viernes, 31 de octubre de 2008

¿Por qué Diego?

¿Que encarna Diego Maradona? En primera instancia, la posibilidad de un retorno a esa idea del fútbol como el escenario que privilegia la picardía incendiaria, la lectura instintiva del campo de juego, la habilidad sin intermediario y el liderazgo como una vocación irreemplazable. En segunda instancia, un nuevo rango de rebeldía en el futbolista. Éste ya no como el esclavo de las instituciones abocadas a administrar la pelota, sino el renegado que se ampara en su temperamento, en su carácter indomable, en esa individualidad que, a nivel extracancha, irradia una insoslayable influencia entre los propios jugadores. No es gratuito que un jugador tan joven como Messi muestre el mismo pulso que Diego, a la hora de llevar el balón en los botines, al momento de reducirse él mismo los espacios para posteriormente distenderlos en un golpe de absoluta magia (una semejanza que parece genética, sólo se debe a la indiscutible admiración de la Pulga por el Pelusa). Al margen de su vida personal, un periplo que cubre descensos a los territorios donde la condición humana se descarna, ascensos a la domesticidad radiante, una feliz declaratoria, mezcla de desdén, reconciliación con su entorno, disolución con la simbología que va tejiendo su leyenda, a Diego lo salva, también, su espíritu de incondicional hincha de sus propias pasiones (una de ellas es él mismo): verlo apoyar al Boca o a la misma albiceleste, es contemplar la exacerbada condición de esa infancia (ajena a a la animadversión abierta por el técnico en turno, lejana del pleito permanente contra un esquema que no comparte, en fin) que desnuda sus emociones. Nadie se ha mostrado como él, después del retiro. La gran mayoría de los megaestrellas se han puesto la corbata para atender un escritorio ampuloso, atestado de formas y circulares de algún club de éxito. Nadie ha mostrado tampoco esas posibilidades del descaro. De Diego se conoce casi todo, porque él ha hecho de su vida un libreto de disponibilidad y desvergüenza.

El nombramiento de Maradona como Director Técnico de la albiceleste nos enfrenta con una serie de elementos a juzgar. Primero, ser Técnico Nacional representa montarse en un escenario extraño al genio de Fiorito. Representa no sólo abocarse al disciplinado rigor de una búsqueda de plazas, aplicarse tácticamente y darle lustre a la inevitable aportación anímica de un hombre que tuvo hambre, y solventó esa hambre con su intachable genio. Equivale a conjurar su efigie de guerrero mediático, y francamente eso no me gustaría. Prefiero ver a Diego apoyando a los suyos con la polera en la mano, en una vertiginosa regresión a los campos fecundo de la infancia liberadora. Segundo, no sé si sea exacto apoyarse en su falta de experiencia para aludir a un potencial fracaso en su gestión. No han sido pocos los entrenadores que han llevado a buen puerto los destinos de una escuadra, sin la manida experiencia que solicitan los medios de comunicación. Ni Bianchi creo que sea la respuesta apropiada a los reclamos. Al Virrey se le auguraba éxito y trascendencia en un Atlético de Madrid armado hasta los dientes, y no pudo rebasar las expectativas. Sucumbió ante las apuesta que lo favorecían de antemano y les restregó a los especialistas un fracaso que, sin embargo, aún le permite vivir cómodamente sin necesidades financieras.

¿No representará la nominación de Diego esa posibilidad de ver una selección argentina alegre, libre de las ataduras tácticas, ajena a la especulación? Quien sabe. Al tener al Pelusa en el banco principal, puede apuntar que sí. La posibilidad de tener a Bilardo y Batista entre los asesores del Pelusa puede decir lo contrario. De que se trata de una decisión mediática, destinada a llevar millones de dolares a las arcas de la Federación Argentina, no cabe duda. Por lo pronto, yo me apunto para ver el primer partido que dirija mi ídolo.


Daesu

miércoles, 15 de octubre de 2008

Inocencia, ingenuidad e ineficiencia

La inocencia, la ingenuidad y la ineficiencia del fútbol boliviano se expresa en el triste empate frente a los uruguayos. Sostener un resultado es un asunto de jerarquía futbolística (jerarquía que coordinó los hilos y tomó cuerpo en el extraño empate frente a Brasil, en Río). Ayer, la selección boliviana careció de ese espesor anímico, físico y técnico para maniobrar el destino del partido que de a poco se pintaba aciago. Espesor que irrumpió a ratos frente a los peruanos, pero que fue suficiente para derrotarlos.

