Si algo destaca en el relieve heterogéneo de la competencia eliminatoria sudamericana es la fragilidad futbolística, la incoherencia institucional y el caos normativo de las federaciones de los países andinos. No es casual que los equipos más goleados y vapuleados, aquellos que más resquebrajaduras exponteen a la hora de la evaluación sean los pertenecientes a la comunidad andina futbolera: Ecuador, Perú y Bolivia.
Basta con escarbar en la superficie de las cuatro fechas de este torneo eliminatorio. En la primera fecha Bolivia pierde 5 a 0 frente a Uruguay. En la segunda fecha eliminatoria Ecuador pierde 5 a 0 frente a Brasil. En la tercera fecha de las eliminatoria Ecuador reincide en la goleada pierde 5 a 0 frente a Paraguay. En la cuarta fecha el turno es de Perú que pierde frente a Ecuador 5 a 1. Sin embargo, para ajustar las clavijas del argumento valga aclarar que de esta trinidad andina Ecuador hace la excepción, ya que no padece de las tormentosas gestiones dirigenciales que azotan el laberíntico destino -cercenador de esperanzas- tanto del fútbol peruano como del boliviano. No es casual que Perú y Bolivia ocupen el podio de los peores del subcontinente con los honrrosos puestos de penúltimo y último.
Por ahora a la crisis del fútbol boliviano la abandono en el diván, mejor la escondo en el fondo del freezer. Lejos de sus malignas sombras exploraré brevemente la crisis de nuestro vecino Perú.
Como primer apunte subrayo el dato: El fútbol peruano cumplió el pasado junio 25 años de inexorable sequía de logros. Los peruanos todavía añoran a naranjito, la mascotita del mundial de España 82. Y es que precisamente al último Mundial que clasificó la selección Perú fue a éste, al mundial del naranjito. El 97 estuvieron a un gol de la luz. Me explico. En la Eliminatoria Sudamericana para el Mundial Francia 98 se enfrentaban en el último partido del torneo: Chile – Perú. El partido era en Santiago y a Perú le bastaba con empatar el partido; estaban a “un puntito” para ingresar a Francia 98. Recuerdo perfectamente que los peruanos vivieron una euforia desmedida a nadie le importaba las denuncias de corrupción contra Fujimori, ni los tejemanejes del truhán Montesinos, ni la recesión económica, en fin... Todo se reducía a la hechicera maquinita del fútbol que siempre teje ilusiones e insufla de consistencia a los ingenuos.
El proceder del partido es más conocido que las vicisitudes de la Guerra del Pacífico. Perú perdió 4 a 0. Desde ese partido a la fecha el fútbol peruano no deja de saborear hieles futbolísticas de distinto sabor, espesor y color. Las derrotas abundan, los procesos en el devenir del camino competitivo quiebran sus sendas y los cuerpos técnicos se arman con la misma consistencia con la que son desarmados. Detrás de toda esta penuria futbolística se encuentra la sombra alargada de Nicolás Delfino, viejo zorro de la antigua élite dirigencial del fútbol sudamericano, que comandaba por años a la Federación Peruana de Fútbol. Delfino es una figura posterior al Mundial 82, sin embargo con una habilidad cercana al asombro se quedó en el trono de la FPF durante más de 15 años. Este reyezuelo del fútbol peruano le dejó la silla dorada a su hijo putativo Manuel Burga. Y éste siguiendo los pasos de su mentor ya lleva 10 años piloteando el desino triste del fútbol peruano.
El 5 de octubre de este año con todas las claves del estatuto de la FPF en el bolsillo y la máscara del cinismo Burga fue reelecto por una decadente y putrefacta élite dirigencial. La reelección despertó las sospechas no sólo de la comunidad futbolera peruana, el bochorno creció a tal punto que el presidente Alán García en un comunicado del gobierno peruano señaló que no reconoce a Burga como el dirigente máximo de la Federación Peruana. Este hecho fue el hilo que permitió desenredar la oscura madeja del fútbol peruano.
Desde el 5 de octubre que el gobierno de García busca los mecanismos para intervenir la federación e iniciar con urgencia una auditoría eficaz de los últimos 30 años de la FPF que revele el grado de responsabilidad de los oscuros manejos de Delfino y Burga. Un día después de la goleada en la que la selección Perú no hizo nada más que arrastrarse agónicamente en la cancha, el presidente del Consejo de Ministros, Jorge del Castillo, sin dubitar y con euforia declaró que “la derrota de ayer es la consecuencia de la descomposición de la FPF”. Del Castillo por orden de Alán quiere intervenir hasta el último escritorio de la lujosa Federación Peruano de (anti)Fútbol. Sin miedos, ni dubitaciones Del Castillo apuntó que con esta medida el gobierno peruano no tiene miedo de ser excluido de las competiciones FIFA. Ya que la FIFA no puede blindar las actitudes gansteriles de algunos de sus representantes.
En este escenario se hace más legible la continúa debacle del fútbol peruano que hasta el momento no encuentra el foso de su perpetuo derrumbe. Sin embargo, no puedo concluir este texto sin arrojar esta idea/pregunta: El fútbol boliviano atraviesa una severa crisis igual o peor a la del fútbol peruano. Crisis que lleva más de una década, ¿no será tiempo de que el gobierno articule con otros sectores e instituciones mecanismos de salvataje urgente del alicaído fútbol y del inexistente deporte boliviano?
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