lunes, 24 de septiembre de 2007

Sandy y sus habilidades...


“La capacidad de pensar es la única que jamás puede perder un entrenador”.
Marcelo Bielsa
El fútbol no sólo se juega con los pies y el balón, sino también, y en algunos casos con más eficacia, con la boca y las palabras que tejen discursos invadidos de intereses. Y en este juego de palabrería futbolera chicanera Marco Antonio Sandy, el DT del Bolívar, ostenta las habilidades mañosas de un verdadero y dúctil crack. Hace algunas semanas, Sandy mostró un razonamiento que lo mínimo que despierta es una profunda sospecha sobre la habilidad del ex – marcador central celeste para el manejo chicanero del fútbol. Más allá del césped ya se hizo una costumbre: Sandy embarra el fútbol invadiéndolo de conjeturas que provienen de la nebulosa de su paranoia y de una profunda habilidad para buscar pretextos que no lo involucren en el irregular y mediocre juego bolivarista. En Trinidad luego de que Real Mamoré derrotó con argumentos futbolísticos y en cancha al Bolívar, Sandy bordeando la extrema sinverguenzura declaró enfurecido a los periodistas que el Bolívar es un equipo grande y que el arbitraje no los puede perjudicar. ¿Qué se puede leer en medio de estas palabras? ¿Qué intenciones las cubren y las articulan? ¿Qué nos quiere decir el “profe”? ¿Que el Bolívar se merece por su trayectoria cierta preferencia arbitral? ¿Que por tradición futbolera los árbitros deben parcializarse con la historia del "grande"? ¿Que los árbitros deben medir con ojo de lince y en estricto apego a la norma cada jugada que perjudique a los bolivaristas de tal manera que proporcione ventajas a los celestes? En fin, la declaración de Sandy es en extremo polémica y poderosa ya que borra, casi anula lo hecho en cancha por el equipo trinitario. Es que Sandy juega muy bien con las palabras, con sus habilidades de político configura y desmonta escenarios delante de cada uno de los micrófonos de los medios. Y como buen político mueve con habilidad de titiritero los hilos del pre y post partido, de tal manera que los errores de su equipo siempre quedan en un segundo, hasta en un tercer y cuarto plano, lo más importante es defenestrar el trabajo del árbitro y al conjunto de sus decisiones. Y extrañamente este modo de actuar de Sandy se replica como un virus, ahí está otro ex – defensa bolivarista como Marco Ferrufino que hace algunas semanas luego de que su equipo pierda con La Paz Fútbol Club aseveró sin vueltas que los árbitros están comprados (¿Qué saben estos DTs? ¿Acaso no es hora que revelen pruebas para solventar sus conjeturas?). Y el síndrome también infecta a otra ex –defensa: Gustavo Domingo Quinteros que no hace más que fijarse en las decisiones arbitrales para justificar los pobres resultados de su equipo y a diferencia de Sandy, Quinteros es un expero en armar berrinches y escándalos para victimizar, en un juego simultáneo, a él y a su equipo (Sugiero que el Club BLooming mude de nombre a Los Perseguidos Fútbol CLub). El fútbol, entonces, también se juega con las palabras. El fútbol es una vistosa plataforma para configurar entramados políticos. Pero hay más…

La historia del Clásico 154 empezó el día viernes cuando Marco Antonio Sandy, haciendo muestra de sus mañosas habilidades de crack en el juego con especulaciones y conjeturas, aseveró a los periodistas que la designación del novato árbitro Estrada fue un error, ya que la complejidad y la exigencia del partido trascendía el pobre currículo del referí. La declaración de Sandy se completaba con una sugerencia que vulneraba los límites de sus funciones de DT, dijo que el árbitro para el clásico “debería ser alguien como Marcelo Ortube”. No hubo medio que no célebre la “acertada declaración”. Todos potenciaron esta trama hasta tal punto que cobró una dimensión que oscureció el propio partido. No hubo eco de esta aseveración que no sea motivo de debate, el periódico Acción de La Prensa, por ejemplo, el día sábado sintetizaba en su titular el clima del pre partido : Una oveja en medio de dos lobos, haciendo una alusión directa y abusiva a la cortísima experiencia de Estrada en la liga (apenas dos partidos).
Sandy afrontó el clásico con un comodín mágico: el novato árbitro Estrada. Pero hay más detalles, antes del partido en medio de una retórica pedagógica, pomposa y sobre todo demagógica, Sandy traía a los micrófonos de Fútbol Manía del grupo FIDES una cita apócrifa de Los tres mosqueteros de Dumas, y no para ser referencia a la terna arbitral que de un tiempo a esta parte es su juego favorito, sino para aventar a la audiencia del programa una precaria lección básica de fútbol donde el jugador primero debe aportar al equipo: “uno para todos y todos para uno”. Sandy se perfila como un técnico interesante e inteligente, sin embargo, para consagrarse y crecer es urgente que reconozca que el fútbol desde la mirada y, sobre todo, desde la responsabilidad de DT es un objetivo que todavía le queda grande.