Frente a los uruguayos las cosas fueron distintas. En el segundo tiempo, la selección de Tabárez descubrió que por la banda izquierda Bolivia ofrecía una plataforma ideal para construir el gol. Optaron por esa senda y desde allí levantaron centros perfectos e inalcanzables para los agotados centrales de Bolivia. Abreu conquistó el empate con una facilidad indescriptible y abrió una sangría feroz por la cual se desangra nuevamente la autoestima y la bronca del eternamente débil fútbol boliviano.


El primer tiempo Bolivia estableció en cancha los argumentos de un fútbol que sin caer en la perfección, la arrogancia y el asombro demostraba tener los obreros, las herramientas y los insumos suficientes para ganar la gesta. Marcelo Martins quien además de ser un jugador que justifica su costó (14 millones de dólares), visualiza a la perfección los vacíos en esa estrechez que configuran los rivales, así metió el primero gol e intuyó la ruta del segundo. La virtud de Botero estuvo en desordenar y en angustiar a una defensa que siempre opta por la patada, el codazo, el empujón, el insulto y el escupitajo certero. La gasolina del Nacho García y de Walter Flores hizo que el motor del equipo garantice el equilibrio. Equilibrio que se quebró cuando los dos volantes, más Robles no les quedaba ni un miligramo de energía, el motor se detuvo y se inició el aluvión celeste. Sin embargo, de lejos lo más sobresaliente de Bolivia fue la fuerza de Abdón Reyes, su regate insaciable, su acto de fe de creer ciegamente en sus potencialidades hicieron de él un jugador abismalmente interesante, con instinto para domar la banda derecha, la brillantez futbolera del chapaco llegó hasta el punto que Tabárez en la conferencia de prensa no se cansó de mandarle piropos e insinuaciones a su excepcional fútbol.


El segundo tiempo Bolivia entró con la presión de administrar el resultado. Con menos fuerza en las piernas y, sobre todo, con el veneno de los nervios que enredaba la ductilidad de su fútbol (fútbol proclive al error permanente) fue desperdiciando uno tras otro goles y otorgando oportunidades que despertaron el temple mortífero uruguayo. La dupla Ramallo-Sánchez tardaron tanto para darle una vuelta tuerca al partido que cuando quisieron hacerlo los nietos de Obdulio Varela, el gran jefe charrúa, transformaron el juego de túnel que conduce a la nada en una meseta que les permite hacer más legible, aunque todavía de manera lejana y borrosa, los contornos de Sudáfrica.


¿Qué le queda a Bolivia? ¿Seguir transitando por el círculo estructural de las derrotas sempiternas? ¿Ceder una vez más a la demagogia dirigencia que nos condena a esta historia interminable de ser los últimos de siempre? En este enrredo, ¿por dónde empezamos a transformar ese destino de derrota? No lo sé... ¿Lo sabrán los dirigentes, los periodistas, los jugadores, los hinchas, los fanáticos? ¿Lo sabrán los transeúntes de este círculo que nos lleva al mismo lugar de siempre: la decepción?
Foto: Marcas, La Rázón

domingo, 12 de octubre de 2008

Eliminatorias Sudamericanas

Bolivia 3 – Perú 0
Bolivia – Perú, se asemejaba a esos partidos que definen el descenso de los equipos más débiles. Los dos coleros de la tabla, esos que batallan por no ser los últimos, ayer en el Siles se repartieron las cartas…

El problema mayor de la selección peruana es su inofensividad crónica, ese perverso síntoma de la impotencia frente al arco. El peso del partido lo cargó Juan Vargas, quien como un Sísifo derrotado no pudo sostener en hombros la gestación de un destino distinto para la roja y blanca. A los peruanos el partido se les cayó de los hombros a los 4 minutos del primer tiempo... Al parecer el Chemo Del Solar perdió los reflejos fundamentales para motivar, ordenar y plantear los partidos de la selección que dirige; en otras palabras, es un Dt incapaz de descifrar las claves para sacar al Perú de su pasión exagerada por la inoperancia. Los peruanos aparentaban que sus profundas heridas anímicas habían cicatrizado luego de haber ganado de locales a Venezuela y de haber escrito en cancha el empate heroico frente a los argentinos. Sin embargo, ayer en la soleada tarde paceña esas heridas volvieron a supurar pus y a infectar los ánimos. Así les fue…

