Un equipo que semanalmente transita sobre sus mismos vicios no hace más que someterse a su expresión más mediocre. El fútbol errático que expone el The Strongest se consume fácilmente en las buenas intenciones de un par de jugadores que a falta de fútbol reemplazan con fugaz actitud y con fortaleza momentánea; detalles que hacen insostenible la lucha estratégica por ganar los partidos. El Tigre perdió contra Blooming aplicando la vieja receta mezquina que consiste básicamente en, primero, apostar poco por llegar al arco contrario; segundo, aglomerarse en función de tojpa en el centro de la cancha; y, como tercer punto, la última línea defensiva no debe dejarle de hacerle sombra al arquero. Con esta temblorosa propuesta el Tigre hizo muy poquito, casi lo mínimo para afrontar un partido fundamental que en teoría definía el destino atigrado en el Campeonato Apertura.
Tiago Leitao no marcó un gol lo dibujó con un trazo tan fino que desembocó directamente en la caja donde se guardan las joyitas futboleras del campeonato. Sin embargo, el gol-filigrana del brasileño no le alcanzó al Tigre para reconstituirle una autoestima y una concentración necesaria para encarar las vicisitudes del partido. Frente a ese gol, Quinteros dio un fundamental golpe de timón al partido: sacó de la cancha al volante lesionado Blanco y optó por ubicar en la punta derecha a un Óscar "El Pony" Arauz (ex-Tigre) que funcionó como un pistón eficaz para crear fútbol por la derecha, ya sea mediante centros, desbordes incontenibles, asistencias eficaces, velocidad y diálogo permanente con Anderson. El Tigre de Redín no fortaleció la banda y dejó a Bengolea peleando con el aluvión. Al final, Bengolea terminó expulsado.
El gran problema atigrado es que entrega en bandeja los partidos a los rivales en el centro de la cancha. Ni Wilder Arévalo, ni Flores, ni Sacha Lima se transforman en referentes para contener las propuestas creativas de los rivales. Se trata de jugadores que no conquistan con fútbol y fortaleza el medio, tampoco hegemonizan los balones y se entregan a la torpeza que constantemente coquetea con la expulsión con una facilidad absoluta. Flores es un jugador que tácticamente tiene la función de fortalecer y equilibrar la defensa, el problema es que esta función es excesiva ya que el capitán del Tigre nunca retoma su responsabilidad de ser el eje de contención en el centro de la cancha. Arévalo es un jugador que pierde la paciencia y el orden, a cambio trae a la cancha las altas revoluciones de un jugador que con urgencia necesita bajar la velocidad para dejar que el fútbol respire y piense. La versatilidad de Sacha Lima todavía no se luce en el medio campo atigrado.
En esta evaluación Tiago como motor creativo no funciona con eficacia ya que no tiene quién proyecte los balones, quién le garantice que si es que el 10 emprende un plan de fuga tiene garantizada la zona con un relevo. Tiago juega con demasiadas responsabilidades y con ese peso siempre termina generando las armas más peligrosas del Tigre. A Escobar le cuesta jugar escondido entre los centrales, es uno de sus vicios tácticos partir del centro de la cancha arrastrando el fútbol y a la vez debilitándolo. Sin embargo, Escobar con Redín ha descubierto que una de sus potencialidades es la paciencia ya que puede tirarse al costado de la cancha esperando el milagro de la llegada de algún balón punzante. Detalle que pronuncia su escaso aporte a los partidos.
La defensa es un mosaico anárquico y autárquico indomable. La síntesis perfecta de este Tigre del Apertura. La suma de todos sus errores nos da como resultado este mediocre 5to puesto . Ni Doyle es el que fue, ni Rolón dice ser lo que promete, ni Bengolea es la solución que se pretende, tampoco Vargas suma equilibrio y fortaleza a una defensa que carece de trabajo, de reflejos, de intuiciones . La defensa atigrada tiene demasiadas fisuras y al parecer no parece dar muestras de estar en terapia intensiva para contrarestar el desastre que conforman.
