viernes, 16 de enero de 2009

Ritmos

Si los jugadores encarnaran la música, serían melodías plenamente identificables en el pentagrama del campo. La felicidad en la disposición de un genio como Messi, ¿no nos recuerda acaso esas melodías de alegría radiante que musicalizan cintas de final feliz? ¿No representa Ronaldinho el desenfado sonoro de una samba? ¿Un jugador como Beckham, convertido en un mercado ambulante, no traduce acaso la música chillout que ambienta esos impresionantes malls fríos y postmodernos?¿El ritmo que lleva a las canchas un jugador como Riquelme, tan introvertido y genial, no se parece acaso a esos tangos perdurables, sin letra -como le gustaban a Borges- que resuenan en los mórbidos galpones como parte de la naturaleza? Los jugadores tienen ritmo. Sin embargo, lo principal es establecer el cambio de ese ritmo en función de un planteamiento táctico que funciona como las partituras de una sinfonía nunca definitiva. Las ligas del mundo, al menos las más famosas, también funcionan con una muy reconocible identidad ritmica a la que los jugadores se adaptan.La Liga Premiere, por ejemplo, no admite parsimonias ni especulaciones, no deja que los jugadores sasonen sus razonamientos dentro de la cancha y se despliega con la vertinginosa voluntad de un tormenta o un tornado. Su música futbolística es lun solo pianístico ejecutado con virtuosismo inapelable. La Liga Española, en cambio, parece ese jazz donde lo sorprendente traza un mecanismo de recomposición rítmica sobre la marcha. El Barcelona por eso es una Big Band: como las orquestas fundacionales (Count Basie, Louis Armstrong, Cab Callaway) surte de talento el orbe, de sus raíces se desprenden esos solistas (Messi, Iniesta, Hleb, Xavi, Etoo, Henry) que funcionan solos y como parte de un conjunto.

Daesu

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