Sin Erwin Sánchez en el banco Bolivia volvió a ganar en La Paz. La selección boliviana tuvo en el alerón izquierdo de la cancha a un Abdón Reyes que supo hacer dialogar su fútbol con Joselito Vaca, por esta senda se empezó a desmontar toda la débil estructura defensiva peruana. Otra dupla interesante: Botero – Martins, quienes se asociaron para generar el primer gol. Martins arrastra marcas, pelea cada una de los balones, ordena el ataque del equipo, presiona para asfixiar la salida del rival, es fundamental para tomar la marca en los tiros de esquina, en fin… es una pena que en su equipo el Shaktar de Ucrania no esté ni en el banco. Botero se transformó en el goleador de la selección boliviana, al rebatir la marca del histórico maestro Agustín Ugarte, su fútbol punzante lo posiciona en una de los principales goleadores de la eliminatoria. Todo el andamiaje defensivo funcionó a la perfección. En la cabeza y en el medio terreno de esa estructura defensiva se encontraba Ronald García, quien con lucidez ordenó el trabajo de los volantes; y atrás, en la última línea, Bolivia tuvo a un Raldes imbatible y a un efectivo Rivero. Bolivia encontró fácilmente el callejón para arribar al corazón del fútbol peruano y desde allí dirigir el partido; y fue más eficaz para atacar la fragilidad anímica de los peruanos…

Argentina 2 – Uruguay 1
A los cinco minutos del primer tiempo Argentina encontró en el gol de Messi el sosiego que en apariencia le iba a permitir construir un partido con la suficiente calma para generar fútbol. Esos mecanismos futbolísticos tejidos por el toque y toque de Messi, Agüero, Riquelme, Tévez en el primer tiempo abundaron. Sin embargo, en frente Uruguay además de argumentos contaba con las herramientas para dañar las profundas dimensiones del ego futbolístico argentino. Y así lo hizo, casi al final del primer capítulo, Uruguay concretaba un gol que abría el baúl de los fantasmas argentinos… El segundo tiempo, los compadritos del Río de la Plata sacaron el cuchillo y a punta de golpes, puntazos, patadones e insultos condujeron al partido al oscuro círculo del infierno; allí donde caen y arden los partidos más agobiantes. Los argentinos con tantos fantasmas en cancha no encontraban ni las soluciones, ni los resquicios para que irrumpa su fútbol. Los uruguayos, batalladores, también descubrieron que las agujas de su brújula futbolística estaban dañadas…

Colombia 0 – Paraguay 1
Colombia todavía no despierta de esa pesadilla sistemática… La dirigencia colombiana asumió que era Pinto el responsable de ese sueño futbolero que derivó en pesadilla; pero al parecer la cosa trasciende la bronca y el histrionismo del despedido Pinto. Perder con los uruguayos en el hermoso camping bogotano, ser goleados por la frivolidad vertiginosa del futbol chileno no fueron suficientes torturas a una selección que pide con clemencia una chance para remontar su debacle que se asemeja a un laberinto. Y que pide que algún jugador se haga cargo de reconstruir el desastre… Ayer, el paraguayo Cabañas fisuró el arco del arquero Julio, a partir de ese instante lo único legible de la cancha eran esos pedacitos amarillos que se desparramaban en la cancha. Los colombianos más que un técnico y que entrenamientos, requieren de un psiconalista deportivo y una temporada de terapia colectiva. Son demasiados los golpes efectivos que recibieron. Es profundo el pozo y al parecer no se tienen las estrategias, la más mínima motivación para salir organizadamente de él. Ayer la palabra lástima no dejaba de atravesar mi actual percepción del fútbol colombiano…
Paraguay es el equipo más cohesionado de la eliminatoria, es eficaz, contundente, tiene fútbol para adormecer y atacar a cualquier rival sudamericano. Sin embargo, su reto estará en construir esa eficacia en Sudáfrica 2010… Reto enorme para una selección que minimiza sus potencialidades en las gestas mayores (con excepción de ese esquipo invulnerable del Mundial 98, con el gran Chilavert en el arco). Por el momento, Paraguay ya tiene el camino demasiado ancho y asfaltado para llegar al Mundial…
Fotos
Bolivia - Perú: Acción, La Prensa
Argentina-Uruguay: Olé
Colombia-Paraguay: Olé

