domingo, 30 de septiembre de 2007

¿De quién es el fútbol?

El fútbol acaba de ser la plataforma para cuestionar sus propios prejuicios que malamente le constituyen. Me refiero concretamente a esa cultura sexista, machista que se destila con vileza en cada cancha del planeta. De tal manera que el fútbol termina siendo subsumido, secuestrado y malamente apropiado por una cultura troglodita que se conjunga con fascismo/machismo/nacionalismo/fundamentalismo/civismo. Está a punto de jugarse la final del Mundial Femenino en China y hace un par de días se jugó la final del fútbol gay, frente a estos dos acontecimientos el brillante periodista argentino Ezequiel Fernández Moores construye un texto donde cuestiona los prejuicios que despiertan estos eventos en el entorno de la cultura futbolera y, al mismo tiempo, explora los mitos sexistas que condenan al fútbol a un acto de machos y de pelotudos.

"¿Es verdad Marcelo Benedetto que le ofrecieron ser jefe de prensa de Los Dogos?", le preguntó con picardía Mariano Closs a su colega durante la transmisión de Fox del partido que Sao Paulo le ganó a Boca por la Copa Sudamericana. Los Dogos es la selección argentina que participa del Mundial Gay de fútbol que se juega en Buenos Aires hasta el 29 de septiembre.


En el programa Basta de todo, de la FM Metro se discutió sobre cómo se podría comprobar la homosexualidad de los deportistas. "Es fácil, se ponen los jugadores en fila, y el que se la chupa al técnico ése es gay y juega", respondió uno de los periodistas. Las ironías, sus miedos y prejuicios, esta vez no se escucharon durante las transmisiones del Mundial de fútbol femenino que cierra en China este fin de semana, pero sí en el Mundial Gay de Parque Sarmiento.



Es que el fútbol es cosa de machos. La FIFA pasó un momento de apuro cuando el locutor del Mundial femenino en plena ceremonia de apertura con la presencia de su presidente, el suizo Joseph Blatter se equivocó el slogan oficial. En vez de "Beautiful game, beautiful goals" (Hermoso juego, hermosos goles) dijo "Beautiful game, beautiful girls" (Hermoso juego, hermosas jóvenes). Blatter mismo había recibido críticas tiempo atrás cuando le comentó a un diario suizo que el fútbol femenino atraería más patrocinadores si sus jugadoras utilizaran pantalones más cortos y ajustados. No se quedó atrás el sueco Lennart Johansson, presidente de la UEFA. Pidió "camisetas traspiradas" para las fantasías masculinas.



"La FIFA, en realidad, podría ayudar al fútbol femenino impulsando torneos juveniles, colaborando más con las Federaciones y premiando con dinero a las selecciones que juegan el Mundial", replicó Julie Foudy, una de las principales jugadoras de Estados Unidos, donde las mujeres son tan o más conocidas que los hombres y recuperarán su Liga propia a partir de 2009. Por eso la derrota 4-0 del jueves en semifinales ante Brasil fue un shock.



Con sus tres derrotas, 18 goles en contra y uno a favor nuestro equipo no ayudó al debate. El deporte de alta competencia funciona como espejo siempre y cuando la imagen sea ganadora. El triunfo de la selección argentina fue haberse clasificado para el Mundial. Si bien algunas mujeres comenzaron a jugar al fútbol en la Argentina en los ´50, recién en 1991 la AFA le dio carácter oficial a la competencia. Hubo una explosión en los años ´97-98, cuando los equipos inscriptos subieron de 9 a 35 por la TV, que trasmitía con la conducción de Sergio Goycochea. Pero la TV se fue y los equipos también. Apenas una decena de clubes juega hoy de modo oficial, con apoyo mínimo y gran desinterés.



En el próximo libro de la especialista Adolfina Janson, el entrenador de la selección femenina Carlos Borello calcula que hay unas cien mil mujeres que juegan fútbol en la Argentina y discute la supremacía que se le adjudica al hockey sobre césped como deporte femenino número uno del país.



Durante años, a las mujeres futbolistas se las tildó de "machonas" mientras los mismos comentaristas resaltaban la femineidad de las Leonas que, recién ahora y gracias a sus triunfos, lograron que se las considerara deportistas y que los periodistas hombres dejaran de preguntarles sobre preferencias sexuales o estado civil.



Las mujeres futbolistas saben que han elegido al deporte más difícil. No son tenistas-Lolita, atletas dopadas con hormonas ni gimnastas anoréxicas. Irrumpieron en un deporte que siempre fue coto de caza de los hombres. Un rey-fútbol que, excepto el Mundial de China, a las únicas mujeres que muestra en la TV son las "Diablitas", las "Boquitas", las "Matadoras", las "Cremosas", las "Marineritas" o las "Lecheritas", que agitan plumas y caderas al compás de la hinchada mientras los equipos se apropian de la cancha. Esta vez, los medios fueron más respetuosos. No hubo titulares tipo "Chicas, preparen el detergente" tal como amagó escribir un diario nacional cuando la selección argentina cayó eliminada en 2003 durante el Mundial en Estados Unidos.



Los prejuicios fueron directo al Mundial Gay y a Los Dogos. En sus inicios, algunos sectores sociales consideraron al deporte como escuela para formar hombres listos para el combate. Basta recordar el entrenamiento de los jóvenes espartanos arrancados desde niños de sus hogares para que se convirtieran en buenos soldados a través de los ejercicios físicos y el atletismo. A su vez, las instituciones religiosas le destinaron al deporte el rol de disciplinar los cuerpos para que los fieles no cayeran en los placeres del sexo. "Misa por la mañana, fútbol por la tarde", decía hace cien años el pastor protestante escocés William Fleming. Al fin, las clases populares se adueñaron del fútbol para jugarlo y disfrutarlo a su modo, más allá de los negocios de Blatter, de Grondona o de quien sea.