Aterricemos en el partido, el árbitro Estrada fue determinante. No hay donde perderse. En otras palabras, cada una de sus decisiones inclinaron la balanza del partido. Fue drástico para evaluar y sancionar las jugadas que involucraban a los jugadores bolivaristas y algo permisivo y leve en el momento de sancionar a los atigrados. También fue en algunos casos demasiado fiel al reglamento. Y esa fidelidad no garantiza el buen manejo del partido. En descargo de los bolivaristas no cobró un manotazo evidente a Tiago Leitao. En este error fue cómplice la jueza de línea de pertinente nombre para arbitro: Iris. Este golpe y caída al brasilero fue la raíz del segundo gol del Tigre marcado por Hoyos, luego de una filigrana vertical del Chapi Cardozo y de un pase desde el amplio horizonte de fútbol de Pablo Escóbar. Otro error: una mano ambigua del jugador Guillén en el área atigrada que exigía una decisión de peso por parte del árbitro. Sandy se ampara en estas jugadas donde Estrada dubitó y, hay que decirlo, perjudicó al Bolívar. Sin embargo, luego de estos dos errores, el árbitro Estrada fue víctima del sucio trabajo de Sandy desde el borde de la cancha. Sandy fue tan efectivo a la hora de ensuciar y tirar bruma al partido que éste adquirió los oscuros matices que estrangularon en cada una de las situaciones la capacidad de decisión del novato referí. Pese a ese tenue ambiente hostigado por Sandy las expulsiones de Reyes y de Vaca fueron correctas, también los dos penales pitados a favor del Tigre. El primero apegado en extremo al reglamento, el segundo una torpeza de Tordoya.

Al terminar el partido, Sandy volvió a su juego favorito: la palabrería chicanera. Declarado el final del juego Sandy irrumpió en la cancha junto con “su cuerpo técnico” en busca de los tres mosqueteros de rojo. Cumpliendo de esta manera el sagrado rito de insultar y de reclamar las decisiones arbitrales. El propósito: cercar a la terna arbitral para atosigarlos y arrojarles un popurrí de insultos y de amenazas, detalles que en el fútbol boliviano (y sudamericano) ya son un hábito, el cierre de un mediocre rito, al que la Conmebol no le presta ni la menor atención. En esta escena Sandy en un doble juego que demuestra su alta capacidad demagógica mientras insultaba y reclamaba al árbitro despejaba el área para evitar más insultos y reclamos tanto de sus jugadores como de su cuerpo técnico. Para no perder el hilo, Sandy le aventó al árbitro un desatino que sintetiza su hábil manejo de palabra. Le dijo al árbitro que no podrá dormir porque a sus jugadores los va a dejar sin trabajo y el árbitro le respondió que dormiría tranquilo. Sin embargo, el desborde de Sandy explícita un vergonzoso error en el momento de repartir responsabilidades y culpas. En otras palabras, Sandy confunde las causas con el efecto. Que el árbitro Estrada sea el responsable (la causa) de la virtual eliminación de Bolívar del hexagonal (el efecto) es una descarada e irrespetuosa manera de limpiarse las manos. Y, sobre todo, un acto de cinismo futbolero que muestra la capacidad del técnico Sandy para instaurar amagues a su responsabilidad. El árbitro puede funcionar como chivo expiatorio de la derrota, sin embargo, cargarle a él la responsabilidad de la eliminación bolivarista es un gesto cínico y que desborda por su exceso. ¿Acaso fue Estrada el que el anterior domingo frente a Wilsterman sacó a Tiago Leitao? ¿Es Estrada el responsable de todos los puntos que Bolívar perdió de local? ¿Es Estrada el responble de los altos decíbeles de violencia por parte de Lito "Hacha" Reyes? ¿Es Estrada el responsable de la debacle institucional del Club Bolívar? ¿Es Estrada el que dilapidó las arcas celestes? Sandy es un experto configurador de atmósferas. Atmósferas en las que condiciona de tal manera las variables que pareciera que el mundo futbolístico conspira en contra del Bolívar y el ejecutor de esa conspiración es el árbitro de turno. Sandy junto con Ferrurino y Quinteros deberían dedicarse a la política ya que poseen una habilidad particular para hacer y deshacer los espesores de las tramas que configuran lo "real". Su habilidad política radica en que ellos configuran un contexto en el que siempre quedan impunes de responsabilidad. Sin embargo, el fútbol es tan implacable frente a la demagogia ya que de este trío de mosqueteros dos están virtualmente eliminados del hexagonal. Saberes intrínsecos del fútbol, diría Bielsa.

2 comentarios:

Unknown dijo...

El señor Sandy debe crecer como Técnico y el club Bolívar parece no ser el mejor espacio para hacerlo. ¿Por qué? Porque es una institución que tiene mucha historia y no tiene dirigentes que le den horizonte al club. Mire cuanto han crecido técnicos como Apaza, como Berdeja, lejos de estas instituciones. MIre además como termino su ciclo Berdeja en el club The Stronguest. Por tanto, si Sandy quiere crecer como técnico debe hacerlo en otro club, un club que le de respaldo y le permita crecer.

Le agradezco por haberme invitado a visitar su página electrónica.

Varios dijo...

Josè Fernando, espero que tu comentario produzca algo de eco en las estructuras futbolísticas celestes.

Christian.