domingo, 5 de octubre de 2008

Relatores

Las palabras dibujan realidades parciales, provisorias, lúdicas. Realidades que otras palabras las disipan. El núcleo futbolero tiene en su centro al balón y a la palabra como instrumentos que vertebran su insondable dimensión, la pluralidad de sus realidades. Latiendo armonioso y contradictorio el fútbol vive esa tensión entre la palabra y el balón. Es a ese núcleo sutil que Alejandro Dolina despierta y explora en un cuento sabroso, un manjar de fútbol y poesía. Disfrútenlo...

Los griegos creían que las cosas ocurrían para que los hombres tuvieran algo que cantar. Las guerras, los desencuentros, los amores trágicos, los horrendos crímenes, las gestas heroicas: todo tenía para los dioses impíos el único fin de proporcionarles tema a los cantores. La Historia pone al alcance del menos docto centenares de ejemplo de relatos que fueron más ilustres que los sucesos narrados.

Resulta difícil concebir una idea más triste del destino humano. Sin embargo, a los juglares, cantores, cronistas y narradores de cuentos les complace pensar que el mundo se mueve para favorecerlos en su oficio.

Héctor Badarelli, el relator deportivo de Flores, creyó pertenecer a la estirpe de Homero. Durante toda su vida se esforzó para que la narración deportiva alcanzara las alturas artísticas de la épica.

En sus comienzos, Bandarelli hizo algo que nadie había hecho antes. Siendo entreala izquierda del equipo de Empalme San Vicente, acostumbraba relatar los partidos que él mismo jugaba. Era héroe y juglar, Aquiles y Homero, Eneas y Virgilio.

Según dicen, no era del todo imparcial en sus narraciones. Cuando se hacía de la pelota, comenzaba a elogiar su propia jugada.

-Extraordinario, Bandarelli avanza en forma espectacular.

Muchas veces, por elegir las palabras e impostar la voz, se perdía goles cantados. Cantados incluso por él mismo.

A medida que pasaba el tiempo, el relator iba superando al jugador. Algunos viejos que lo vieron jugar cuentan que pasaba la mayor parte del tiempo parado en el medio de la cancha, relatando, casi sin tocar la pelota.

Finalmente fue excluido del equipo. Sin rencor ni tristeza, siguió acompañando las modestas giras del Empalme San Vicente, solo para relatar desde un costado de la cancha el partido que jugaban sus antiguos compañeros. Lo hacía sin micrófono y sin radio, de modo que nadie lo escuchaba, salvo algún wing peregrino que alcanzaba oír de paso su voz emocionada.

Después, según se sabe, el Empalme San Vicente dejó de jugar y sus futbolistas pasaron a integrar otros equipos.

Y en ese momento, cuando todo hacía sospechar la decadencia de Bandarelli, el hombre dio un paso genial: descubrió que su narración no necesitaba de un partido real. Era posible relatar partidos imaginarios, hijos de su fantasía.

Parece una evolución previsible: los antiguos poetas cantaban hazañas más o menos reales. Después las inventaron.

Lo mismo sucedió con Bandarelli. Y al no tener que ceñirse al rigor de los hechos ciertos, los partidos que relataba empezaron a mejorar: se lograban goles estupendos, los delanteros eludían docenas de rivales, había disparos desde cincuenta metros, los arqueros volaban como pájaros, se producían incidentes cruentos, los árbitros cometían errores perversos.

De a poco, el artista fue incorporado elementos más complejos de su obra. El tiempo, por ejemplo, manejado era en un principio de un modo convencional, pasó a tener durante el apogeo de Bandarelli un carácter artístico y psicológico. Los partidos podían durar un minuto tres horas.

Algunas veces, el relator omitía cantar un gol, pero daba claves y mensajes sutiles para que el oyente descubriera la terrible existencia del gol no cantado. Aparecían, cada tanto, unas historias laterales que provocaban un falso aburrimiento, que no era sino una trampa para mejor asestar la alevosa puñalada del gol sorpresivo.

