El sentido común boliviano parece no soportar que un futbolista exija el equitativo pago de sus haberes. Y el periodismo deportivo que vive del fútbol y no en el fútbol, en coro ha potenciado la orientación de este odio. Algunos con más matices que otros apuntaron a los jugadores y en menor medida a los dirigentes como los responsables de este bochorno salarial-gremial. La figura es clara: los jugadores seleccionados exigían concretar y comprometer con la dirigencia un escalafón salarial, más el pago de premios o bonos por objetivos cumplidos a corto y largo plazo. La dirigencia arrebatada no estaba de acuerdo con las sumas sugeridas y al parecer recién vislumbró el peso del costo de la convocatoria de 30 jugadores. Al parecer para la FBF es imposible sostener el caro costo del proyecto del técnico Sánchez (me refiero al experimento de trabajar con dos selecciones: una aclimatada a la escasez de aire de la alta montaña y otra acostumbrada a los rigores de la deshidratación del llano y la costa).
La posición de este redactor de blog pretende ser diáfana. El jugador boliviano es producto de la generación espontánea. En Bolivia hacer deporte es un mérito de motivación individual y no un producto/acción que devenga de un proyecto educativo colectivo. El deporte en Bolivia se reduce a una práctica recreativa, a una mecánica trivial para saciar el ocio, o se trata de un instrumento de catarsis del estrés o una mal conducida práctica que lo único que pretende es modelar la vanidad de los cuerpos. En síntesis: en la escala de valores sociales el deporte es una mera recreación de los cuerpos sanos, no es un acto educativo. Educación no entendida bajo los términos tergiversados de la educación escolarizada en la que la educación física es una práctica carcomida por lo inútil donde se pretende consolidar un par de técnicas deportivas o una máquina de tortura de los cuerpo flácidos. Tampoco en el sentido católico donde la educación física se expresaba como una disciplina que controlaba los excesos del cuerpo y donde hombres y mujeres se comunicaban con sus osamentas en ámbitos separados y bajo la lógica del tabú. Me refiero a educación en el sentido de fortalecer una cadena de valores. Educación en el sentido de construir en su práctica un sentido profundo de pertenencia a un proyecto colectivo. Educación en el sentido de transformar el deporte en un instrumento de indagación de los complejos meandros que constituyen la subjetivad del ser. Educación en el sentido de que el deporte es una práctica imaginaria donde los deseos disputan el territorio de la esperanza y de las utopías. Educación en el sentido de aprender de la derrota. Educación para resignificar esa feroz palabra: la competencia.
Hace 13 años que Xabier Azkargorta hablaba de la escasa profesionalización del fútbol boliviano. Hoy seguimos habitando en ese lamento. Peor aún, las pocas condiciones que existían han cumplido su ciclo o se han extinguido por mútiples factores. Al extremo que sólo el oriente boliviano y más específicamente el departamento de Santa Cruz se ha transformado, con un sin fin de falencias y limitaciones, en la única cantera de jugadores. El resto de las regiones atraviesan una de las peores anemias futbolísticas. Y este dato detrás suyo oculta un angustiante panorama porque demuestra que las diversas condiciones que deben posibilitar la formación de atletas son inexistentes. Cochabamba que era la región que aportaba al deporte boliviano con atletas admirables (no sólo en Bolivia) como Vladimir Soria, hoy su aporte es menor que el del Norte de La Paz... Los jugadores que llegan a tropezones o por casualidad al fútbol “profesional” boliviano son sujetos dignos de medalla y de cualquier podio que mida los esfuerzos. Son sujetos que han atravesado un laberinto caótico invadido de mediocres monstruos obstaculizadores. Sujetos que han amagado a las carencias que carcomen cualquier motivación. Sujetos que han convivido con la indiferencia de una comunidad a la que no le importa el deporte... Por más que estos “profesionales” del fútbol destruyan a la brevedad sus carreras, por más que estos sujetos hagan del fútbol una mera práctica mercantil, por más que no sientan ni la mínima chispa por esta comunidad fragmentada, por más que derrochen ingenuos sus sueldos en importadoras de autos, por más que hagan gala de una variedad de inconsistencias formativas, por mas impertinente que haya resultado su estrategia de presión faltando horas para el debut eliminatorio, son sujetos admirables, luchadores frente al poder de la nada. Hijos de la generación espontánea. Es decir, son futbolistas que han nacido del chume y no de un proyecto deportivo.
La FBF en un acto demagógico y en complicidad con los medios en un par de días incentivaron un linchamiento a los jugadores, vulnerando su capital de credibilidad simplemente por haber exigido el justo pago de sus haberes. ¿O es que tanto dirigentes como periodistas consideran que los jugadores que llegan a la selección no deben recibir remuneración alguna? La Federación debería hacer los esfuerzos suficientes no sólo para pagar a estos atletas que provienen de la nada, sino sobre todo para imaginar los destinos del fútbol (tarea imposible para estos Jerarcas del fútbol). Entendiendo que el fútbol es ante todas las cosas un acto educativo.
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