lunes, 3 de septiembre de 2007

La turbulencia política invade el Tahuichi

El fútbol boliviano no puede jugarse, menos aún plantearse, ni tampoco analizarse fuera del turbulento escenario político en el que los bolivianos, miembros de una comunidad política fragmentada, nos batimos en un virtual y constante duelo, de alta y baja intensidad. El fútbol es un juego demasiado permeable a las variables que plantea su contexto; es decir, que no puede desligarse de aquello que imponen las circunstancias sociales, políticas, mediáticas, culturales, económicas, educativas en donde habitualmente se desarrolla. El fútbol, entonces, tiene la inmensa capacidad de absorber todo aquello que bulle en su entorno. Justamente allí cabe su enorme complejidad. Complejidad que es maltratada, pisoteada, tergiversada diariamente por los periodistas que venden en radio, en prensa y televisión entretenimiento deportivo. Entretenimiento que generalmente funciona como sinónimo de escándalo.


En un contexto densamente politizado como el boliviano, donde los valores democráticos son cínicamente manoseados por ciertos sectores retrógrados y conservadores, el fútbol funciona como una caja de resonancia de estos oscuros proyectos políticos. Estos sectores mediante un artilugio político han transformado la democracia en una vil herramienta discursiva con el único fin de articular dudosos proyectos de poder donde yerguen, desde la plataforma de los medios, fastuosos discursos que convocan al fascismo más radical en el que brotan los fantasmas del fanatismo regional. Fanatismo regional que se canaliza en el fútbol y en todas las expresiones que lo caracterizan.


No es casual entonces que en el centro de la cancha del Tahuichi, domingo a domingo, se nos sugiera, hasta el hartazgo, el concepto de Autonomía (que la anterior semana, mediante un senil vocero/alcalde, casi se explicitó como el proyecto de la República del Este). Desde ese contexto ayer domingo en la noche al finalizar un mediocre partido entre Blooming-The Stronguest se desató en cancha, como el famoso huracán Félix que de a poco se acerca a Centro América, esa política que hace del fascismo su característica única.


El arquero Arias de Blooming, ex – arquero del Tigre, declaró al periodista de cancha de la apestosa red Unitel: “estos collas de mierda”, haciendo referencia, según él, a un policía que se excedió en la represión y con el que casi llega a los golpes. Esta declaración que incentiva al más profundo desasosiego habrá que matizarla para no ser presa de la total desilusión. En descargo del exabrupto lingüístico de Arias es importante decir que el técnico Óscar Sánchez del Tigre incentivaba desde la banca, minuto a minuto, a la violencia, haciendo ademanes groseros a la tribuna de preferencia del Tahuichi Aguilera, mostrando gestos burlones, en síntesis: irritando al público local. Y es el técnico Sánchez quien generó la violencia al patear al utilero de Blooming. Violencia que ingresó en un espiral de tal profundidad que despertó a los fantasmas que rondan a la política del fascismo; política en la que los gentilicios regionales vuelan como cuchillas hirientes. Así que Sánchez tiene que domar su intrínseca agresividad, su persistente manía de enfrentarse al público local y debe recibir una fuerte sanción, ya que él es uno de los responsables. No hay dónde perderse: Sánchez prendió con una agresiva cerilla/patada la hoguera de de la violencia.


Pero, volviendo al tema político, las ondas expansivas del “escándalo futbolero” evidenciaron una vez más las fisuras que tejen al gentilicio de boliviano. En medio del escándalo la gente empezó a corear ese sello político de marca regional: “autonomía, autonomía”, como si las torpezas del novato técnico Sánchez, más el descontrol policial, fueran buen motivo para convocar a esta figura que pertenece al orden jurídico-político, más que al fútbol. Lo peor es que tanto comentaristas como relatores, empezaron a lanzar el sapo autonomista como una forma de advertir su molestia frente a los atropellos policiales y al mal resultado blooministas. Y vuelvo a preguntar: ¿Qué tiene que ver la autonomía con la torpeza de Sánchez o con el descontrol policial? Y a modo de respuesta parcial es importante redundar en la idea de que el fútbol es definitivamente el mejor ámbito para canalizar, para desahogar y ostentar los proyectos que maquiavelicamente se desean desde la política.


En este contexto, cabe preguntarse: ¿Qué papel juegan los dirigentes del balompié boliviano? ¿Qué intereses protegen? ¿Los del fútbol boliviano (perdón por la ingenuidad, lector), los de su club, los de los jugadores, los de su región, los que están más cerca de sus inclinaciones políticas o los que sostienen y engordan sus arcas económicas? ¿Qué evaluación política hacen del crispado contexto en el que estamos viviendo y cómo éste de a poco ingresa a las canchas sin que ninguno de ellos diga y haga la más absoluta NADA? ¿Acaso no son ellos los máximos responsables para garantizar y hacer del fútbol “una fiesta deportiva de unidad”, un ámbito desde donde se emanan las señales suficientes para desinfectar al país de ese ambiente de profunda politización regional putrefacta?


Estas preguntas caen por su propio peso. Como muestra de acción dirigencial se encuentra ese otro bochorno de violencia política expresada por el Presidente de la Federación Boliviana de Fútbol quien haciendo un abuso burdo de la palabra y la paranoia acusó al periodismo paceño de que arbitrariamente lo tachan de “camba de mierda” por su inexistente e ineficiente defensa a la altura “colla”. Con esta declaración y estas actitudes: ¿Qué podemos esperar de la alta dirigencia del fútbol boliviano? Creo que nada, ya que la mayoría de ellos están inmersos en los intereses que se están jugando en esta turbulencia política que juega irresponsable con la democracia y que se inventa Juntas. Muchos de ellos son los promotores y responsables de ese abusivo mensaje político con el que nos invaden domingo a domingo desde el centro de la cancha del Tahuichi. Frente a todas estas evidencias donde se mezcla de mala manera el fútbol y la política harán oídos sordos, ya que sus intereses regionales pesan más que el fútbol. Y les interesa que también desde la cancha se inserte más violencia política a los caldeados ánimos de una comunidad fragmentada por el fascismo, racismo e intolerancia de ciertos sectores dirigenciales, atrincherados sobre todo en los clubes del oriente del país, que mucho tienen que ver con el mal manejo del fútbol. Sabemos que los mecanismos de la política irresponsable que desean implementar en el país, como en el fútbol, se concretan a las patadas así como lo hicieron en el brumoso amanecer del martes 28 de agosto.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Creo que es importante contextualizar el escenario político y rastrear como este irrumpe en las canchas. En ese sentido, es interesante tu texto.

Andrés.

Unknown dijo...

Estimado Christian, por fin pude abrir tu blog. Estoy impresionado con la nota. Desde acá sabemos que Bolivia es una constante de tensiones. Gracias por las referencias a los libros. Tenemos que cerrar junto con Pablo los detalles de la corresponsalía.

Un abrazo.
Ezequiel Fernández Moores.

Unknown dijo...

El fútbol y la política es la misma porquería.
Saludos Christian.

Varios dijo...

Gracias por los comentarios.

En este tiempo de bloogmanías también se crean fuertes exclusiones en este gratuito medio.

Andrés: la política hace del fútbol su mejor herramienta.

Ezquiel: un lujo que me hagas un comentario. Y seguro que coordinaré con Pablo para el asunto...

Julio: ese estribillo monocorde tiene coherencia.

Gracias.