Todos recuerdan el famosos partido Boca-Alumni que Bandarelli relató en un asado del club Claridad de Ciudadela. En esta obra mezcló jugadores actuales con glorias de nuestro pasado futbolístico. Los viejos hacían fuerza por Alumni, los más jóvenes por Boca. Ganó Alumni, pero en su magistral narración, Bandarelli dejó caer –con toda sutileza– la sensación de que los boquenses, por respeto a la tradición, se habían dejado ganar.

Las audiencias de Bandarelli no siempre fueron numerosas. Algunos partidos los relató solo, en una mesa del bar La Perla de Flores, ante el estupor de los mozos y parroquianos. Pero poco a poco, los muchachones del barrio fueron descubriendo sus méritos y con el tiempo hubo quienes prefirieron escucharlo a él antes que ir a la cancha.

En 1965, Héctor Bandarelli organizó su campeonato paralelo de fútbol. Todos los domingos narraba el encuentro principal, mientras un colaborador lo interrumpía para comunicar lo que sucedía en el resto de los partidos.

Las narraciones tenían lugar en la puerta de la casa de Bandarelli y, cuando llovía, en la cocina. Hay que decir que el relator poeta nunca trabajó para ninguna emisora y jamás utilizó micrófono, salvo en la grabación que realizara del segundo tiempo de Barracas Central-Barcelona, ya en el final de su carrera.

El campeonato paralelo terminó en un desastre. El artista no tuvo mejor ocurrencia que sacar campeón a Unión de Santa Fe y mandar al descenso a River, lo que irritó a muchas personas, que hasta llegaron a agredir a Bandarelli.

Pero todos los que saben algo del relator coinciden en afirmar que su mejor partido fue Alemania-Villa Dálmine, relatado en el Colegio Alemán de la calle José Hernández, a pedido de la Asociación Cooperadora.

Ese encuentro fue un verdadero canto a la hermandad entre los hombres. Los zagueros entregaban banderines a los delanteros rivales en cada jugada. El árbitro abrazaba llorando a los futbolistas que quedaban en off-side. Los de blancas a los quince minutos del segundo tiempo para celebrar el segundo gol de la selección alemana. En el final, todos se abrazaron e intercambiaron obsequios.

Fue inolvidable. En el Colegio Alemán, los padres lloraban de emoción añorando la tierra de sus antepasados. Algunos miembros de la Asociación Cooperadora le pidieron a Bandarelli que volviera a relatar el encuentro en diferido, pero el artista se negó.

En el esplendor de su actividad, tal vez advirtiendo el carácter efímero de su obra, resolvió escribir libretos detallados que luego archivaba prolijamente. Desgraciadamente, sus familiares quemaron este valiosísimo corpus argumentando que juntaba mugre. Nos queda apenas un breve fragmento, correspondiente al encuentro Boca Juniors 3 – Vélez Sarfield 3.

“Solidario, agradecido, ayuno de envidias, Javier Ambrois entrega la pelota a Nardiello. El viento agita las banderas en los mástiles de la Vuelta de Rocha. Nardiello tira un centro rasante… Arremete J.J. Rodríguez, pero ya es tarde… Tarde para remediar los errores del pasado… Tarde para volver a unos brazos que ya no nos esperan… Ya es tarde para todo”.

Según sus seguidores, el libreto le quitaba frescura a Bandarelli y –como hemos visto– recargaba un tanto su estilo.

Un día desapareció. Algunos dicen que se mudó, o que se murió, es lo mismo. La gente volvió a preferir los partidos sonantes y contantes de la radio.

Los relatores de hoy tienen la posibilidad de seguir al maestro e intentar la ficción y la fantasía en sus narraciones. ¿Por qué depender de la actuación, muchas veces medio de los futbolistas? ¿Por qué no crear con la voz jugadas más perfectas? ¿Por qué no dar nacimiento a deportistas nobles, diestros y mágicos que nos emocionen más que los reales?

Se puede ir más allá. Todo el periodismo podría tener un carácter fantástico y abandonar los vulgares hechos de la realidad para aludir a suceso imaginarios: conflictos, tratados, discursos, crímenes e inauguraciones de ilusión.

En este último instante comprendo que nadie me asegura que estos artistas no existen ya. Tal vez, todo cuanto uno lee en los diarios no es otra cosa que un invento del periodismo de ficción.