Pero el escenario sigue dominado por la curiosidad y el miedo que nos despiertan los homosexuales. Con hinchadas de machos que, mientras cantan, proponen violar al rival. "El fútbol es un juego viril, varonil, no homosexual. No es que un homosexual no pueda jugar a la pelota. Si quiere, que lo haga, pero que forme un equipo e inicie una Federación", dictaminó el juez brasileño Manoel Maximiano Junqueira Filho hace menos de dos meses ante el reclamo del jugador Richarlyson. El defensor de Sao Paulo estaba furioso porque un dirigente rival quiso burlarse de él diciéndole homosexual. Pocos imaginaron que este mismo fútbol puede ser una manera más de lucha contra la discriminación, como ocurre estos días en Parque Sarmiento. Para que algún día, no sean necesarios los Mundiales Gay.

jueves, 27 de septiembre de 2007

¡Tigre! ¡Tigre! ¡Tigre! ¡Tigre!

La sustancia que vertebra e insufla altas dosis de vida al Tigre es su estoica y aguerrida hinchada. Y se entiende por hinchada no sólo aquella que se agrupa revoltosa en la curva sur, sino a toda esa inmensa comunidad de hinchas que hicieron y que hacen del Tigre una actitud que trasciende los marcos estrechos de un mero club de fútbol. Si al Bolívar se lo identifica con el rotulo de la “Academia” es por la deslumbrante magia desplegada por el Maestro Agustín Ugarte. El Bolívar se ha constituido sobre la melancólica añoranza del gran 10. Al Tigre en cambio se lo conoce por la garra constante y permanente, por el inagotable instinto de lucha, por su carácter ubicuo para fácilmente metamorfosearse con las virtudes de un felino. Un felino que encara con la misma vehemencia tanto la derrota como el triunfo. Ese es el hilo que teje y sutura nuestros genes amarillo y negro.



La garra atigrada es un valioso patrimonio construido de hincha a hincha. Un patrimonio heredado. Y a diferencia de otros clubs la hinchada del Tigre es la que marca, como una brújula, el estilo de sus equipos, cosa extraña en el fútbol. Mujeres y hombres de todas las edades conformamos una comunidad que se concentra alrededor de una profunda fe en el amarillo y negro. Fe atigrada que irrumpe con la admirable garra del gran Raúl Chupa Riveros. El Chupa es el fundador de todo esta pasión épica que se instituye alrededor del fútbol y que adquiere las formas de un complejo modo de ser. El Chupa es el portavoz eterno del HUARIKASAYA KALAKATAYA. Un 27 de septiembre hace 85 años arribaba al mundo el Chupa. Hoy los hinchas del Tigre festejamos su enorme legado. Festejamos a nuestros mayores que nos enseñaron la pasión aurinegra, la veneración por todo lo que es. Festejamos nuestro nombre en inglés (The Strongest) y nuestro cántico aymara (Huarikasaya...). Festejamos el enorme sentido de ser hinchas atigrados. Festejamos nuestra memoria y nuestro horizonte. Festejamos nuestra hermandad. Festejamos nuestra condición de hinchas del Tigre. Y como dice el Papirri, festejamos la suerte de ser atigrados, de llevar al Tigre en la fuerza que braman nuestras venas...

¡Qué viva el Tigre CARAJO!


[Hoy, hace 38 años en Viloco se buscaban los restos del técnico Eustaquio Ortuño, el gerente José Ayllón y el masajista Felipe Aguilar. Buscaban también los restos de 16 futbolistas atigrados: Armando Angelacio, Hernán Andretta, Orlanco Cáceres, Juan Iriondo, Jorge Durán, Julio Días, Héctor Marchetti, Ángel Porta, Jorge Tapia, Ernesto Villegas, Germán Alcázar, Eduardo Arrigó, Oswaldo Franco, Raúl Farfán, Oscar Flores y Diógenes Torrico. La herida de Viloco no para de sangrar...].
Foto 1: El Chupa alentando a la barra del Tigre en el viejo Siles.
Foto 2: Tomada de www.clubthestrongest.net

lunes, 24 de septiembre de 2007

Sandy y sus habilidades...


“La capacidad de pensar es la única que jamás puede perder un entrenador”.
Marcelo Bielsa
El fútbol no sólo se juega con los pies y el balón, sino también, y en algunos casos con más eficacia, con la boca y las palabras que tejen discursos invadidos de intereses. Y en este juego de palabrería futbolera chicanera Marco Antonio Sandy, el DT del Bolívar, ostenta las habilidades mañosas de un verdadero y dúctil crack. Hace algunas semanas, Sandy mostró un razonamiento que lo mínimo que despierta es una profunda sospecha sobre la habilidad del ex – marcador central celeste para el manejo chicanero del fútbol. Más allá del césped ya se hizo una costumbre: Sandy embarra el fútbol invadiéndolo de conjeturas que provienen de la nebulosa de su paranoia y de una profunda habilidad para buscar pretextos que no lo involucren en el irregular y mediocre juego bolivarista. En Trinidad luego de que Real Mamoré derrotó con argumentos futbolísticos y en cancha al Bolívar, Sandy bordeando la extrema sinverguenzura declaró enfurecido a los periodistas que el Bolívar es un equipo grande y que el arbitraje no los puede perjudicar. ¿Qué se puede leer en medio de estas palabras? ¿Qué intenciones las cubren y las articulan? ¿Qué nos quiere decir el “profe”? ¿Que el Bolívar se merece por su trayectoria cierta preferencia arbitral? ¿Que por tradición futbolera los árbitros deben parcializarse con la historia del "grande"? ¿Que los árbitros deben medir con ojo de lince y en estricto apego a la norma cada jugada que perjudique a los bolivaristas de tal manera que proporcione ventajas a los celestes? En fin, la declaración de Sandy es en extremo polémica y poderosa ya que borra, casi anula lo hecho en cancha por el equipo trinitario. Es que Sandy juega muy bien con las palabras, con sus habilidades de político configura y desmonta escenarios delante de cada uno de los micrófonos de los medios. Y como buen político mueve con habilidad de titiritero los hilos del pre y post partido, de tal manera que los errores de su equipo siempre quedan en un segundo, hasta en un tercer y cuarto plano, lo más importante es defenestrar el trabajo del árbitro y al conjunto de sus decisiones. Y extrañamente este modo de actuar de Sandy se replica como un virus, ahí está otro ex – defensa bolivarista como Marco Ferrufino que hace algunas semanas luego de que su equipo pierda con La Paz Fútbol Club aseveró sin vueltas que los árbitros están comprados (¿Qué saben estos DTs? ¿Acaso no es hora que revelen pruebas para solventar sus conjeturas?). Y el síndrome también infecta a otra ex –defensa: Gustavo Domingo Quinteros que no hace más que fijarse en las decisiones arbitrales para justificar los pobres resultados de su equipo y a diferencia de Sandy, Quinteros es un expero en armar berrinches y escándalos para victimizar, en un juego simultáneo, a él y a su equipo (Sugiero que el Club BLooming mude de nombre a Los Perseguidos Fútbol CLub). El fútbol, entonces, también se juega con las palabras. El fútbol es una vistosa plataforma para configurar entramados políticos. Pero hay más…

