Walter Vargas es más que un periodista deportivo. Ingresa a las tramas que ofrece el fútbol con las resbalosas herramientas que brindan las palabras. De ahí deviene su marcada diferencia. En julio de 2007, la particular editorial argentina Al Arco –dedicada a publicar libros futboleros– editó una joyita libresca: Fútbol Delivery. Uno de los varios atributos del libro de Vargas es su enorme capacidad de concentrar en tres párrafos los espesores que bullen en el fútbol. El libro, en ese sentido, es un conjunto de joyitas lúcidas que hacen del fútbol un objeto aún más indócil. Pero basta de definir el exquisito y admirable trabajo de este orfebre de la palabra y del fútbol. Porque definir, como lo escribió en otro texto el propio Vargas: “es apresar, oprimir, tomar por la fuerza. Y el fútbol es un objeto indócil. La pelota lo es”. Con esta aclaración a los futboleros de cepa que sudan fútbol y que también juegan con las palabras los invito a explorar la superficie y las profundidades, los nudos, los mecanismos de ironía, los meandros, los recovecos, los mecanismos y las piezas, el profundo y explícito sentido del humor, las máscaras, el magma de los sentidos que Walter Vargas exprime del juego de la pelotita. En este post les ofrezco los tres lados de la moneda futbolera desde la pluma del gran Vargas: Técnica, Táctica y Estrategia.
Técnica
¿Dónde está escrito que la técnica se resume en la destreza con que se maneja el fútbol? Deduzco que allá lejos y hace tiempo alguien debe de haber dicho una cosa así con la suficiente convicción para que ese alguien, o otro, un amanuense de ocasión, se haya puesto a escribirlo y, se ve, escrito quedó. Pero sépanme disculpar, aun conteniendo el dominio de la pelota, el control, la justeza en la pegada, la técnica propiamente dicha es otra cosa de acá a la Polinesia. La técnica, (del griego tekhnikós, relativo a un arte) comprende un conjunto de habilidades o una suma de conocimientos teóricos y prácticos aplicados a determinada actividad. Nótese “conjunto” y “conocimientos teóricos”. Hablando en plata: el futbolista de ley no se define por el modo con que maneja la globa, la lleva, la trae, la mezquina, etcétera, y gastará toda esa pólvora en chimango si carece de ductilidad, intuición, decisión, inventiva, discernimiento, agudeza y fiereza, que aun cuando corresponda al casillero de lo espiritual no deja de sazonar el plato de la técnica.
Si no hay sesera, si no hay eso que llaman “entendimiento del juego”, los cacareados gestos técnicos son cartón pintado, pero además, ¿quién dijo que técnica y belleza van necesariamente de la mano? Hay jugadores de estupenda técnica que son un canto a la tosquedad. Ahí anda el Flaco Schiavi, un olvidado de la mano de Dios en cuanto ligerazas, sutilezas y amonías, que sin embargo a la hora de defender da cátedra en más de una asignatura. Por saber: sentido del anticipo o de tiempo y distancia, presteza para colocar el cuerpo en una instancia de fricción y para forzar al delantero a que efectúe la maniobra con su perfil menos hábil, o con un mínimo de espacio, y pertinencia para cruzar a las espaldas del compañero anulado por una gambeta o un pase que lo toma a contrapié.
Técnica
¿Dónde está escrito que la técnica se resume en la destreza con que se maneja el fútbol? Deduzco que allá lejos y hace tiempo alguien debe de haber dicho una cosa así con la suficiente convicción para que ese alguien, o otro, un amanuense de ocasión, se haya puesto a escribirlo y, se ve, escrito quedó. Pero sépanme disculpar, aun conteniendo el dominio de la pelota, el control, la justeza en la pegada, la técnica propiamente dicha es otra cosa de acá a la Polinesia. La técnica, (del griego tekhnikós, relativo a un arte) comprende un conjunto de habilidades o una suma de conocimientos teóricos y prácticos aplicados a determinada actividad. Nótese “conjunto” y “conocimientos teóricos”. Hablando en plata: el futbolista de ley no se define por el modo con que maneja la globa, la lleva, la trae, la mezquina, etcétera, y gastará toda esa pólvora en chimango si carece de ductilidad, intuición, decisión, inventiva, discernimiento, agudeza y fiereza, que aun cuando corresponda al casillero de lo espiritual no deja de sazonar el plato de la técnica.
Si no hay sesera, si no hay eso que llaman “entendimiento del juego”, los cacareados gestos técnicos son cartón pintado, pero además, ¿quién dijo que técnica y belleza van necesariamente de la mano? Hay jugadores de estupenda técnica que son un canto a la tosquedad. Ahí anda el Flaco Schiavi, un olvidado de la mano de Dios en cuanto ligerazas, sutilezas y amonías, que sin embargo a la hora de defender da cátedra en más de una asignatura. Por saber: sentido del anticipo o de tiempo y distancia, presteza para colocar el cuerpo en una instancia de fricción y para forzar al delantero a que efectúe la maniobra con su perfil menos hábil, o con un mínimo de espacio, y pertinencia para cruzar a las espaldas del compañero anulado por una gambeta o un pase que lo toma a contrapié.
