jueves, 13 de septiembre de 2007

Bolivia y su juego fatuo

En el Monumental de Lima la selección boliviana mostró su costado futbolístico más sombrío. Ese que convoca a nuestra peor expresión de juego. Bolivia desbordó un conjunto exagerado de insuficiencias y de incoherencias. En cancha no hubo línea que no haga aguas y, al mismo tiempo, que abra fisuras por las que se desplome su lánguido e ilegible juego subsumido al suicidio del pase corto improductivo. Por tanto, la brecha entre el juego peruano y el boliviano fue tan evidente que hasta el más optimista seguidor de la selección boliviana pudo saborear el condimento agrio de la derrota. No hay donde perdernos tenemos una selección en construcción, en proyecto. Una selección dubitativa, sumamente ambigua que no proyecta lo que supuestamente tiene que hacer en cancha que es básicamente plantear fútbol para ganar los partidos. En otras palabras, se trata de una selección que no comprende el dibujo teórico y lo que es peor que tampoco asume la carga de los objetivos que traza milimétricamente el técnico Sánchez, que, valga aclararlo, tampoco entiende el cómo debe jugar Bolivia. Es importante añadir a este triste contexto que la selección boliviana suele sustituir su escaso juego con altas sumas de actitud y exceso de concentración. La ausencia de ambos elementos –que valga decirlo son caras de una misma moneda– se transformaron en los insumos suficientes para hilar esta derrota que no hace más que medir la "eficacia" del trabajo de preparación de nuestra selección.

La selección emana señales contundentes que es importante recogerlas. Entre los primeros síntomas los que destacan son:

• Que el arquero Hugo Suárez no mira el juego, no es un referente de orden para su desubicada defensa. Y lo que es peor no sabe jugar en el área chica (detalle que le resta infinitos puntos), tampoco es su fuerte el juego aéreo lo que deriva directamente en sus vergonzosas salidas para anular los centros mortales de los peruanos.

• La defensa carece de los movimientos básicos (no se nota la mano del técnico). Es decir, los mecanismos que la transforman en eficaz tienen mucho que ver con las palabras: relevo, marca, anticipación, orden, cobertura, entre otras. Los engranajes que configuran la defensa boliviana carecen en cancha de esos vitales conceptos. Raldes y Rodríguez no constituyen la mejor dupla defensiva. Raldes desde que se lesionó –exactamente hace un año y un poco más– no puede alcanzar la cima de su antiguo fútbol. Detalle que explicita sus deficiencias en el mano a mano y en la perdida progresiva de gestos de anticipo. Tampoco los laterales son una modesta garantía. A Lorgio Alvárez le falta kilómetros de kilómetros de juego para satisfacer las exigencias físicas que le exige su posición de lateral, prácticamente no subió nunca, descuidó las marcas, fue impreciso en los relevos. Y Hoyos con más ritmo y desorden demostró que es una herramienta interesante para colaborar con el armado de juego creativo, pero no tiene noción de equilibrio: trepa adelante sin prevenir la disposición y el desbalance defensivo del equipo. Esta es tarea del técnico. Es él quien debe trazar las suficientes variables para que los movimientos creativos del equipo no inclinen la balanza para favorecer el déficit defensivo. En otras palabras, es él quien tiene que proporcionar las respuestas a las insuficiencias de una sombría selección.

• Los volantes de contención fueron un bleff. García y Mojica ni pinchan ni cortan, ni marcan ni encienden la mecha del juego. Y en ellos este detalle se está volviendo una constante. Bolivia perdió sus básicos argumentos de juego al no poder detener el eficaz aluvión de la presión creativa peruana. Además que García y Mojica nunca articularon relevos en cancha. Descuidaron las espaldas de Joselito y de Peña. Tampoco fueron eficaces ni en la marca, ni en el corte de los centros, ni en el pase eficaz, ni garantizaron la salida ordenada de la selección. En suma: ni cortaron, ni pincharon, sólo flaquearon.

• Joselito Vaca nunca llegará a ser un gran jugador. Por un detalle elemental: es demasiado endeble y no sólo físicamente, sino (y esto es lo peor) en la actitud. En él se sintetizó el juego boliviano: demasiado liviano, en extremo leve. Si el equipo contrario propone un hombre de marca que persiga la delgada huella de Vaca éste asume su faceta de irrelevante fantasma. Además que a Joselito el fútbol se le transforma en una pesadilla si es que tiene que partir de atrás y ayer estaba demasiado atrasado. Darwin Peña fue víctima del DT. No jugó donde le gusta jugar o para decirlo sin infantilismos: donde destila sus mayores potencialidades. Peña no supo ni ubicarse en la cancha, ni encontrar el pequeño resquicio para instaurar su máquina creativa. Perdió los referentes. Jhasmani Campos es un jugador mucho más dúctil, su habilidad generalmente no está condicionada, sin embargo, es desordenado y desprolijo para ejercer marca. De visitante habrá que trabajar en la desordenada marca de Campos, también en su capacidad explosiva. Estos ingredientes pueden traducirse en un factor por el que atraviesan las posibilidades de buenos resultados. Sin embargo, a Campos deberían con urgencia llevarlo a Barcelona para que lo revisen los médicos que mágicamente desarrollaron el escuálido físico de Messi. No es un chiste, menos una ironía, hay un conjunto impresionante de jugadores argentinos "petizos" que están recibiendo tratamiento.

• Jaime Moreno, Marcelo Martins Moreno sufrieron la impotencia del equipo. Y obviamente fueron parte de ella. Andaveris presiona la salida de los contrarios y le añade al equipo un plus: su potencia física.

El juego fatuo de Bolivia explicita que el técnico Sánchez es poco eficaz en el trazado de objetivos y le cuesta aún más operativizarlos en cancha. No se necesita saber mucho de fútbol, basta con perseguir la siguiente intuición futbolera: De visitante el fútbol de la selección debe vertebrarse a partir del juego que propongan los volantes de contención. Y ayer los volantes de contención abrieron las puertas de la derrota. La selección boliviana con urgencia debe articular objetivos, mecanismos tácticos y actitud. De lo contrario a finales del 2007 sabremos que estamos de antemano desclasificados del Mundial 2010, luchando para no ser los últimos de siempre.

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