La historia del Clásico 154 empezó el día viernes cuando Marco Antonio Sandy, haciendo muestra de sus mañosas habilidades de crack en el juego con especulaciones y conjeturas, aseveró a los periodistas que la designación del novato árbitro Estrada fue un error, ya que la complejidad y la exigencia del partido trascendía el pobre currículo del referí. La declaración de Sandy se completaba con una sugerencia que vulneraba los límites de sus funciones de DT, dijo que el árbitro para el clásico “debería ser alguien como Marcelo Ortube”. No hubo medio que no célebre la “acertada declaración”. Todos potenciaron esta trama hasta tal punto que cobró una dimensión que oscureció el propio partido. No hubo eco de esta aseveración que no sea motivo de debate, el periódico Acción de La Prensa, por ejemplo, el día sábado sintetizaba en su titular el clima del pre partido : Una oveja en medio de dos lobos, haciendo una alusión directa y abusiva a la cortísima experiencia de Estrada en la liga (apenas dos partidos).
Sandy afrontó el clásico con un comodín mágico: el novato árbitro Estrada. Pero hay más detalles, antes del partido en medio de una retórica pedagógica, pomposa y sobre todo demagógica, Sandy traía a los micrófonos de Fútbol Manía del grupo FIDES una cita apócrifa de Los tres mosqueteros de Dumas, y no para ser referencia a la terna arbitral que de un tiempo a esta parte es su juego favorito, sino para aventar a la audiencia del programa una precaria lección básica de fútbol donde el jugador primero debe aportar al equipo: “uno para todos y todos para uno”. Sandy se perfila como un técnico interesante e inteligente, sin embargo, para consagrarse y crecer es urgente que reconozca que el fútbol desde la mirada y, sobre todo, desde la responsabilidad de DT es un objetivo que todavía le queda grande.

Aterricemos en el partido, el árbitro Estrada fue determinante. No hay donde perderse. En otras palabras, cada una de sus decisiones inclinaron la balanza del partido. Fue drástico para evaluar y sancionar las jugadas que involucraban a los jugadores bolivaristas y algo permisivo y leve en el momento de sancionar a los atigrados. También fue en algunos casos demasiado fiel al reglamento. Y esa fidelidad no garantiza el buen manejo del partido. En descargo de los bolivaristas no cobró un manotazo evidente a Tiago Leitao. En este error fue cómplice la jueza de línea de pertinente nombre para arbitro: Iris. Este golpe y caída al brasilero fue la raíz del segundo gol del Tigre marcado por Hoyos, luego de una filigrana vertical del Chapi Cardozo y de un pase desde el amplio horizonte de fútbol de Pablo Escóbar. Otro error: una mano ambigua del jugador Guillén en el área atigrada que exigía una decisión de peso por parte del árbitro. Sandy se ampara en estas jugadas donde Estrada dubitó y, hay que decirlo, perjudicó al Bolívar. Sin embargo, luego de estos dos errores, el árbitro Estrada fue víctima del sucio trabajo de Sandy desde el borde de la cancha. Sandy fue tan efectivo a la hora de ensuciar y tirar bruma al partido que éste adquirió los oscuros matices que estrangularon en cada una de las situaciones la capacidad de decisión del novato referí. Pese a ese tenue ambiente hostigado por Sandy las expulsiones de Reyes y de Vaca fueron correctas, también los dos penales pitados a favor del Tigre. El primero apegado en extremo al reglamento, el segundo una torpeza de Tordoya.

Al terminar el partido, Sandy volvió a su juego favorito: la palabrería chicanera. Declarado el final del juego Sandy irrumpió en la cancha junto con “su cuerpo técnico” en busca de los tres mosqueteros de rojo. Cumpliendo de esta manera el sagrado rito de insultar y de reclamar las decisiones arbitrales. El propósito: cercar a la terna arbitral para atosigarlos y arrojarles un popurrí de insultos y de amenazas, detalles que en el fútbol boliviano (y sudamericano) ya son un hábito, el cierre de un mediocre rito, al que la Conmebol no le presta ni la menor atención. En esta escena Sandy en un doble juego que demuestra su alta capacidad demagógica mientras insultaba y reclamaba al árbitro despejaba el área para evitar más insultos y reclamos tanto de sus jugadores como de su cuerpo técnico. Para no perder el hilo, Sandy le aventó al árbitro un desatino que sintetiza su hábil manejo de palabra. Le dijo al árbitro que no podrá dormir porque a sus jugadores los va a dejar sin trabajo y el árbitro le respondió que dormiría tranquilo. Sin embargo, el desborde de Sandy explícita un vergonzoso error en el momento de repartir responsabilidades y culpas. En otras palabras, Sandy confunde las causas con el efecto. Que el árbitro Estrada sea el responsable (la causa) de la virtual eliminación de Bolívar del hexagonal (el efecto) es una descarada e irrespetuosa manera de limpiarse las manos. Y, sobre todo, un acto de cinismo futbolero que muestra la capacidad del técnico Sandy para instaurar amagues a su responsabilidad. El árbitro puede funcionar como chivo expiatorio de la derrota, sin embargo, cargarle a él la responsabilidad de la eliminación bolivarista es un gesto cínico y que desborda por su exceso. ¿Acaso fue Estrada el que el anterior domingo frente a Wilsterman sacó a Tiago Leitao? ¿Es Estrada el responsable de todos los puntos que Bolívar perdió de local? ¿Es Estrada el responble de los altos decíbeles de violencia por parte de Lito "Hacha" Reyes? ¿Es Estrada el responsable de la debacle institucional del Club Bolívar? ¿Es Estrada el que dilapidó las arcas celestes? Sandy es un experto configurador de atmósferas. Atmósferas en las que condiciona de tal manera las variables que pareciera que el mundo futbolístico conspira en contra del Bolívar y el ejecutor de esa conspiración es el árbitro de turno. Sandy junto con Ferrurino y Quinteros deberían dedicarse a la política ya que poseen una habilidad particular para hacer y deshacer los espesores de las tramas que configuran lo "real". Su habilidad política radica en que ellos configuran un contexto en el que siempre quedan impunes de responsabilidad. Sin embargo, el fútbol es tan implacable frente a la demagogia ya que de este trío de mosqueteros dos están virtualmente eliminados del hexagonal. Saberes intrínsecos del fútbol, diría Bielsa.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Nuestra sempiterna obligación de perder