El Tigre como equipo atraviesa un evidente desgaste anímico, el clima interpersonal se dividió en diversos microclimas, cada quien busca su par para complotar o implosionar intrigas. Y es Redín quien no puede recomponer esta atmósfera que apunta al Dt como responsable de esta evidente descomposición anímica. Lo que queda será determinante para el Tigre, no tanto en miras de campeonar, pero sí con el fin de reestructurar un equipo que persiste en recurrir al manual de perdedor.
Tiago Leitao no marcó un gol lo dibujó con un trazo tan fino que desembocó directamente en la caja donde se guardan las joyitas futboleras del campeonato. Sin embargo, el gol-filigrana del brasileño no le alcanzó al Tigre para reconstituirle una autoestima y una concentración necesaria para encarar las vicisitudes del partido. Frente a ese gol, Quinteros dio un fundamental golpe de timón al partido: sacó de la cancha al volante lesionado Blanco y optó por ubicar en la punta derecha a un Óscar "El Pony" Arauz (ex-Tigre) que funcionó como un pistón eficaz para crear fútbol por la derecha, ya sea mediante centros, desbordes incontenibles, asistencias eficaces, velocidad y diálogo permanente con Anderson. El Tigre de Redín no fortaleció la banda y dejó a Bengolea peleando con el aluvión. Al final, Bengolea terminó expulsado.
El gran problema atigrado es que entrega en bandeja los partidos a los rivales en el centro de la cancha. Ni Wilder Arévalo, ni Flores, ni Sacha Lima se transforman en referentes para contener las propuestas creativas de los rivales. Se trata de jugadores que no conquistan con fútbol y fortaleza el medio, tampoco hegemonizan los balones y se entregan a la torpeza que constantemente coquetea con la expulsión con una facilidad absoluta. Flores es un jugador que tácticamente tiene la función de fortalecer y equilibrar la defensa, el problema es que esta función es excesiva ya que el capitán del Tigre nunca retoma su responsabilidad de ser el eje de contención en el centro de la cancha. Arévalo es un jugador que pierde la paciencia y el orden, a cambio trae a la cancha las altas revoluciones de un jugador que con urgencia necesita bajar la velocidad para dejar que el fútbol respire y piense. La versatilidad de Sacha Lima todavía no se luce en el medio campo atigrado.
En esta evaluación Tiago como motor creativo no funciona con eficacia ya que no tiene quién proyecte los balones, quién le garantice que si es que el 10 emprende un plan de fuga tiene garantizada la zona con un relevo. Tiago juega con demasiadas responsabilidades y con ese peso siempre termina generando las armas más peligrosas del Tigre. A Escobar le cuesta jugar escondido entre los centrales, es uno de sus vicios tácticos partir del centro de la cancha arrastrando el fútbol y a la vez debilitándolo. Sin embargo, Escobar con Redín ha descubierto que una de sus potencialidades es la paciencia ya que puede tirarse al costado de la cancha esperando el milagro de la llegada de algún balón punzante. Detalle que pronuncia su escaso aporte a los partidos.
La defensa es un mosaico anárquico y autárquico indomable. La síntesis perfecta de este Tigre del Apertura. La suma de todos sus errores nos da como resultado este mediocre 5to puesto . Ni Doyle es el que fue, ni Rolón dice ser lo que promete, ni Bengolea es la solución que se pretende, tampoco Vargas suma equilibrio y fortaleza a una defensa que carece de trabajo, de reflejos, de intuiciones . La defensa atigrada tiene demasiadas fisuras y al parecer no parece dar muestras de estar en terapia intensiva para contrarestar el desastre que conforman.
El Tigre como equipo atraviesa un evidente desgaste anímico, el clima interpersonal se dividió en diversos microclimas, cada quien busca su par para complotar o implosionar intrigas. Y es Redín quien no puede recomponer esta atmósfera que apunta al Dt como responsable de esta evidente descomposición anímica. Lo que queda será determinante para el Tigre, no tanto en miras de campeonar, pero sí con el fin de reestructurar un equipo que persiste en recurrir al manual de perdedor.
Foto 1: Acción, La Prensa
Foto 2: Deportes, El Deber