Sin embargo, esta clase de incredulidad conduce a sospechar la falsedad del Universo mismo. Suspendamos semejante astucia porque algunos hasta podrían pensar que el propio Bandarelli es imaginario y sus partidos, sombras de una sombra.

jueves, 2 de octubre de 2008

¿Moralidad en el fútbol? ¿Pundonor deportivo?

La no clasificación celeste ha levantado tal polvareda que se ha extraviado cualquier intento de legibilidad. En este borroso orden y con la polera del Tigre puesta escribo aquello que la bruma, la parcialidad y el polvo futbolero me permite ver.

En las declaraciones, en los papeles y sobre todo en el guión que se habían trazado los celestes el Bolívar no dependía de nadie hasta que sorpresivamente San José le hizo el primer gol. En ese instante fue que el pueblo bolivarista ecualizó con más fineza las radios y empezaron a rastrear los resultados de Sucre y La Paz, orando para que el destino que se imponía en la cancha varíe de ruta y trastoque otros resultados. Mientras el bolivarismo oraba en Sucre La Paz F.C. no podía con Universitario sin Robledo en cancha (mal expulsado, por cierto) y en La Paz el débil Tigre junior era vapuleado por veteranos como Sillero, Galindo de Real Potosí.

Habría que precisar que la eliminación bolivarista es de responsabilidad netamente de los celestes. No ganaron, ni siquiera estaban cerca del empate y perdieron 4 a 1 (con goles convertidos dentro de lo que el reglamento establece) frente a un pragmático San José que supo construir los caminos para herirlos y derrotarlos con una contundencia irrebatible. Dentro de este contexto y con este antecedente el bolivarismo se confunde y entre líneas o explícitamente saca a flote la poca “moralidad” del The Strongest. Y esta posición se acentúa más por aquellos poderosos oradores del fútbol políticamente correcto que desde los micrófonos de las radios o desde la pantalla exigen que el Tigre no debería actuar como un San Pedro maligno y arbitrario que cierra las puertas al eterno rival y las abre para que el equipo que juega a las faldas del Cerro Rico ingrese a la etapa más importante del campeonato (Tiemblen equipos argentinos y brasileños posiblemente en la Libertadores tengan que trepar nuevamente a la temible altura). Evidentemente, la mezquindad atigrada apunta a que en estas aguas turbulentas y putrefactas es preferible hundirse con el enemigo que "ayudarlo", peor aún observar cómo arriban con éxito al puerto que nosotros no alcanzamos. Esto es parte del juego, forma parte de su lógica macabra y egoísta. El fútbol relativiza y lleva a límites insospechados aquello que se entiende por “ética”. Y esta es lastimosamente un arma de doble filo que así como te ayuda en alguna circunstancia también te mata.

La “movida” de la dirigencia atigrada es entendible. El problema es que no la jugaron bien, como siempre. Se dieron cuenta minutos antes al partido que al ganar beneficiaban al rival eterno y que si empataban o perdían detonarían la escasísima motivación de un onceno frígido que atraviesa una crisis de vestuario muy compleja (el Tano Fontana está apunto de dejar el banco, la frigidez futbolística por parte de sus jugadores le espanta). El Tigre a diferencia de San José no tiene el peso de las impugnaciones, por tanto hubiera sido el colmo que suba a la cancha del Siles con todos los “titulares” (si es que se les puede llamar así) con la certeza de que terminado el juego y más allá del resultado de todos modos saldrían trasquilados. Los intereses atigrados por donde se lo mire estaban en juego y a mi modo de ver se optó por un camino legítimo en esta peripecia perversa que es el fútbol. Además insisto en los papeles nuestro eterno rival dependía de sí mismo… (A tal punto que empatando clasificaban, pero su fútbol no les alcanzó y eso es posible de leer con la posible renuncia del Dt. Habegger, porque saben muy bien que la clasificación se les fue de las manos y en cancha).