Esta semana el sombrío fútbol de nuestra selección puso en escena un episodio más de nuestra sempiterna obligación de perder. Nuevamente irrumpieron los oscuros y temibles fantasmas de la derrota. Lo raro y lo preocupante es que los bolivianos sostenemos una relación bastante cómoda con la derrota. Es como si tuviéramos una extraña capacidad para saborearla y no para transformar el perverso orden en que habitualmente nos subsume. Sin embargo, “el problema aquí no es perder, sino lo que uno hace con la derrota”. La idea no pertenece a ningún prócer latinoamericano, pertenece a Jorge Francisco Valdano.


Para los comprometidos con el fútbol boliviano la sesuda idea de Valdano debería funcionar como una brújula para bregar por las aguas tormentosas de la derrota. Es más, como una sentencia asumida en nuestra cotidianidad tan compleja y matizada por los constantes tropezones competitivos. Y es que el fútbol boliviano –desde la selección nacional con todas sus subs, los clubes de la liga, más los del campeonato del Simón Bolívar y en sí todos aquellos que conforman el amateurismo– viven en un ambiente perdedor, pero este constante declinar no genera, no produce, simplemente nos hipnotiza y no nos permite generar cambios y diseñar estructuras deportivas coherentes que aspiren a la transformación deportiva. Y, para precisar esta constatación, habrá que connotar el hecho de que ese ambiente derrotista no surge por mera espontaneidad, sino por fallas estructurales que cada vez ostentan más resquicios y fisuras desde donde se trasluce la desorganización, la falta de convencimiento, la carencia de iniciativas y de ideas, la poca oferta pedagógica en cuanto a formación deportiva, los pocos espacios donde se piense y se genere cultura deportiva.


Desde el apoteósico y añorado 19 de septiembre de 1993 Bolivia no consiguió absolutamente nada, más que un modesto e irrelevante segundo puesto en la Copa América de 1997. En este desolador clima futbolero y dentro del pragmatismo del fútbol la regla manda: si no ganaste perdiste. Aquí es donde surge una primera conjetura. En términos genéricos Bolivia no consiguió más que derrotas, de mayor y menor intensidad, ya sea con clubes de la Liga en campeonatos de la Conmebol o en los torneos FIFA. Bajo las huellas de este razonamiento, el fútbol boliviano no aprovechó la experiencia, la sabiduría, el aprendizaje que proporciona la derrota. La derrota produce. Produce experiencia, produce ideas, produce nuevos caminos, produce sensibilidades. Instaura utopías. Instaura el deseo de reivindicar un nuevo orden. Ya lo decía René Zavaleta: “la crisis y la derrota son fuentes generadoras para desear el cambio. Son dispositivos para la irrupción de un nuevo orden”.


El fútbol boliviano al no aprender de la derrota, consagró un sistema estructural cínico para afianzar el fracaso y hacer de él una cotidianidad. Y esto es fácilmente palpable en la planificación amorfa para el trabajo de la selección mayor, en la poca capacidad de incentivar la configuración de políticas deportivas, en la imposibilidad de mirar e interpretar la complejidad agónica que gira domingo a domingo en nuestro decadente fútbol local. Los andamiajes institucionales del fútbol boliviano son impermeables a la pegajosa sustancia de la derrota.


El perfil institucional del fútbol boliviano no es generador de configuraciones estructurales y orgánicas coherentes con nuestras complejas realidades futboleras. Vivimos en un corto plazismo totalmente conformista y, a estás alturas, bien consolidado. Hacer un rastreo sistemático para comprobar esta idea no haría más que afianzar y deprimir más la mediocridad del perfil institucional de este nuestro alicaído fútbol. Vivimos dentro de la imposibilidad de la planificación. Para añadir más complejidad a la lectura: la institución del fútbol boliviano es una síntesis de la comunidad inoperante que arroja a este país a las fauces de la mediocridad más desoladora.


La derrota del miércoles en el Perú debe generar un plus. En este contexto, es urgente revisar las metodologías y el estilo con las que afronta el reto de seleccionador el “profesor” Erwin Sánchez. La derrota tiene que convertirse en un motor de búsqueda para desear y al mismo tiempo perseguir objetivos ambiciosos y modestos (valga la contradicción). Para escapar del profundo espiral de la derrota no hay otro camino que no sea el de aprender del error, de la debacle. En otras palabras, para los bolivianos no debería ser penoso perder, sino no aprender de esa derrota con el fin de instaurar un camino alternativo al que traza la asfixia de la derrota. Todo proyecto futbolístico en Bolivia, si aspira a ser realizable y evitar, como dice Terry Eagleton, que nos enfermemos con deseos imposibles, tiene que basarse en las tensiones y posibilidades que ofrece la derrota.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Bolivia y su juego fatuo

