en el que dubita a tal punto que no se sabe cuál es su decisión.
Para cerrar este Post valga escribir un párrafo dedicado al árbitro FIFA Marcelo Ortubé. El nivel de arbitraje de Ortubé llegó a su techo con la administración de justicia en cancha en un partido del Mundial 2002. Tuvo otras participaciones fundamentales en su carrera como en la Copa América de Perú en el 2004. Sin embargo, hoy, septiembre 2008, en partidos de la Conmebol, en partidos de Eliminatoria y en los de la Liga no deja de provocar susceptibilidades, extrañamente los partidos que dirige los embarra con decisiones ambiguas, se sumerge en caprichosas interpretaciones del reglamento y empieza a repartir por doquier arbitrariedades para equilibrar sus notables errores. Todas las sospechas apuntan a que se trata de un árbitro que está a punto de cerrar su ciclo (para el bien del fútbol sudamericano que sea pronto). En la Eliminatoria mundialística, en el partido Argentina – Ecuador, añadió minutos a un partido donde no se había malgastado el tiempo. Este detalle, además de las faltas inventadas a favor de los argentinos derivó en el gol de empate de Rodrigo Palacios de la selección de Riquelme y Alfio. En partidos de la Conmebol, en Asunción en Universidad de Chile y Olimpia no cobró un diáfano penal para la U. de Chile y aplicó el reglamento de acuerdo a su capricho otorgando un regalo a Olimpia. Para equilibrar el partido, echó a un jugador de Olimpia. Todo esto incendió el estadium, a tal punto que el veedor del partido señaló que no se responsabiliza de los desaciertos arbitrales. En la liga, no quiero retrotraerme demasiado, pero lo que hizo ayer en el clásico fue una muestra de estas imprecisiones que impactan en el resultado. Miro Bahía rebasa mediante un caño a un flácido y tiernito Tordoya y encara el área, astuto adelanta el balón y Martínez no llega a tocar la pelota y sí el tobillo derecho del brasilero. Ortubé se acerca al punto penal con ademanes de cobrarlo pero al mismo tiempo se enreda en un ambiguo gesto en el que dubita a tal punto que no se sabe cuál es su decisión.
Más allá de esta jugada puntual antiguamente Ortubé gestionaba la justicia de los partidos con interpretaciones que fortalecían la precisión del reglamento. Generalmente sus decisiones equilibraban las circunstancias más ásperas del juego. Sin embargo, ahora el reglamento para Ortubé es una cajita de sorpresas, un buen motivo para someterlo a sus más oscuros caprichos detalle que infecta las raíces del juego y que como decía el dirigente celeste Álvaro Loayza acaba con el fútbol.
Foto primera: Marcas, La Razón
Foto segunda: Acción, La Prensa
Foto primera: Marcas, La Razón
Foto segunda: Acción, La Prensa
1 comentario:
Excelente artículo, realmente.
Saludos porteños.
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