domingo, 7 de septiembre de 2008

Apuntes parciales de la 7ma fecha: Eliminatoria Sudamericana

Argentina 1 – Paraguay 1
El exceso de guapeza y la suma de una perfecta combinación de errores (Heinze PUM!! autogol – Tévez CRACK!! expulsión) transforman a la estructura de la selección argentina en un onceno vulnerable y abismal respecto de ese mito que los argentinos diariamente configuran. En el primer tiempo la selección Argentina fue sometida a las circunstancias de un extraño gol que condicionó el núcleo de la construcción del partido y que obligó a cambiar no sólo de arquero (Abondanzieri por Carrizo) sino que determinó el norte y el destino del juego. Con un gol a favor y con el rival tullido en la creación (sin Tévez) los paraguayos derramaron al césped altas dosis de autoestima; autoestima que se tradujo en el perfecto funcionamiento de los andamiajes de contención y de defensa, detalle por el cual sometieron a los argentinos a su juego, a su ritmo, a su prolijidad en la presión y en la marca. El primer tiempo la argentina mostró poco, poquísimo fútbol, estuvo demasiado espeso en el centro de la cancha, tratando mal al balón, el cerebro y las habilidades ajedrezadas de Riquelme no inventaron las salidas a un equipo que no expuso la chispa, ni la irrupción necesaria en ataque y que concedió en bandeja facilidades inverosímiles en defensa. Con el peso de esa anemia futbolística el segundo tiempo Riquelme despertó de ese letargo y empezó a repasar las posibilidades de salida del laberinto. El hilo de Ariadna lo trajo a la cancha el Kun Agüero que con sus explosiones, con esa dinamita irrepetible que abre espacios y caminos para desmontar el cerco paraguayo (definitivamente es un jugador que vale por dos). Con diez jugadores los argentinos implementaron el plan “B” que tiene a la entrega y a la épica sobre todas las cosas como los dos principios básicos en el funcionamiento del equipo. El gol del empate proviene de ese manual: el Cata Díaz sirve un balón a Messi. Messi intuye que ese balón tiene una connotación distinta, lo esconde de un volante paraguayo y lo entrega a Riqueleme para que éste lo bendiga. Con la bendición de Riquelme el balón vuelve a los pies de Messi quien arroja el balón a Agüero con la fe con la que se arrojan monedas a la fuente de la fortuna. Justo Villar, arquero Paraguayo, se transforma frente a tal vaivén en una estatua petrea (no sale, ni acorta). Agüero entiende el designio de ese balón, al que le da un pequeño toque con la varita mágica que tiene escondida en la pierna derecha. El segundo tiempo Argentina emprendió la gesta con distintas variables, ninguna concluyó en gol. Chilavert días previos al partido señaló que al Coco Basile no le gusta el trabajo y que sobre estima en demasía el potencial de su equipo como única estrategia para derribar al rival de turno. Algo de ese se vio en el partido: Una selección Argentina con demasiada fe en sí misma y con muy poco trabajo en cancha.

Ecuador 3 – Bolivia 1
Desde que empezó a rodar el balón Bolivia emitió las señales suficientes que tradicionalmente caracterizan su escaso e inexistente fútbol. Por un lado, la fragilidad anímica (mal endeble de su penosa expresión futbolística). Por otro, ese designio intrínseco que fluye en la sangre de los bolivianos: la obligación tenaz y consecuente de perder (el amor a la derrota y la imposibilidad de construir y aprender de ella). Más allá de la autopsia que se puede hacer de este cadáver futbolístico para luego hilar fino y encontrar las infinitas causas del desastre, la selección boliviana en síntesis carece de la actitud (coraje) y de la aptitud (potencial) necesaria para dar un duro golpe de timón a su desastre que sólo se empeña en fabricar derrotas de diversas formas y matices. El fútbol en los pies de los bolivianos tiene una legible marca registrada: la derrota. El gran problema del fútbol boliviano es que se ha acostumbrado a perder; por tanto, sostiene una relación muy cómoda con la derrota. ¿Quién lo saca de esto? ¿La demagogia y la inoperancia dirigencial? ¿Las insuficiencias de un Dt incapaz de comunicar sus saberes a un equipo que languidece por donde se lo vea? ¿Cuánto más puede retroceder el fútbol boliviano?
Por el lado ecuatoriano no hicieron más que optar por la paciencia, ya que el transcurso y las vicisitudes del partido se iba a encargar de quebrar a los bolivianos. Ecuador ofreció poco juego (por no decir nada), imprecisos esperaron que tanto el partido como sus mejores herramientas (Guerrón, Bolaños, Caicedo, entre otros) muevan la máquina cosechadora de resultados frente a un rival que hace de la derrota un objeto de culto.