En el Monumental de Lima la selección boliviana mostró su costado futbolístico más sombrío. Ese que convoca a nuestra peor expresión de juego. Bolivia desbordó un conjunto exagerado de insuficiencias y de incoherencias. En cancha no hubo línea que no haga aguas y, al mismo tiempo, que abra fisuras por las que se desplome su lánguido e ilegible juego subsumido al suicidio del pase corto improductivo. Por tanto, la brecha entre el juego peruano y el boliviano fue tan evidente que hasta el más optimista seguidor de la selección boliviana pudo saborear el condimento agrio de la derrota. No hay donde perdernos tenemos una selección en construcción, en proyecto. Una selección dubitativa, sumamente ambigua que no proyecta lo que supuestamente tiene que hacer en cancha que es básicamente plantear fútbol para ganar los partidos. En otras palabras, se trata de una selección que no comprende el dibujo teórico y lo que es peor que tampoco asume la carga de los objetivos que traza milimétricamente el técnico Sánchez, que, valga aclararlo, tampoco entiende el cómo debe jugar Bolivia. Es importante añadir a este triste contexto que la selección boliviana suele sustituir su escaso juego con altas sumas de actitud y exceso de concentración. La ausencia de ambos elementos –que valga decirlo son caras de una misma moneda– se transformaron en los insumos suficientes para hilar esta derrota que no hace más que medir la "eficacia" del trabajo de preparación de nuestra selección.

La selección emana señales contundentes que es importante recogerlas. Entre los primeros síntomas los que destacan son:

• Que el arquero Hugo Suárez no mira el juego, no es un referente de orden para su desubicada defensa. Y lo que es peor no sabe jugar en el área chica (detalle que le resta infinitos puntos), tampoco es su fuerte el juego aéreo lo que deriva directamente en sus vergonzosas salidas para anular los centros mortales de los peruanos.

• La defensa carece de los movimientos básicos (no se nota la mano del técnico). Es decir, los mecanismos que la transforman en eficaz tienen mucho que ver con las palabras: relevo, marca, anticipación, orden, cobertura, entre otras. Los engranajes que configuran la defensa boliviana carecen en cancha de esos vitales conceptos. Raldes y Rodríguez no constituyen la mejor dupla defensiva. Raldes desde que se lesionó –exactamente hace un año y un poco más– no puede alcanzar la cima de su antiguo fútbol. Detalle que explicita sus deficiencias en el mano a mano y en la perdida progresiva de gestos de anticipo. Tampoco los laterales son una modesta garantía. A Lorgio Alvárez le falta kilómetros de kilómetros de juego para satisfacer las exigencias físicas que le exige su posición de lateral, prácticamente no subió nunca, descuidó las marcas, fue impreciso en los relevos. Y Hoyos con más ritmo y desorden demostró que es una herramienta interesante para colaborar con el armado de juego creativo, pero no tiene noción de equilibrio: trepa adelante sin prevenir la disposición y el desbalance defensivo del equipo. Esta es tarea del técnico. Es él quien debe trazar las suficientes variables para que los movimientos creativos del equipo no inclinen la balanza para favorecer el déficit defensivo. En otras palabras, es él quien tiene que proporcionar las respuestas a las insuficiencias de una sombría selección.

• Los volantes de contención fueron un bleff. García y Mojica ni pinchan ni cortan, ni marcan ni encienden la mecha del juego. Y en ellos este detalle se está volviendo una constante. Bolivia perdió sus básicos argumentos de juego al no poder detener el eficaz aluvión de la presión creativa peruana. Además que García y Mojica nunca articularon relevos en cancha. Descuidaron las espaldas de Joselito y de Peña. Tampoco fueron eficaces ni en la marca, ni en el corte de los centros, ni en el pase eficaz, ni garantizaron la salida ordenada de la selección. En suma: ni cortaron, ni pincharon, sólo flaquearon.

• Joselito Vaca nunca llegará a ser un gran jugador. Por un detalle elemental: es demasiado endeble y no sólo físicamente, sino (y esto es lo peor) en la actitud. En él se sintetizó el juego boliviano: demasiado liviano, en extremo leve. Si el equipo contrario propone un hombre de marca que persiga la delgada huella de Vaca éste asume su faceta de irrelevante fantasma. Además que a Joselito el fútbol se le transforma en una pesadilla si es que tiene que partir de atrás y ayer estaba demasiado atrasado. Darwin Peña fue víctima del DT. No jugó donde le gusta jugar o para decirlo sin infantilismos: donde destila sus mayores potencialidades. Peña no supo ni ubicarse en la cancha, ni encontrar el pequeño resquicio para instaurar su máquina creativa. Perdió los referentes. Jhasmani Campos es un jugador mucho más dúctil, su habilidad generalmente no está condicionada, sin embargo, es desordenado y desprolijo para ejercer marca. De visitante habrá que trabajar en la desordenada marca de Campos, también en su capacidad explosiva. Estos ingredientes pueden traducirse en un factor por el que atraviesan las posibilidades de buenos resultados. Sin embargo, a Campos deberían con urgencia llevarlo a Barcelona para que lo revisen los médicos que mágicamente desarrollaron el escuálido físico de Messi. No es un chiste, menos una ironía, hay un conjunto impresionante de jugadores argentinos "petizos" que están recibiendo tratamiento.

• Jaime Moreno, Marcelo Martins Moreno sufrieron la impotencia del equipo. Y obviamente fueron parte de ella. Andaveris presiona la salida de los contrarios y le añade al equipo un plus: su potencia física.