Esta insulsa intriga se potenció por la torpeza de una dirigencia atigrada que decide que sus “titulares” no jueguen faltando minutos para el partido y con todo el periodismo en frente. De esta manera se despertaron las sospechas y no hubo quien no juzgue esta tardía decisión desde una moralidad de la que el fútbol es inmune. Tampoco ayudaron las declaraciones de dirigentes aurinegros que ceden con una ingenuidad a las redes del periodismo que lucha por lo políticamente correcto en el fútbol y que en el fondo no hacen más que abogar por sus bolsillos. Sabemos que sin el Bolívar en la instancia final del campeonato el periodismo deportivo paceño tendrá menos marcas para vender y comercialmente el torneo perderá ese lustre y ese glamur que exige el marketing.
En todo esta vorágine es inadmisible los reproches y reclamos de Mauricio Gonzales dueño de La Paz F.C. (ex- Atlético Gonzales), quien sin tener ningún temor a la vergüenza recrimina la decisión técnica-direncial atigrada. Señala Gonzales que el Tigre no tiene "pundonor deportivo". El problema es que en el fútbol la memoria de corto plazo manda. Cómo es posible que Gonzales reclame si es el responsable de que Stomers haya abandonado la Liga. ¿Por qué? Porque en su presidencia atigrada, meses antes de haber hecho todo lo posible para que el Chocolatin CAstillo no vuelva al TIgre y se vaya a la vereda de enfrente, decidió que el Stronger no juegue con Chaco Petrolero, ya que si le ganaba el equipo petrolero perdía la categoría. Para ello armó un jueguito artificial en Puno y llevó al equipo titular a veranear al Lago Titicaca. ¿Por qué hizo ello? POrque Gonzales era presidente de YPFB.

Dentro de la estructura intrínseca del fútbol la revancha marca el ritmo. En este devenir los celestes ya tendrán la oportunidad de tramar su venganza. En el fútbol no caben los ángeles, ni los rivales amistosos, el fair play sabemos que es una superficie sin contenido alguno y donde sólo caben intereses. Hoy Wilsterman jugará con suplentes frente a Oriente, con ello Aurora tendrá mayor presión, teniendo en mente que sólo le queda perseguir el triunfo dentro de la cancha (lo que no hizo el Bolívar). Incluso se ha llegado a tal punto que un dirigente orientista en declaraciones a Facetas Deportivas aseveró que le darán a Guabirá una motivación en verdes para contrarrestar la arremetida aurorista (¿Esto es moral?).


En toda esta bruma recuerdo con claridad cuando Boca Juniors puso contra las cuerdas a la “ética” empatando frente a Oriente Petrolero en la escanadalosa bombonera, con la única intención de dejar fuera de la Copa Libertadores a River Plate. Así que como dice la barra santa y replica la barra celeste: ¡Sin llorar! ¡Sin llorar!

Foto: Marcas, La Razón

La reinvención

Cuando jugaba en el Barcelona, ver a Ronaldinho era el libre acceso a un jardín blindado por su sonrisa inacabable, su toque finísimo y una velocidad acompañada de vaivén y zamba. Muchos goles consignaron el momento al rojo vivo del brasileño. El club se mantuvo en los primeros sitios desplegando un fútbol de bordado artesanal, y alcanzando níveles de popularidad inusitada en el mundo gracias, en parte, a las elaboradas trensas y el vértigo del Dinho. Al mismo tiempo, los Culés lanzaban al mundo a Lionel Messi, antípoda del brasileño, creando un extraordinario contrapunto entre la cadencia, el cambio de ritmo y la inspiración milimétrica, y la velocidad larga, el latigazo y el músculo mental. Sin embargo algo pasó. El brasileño perdió el rumbo entre las lesiones, la displiscencia y todo lo que pudiera aportar el campo de su vida doméstica en su vida deportiva. Perdió terreno y no quiso saber nada de un club que se convirtió muy pronto en su laberinto cretense.
Sin embargo, llegó a otro club histórico, acostumbrado al reciclaje inteligente de talentos, proclive a coordinar la veteranía con la nueva sangre. Ronaldinho llega al Milán de Carletto Ancelotti con 28 años y una presumible madurez futbolística. Su apego al mundanal ruido de una ciudad que combina lo mismo el Bel Canto que la acelerada vida nocturna puede templar su carácter. El domingo, cuando jugaron contra su archienemigo el Inter, el Divo de Porto Alegre, con un potencial físico lejano de ser el más óptimo, se reinventó. Creó un gol que entre él y Kaká se convirtió en una maravillosa pieza artística de gran formato.
Ojalá el Dinho se crezca al castigo de su propia voluntad rebelde, y llevé lejos un equipo acostumbrado a levantar trofeos como vasos de agua. La combinación de jugadores como Kaká, Pato, Sheva o el Dinho, promete una campaña inmejorable para los rossoneros.

Daesu