Nuestra cómoda relación con la derrota ha carcomido, ha anulado, ha pulverizado cualquier posibilidad e intento de instaurar una evaluación de esa constante fidelidad a nuestra tradición perdedora. Como muestra valga rescatar uno de los titulares de este domingo del deportivo El Deber: Derrota pero digna. En este titular se concentra toda esa cultura nacional que nos hace inmunes al fracaso. Y este no es un sentido común futbolero excluyente que se concentre exclusivamente en los seguidores del fútbol nacional, es un síntoma que se reproduce en todos los sujetos que participan de esto que se llama fútbol boliviano: jugadores, dirigentes, técnicos, periodismo especializado.
Entre todos hemos transformado al fútbol boliviano en un objeto indescifrable. No encontramos las claves para salir del cada vez más profundo y oscuro pozo. La brújula y los dispositivos eficaces de la clasificación del 93 se averiaron y fueron inútiles para el trazo de las rutas que nos conducirían a los mundiales de Francia 98, Corea – Japón 2002 y Alemania 2006. Las gestiones dirigenciales de Saavedra Banzer, Sergio Asbún y Castedo fueron tan nefastas que hundieron al fútbol boliviano hasta otorgarle el meritorio rótulo de los peores del continente (el puesto 107 connota esa severa vergüenza). A este escenario de decadencia absoluta se añade la negligente figura de Carlos Chávez, que más que como una figura de cambio de nuestro fútbol se presenta como un eficaz garante de la mediocridad absoluta. Chávez destruyó la institucionalidad del Club Oriente Petrolero, dejó un Club sin logro alguno, con un caudal de demandas y de deudas que hasta ahora sacuden las nervaduras profundas del Club más importante de Santa Cruz de la Sierra.
Estos precedentes invaden de penumbras nuestras esperanzas futboleras. La selección boliviana de fútbol está secuestrada en manos de un temible dirigente que todo lo que toca lo infecta de una mediocridad tenaz y constante. Chávez carece de los recursos elementales para conducir un proceso que transforme nuestra cultura futbolística, tampoco cuenta con los insumos intelectuales básicos y políticos que el fútbol actual demanda, su batalla en defensa de la altura es una muestra de ello. Este actual proceso carece de las metodologías, de los procedimientos para instaurar una ingeniería futbolística que nos permita configurar aquello que por ahora no conocemos: la competitividad futbolística. La selección de esta actual eliminatoria es todavía más decadente que la anterior. Chávez ha hecho de la crisis un nudo aún más asfixiante.
De nada sirve hacer una autopsia minuciosa y técnica del coyuntural partido con Argentina, de él no se cosecharán nada más que oscuras tempestades. Por tanto, no me vengan con esa demagogia periodística de que la selección mostró otra actitud, tampoco me restrieguen en la cara esa mentira de que la selección nunca se entregó al pelotazo fácil, seamos sinceros, la única ruta digna para salir de esta asfixia futbolera será a partir del destierro de la actual elite dirigencial que pudre las raíces del fútbol boliviano. El parco de Sánchez y su débil equipo son solamente una consecuencia de esta paupérrima y negligente gestión. El fútbol boliviano necesita con un urgencia de un recambio dirigencial, de nuevos sujetos que incorporen otro aire, otra lógica, otros objetivos y otros sentidos al fútbol. Esta parece ser la única ruta alternativa que nos queda para esquivar a nuestra sempiterna obligación de perder.
Entre todos hemos transformado al fútbol boliviano en un objeto indescifrable. No encontramos las claves para salir del cada vez más profundo y oscuro pozo. La brújula y los dispositivos eficaces de la clasificación del 93 se averiaron y fueron inútiles para el trazo de las rutas que nos conducirían a los mundiales de Francia 98, Corea – Japón 2002 y Alemania 2006. Las gestiones dirigenciales de Saavedra Banzer, Sergio Asbún y Castedo fueron tan nefastas que hundieron al fútbol boliviano hasta otorgarle el meritorio rótulo de los peores del continente (el puesto 107 connota esa severa vergüenza). A este escenario de decadencia absoluta se añade la negligente figura de Carlos Chávez, que más que como una figura de cambio de nuestro fútbol se presenta como un eficaz garante de la mediocridad absoluta. Chávez destruyó la institucionalidad del Club Oriente Petrolero, dejó un Club sin logro alguno, con un caudal de demandas y de deudas que hasta ahora sacuden las nervaduras profundas del Club más importante de Santa Cruz de la Sierra.
Estos precedentes invaden de penumbras nuestras esperanzas futboleras. La selección boliviana de fútbol está secuestrada en manos de un temible dirigente que todo lo que toca lo infecta de una mediocridad tenaz y constante. Chávez carece de los recursos elementales para conducir un proceso que transforme nuestra cultura futbolística, tampoco cuenta con los insumos intelectuales básicos y políticos que el fútbol actual demanda, su batalla en defensa de la altura es una muestra de ello. Este actual proceso carece de las metodologías, de los procedimientos para instaurar una ingeniería futbolística que nos permita configurar aquello que por ahora no conocemos: la competitividad futbolística. La selección de esta actual eliminatoria es todavía más decadente que la anterior. Chávez ha hecho de la crisis un nudo aún más asfixiante.
De nada sirve hacer una autopsia minuciosa y técnica del coyuntural partido con Argentina, de él no se cosecharán nada más que oscuras tempestades. Por tanto, no me vengan con esa demagogia periodística de que la selección mostró otra actitud, tampoco me restrieguen en la cara esa mentira de que la selección nunca se entregó al pelotazo fácil, seamos sinceros, la única ruta digna para salir de esta asfixia futbolera será a partir del destierro de la actual elite dirigencial que pudre las raíces del fútbol boliviano. El parco de Sánchez y su débil equipo son solamente una consecuencia de esta paupérrima y negligente gestión. El fútbol boliviano necesita con un urgencia de un recambio dirigencial, de nuevos sujetos que incorporen otro aire, otra lógica, otros objetivos y otros sentidos al fútbol. Esta parece ser la única ruta alternativa que nos queda para esquivar a nuestra sempiterna obligación de perder.
2 comentarios:
La clave de la derrota es el hilo de ariadna para desenrollar la madeja del fútbol boliviano. Estoy de acuerdo, Christian. Estoy en Santiago organizando mis papeles y acá el punto que le sacó Chile se festeja como una virtual clasificación. De todos modos, la mano de Bielsa no sólo se nota, sino que ya factura puntos.
Un abrazo.
Hay tantas cosas por comentar que en este post decidí adminitrar al máximo las palabras y las ideas. La verborragia más allá de ser un eficaz instrumento para el psiconálisis en el fútbol la palabrería abunda y enreda. En ese sentido, el periodismo no ayuda, ya que dispersa los temas. A tal punto que nos obligan a ser profundamente coyunturalistas. Y en esa coyuntura los mediocres siempre triunfan. Así que reafirmo lo dicho: si a los bolivianos nos interesa el fútbol tendremos que cambiar a nuestra élite dirigencial.
Gracias por el comentario Andrés. Suerte en Chile.
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