El juego fatuo de Bolivia explicita que el técnico Sánchez es poco eficaz en el trazado de objetivos y le cuesta aún más operativizarlos en cancha. No se necesita saber mucho de fútbol, basta con perseguir la siguiente intuición futbolera: De visitante el fútbol de la selección debe vertebrarse a partir del juego que propongan los volantes de contención. Y ayer los volantes de contención abrieron las puertas de la derrota. La selección boliviana con urgencia debe articular objetivos, mecanismos tácticos y actitud. De lo contrario a finales del 2007 sabremos que estamos de antemano desclasificados del Mundial 2010, luchando para no ser los últimos de siempre.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Conversaciones con el Maestro Ugarte


En la terraza de la vieja casa
el abuelo seca sus huesos al sol.
La radio
relatando un partido de fútbol
da cuenta de las palabras
que lo vieron crecer.
Benjamin Chávez, Pequeña librería de viejo.
Parqueaba su taxi en el justo borde de la vereda de la Estación Central. Un viejo Honda plomo, de antiguo aire deportivo. Un banderín descolorido del Bolívar colgado en el espejo retrovisor decoraba el parabrisas que presentaba ya una fisura considerable. Me acerco al Maestro y le pregunto si me puede "dar" una entrevista. “Claro”, me dice. Sorprendido, se ríe. Aunque con algo de timidez y nerviosismo cierra la puerta de su taxi, presumo que se encuentra algo aturdido por el abordaje. Para ser más apacible la entrevista le invito a comer un sándwich de pollo, cerca de la estación (lugar donde frecuenta acompañado de sus colegas). En el camino hacia el snack reconozco en la silueta de su sombra su pausada caminata que proyecta los pasos de un crack selecto. Nos sentamos alrededor de una mesa. Las moscas abundan. Y el sol espía detrás de la puerta, intenta iluminar las fauces grises del boliche. El Maestro observa su antiguo reloj de manijas doradas y me dice: "más o menos dentro de una media hora llegará el tren así que nos apuremos porque seguro habrán pasajeritos". La mesera levanta el mantel de plástico. Trae un mantel de tela descolorido. Enciendo la grabadora. Me fijo: el Maestro juega con un mordadientes. Le da vueltas, se pincha los dedos. El mordadientes parece un hombrecito, filitriqui. Pido los sándwiches y lanzó la primera pregunta. En el boliche hay un viejo afiche de los setentas en la que se muestra a un León que tiene la polera del Bolívar y un Tigre que, obviamente, lleva la polera del gran Tigre. Ambos se dan la mano y se intercambian banderines. En la escena se encuentra la figura de un árbitro con peinado de Castrili.

Periodista: Maestro, qué fue para usted el fútbol...
[El Maestro pestañea rápidamente, responde lento... En la esquina de la mesa y del mantel se encuentran desparramados y dispersos unos cubitos de azúcar].

Maestro Ugarte: Una vida ha sido para mí, ¿no?. [Dice el Maestro y se fija en sus manos que parecen concentrar los códigos de su genio]. De niño en Tupiza sólo en la pelota pensábamos, igual de jovencitos, incluso en el cuartel. Nadie quería comer esa comida, sólo ir a jugar entre sarnas deseábamos. Y eso es lo lindo jugar horas hasta que la pelota se pierde en la oscuridad. Incluso ahora cuando me traen una pelota, ya estoy jugando. Aunque el cuerpo es ingrato, ¿no? [El maestro mira hacia la puerta, sonríe y con su dedo índice recoge los cubitos de azúcar]. Mi hermano menor, por ejemplo, era arquero y nos gritaba: “¡No puedo ver!”, “¡No puedo ver!”, decía. Porque jugábamos hasta la noche, noche. Y nosotros no le hacíamos caso a la oscuridad. Un día, pero, mi hermano puso piedras en el blader de la pelota. Así nadie le perdía el rastro y podíamos jugar hasta la noche. [Se oyen unas risas tímidas que despierta el Maestro].

Periodista: Alguna vez se vio jugar fútbol por TV.

Maestro: Sí, luego del 63 eso es lo que más he visto. Me miraba y no me reconocía. Además que no se veía todo lo que habíamos jugado. Mis hijas ahora recién guardan fotos y artículos de periódicos. De la Tele no tenemos nada todavía. Pero a mí no me gusta ver el fútbol en la tele, me gusta oír en la radio. En Tupiza sólo radio escuchábamos, a la tele no me acostumbro. [De pronto el mordadientes se parte en dos, y se limpia los cubitos de azúcar que ya se han diluido en su mano. Ahora, el Maestro juega a pincharse los dedos].

Periodista: ¿Qué opina del fútbol actual?

Maestro: Hay harto talento [dice, y le viene una tos]. Más comodidades hay, más plata también [sigue tosiendo, afuera del boliche se escucha el son de una cumbia].

Periodista: ¿Cómo vio a la selección?

Maestro: Una pena, ¿no? [Y me mira momentáneamente a los ojos]. Porque uno siempre quisiera que su selección gane y sea fuerte.
Periodista: ¿Qué hizo con la Moto que le obsequiaron luego de haber sido el mejor jugador de la Copa América del 93?

Maestro: [Entre risas breves, responde moviendo la cabeza]. La vendí pues. En esas épocas otra cosa era el fútbol. Casi nadie vivía de él. Ya desde el 65, 67, por esos años ya te pagaban, a veces por partido, luego por temporada. Pero esos años era poco, pues. Igual en el Bolívar. Aunque me pagaban más. He jugado también en el equipo de los Ferroviarios y el juego era duro. Ahí no me pagaban, pero jugaba igual. En la Argentina ganaba más. Pero la plata se devalúa con los años, lo que antes eran millones ahora son pesos, nomás. Monedas se vuelve la plata. [Nos traen dos vasos con papaya salvieti. El maestro acomoda los vasos].

Periodista: ¿Qué función, qué responsabilidad le atribuían en la cancha?

Maestro: De todo pues. Pero en el centro jugaba más. Con la pelota en el piso me gustaba jugar. Siempre en el centro organizando, pasando. Es lindo ver el fútbol dentro de la cancha. En la Argentina me he dado cuenta de cómo es que hay que pararse en la cancha para ser más útil. [Con sus manos dibuja una mueca de un jugador, es la mesa la que funciona como cancha].

Periodista: ¿A qué jugadores siguió? Es decir, hay alguna “estrella” de fútbol que le impactó.

Maestro: Vi en el mundial del 70 a Pelé. Jugué frente a él con el Bolívar. Después, son pues hartos. [Mueve sus manos, pero parece que no quiere responder].

Periodista: ¿Actualmente va al fútbol?