PD: allá por los ochenta fue a probarse a Boca un chiquilín capaz de hacer quinientos jueguitos sin despeinarse, pero no bien arrancó el picado se reveló incapaz de ejecutar operaciones elementales para un fulbipibe y el seleccionador se vio obligado a explicarle el malentendido: un jugador es un jugador y un malabarista es un malabarista.
Táctica
La táctica es como el sol que menta Marilina Ross: aunque no la veamos siempre está. Pero la táctica, esa noción abstracta que tanto embelesa a los tacticómetros y tanto escandaliza a los románticos tardíos, es un poco más profunda que un pizarrón y un señor gesticulante que al borde de la cancha hace señas de vayan o de vengan y en los vestuarios abunda en bocadillos chatarra del tipo qué quieres si se metieron todos atrás. La táctica, que suele confundirse con la estrategia del mismo modo que se confunde la cosecha con la siembra, es el arte de poner las cosas en orden. La táctica, salgamos ya de los merodeos, es organización. Y sin organización un partido de fútbol se convierte en una mera cacería de pelota, que está muy bien para jugadores de pre-kinder pero queda feo en adultos de cualesquier raza, credo y religión. Hasta un picado en la playa debe someterse al imperativo de la organización, es decir, de la táctica, pese a que sus manifestaciones carezcan de todo ornamento y se circunscriban a prosaísmos como “cubrime, Azul”, “pasala, Verde”, “cortada, Pelado”, “cruzate, Remera”, etcétera.
La táctica es sistema, reglas, disposición, previsión, cálculo, habilidad. La táctica es información calificada y herramienta en perspectiva. La táctica es eso que un tal George Mad dio en llamar “el otro generalizado” y consiste, si hablamos del Estudiantes campeón, por ejemplo, en que Angeleri tenga incorporado el chip de la función que cumple Braña, y Braña tenga incorporado el chip de la función que cumple Verón, y Verón el de Calderón, y así, pero al mismo tiempo Angeleri conoce las coordenadas de Braña con Verón y de Braña con Calderón, y de Calderón con Pavone, hasta gestarse una promiscuidad que, bien llevada, es fuente de singular de disfrute. La táctica, a ver, no revela las grandes verdades (...). La táctica no es el qué: la táctica es el cómo.
Estrategia
La táctica es el cómo pero la estrategia es el qué. La estrategia, entonces, es el arte de fijar los objetivos y dirigir los procedimientos tendientes a consumarlos. Las “operaciones”, en jerga militar, una jerga que, de paso, no será ociosa desde el momento que nociones como táctica, estrategia, logística, se las debemos a los ya remotos cráneos del belicismo. Y el fútbol, arena moderna que invita a cotejar por un territorio y disponer de una recompensa que exige poner en retirada al enemigo (derrotarlo: vencerlo, someterlo, forzarlo a la fuga, a emprender su lastimoso derrotero), se nutre sensiblemente de las fecundidades estratégicas aun cuando más de cuatro no sepan poner en palabra de qué va el asunto. Estrategia, en buen romance, es la petición de principios que define el trazo grueso de la empresa: atacar, defenderse, contraataque, sincerar una posición ante ese bendito “protagonismo” que, según observa Bielsa, no contiene más posibilidades que asumirlo, cederlo o compartirlo. Resuelto el corazón de la estrategia, ahora sí cabe dar el paso siguiente: disponer tácticamente las piezas. El cómo del ataque (número, sintonía, sincronía, variantes, etcétera), de la defensa (¿marca hombre a hombre, zonal, mixta?), del contraataque (¿con uno o con dos delanteros, soltando volantes, saliendo en bloque?), en fin, dar vida a los ingredientes, preparados, puntos de cocción. Rubricar la receta. Ahora, a sabiendas de que no estoy descubriendo la pólvora, que más bien estoy hablando del caballo blanco de San Martín, me permito la insolencia (y desde ya ofrezco mis disculpas a los eventuales damnificados) a fuerza de registrar que unos cuantos entrenadores no disciernen táctica de estrategia, y viceversa, y terminan por perpetrar verdaderos mamarrachos. ¿O no estamos cansados de ver equipos que salen a colgarse del travesaño y les generan veinte situaciones de gol o equipos que salen con cuatro delanteros y no ven al arquero rival ni en fotos? A propósito de tácticas y estrategias: ¿Por qué será que hablamos mucho de equipos bien parados o mal parados pero no hablamos de equipos bien movidos o mal movidos?
6 comentarios:
Hola!!
Ya te agregue a mi lista de Links. Por fin tengo un blog amigo creado en Bolivia, es el primer blog de Bolivia enlazado en mi blog, la verdad te felicito. Y me gustaría pedirte un favor: Si conoces algunos blogs de Bolivia me gustaría que me los pases y yo los enlazo. De modo que mi blog sea un éxito haya en Bolivia.
Un abrazo.
La editorial al arco sacó ahora un libro de Cristian Grosso muy interesante sobre historias de jugadores.
Libros más que interesantes.
Saludos de Buenos Aires.
Un abrazo Caligula, constantemente sigo tu blog. Gracias por seguir el blog...
Saludos Paceños...
Hola!
Excelente Blog
La verdad este post me encantó!
Ani
http://lamitadmasunoteamaelrestotenvidia.blogspot.com/
gracias por los comentarios
gracias por los comentario Any
Publicar un comentario