Colombia 0 – Uruguay 1
Y Colombia en el Camping bogotano no sólo que le cuesta serenarse para interpretar las complejidades que impone el juego, sino que su fútbol se enreda en una aporía indescifrable (¿Será alguien capaz de hacer legible la intricada propuesta del Dt Pinto?). Colombia se asfixia con una facilidad asombrosa y convoca a todos esos fantasmas mitológicos. A ese fútbol ficción que se escribió con el guión del esteta Maturana, con las filigranas del Pibe Valderrama, con la punzante lanza de Rincón, con la locomotora Asprilla, en fin. La actual selección colombiana cosecha el fruto de un árbol que ha decidido dejar de lado a sus raíces líricas y ha optado por construir en serie atacantes, volantes y defensores. Producto de alta calidad y de exportación, pero que agrupados y en casa su fútbol no suma variantes de juego, menos alternativas para viabilizar las zonas más ásperas del partido. Con la amarilla estos jugadores no crecen, se achican. Colombia juega mejor de visitante (por algo será) y sufre de una impotencia congénita en casa. Impotencia que no les alcanza para imaginar y finalmente dibujar los goles que definen el fútbol. La actual selección colombiana plantea esa disyuntiva del fútbol moderno: ¿la camiseta de la selección resta o suma? Por último, cada mueca, cada grito, cada gesto de desesperación y angustia del desbordado Dt Pinto que se asemejaba más a un hincha desquiciado que a un conductor de selección expone esa crisis del fútbol colombiano que oscila entre el pragmatismo y los vestigios de un antiguo fútbol lírico.

Perú 1 – Venezuela 0
Perú con un fútbol sumamente artesanal, con las costuras demasiado evidentes entre cada una de sus líneas derrotó a la selección venezolana que arribó a Lima asumiéndose la revelación futbolística de Sudamérica. Sin embargo, el partido minuto a minuto se encargó de demostrar que Venezuela debajo de la vino tino muestra nomás las hilachas del vestido de cenicienta. Venezuela es un equipo predecible, ordenado y acoplado a los designios y caprichos de su Dt (César Farías). La rojiblanca expuso en cancha mucho ripio, ráfagas de un fútbol virtuoso y distinto, también mucha torpeza sobre todo en aquellos momentos en los que el partido exigía finura y destreza. Esta versión peruana artesanal y criolla, de jugadores como Piero Alva del Cienciano (autor del gol) está lejos de esas versiones lánguidas, parcas y descafeinadas constituidas por tejedores de fino fútbol (me refiero a Guerrero, Acasiete, Farfán, Mensoza, Hidalgo, Pizarro). Jugadores de exquisito fútbol pero en canchas europeas y que no aportaban más que leña a una selección que arde permanentemente en una crisis estructural. El fútbol de Piero Alva es la sinécdoque (la parte por el todo) de este nuevo Perú que como todo producto artesanal destila esfuerzo, cariño, fuerza, funcionamiento, ritmo. Sin embargo, para los peruanos no todo está cocinado ahora debe deslizarse a trabajar ese nuevo y difícil escenario que se avecina: Perú – Argentina (en Lima).
Un último apunte: el arbitraje del boliviano Maldonado fue malísimo. En el partido además de embarrarlo con una ambigüedad nociva a la hora de marcar faltas, o en el momento de medir y controlar la violencia del partido sacó tarjetas de forma arbitraria detalle que encendió todo tipo de reclamos y observaciones. Maldonado optó por decisiones inverosímiles como la de anular un gol a los peruanos en vez de otorgar la famosa ley de la ventaja. También su línea Valda constantemente mal posicionado no acertó en ninguno de los fueras de juegos que marcó.

1 comentario:

Chachi dijo...

Con agrado veo que haz vuelto a escribir, y vaya coincidencia, he hecho lo mismo después de cuatro meses sin poder hacerlo.
Bueno, tu apreciación respecto al Perú - Venezuela fue exacta , has descrito el partido como si hubieras estado en el mismo estadio y lo que es mejor aún y digno de elogiar, es el comentario sobre tu compatriota, el árbitro Maldonado, quien tuvo una actuación lamentable, básicamente porque al parecer en su formación no le enseñaron lo que es la Ley de ventaja y que el fútbol es un deporte de contacto, cobró absolutamente todo y se equivocó para ambos equipos, ojala solo se trate de un buen árbitro que estuvo nervioso en su primer partido en eliminatorias...asi sucede a veces......y hablando de árbitros a ti te toco el Chileno Pozo, otra joyita....
Un abrazo a la distancia, éxitos a Bolivia y ojalá podamos mandarnos información previo al partido de nuestras selecciones.
Saludos
Chachi