Maestro: No pues porque a veces es difícil, ¿no? Uno tiene ya obligaciones. Aunque a veces mi invitan también. Voy me gusta ir a la recta. Es lindo. Con la familia. [Toma un sorbo del refresco y mira a su reloj].

Periodista: Festejó la Clasificación de Bolivia al Mundial del 94.

Maestro: Sí, emocionante. Eso es lindo, ¿no? Hemos festejado, también. Con la familia sobre todo. Hay grandes jugadores. Se ha visto, ¿no? [El brazo izquierdo del maestro tiene un tatuaje que recuerda el número del antiguo conscripto del Escuadrón de Caballería].
Periodista: ¿Nunca le interesó dirigir un equipo de fútbol?

Maestro: Sí. Pero hay que tener mucha paciencia. Los chicos de ahora ya no escuchan a nadie. Hay chicos habilidosos, pero no sé si tengo esa paciencia de formar a gente, de ordenarles. A mi gusta jugar, no verlos jugar. No me gusta gritar. Me han propuesto en el Bolívar que me haga cargo de las inferiores, pero al final no se dio. [Toma otro sorbo de refresco].

Periodista: ¿Qué extraña del fútbol?

Maestro: A los amigos, ¿no? Muchos en Tupiza ya se han muerto. A otros ya no los veo. Pero el fútbol es bonito porque le deja a uno muchos amigos. [La mesera nos trae los sándwiches. El Maestro sabe que no le dará el tiempo para comerlo. Le digo a la mesera que lo guarde en una bolsita. El maestro sonríe y vuelve a mirar su reloj]. El fútbol es bonito porque ahí están los mejores recuerdos, ¿no?

Periodista: Maestro usted debe tener muchas anécdotas.
Maestro: Ah, sí.
Periodista: compártame una. [El Maestro toma su refresquito].

Maestro: Una vez, cuando era chico todavía. Nos invitaron a jugar a Cotagaita, un pueblito cerca de Tupiza. Pero yo no tenía zapatos. Y los que tenía mi mamá los cuidaba. Y en Tupiza jugábamos pata-pila, pero en Cotagoita nos dijeron que íbamos a jugar contra un equipo minero. Así que teníamos que ir preparados. Pero no tenía zapatos. Un amigo, le robó a su papá unos zapatos grandes, con suela de goma. Grandes, pues. [Con sus manos muestra el tamaño del zapato]. Y con los zapatos en la mano nos fuimos a Cotagaita. Ya cuando me tenía que poner los zapatos, mis pies bailaban, ampollas y todo un dolor me venía. Empieza el partido, y pucha me incomodaban, me molestaban feo, bien duros eran. Y ya estábamos perdiendo dos cero, creo, o más era, no me acuerdo. Y mi amigo, el chapi Zurduy, me grita que me quite los zapatos. A mí me daba vergüenza, pues. Pero me los quité. Y ahí nomás ganamos 5 a 2. Después íbamos al río a mojarnos los pies. Ucha y mis pies pura sangre eran. [Dice el Maestro mientras mueve la cabeza y sonríe]. En Tupiza había grandes jugadores, pero otras eran las necesidades.

Periodista: ¿Cómo llega a La Paz?

Maestro: Porque varios equipos de La Paz iban a jugar al sur. En tren iban. Jugaban en Villazón, en Tupiza, a veces se pasaban a la Argentina. Yo jugaba, siempre he jugado en el Huracán de Tupiza. Iba el Stronguer, también el Mariscal Braun, Always, Litoral, el Bolívar. Y de ahí el técnico del Bolívar me invitó a jugar [para el Bolívar acota el Maestro]. Y me vine a La Paz. En las tarde me iba a entrar, unos días a la semana, y luego trabajaba vendiendo baterías de auto en San Pedro. Porque el fútbol nunca daba para comer. [El Maestro mira su reloj, no quiero ponerle nervioso].

Periodista: Quisiera cerrar esta conversación preguntándole nuevamente: ¿Qué es para usted el fútbol?

Maestro: Mire, a mi el fútbol me trae lindos recuerdos. Una emoción grande siento cuando me acuerdo de las horas en las que nos perdíamos con mis amigos. Lejos nos íbamos a jugar así nuestras familias no nos molestaban, porque no nos veían. Cuando había fiestas nosotros meta a la pelota. Y nos quedábamos horas de horas. En la lluvia o en el sol. También viajé mucho jugando fútbol. Eso es lindo, ¿no? El campeonato de la Copa América, fue lindo también. Hartos recuerdos hay...

Periodista: Muchas gracias Maestro.

El Maestro se levanta de la mesa, le traen su sándwich. Le acompaño nuevamente a la puerta de la Estación y en ese instante vemos que el tren ya llega. El Maestro apura el paso y aprovecho para preguntarle.

Periodista: Y qué tal el trabajo.

Maestro: Mucha competencia hay. Además que el tren ya no bajará hasta La Paz, sino en el Alto nomás se va quedar. Dicen también que se va a quedar en Oruro. Eso perjudica. Porque nosotros no tenemos entrada a la terminal.
Periodista: ¿Este es su autito?

Maestro: Con mi nuero hemos comprado.

[El Maestro se desliza rápido amagando las piedras y los autos. Me pregunta: “esto, ¿dónde va a salir?”. Y yo le digo que en una revista y que cuando la tenga se la daré. Ya, me dice. Nos despedimos. Me aprieta la mano. Le digo: Gracias Maestro. Me responde: aquí estamos joven, venga nomás, nuevamente sonríe y va rumbo a su taxi...].
Esta entrevista es configurada con diversas fuentes: El archivo de Deporte Total, Deportivo Hoy, Deportivo el Diario. Hay más entrevistas...

lunes, 3 de septiembre de 2007

La turbulencia política invade el Tahuichi

El fútbol boliviano no puede jugarse, menos aún plantearse, ni tampoco analizarse fuera del turbulento escenario político en el que los bolivianos, miembros de una comunidad política fragmentada, nos batimos en un virtual y constante duelo, de alta y baja intensidad. El fútbol es un juego demasiado permeable a las variables que plantea su contexto; es decir, que no puede desligarse de aquello que imponen las circunstancias sociales, políticas, mediáticas, culturales, económicas, educativas en donde habitualmente se desarrolla. El fútbol, entonces, tiene la inmensa capacidad de absorber todo aquello que bulle en su entorno. Justamente allí cabe su enorme complejidad. Complejidad que es maltratada, pisoteada, tergiversada diariamente por los periodistas que venden en radio, en prensa y televisión entretenimiento deportivo. Entretenimiento que generalmente funciona como sinónimo de escándalo.


