
Domingo 27 de abril, 17:30, Carlos Tordoya (21 años), meritorio jugador celeste, formado en el Arsenal de Sarandí de la Familia Grondona, eje fundamental en el Bolívar 2007, fue a manejar "cuadratracks" a Mallasa. Un minibús se interpuso en su camino y el central, a pesar de las maniobras, cayó "a un precipicio de 6 metros" (sic). Tordoya tiene fracturas en el pómulo, en las costillas y una fractura expuesta en el codo. El diagnóstico médico señala que serán seis largos meses los que alejarán del fútbol a Tordoya.
Los dos incidentes extra futbolísticos no hacen más que explicitar las profundas lesiones medulares que tiene el fútbol "profesional" boliviano. El contexto del fútbol boliviano es particularmente poco o nada profesional, tanto así que se permite lesionar a dos jugadores del Club Bolívar, en dos situaciones grotescas y extremas que muestran la pobreza competitiva en la que tristemente se desenvuelve. Y no es que este redactor de blog caiga en la ingenuidad y la mojigatería odiosa del moralista y opte por el juicio de que los jugadores de fútbol tienen que tener hábitos cercanos a los de un repimido monje. Sabemos que la mitología del fútbol cuenta con futbolistas que hicieron de la juerga extrema una poesía futbolera: Garrincha, Corbata, el bulgaro Stoichcov, Maradona, y la lista es copiosa y abundante. Pero se trataba de futbolistas virtuosos, que sudaban talento y genialidad, pese al tufo y a la resaca. Y actualmente hay casos asombrosos como el de Adriano que tienen un pie en la cancha y la otra en el alcohol, pero sabemos que cualquier equipo del Mundo, incluido el Inter, lo requiere en sus estructuras.
Sin embargo, Ballivián y Tordoya son "jugadores" en configuración, un "casi" proyecto. Jugadres de fútbol muy modesto, muy escaso. Ballivián debutó en Bolívar gracias a la buena fe del profesor Habegger. Su debut estuvo matizado de infinitas dificultades, imprecisiones, desprolijidades, desconcentraciones, una síntesis perfecta de lo que es la falta de rodaje para acoplarse al dibujo táctico y a los objetivos del equipo. Estas dificultades, en este actual contexto de lesiones, para el jugador Ballivián se multiplicarán y harán más difícil el sinuso camino hacia el “profesionalismo”.
Tordoya a estas alturas de la competencia y teniendo a un Ronal Arana falto de reflejos, de coraje, de motivación, es un jugador indispensable. Incluso, Tordoya era una pieza fundamental para el entramado de la selección. Pero, increíblemente, avienta de una manera absurda esta oportunidad y condiciona el destino de su carrera futbolística.

En ese sentido, el fútbol y el deporte “profesional” boliviano es más obra de la espontaneidad, que una suma de variables diseñadas. Las dolorosas lesiones de Ballivián y de Tordoya sólo son posibles en un contexto competitivo languido como es el boliviano. Néstor Clausen, decía que gran parte de los jugadores bolivianos no son profesionales porque no saben descansar, no saben qué hacer en su tiempo libre, tampoco saben alimentarse, ni han pulido sus hábitos para colaborar con sus potencialidades. Gran parte de los jugadores bolivianos, decía el "Negro", creen que la competencia se circunscribe a la rutina de la práctica y a la entrega en el partido del domingo y el resto de tiempo es el espacio para el ocio más improductivo. Remataba Clausen con la idea de que los grandes jugadores en su camino se han topado con grandes formadores con los que han descubierto que el fútbol profesional se potencia sobre la rutina productiva que impone el orden y la consecuencia que deriva de ciertos hábitos.
Los ligamentos rotos de Ballivián, las múltiples fracturas de Tordoya son el resultado de un contexto competitivo mediocre que exige lo menos posible a sus jugadores, y que en complicidad con los medios se inventa la ilusión de que podemos competir de “tú a tú” en torneos internacionales, como la Copa Libertadores o la Eliminatoria Mundialística. El fútbol boliviano necesita curar sus múltiples fracturas, es urgente que se repare y se reconstituya sobre la base de políticas que persigan la configuración de una ingeniería competitiva que incluya la integridad de un sin fin de variables. El fútbol boliviano está profundamente lesionado y no hay quien reaccione frente a este doloroso drama.