En un contexto densamente politizado como el boliviano, donde los valores democráticos son cínicamente manoseados por ciertos sectores retrógrados y conservadores, el fútbol funciona como una caja de resonancia de estos oscuros proyectos políticos. Estos sectores mediante un artilugio político han transformado la democracia en una vil herramienta discursiva con el único fin de articular dudosos proyectos de poder donde yerguen, desde la plataforma de los medios, fastuosos discursos que convocan al fascismo más radical en el que brotan los fantasmas del fanatismo regional. Fanatismo regional que se canaliza en el fútbol y en todas las expresiones que lo caracterizan.


No es casual entonces que en el centro de la cancha del Tahuichi, domingo a domingo, se nos sugiera, hasta el hartazgo, el concepto de Autonomía (que la anterior semana, mediante un senil vocero/alcalde, casi se explicitó como el proyecto de la República del Este). Desde ese contexto ayer domingo en la noche al finalizar un mediocre partido entre Blooming-The Stronguest se desató en cancha, como el famoso huracán Félix que de a poco se acerca a Centro América, esa política que hace del fascismo su característica única.


El arquero Arias de Blooming, ex – arquero del Tigre, declaró al periodista de cancha de la apestosa red Unitel: “estos collas de mierda”, haciendo referencia, según él, a un policía que se excedió en la represión y con el que casi llega a los golpes. Esta declaración que incentiva al más profundo desasosiego habrá que matizarla para no ser presa de la total desilusión. En descargo del exabrupto lingüístico de Arias es importante decir que el técnico Óscar Sánchez del Tigre incentivaba desde la banca, minuto a minuto, a la violencia, haciendo ademanes groseros a la tribuna de preferencia del Tahuichi Aguilera, mostrando gestos burlones, en síntesis: irritando al público local. Y es el técnico Sánchez quien generó la violencia al patear al utilero de Blooming. Violencia que ingresó en un espiral de tal profundidad que despertó a los fantasmas que rondan a la política del fascismo; política en la que los gentilicios regionales vuelan como cuchillas hirientes. Así que Sánchez tiene que domar su intrínseca agresividad, su persistente manía de enfrentarse al público local y debe recibir una fuerte sanción, ya que él es uno de los responsables. No hay dónde perderse: Sánchez prendió con una agresiva cerilla/patada la hoguera de de la violencia.


Pero, volviendo al tema político, las ondas expansivas del “escándalo futbolero” evidenciaron una vez más las fisuras que tejen al gentilicio de boliviano. En medio del escándalo la gente empezó a corear ese sello político de marca regional: “autonomía, autonomía”, como si las torpezas del novato técnico Sánchez, más el descontrol policial, fueran buen motivo para convocar a esta figura que pertenece al orden jurídico-político, más que al fútbol. Lo peor es que tanto comentaristas como relatores, empezaron a lanzar el sapo autonomista como una forma de advertir su molestia frente a los atropellos policiales y al mal resultado blooministas. Y vuelvo a preguntar: ¿Qué tiene que ver la autonomía con la torpeza de Sánchez o con el descontrol policial? Y a modo de respuesta parcial es importante redundar en la idea de que el fútbol es definitivamente el mejor ámbito para canalizar, para desahogar y ostentar los proyectos que maquiavelicamente se desean desde la política.


En este contexto, cabe preguntarse: ¿Qué papel juegan los dirigentes del balompié boliviano? ¿Qué intereses protegen? ¿Los del fútbol boliviano (perdón por la ingenuidad, lector), los de su club, los de los jugadores, los de su región, los que están más cerca de sus inclinaciones políticas o los que sostienen y engordan sus arcas económicas? ¿Qué evaluación política hacen del crispado contexto en el que estamos viviendo y cómo éste de a poco ingresa a las canchas sin que ninguno de ellos diga y haga la más absoluta NADA? ¿Acaso no son ellos los máximos responsables para garantizar y hacer del fútbol “una fiesta deportiva de unidad”, un ámbito desde donde se emanan las señales suficientes para desinfectar al país de ese ambiente de profunda politización regional putrefacta?


Estas preguntas caen por su propio peso. Como muestra de acción dirigencial se encuentra ese otro bochorno de violencia política expresada por el Presidente de la Federación Boliviana de Fútbol quien haciendo un abuso burdo de la palabra y la paranoia acusó al periodismo paceño de que arbitrariamente lo tachan de “camba de mierda” por su inexistente e ineficiente defensa a la altura “colla”. Con esta declaración y estas actitudes: ¿Qué podemos esperar de la alta dirigencia del fútbol boliviano? Creo que nada, ya que la mayoría de ellos están inmersos en los intereses que se están jugando en esta turbulencia política que juega irresponsable con la democracia y que se inventa Juntas. Muchos de ellos son los promotores y responsables de ese abusivo mensaje político con el que nos invaden domingo a domingo desde el centro de la cancha del Tahuichi. Frente a todas estas evidencias donde se mezcla de mala manera el fútbol y la política harán oídos sordos, ya que sus intereses regionales pesan más que el fútbol. Y les interesa que también desde la cancha se inserte más violencia política a los caldeados ánimos de una comunidad fragmentada por el fascismo, racismo e intolerancia de ciertos sectores dirigenciales, atrincherados sobre todo en los clubes del oriente del país, que mucho tienen que ver con el mal manejo del fútbol. Sabemos que los mecanismos de la política irresponsable que desean implementar en el país, como en el fútbol, se concretan a las patadas así como lo hicieron en el brumoso amanecer del martes 28 de agosto.